Introducción a Vaz Ferreira
por Arturo Ardao

La gran etapa creadora. La producción filosófica de Vaz Ferreira, en forma de libro, comenzó con obras de carácter didáctico, una de psicología de 1897, otra de lógica formal en 1898.

La primera, no obstante la modestia de su título, Curso Expositivo de Psicología Elemental, quedará como una obra clásica en su tipo. Llenó toda una época de la enseñanza de la disciplina, con dilatado empleo en las aulas de distintos países de América. Por un error que carece de explicación, suele presentársela como un texto de "psicología experimental". Lo experimental tiene allí su sitio, pero sin ninguna exclusividad, ni siquiera primacía. Aparece, por el contrario, en justo equilibrio con los demás enfoques posibles de la realidad psíquica, incluso los problemas y teorías a través de los cuales la ciencia psicológica se relaciona con la metafísica del espíritu.

Después de la representativa Psicología del cubano Varona, que documenta, en los años '80, la etapa positivista en este dominio, la de Vaz Ferreira inaugura en nuestros países su renovación, aquella renovación traída por los grandes maestros del movimiento filosófico del 900, que tan fundamental fue para este mismo movimiento. Resultó, por otra parte, decisiva para el autor. Colocado en una onda filosófica general de profunda inspiración psicologista, como fue la de su tiempo, con Bergson y James al frente, excepcionalmente dotado, además, para la percepción de lo psíquico, esa inicial inmersión en la materia psicológica creó las condiciones de su obra futura. Si bien no está ahí, todavía, su pensamiento original, ese libro, que elaboró con tanto cuidado y tanto estudio, contribuyó en buena medida a prepararlo.

En 1905 apareció el nutrido volumen titulado Ideas y Observaciones, en el que Vaz Ferreira recopiló un conjunto de ensayos sobre temas diversos. Varios de ellos habían sido ya publicados en revistas desde los últimos años de la década anterior. Sobre la Percepción Métrica, en cambio, veía allí la luz por primera vez. La extensión y significación de este trabajo, llevó a su autor, tres lustros más tarde, a editarlos por separado en volumen especial. Encierra aspectos esenciales del pensamiento estético de Vaz Ferreira, que se complementa con "Ideas sobre la estética evolucionista", otro de los ensayos incluidos en la recopilación de 1905, así como con numerosas reflexiones dispersas en el resto de sus obras.

Ideas y Observaciones resultó luego postergado por la celebridad de otros títulos vazferreirianos. Podría hablarse hasta de olvido. Esa obra, sin embargo, alcanza por sí sola para cimentar una reputación filosófica. Baste recordar que despertó la más viva admiración en Unamuno, quien se lamentaba de que el lector español de la época no pudiera encontrarla en las librerías de la península. Fue a través de ella que descubrió, con sorpresa, al pensador montevideano, cuyo entusiasta elogio hizo en más de uno de sus libros y con quien mantuvo una valiosa correspondencia.

De 1905 a 1910 corre un lustro en el que se aprieta, de los treinta y tres a los treinta y ocho años de la edad de Vaz Ferreira, lo que produjo de más personal y creador en el campo estricto de la filosofía. Los Problemas de la Libertad (1907), Conocimiento y Acción (1908), Moral para Intelectuales (1908), El Pragmatismo (1909), Lógica Viva (1910). Este conjunto bibliográfico constituye el núcleo fundamental de toda su obra, aquello que más cabalmente la define. Todo lo que produjo antes fue, en cierto modo, su introducción o preparación. Todo lo que produjo después fue su desarrollo en distintas direcciones.
La metafísica, la teoría del conocimiento, la filosofía de la religión, la ética y la lógica, se hallan en juego detrás de esos cinco títulos, en una gran variedad de enfoques y temas. Y sin embargo, una profunda unidad los liga a todos imponiéndose sobre las circunstancias y la ocasión de cada uno. Por debajo de ellos, en apariencia tan diferentes, hay un movimiento único del espíritu, un mismo ritmo de la conciencia, que los crea ylos relaciona. En una feliz etapa de plenitud mental, el impulso filosófico que arranca de Los Problemas de la Libertad, conduce sin detenerse hasta la Lógica Viva, enriqueciéndose e integrándose al pasar por los otros trabajos. En cierto sentido, se diría que, más que de varias obras se trata de diversos tiempos o momentos de una sola. Se diría aún, en términos que acaso a él le fueran gratos más que otros, que se trata de distintos fragmentos o apuntes para un libro futuro que no alcanzó a escribir. Llegado en plena tensión a su desenlace de 1910, aquel apasionado impulso se distiende y diversifica después, lentamente, pero siempre fiel a sí mismo, durante largas décadas.

Los Problemas de la Libertad, aparecido en 1907, comenzó a publicarse parcialmente en 1903. Constituye el ensayo metafísico por excelencia de Vaz Ferreira, sobre un asunto al que toda la vida confirió un interés de primer plano. No llegó a concluirlo. A pesar de ello, lo consideraba su mejor libro: "Es lo único que intenté propiamente escribir con tiempo, con estudio, con contemplación, profundización y por eso mismo quedó menos imperfecto que los otros, pero en cambio inconcluso".(1) Para muchos es, en efecto, su obra cumbre. Creemos nosotros que ese puesto debe serle reservado a la Lógica Viva, de la que aquel libro fue, en cierto modo, el capítulo inicial.

El ensayo quedó, en rigor, inconcluso, aun en los agregados que le hiciera al final de su vida, acaso porque en lo realizado estaba ya satisfecho el resorte íntimo que empujó a su autor a escribirlo: el esclarecimiento y disipación de las confusiones en que generalmente se ha caído al abordar la cuestión. No interesa averiguar ahora aquí, si por su parte no caía Vaz Ferreira en otras confusiones o impropiedades, tal vez evidenciadas a la luz de la ciencia física posterior. Lo cierto es que, a través de los sutiles análisis de aquellas páginas, el objetivo metafísico se va distanciando cada vez más, dominando el autor por la pasión lógica -una lógica profundamente enraizada en la psicología- que lo retiene en la inacabable tarea de mostrar planteamientos y razonamientos equívocos o erróneos. En el camino de la metafísica, el lógico constitucional se descubre a sí mismo, y su manera lógica, la "lógica viva", queda fundada. Este es a nuestro juicio el significado mayor de Los Problemas de la Libertad.

"La idea directriz de este libro -decía en la introducción- es que en esta cuestión tradicional ha habido un progreso y se ha llegado a un acuerdo mucho mayor de lo que se cree; y que lo que impide ver este progreso y este acuerdo es la inercia histórica del problema, traducida en este caso por la tendencia a tratar muchas cuestiones distintas como si fueran una sola ".(2) Separar cuestiones confundidas, distinguir, analizar, he aquí su gran tarea. La distinción comenzaba ya en la formulación del asunto. "Debo acusarme a mí mismo -escribió más tarde- por haber titulado mal mi libro, que en verdad debió llamarse Los Problemas de la Libertad y los del Determinisrno, puesto que lo principal era distinguirlos... "(3) Lo principal era distinguir unos problemas de otros; pero una vez de haberlo hecho con todo cuidado, prosigue la tarea mostrando las numerosas confusiones que han resultado de no haberse partido de aquella distinción básica.

Que esa tarea de profilaxis lógica era lo que le importaba esencialmente, lo declara él mismo, en cierto momento: "Hacer nuevos argumentos, descubrir aspectos nuevos, es necesidad secundaria al lado de la esencial de deshacer las confusiones..."(4) Esas confusiones, es en el terreno psicológico donde las persigue, apasionado cada vez más por las relaciones entre la psicología y la lógica de la inteligencia, por los problemas que suscita la fatal inadecuación entre el pensamiento y el lenguaje. Es así como en el desenvolvimiento de esta obra -y el hecho merece ser observado- se va generando lentamente la lógica viva: "A cada momento siento la necesidad de interrumpir mi exposición para insistir sobre esto: Los análisis, en la forma en que los hago, en la forma en que forzosamente hay que hacerlos, por medio del lenguaje, esquematizan, y presentan el estado mental de confusión, distinto de lo que es en la realidad psicológica...." (5) Al fin, aparece en esta obra por primera vez la expresión lógica viva, así como aquella otra que era para él sinónima: psico-lógica. (6)

En 1910, recogiendo un curso dictado el año anterior, publica la Lógica Viva. Explicaba en el prólogo que no era aquello sino el esbozo de un libro que quisiera realmente escribir, haciendo "un análisis de las confusiones más comunes, de los paralogismos más frecuentes en la práctica, tales corno son, no tales como serían si los procesos psicológicos fuera superponibles a sus esquemas verbales. No una Lógica, entonces, sino una Psico-Lógica ..." Y en definitiva, lo que concibe "no es un libro, sino un tipo de libros que podrían escribirse en número indefinido, porque su materia es inagotable".(7)

Del punto de vista estrictamente lógico, Vaz Ferreira procedía de Stuart Mill, autoridad indiscutida en la materia, en la Universidad spenceriana en que se había formado. Pero sobre ese basamento iba a operar una concepción de la vida psíquica, que no era ya la asocianista y atomista de Mill y el positivismo en general, sino la nueva traída entre otros por Bergson y James. Aquella que refería lo psíquico, no ya a los esquemas estáticos de la materia sino a la imagen cambiante y dinámica de la vida. Esa nueva concepción, tanto como a la psicología misma, había fecundado a la teoría del conocimiento y aún a la metafísica. En Vaz Ferreira influirá especialmente en el pensamiento lógico y moral, dando por fruto una lógica viva y una moral viva. Iba a ser una particular expresión, en América, de aquella filosofía de la vida, en el sentido de vida del espíritu, de que el idealismo del 900 hizo profesión.

La intención de la lógica viva, su significado profundo -repetimos lo que hemos dicho otra vez- es la promoción de un nuevo modo de pensar, más amplio, más sincero, más comprensivo que el habitual, mediante la mostración de lo concreto, lo vivo del pensamiento que se agita por debajo del esquema verbal en que se le formula para expresarlo.

Esa labor la lleva a cabo a través de abundantes ejemplos tomados de las maneras más habituales y comunes de discurrir, que analiza con verdadera maestría, persiguiendo hasta en sus más sutiles escondrijos el verbalismo y la falacia. Desfilan así los sofismas de falsa oposición; la confusión, por un lado entre cuestiones de palabra y cuestiones de hecho, y por otro entre cuestiones explicativas y cuestiones normativas; los paralogismos de falsa precisión y de falsa sistematización; la confusión de planos mentales; la ilusión de experiencia; los riesgos y errores en el campo de las clasificaciones y las definiciones o en el valor y uso del razonamiento; las interferencias entre la psicología y la lógica de las discusiones; las falacias verbo-ideológicas.

Error, confusión, verbalismo, paralogismo, sofisma, falacia, he ahí términos profusamente reiterados para denominar a los adversarios que combate. Los busca y acosa, no en cuanto entes de razón en los cuadros abstractos de la lógica formal, sino como vivientes personajes de carne y hueso que pululan a nuestro alrededor. No es la pasión purista del raciocinio perfecto de un profesor de lógica, lo que lo lleva a ello. No es tampoco el simple deseo de volver más claro y exacto el pensamiento, por la mera eficacia pragmática de su claridad y exactitud. Sin perjuicio de eso, pero por encima de eso, lo que anhela es desarrollar e infundir un modo de pensar que abra los espíritus, que les dé amplitud y comprensión. Que les dé aún, autenticidad y sinceridad, desde la existencia cotidiana hasta la actividad intelectual y filosófica. Aquella lógica, que partía de la psicología, llega a ser así también -hay que subrayarlo- una ética del entendimiento. Por eso, y ahí está su alcance mayor, tenía ventanas abiertas hacia la metafísica, la filosofía de la religión y la moral.

Moral viva no llegó a ser el título de una obra de Vaz Ferreira. Pero pudo haber sido el de Moral para Intelectuales (1908), donde preconiza una moral que sea ante todo "un estado de espíritu.., un estado vivo ".(8) Con posterioridad, a partir de un pasaje de la Lógica Viva hablará en diversas ocasiones de moral viva para aludir a su concepción de la moral, una concepción contraria al criterio tradicional de escuela o de sistema, resultante, en definitiva, del espíritu de su Psico-Lógica llevado naturalmente al campo de la ética. La moral, para él, debe también liberarse de las fórmulas verbales, de las teorías y las definiciones, teniendo en cuenta, por una parte, que es imposible alcanzar soluciones idealmente perfectas para los problemas morales, y por otra, que hay una pluralidad de fundamentos posibles, igualmente legítimos, para la conducta humana: "La Moral ha sido hecha hasta ahora por sistemas cerrados, cada uno de los cuales se ha condenado a no tener en cuenta más que uno solo de los factores posibles de conducta... si pensamos no por sistemas sino por ideas a tener en cuenta -¡vean ahora cómo se nos agrandó nuestro asunto!- entenderemos que el hombre sobre la tierra tiene que tener en cuenta, el progreso, la expansión de la vida, el placer personal, la utilidad colectiva, etcétera, y todavía todas las hipótesis, posibilidades o esperanzas que se relacionan con lo desconocido. Ahora ¿cómo se combina esto en la moral viva? Nadie es capaz de presentárnoslo formulado con números o con letras; pero quien sepa pensar así, aunque sin fórmulas, será quien tenga más probabilidad de que la moral le ahonde en el alma".(9)

Filósofo de la experiencia, entiende que esos diversos fundamentos posibles de la conducta humana deben ser ante todo positivos, empíricos, concretos. "Vivimos sobre un planeta cuyo origen y cuyos destinos no conocemos, en un trozo limitado del universo que conocemos mal y más allá del cual no conocemos nada. Algunos hechos están a nuestro alcance; y, para los actos humanos, pueden proponerse diversos móviles". Los fundamentos de este tipo, si bien tienen prioridad, no deben ser los únicos. Hay sitio también para los fundamentos metafísicos. Pero de ninguna manera en el sentido del dogmatismo apriorista tradicional: "la metafísica debe contribuir ampliamente para la moral ideológica y para la moral afectiva; pero no tanto con teorías y con definiciones, sino con sugestiones y con la inmensa visión de las posibilidades." (10) Era una forma de permanecer fiel a ¡a experiencia, en ¡o que, tanto como de comprobación, tiene ella de interrogante y de expectativa.

Para esa moral, la inserción de los ideales en la realidad por la acción voluntaria de los hombres, impone opciones que son a menudo sacrificios. Los ideales interfieren en la práctica. Muchas veces luchan entre sí para hacerse sitio, y cuando se realizan, es con frecuencia a costa unos de los otros. Semejante lucha ha dado lugar, al margen de las escuelas y los tratados de moral, al margen aún de los grandes reformadores, santos y héroes -"especialistas" de tal o cual ideal- a un dramático tipo de moral conflictual que la humanidad se ha creado históricamente y al que no puede renunciar. A partir de Moral para Intelectuales, a lo largo de toda su vida, lo desarrolla Vaz Ferreira, explorando siempre la conciencia moral no separada de la conciencia psicológica, tal como ella aparece en concretas situaciones vitales.
La lógica y la moral vivas, si bien resumen o polarizan la rica reflexión de Vaz Ferreira del segundo lustro del siglo, no la agotan. Se expresan también en ese cuadro entre otros aspectos de su pensamiento, su filosofía del conocimiento y su filosofía religiosa. Presentes cada una en diversos trabajos de ese período, culminan en la propia Lógica Viva, ese libro clave cuya imperiosa disposición mental y espiritual atrae hacia sí y funde en una unidad los más variados contenidos.

En el campo del conocimiento, la posición de Vaz Ferreira fue la de un positivista emancipado. No encontrando él contradictores, no se dio en el Uruguay la típica polémica antipositivista de otras regiones del continente. Pero ella no tuvo lugar aun en su propio espíritu. Su pasaje a otras formas de pensamiento fue una superación más que un rechazo, una integración más que una ruptura. Formado en el seno del positivismo spenceriano que imperó en la Universidad de Montevideo a fines del 800, se alejó de sus dogmas y sus fórmulas, trascendió sus limitaciones doctrinarias, sin abandonar, no obstante, ciertas notas fundamentales que constituyeron la parte fecunda y afirmativa del espíritu positivista.

En 1908, en Conocimiento y Acción, criticó con severidad a los "ingenuos positivistas" que quisieron reducir todo el saber a la ciencia positivista. En una conferencia posterior, sin embargo, habló de un "buen positivismo" que entendía ser el suyo. "Porque este término positivismo -decía- tiene dos sentidos: uno bueno y otro malo". El mal positivismo era "la limitación sistemática del conocimiento humano a la sola ciencia: prohibición de salir de sus límites cerrados; prohibir al espíritu humano la especulación, la meditación, y el psiqueo afectivo, a propósito de problemas ajenos a lo mensurable, a lo accesible a los sentidos. Entonces, el positivismo, así entendido, es doctrina o tendencia en sí misma inferior, y funesta en sus efectos."

Pero: "Si por positivismo se entiende no tomar por ciertos sino los hechos comprobados como tales; si por positivismo se entiende graduar la creencia, tener por cierto solamente lo cierto, por dudoso lo dudoso, por probable o por posible, lo probable o posible; si por positivismo se entiende, todavía, saber distinguir, discernir lo que conocemos bien de lo que no conocemos bien; si positivismo quiere decir sentir admiración y amor por la ciencia pura, sin hacer en su nombre, exclusiones, entonces el positivismo es posición buena y recomendable". (11) Al caracterizar así a ese "buen positivismo", caracterizaba la que era su meditada posición personal en el problema del conocimiento, sintetizada en tres palabras de ese pasaje: graduar la creencia.

Graduar la creencia: esta expresión no tiene en Vaz Ferreira nada de ocasional. Reiteradamente mentada en sus libros y en sus conferencias, es, por el contrario, la que mejor define su actitud gnoseológica. Fue en 1908 que llegó por primera vez a ella, en Conocimiento y Acción, al hacer su primer enjuiciamiento del pragmatismo. Surgió en su espíritu como una respuesta al "forzar la creencia" de William James. Por la personalidad y la obra de este filósofo sintió gran simpatía y mucho le debió. Pero se resistió a admitir su teoría de la verdad y el conocimiento, tal como se formula sucesivamente en La Voluntad de Creer, Variedades de la Experiencia Religiosa y El Pragmatismo. A esas tres obras de James dedicó sendos estudios, de 1908 a 1909, inseparables, ellos también, de aquel movimiento mental que lo condujo a la Lógica Viva.(12)

Era en estos términos que llegó entonces a su doctrina de la graduación de la creencia, en la que tanto insistirá a lo largo de toda su obra futura: "Saber qué es lo que sabemos, y en qué plano de abstracción lo sabemos; creer cuando se debe creer, en el grado en que se debe creer; dudar cuando se debe dudar, y graduar nuestro asentimiento con la justeza que esté a nuestro alcance; en cuanto a nuestra ignorancia, no procurar ni velarla, ni olvidarla jamás; y, en ese estado de espíritu, obrar en el sentido que creemos bueno, por seguridades, o por probabilidades o por posibilidades, según corresponda, sin violentar la inteligencia, para no deteriorar por nuestra culpa, este ya tan imperfecto y frágil instrumento, y sin forzar la creencia". (13)

Como ese punto de vista iba acompañado de una severísima crítica del dogmatismo, como en él se hacía un reconocimiento tan amplio de los derechos de la duda, se ha hablado a su respecto de escepticismo. Pero Vaz Ferreira observaba: "Escepticismo sugiere algo de sistemático, de seco, de estrecho también, casi de profesional; y de dogmático, sin que sea paradoja: es el dogmatismo de la ignorancia, el más incomprensible de todos. ¿Porqué hablar de escepticismo, cuando se trata de la única actitud mental en que el hombre puede conservarse sincero ante los otros y ante sí mismo sin, para eso, mutilarse el alma...?". Esa actitud que, "precisamente por ser la única lógica, la única moral, la única sincera, la única posible, no puede nombrarse con ningún ismo". (14)

Con esa idea directriz de la graduación de la creencia, se relaciona en Vaz Ferreira su concepción de la metafísica. La metafísica es legítima. Es aún la más elevada forma de la actividad del pensamiento humano. Pero lo es, en tanto no pretenda tener el aspecto de claridad y precisión del conocimiento científico. Por haberlo pretendido es que la metafísica tradicional se presenta como una ilustración típica de las falacias verbo-ideológicas y del sofisma de falsa precisión. Toda metafísica que quiera tener la certidumbre de la ciencia, nos dará el error en lugar de la verdad parcial de que somos capaces. No es que el saber en uno y otro campo sea diferente por esencia. Ciencia y metafísica difieren sólo en el grado, no ya de generalidad o de síntesis, como lo sostenía el positivismo, sino de claridad y consistencia, precisión y certidumbre del conocimiento. Una vez más, graduar la creencia es aquí la solución.

Con esa idea se relaciona igualmente la posición de Vaz Ferreira en el problema de la razón. Colocado en medio de corrientes vitalistas que conducían a instintivismos, voluntarismos, antiintelectualismos y aun irracionalismos, defendió constantemente el primado de la razón en la esfera del conocimiento. Por más que esa razón deba marchar junto a la vida, sustentándose en la experiencia vital, ella ha de ser en definitiva el árbitro y el criterio de la verdad. De ningún modo, empero, una razón absolutista, como en los viejos racionalismos de la especulación apriorista tradicional. Su racionalismo, lo dice expresamente, quiere ser un racionalismo razonable. La graduación de la creencia debe comenzar aplicándose a la creencia en el valor y capacidad de la misma razón.

Su filosofía religiosa lleva el sello de ese racionalismo. En esta materia participó Vaz Ferreira del agnosticismo racionalista que el positivismo trasmitió alas corrientes que salieron de su seno. Militó aun en el liberalismo librepensador del 900, aunque en un plano muy distinto del que se expresaba a base de oratoria y folletería contra el clero. A él contribuyó, especialmente de 1908 a 1910, con diversas críticas a las religiones dogmáticas históricas, en las que no eludió referencias muy directas a hechos y doctrinas del catolicismo y el protestantismo. No obstante, insistía en dejar a salvo el sentimiento religioso considerado en sí mismo, como actitud abierta y expectante del espíritu frente a lo desconocido trascendente. Lo trascendente posible, amaba decir.(15)

Ese sentimiento religioso así entendido, no se diferenciaba sustancialmente del que le inspiraban los interrogantes metafísicos. Era la atracción metafísica lo que constituía para él la religiosidad. La duda y la oscilación en este terreno, que reconoció como integrantes de un estado mental de sinceridad y amplitud, no tuvieron en su espíritu otro significado que el de dudas y oscilaciones de naturaleza metafísica. Con su incomparable arte de la imagen precisa y llena de sentido, que fue una de las notas más felices de su estilo, expresó así esa relación: "Nuestra religiosidad -si quiere designarse con esa palabra el psiqueo vivo que nos atrae hacia los problemas trascendentales que accionan sobre nosotros desde más allá de la ciencia- debe quedar viva como una llama en espacio abierto: de esa llama, la razón es la parte externa, más clara; el sentimiento, la parte interna, más oscura y más caliente. Los dogmas son la ceniza. Quitemos la ceniza, y no dejemos ahogar la llama: el aire libre la hace oscilar pero la alimenta". (16)

Notas

1- Revista Hiperión, Nº 122, p.2. Montevideo, sin fecha (década del '40).

2 - Los problemas de la libertad, Montevideo, 1907, p. 10.

3 - "Conclusiones sobre los problemas de la libertad y del determinismo ", en Revista de la Facultad de Humanidades y Ciencias, Nº 4, p.24, Montevideo, 1949.

4 - Los problemas de la libertad, p. 91.

5 - Ibídem, p.69.

6 - Ibídem, pp. 64 y 74.

7 - Lógica Viva. Ed. 1920, Montevideo, pp. 5 y 6.

8 - Moral para Intelectuales. Ed. 1920, Montevideo, pp. 185 y 200.

9 - Lógica Viva, pp. 164-165.

10 - Moral para Intelectuales, p. 198.

11 - "Sobre enseñanzas de la filosofía", conferencia de 1914-1915 

12 - Esos tres estudios de entonces los agrupó más tarde, en 1920, en un volumen titulado Conocimiento y Acción, que no debe confundirse con el del mismo título que venimos citando, referido a 1908, que comprendía los dos primeros y otras piezas mas.

13 - Conocimiento y Acción, Montevideo, 1908, p. 13.

14 - Ibídem, p.21.

15 - Véase: "Vaz Ferreira y el liberalismo", parágrafo 4 del cap. XVI de nuestro libro Racionalismo y liberalismo en el Uruguay, Montevideo, Universidad de la República, 1962.

16 - "Sobre enseñanza de la filosofía", conferencia citada.

Publicación original:

Introducción a Vaz Ferreira, Arturo Ardao, Montevideo, Barreiro y Ramos, 1961.
Literatura uruguaya y sociedad (historia y crítica)
Coordinador Oscar Brando
Editorial Cal y Canto
Montevideo - 1999

Ver, además:

                    Carlos Vaz Ferreira en Letras Uruguay

 

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