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Desde el día que vimos “Diciembre” de
Guillermo Calderón (Santiago de Chile, 1971), estrenada en el Festival
Internacional de Cádiz del año 2008, supimos que nada de lo que hiciera
el autor nos dejaría indiferentes; “Clase” confirma la regla. Calderón
se muestra comprometido, pero más aún comprometedor; sorprende, sacude,
inquieta, hace pensar: bienvenida fórmula.
La demolición de mitos es su fuerte. “Neva” serrucha la rama en que
estamos parados, el mismo teatro que hemos venerado. “”Diciembre”
destruye a la vez el patriotismo y el pacifismo; “Villa + Discurso”
ataca las ilusiones del “progresismo” de Michelle Bachelet y la siempre
conjetural “salida” de las dictaduras; “Clase” ataca el más venerado
fetiche de la “izquierda”, la nueva religión opiácea del proletariado:
la educación. Confundimos títulos y certificados con conocimientos,
asignación de recursos para la enseñanza oficial con aprendizaje;
apreciamos el desarrollo de la capacidad de niños y jóvenes si pasan de
grado; pronto el pasaje de grado fue un fin en sí mismo, que prescinde
de toda valoración del educando al que no se puede, hay que abrir la
boca ancha al decir esta palabra, “estigmatizar” como “repetidor”. El
fetichismo de la enseñanza está tan arraigado que olvidamos que lo mejor
de lo que
