“La pecera” debe ser la mejor pieza de Eduardo Sarlos (pronúnciese “Yarlos”; Budapest, 28 de abril de 1938 - Montevideo, 7 de enero de 1998). Fue un éxito cuando su estreno en 1987, y probablemente lo vuelva a ser hoy en su tercer o cuarto reestreno; pero el curso del tiempo no tuvo piedad.
No hay en esta pieza sino un muy modesto cuadro de costumbres sobre lo que puede ocurrir en una residencia de ancianos. La acción no pasa de una entretenida sucesión de anécdotas escritas con gracia: hemos conversado con espectadores que vieron las primeras versiones y ninguno pudo recordar la trama…porque no la hay. Rosa (Cristina Morán) vive un plácido delirio místico, con purificadoras abluciones; Cata (Susana Castro) de la que poco se sabe, está encargada de decir verdades desagradables; Lucas (Ricardo Couto), comprende que la retracción en el hogar de ancianos es morir un poco e intenta salidas, casi quijotescas, en busca de placer; Franz (Hugo Bardallo) es un homosexual vergonzante que se desvive en vano por Lucas; los personajes de María (Silvia García) y Lucia (Norma Salvo) agregan sin sumar e Ilonka (Susana Groisman) aporta tanto como para hacer ella sola otra obra, con su valiente húngara en proceso de aclimatación en el Uruguay. Los pescaditos de una pecera que cuidan entre todos, sirven una artística metáfora de confinamiento, numerosa soledad y presencia de la muerte. En el personaje de Ilonka, donde Sarlos puso todas sus complacencias, el autor homenajea a su Hungría natal y en las alusiones a un viaje a Nueva York cuenta veladamente algo de su propia vida.
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