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“Días eternos” de Carlos Pais, en el teatro Victoria
Hablemos de cerebros y esfínteres vencidos
por Jorge Arias

Nos  perdonará la “nueva dramaturgia” pero  estábamos convencidos de que la  peor obra del año sería alguna de sus multipremiadas producciones. Confesamos nuestro grave error. “Días  eternos” se lleva la palma. Es imbatible: no podemos imaginar que en los  días que  restan del año  aparezca algo que pueda superarla.

Es la  última  obra de Carlos Pais, que falleció el año pasado. Suele suceder que las carreras se cierren con un borrón: un cirujano con una  víctima de su bisturí,  abogados con juicios  delirantes,  escribanos y  abogados con cuentas de administración que no pueden justificar. No  todo el mundo  escribe algo como el “Fausto”, de  Goethe, culminado a los 80 años. No diremos que la carrera de Pais haya sido brillante. En  su mejor momento, eran tolerables los primeros actos de sus esquicios tomados del natural, como “Cuando me afeito” y,  más  recientemente, “Las  partes”,  también en el teatro Victoria (2002).

Miguel (Ismael da Fonseca) cuida a Don  Nicola (Carlos Frasca), un anciano afásico, paralítico y gatoso. Cae a su  casa pidiendo  alojamiento un amigo,  José  (Pablo  Isasmendi); Miguel lo acepta, a condición de que Pablo colabore en el cuidado del  anciano.  La mayor  parte de la  obra es urea, sulfatos y escatol:  el  anciano no  controla sus esfínteres y Miguel, que parece desconocer la existencia de pañales  geriátricos,  debe lavarlo y cambiarlo cada poco. Todo el chiste de la obra es que, entre tanto desperdicio y  como un residuo más, el  anciano murmura algunas palabras  que Pablo anota solícito y que, al  parecer,  forman un  verso de  Oliverio Girondo.  No sabemos  si esto  es una crítica  por elevación  a Girondo o  si es  un momento lúcido, una ruina que perdura en medio de una vida que ha culminado  ya su decadencia.  No hay nada más;  y no  tenemos ningún empacho  en confesar que el tedio que emanaba de la escena  amagó con sumergirnos en un  profundo sopor más de una vez.  Hay algo en el cuerpo,  más  que en la mente, que se resiste a tanta chatura  y  clama por  irse.

Si el programa se distribuyera antes de que entren los espectadores, quizás  hubiéramos  podido huir a tiempo. Dice allí  Roberto Cossa: “’Días eternos’…contiene una  narrativa impecable…si algo distingue a la  obra de Pais  son sus  personajes, ricos…sorpresivos”. Y Jorge Curi: “…tres personajes que se debaten por  sobrevivir en medio de una feroz crisis económica” (?) “y la no menos trágica pérdida del amor y la  cordura…en medio de las más  desopilantes situaciones escénicas” (?) “se relatan las miserias humanas con la  reconocida profundidad” (¿?)  de Carlos Pais”.  Con la salvedad de que nada hay de sorpresivo, que no hay  tal  debatirse para sobrevivir,  que no se  atisban  la  feroz  crisis económica  ni la  trágica pérdida del amor y la  cordura,  ni la profundidad del texto,  hay que reconocer que  estas presentaciones son de una  admirable  exactitud.

DIAS ETERNOS,  de  Carlos  Pais,  con  Ismael  da Fonseca, Pablo Isasmendi y Carlos Frasca. Escenografía y  vestuario  de  Beatriz Martínez, luces  de Carlos Scavino,  dirección  general  de  Jorge Curi. En Teatro Victoria.

Jorge Arias
Jorge Arias es crítico de teatro en exclusividad para el diario "La República", que ha autorizado esta publicación.

ariasjalf@yahoo.com 

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