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“La gotera” de Franklin Rodríguez, en Espacio Teatro
El apostolado de la vulgaridad
por Jorge Arias

Franklin Rodríguez  ha  creado  el  nuevo  teatro  “Espacio Teatro”.  Si bien  no hay mucho  espacio allí,  solemos encontrar  teatro. Prueba de ello  fue  “Los  padres terribles” de Jean Cocteau,  dirección  de  Alfredo Zymberg,  que  obtuvo el “Florencio”  al  mejor espectáculo  del  año  2009;  y  fue  prodigioso lo que se hizo en un espacio, que se llama “El Bardo”  que muchos deben considerar imposible.  Tampoco  fue de desdeñar la versión,  dirigida por  el mismo Franklin, de  “Casa de muñecas” de Ibsen,  también en  “El Bardo”, puesta en escena que dio ese complejo  drama con  seriedad  y  convicción. Pero aquí tenemos a Franklin Rodríguez autor; y eso no implica necesariamente una caída en la calidad de los espectáculos, porque Franklin es el  autor de  la  admirable “Las cosas  que nunca me contaron”  (2004). Pero  hay que  decir la  verdad: en “La gotera”, Franklin no  está a la altura de sí mismo,  pero porque  no tiene  fe  en sí mismo.

El esquema argumental  es de segunda mano. Es la pulseada (no  saquemos los trombones con la “lucha por el poder”) entre una mujer rica, a quien se llama la “señora” (María Filippi)  que tiene una gotera y el  plomero Sergio (Franklin Rodríguez) que  viene a  arreglarla…y viene  a quedarse, con diversos  pretextos. Algo como “El huésped vacío”  de  Ricardo Prieto, o  como  la antecesora de todo  este  teatro de “a  ver quién  puede más”,  “La  lección” de Ionesco  o aún “Oleanna”  de David Mamet,  “Los  disfraces” de  Prieto (basada en otra obra de lucha por el poder,  “La  señorita  Julia”). O,  más  atrás en el tiempo, y más ilustres, los filmes “El sirviente”  con libreto de Harold Pinter y  dirección de Joseph Losey (1963)  y “Teorema” de  Pasolini  (1968).              La  versión de la  idea es monótona.  Como  algo tiene que haber en la escena,  los  dos protagonista terminan por  hablar un poco  de  todo. Hacia la mitad hay,  sin embargo, un diálogo revelador, donde Franklin  revela su  consagración a la  estética de las últimas  obras. La mujer  pone en su  tocadiscos música  clásica,  que Sergio rechaza porque “lo descompensa”. El preconiza la cumbia. ¿Comprendieron los  lectores la metáfora de largo alcance del autor? La cumbia es a la música  seria o “clásica” lo que  las obras de Franklin  a “Hamlet” o “Electra”. Por  tanto,  las  obras de Rodríguez son lo  popular, lo que todos entienden, no las “descompensantes” obras maestras del teatro universal. Hay una  coda que lleva a un argumento de  calibre pesado: la mujer, harta al fin,  trata de matar  a Sergio.  Suponemos que  así como Tolstoi atribuyó  consecuencias  horrendas a una obra tan inocente como la  sonata para violín No. 9, “Sonata a Kreutzer” de Beethoven, Rodríguez atribuye a la música clásica, no ya suscitar “descompensación” sino   impulsos criminales, en tanto la bonachona cumbia (es decir, las comedias de Franklin)  proveen  paz  y  alegría  creadoras.

El avance de la pieza es mecánico. La  situación  es, básicamente,  siempre la misma  y  termina por  aburrir  tanta  réplica y contrarréplica que no lleva a nada.  La  agresión  postrera  trata de poner un punto final,  pero  es sólo un  signo de puntuación, porque   nada se  revela ni  se  resuelve.

LA GOTERA, de  Franklin Rodríguez,  con María Filippi y Franklin Rodríguez. Escenografía de  Fernando  Olasso,  música  de Federico Zavadsky y José  Pedro Vitarella, dirección de Franklin Rodríguez. En EspacioTeatro.

Jorge Arias
Jorge Arias es crítico de teatro en exclusividad para el diario "La República", que ha autorizado esta publicación.

ariasjalf@yahoo.com 

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