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“Los padres teribles” de Jean Cocteau, en la sala “El Bardo” de EspacioTeatro
Jean Cocteau repatriado al boulevard
por Jorge Arias

Así como Christopher Lasch mostró  (“The revolt  of the elites…” 1994) que la más  grave  rebelión del siglo XX fue la rebelión de las élites  y no “La rebelión de las masas”, como sostuvo Ortega y Gasset (1930), Cocteau sostiene en “Los padres terribles” (1948) que lo malo no es el niño o el  joven, sino sus padres. Para ello tomó un argumento que parece por momentos un vaudeville y por momentos un melodrama por entregas. Un amor con ribetes incestuosos entre un hijo (Sergio Muñoz) y su madre (Alicia Garateguy), diabética e insulino -dependiente, a quien su marido Jorge (Roberto Bornes) traiciona con la joven Magdalena (Noelia Campo) que es la amante del hijo. La cuñada Leo (Carla Moscatelli) suspira por Jorge y urdirá los planes maléficos de estilo. El autor, fuera de su  obsesión de de  sorprender poniendo las cosas de través, no profundiza en la anatomía y función social de la familia contemporánea. 

Posiblemente el camino  que  siguió el  director Alberto Zimberg  fue el único viable: retornar “Los padres terribles” al clima del boulevard que informa al  argumento. Una  decisión difícil, porque aún hoy es  muy considerable en la literatura el prestigio de Cocteau como cineasta (“Orfeo”), pintor, novelista, dramaturgo, amigo de Picasso, Diaghilev y  otros  artistas que  le reflejaron su fama; creemos que poco a poco  aparece el  verdadero y patético Cocteau, uno de esos casos en que faltó algo, quizás muy poco, para un genio que no fue. Si eso ocurrió por dispersión de esfuerzos o por simple  frivolidad, no lo sabemos.

Vimos en Buenos Aires esta obra en el año 2007, con puesta en escena de Alejandra Ciurlanti. La  directora se la tomó en serio y  sobrevino el aburrimiento; pero algo en el fondo la hacía dudar, o algo entrevió, e introdujo un entremés cómico, fuera del libreto, a cargo de un actor de las sobresalientes condiciones de Luis Machín. Era como un signo de interrogación,  una marca  en un  libro, una  confesión de  perplejidad;  sea como  fuere, el  cotejo de ambas obras le da la razón a Zimberg. Es  una pieza donde no se puede dejar pensar al espectador. ¡No es tan inferior! Todo  sucede aquí con velocidad, con ritmo, con algo de frenesí y  vértigo;  y  así el melodrama es atenuado o domesticado por una sonrisa irónica.

El elenco  pareció muy suelto y  firme en  esta  tesitura, y  a pesar de las  dificultades  para entradas y salidas de la sala “El bardo”,  se logró  un espectáculo ameno y  divertido. 

LOS PADRES TERRIBLES, de Jean Cocteau, en traducción de  Ignacio Apolo y versión de Alfredo Zimberg y Leonor Svarcas, con Roberto Bornes, Noelia Campo, Alicia Garateguy, Carla Moscatelli y  Sergio Muñoz. Escenografía de Claudia Schiaffino y  Beatriz Martíinez, vestuario de Paula Villalba, iluminación de Martín Blanchet, música de  “Ojos del Cielo” (Marcelo Fernández y Gustavo Antuña en guitarra, Jorge Rodríguez  en violín), dirección general  de Alberto Zimberg. En EspacioTeatro.

Jorge Arias
Jorge Arias es crítico de teatro en exclusividad para el diario "La República", que ha autorizado esta publicación.

ariasjalf@yahoo.com 

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