El Zen
h) Modelos de organización

En los últimos años, el número promedio de practicantes de la A.Z.U. ha sido de unas diez a quince personas, mientras que el del C.Z.M. de cinco a diez. En ambos casos, el programa de encuentros en el zendô es de lunes a viernes: en la primera de 19 a 21 horas los lunes, miércoles y viernes y de 8 a 10 horas los martes y los jueves; en el segundo, de 19 a 21 horas los lunes y viernes, de 7 a 9 o 9: 30 los martes, miércoles y jueves y los sábados a las 9. Por regla general, el grupo de practicantes se divide de acuerdo a su concurrencia por la mañana o por la tarde, superando rara vez las 5 personas cada uno. Por lo menos una vez al mes, se utiliza un día del fin de semana para "reuniones de rakusu", o sea de los practicantes ordenados en forma laica como discípulos del maestro, los cuales asumen los "preceptos del bodhisattva". Suele suceder que semejantes reuniones den pie a actividades de entrenamiento y difusión (inclusive "mini-sesshin"), o bien que se aprovechen para el planteo de cuestiones institucionales, a manera de "reuniones de directorio".

La organización de los grupos se desdobla entre dos clases de modelos. Para el C.Z.M., dado que su maestro no visita regularmente Uruguay, el desdoblamiento no expresa dos estados de un grupo unido localmente en tanto sangha, sino que por el hecho de que las visitas del maestro se produzcan en el exterior del país (en el monasterio de Córdoba, Argentina), el primero de los modelos que examinaremos se actualiza en la medida que la "sangha local" se fusiona con una sangha mayor, latinoamericana.

El primer modelo, está estructurado alrededor de la "distancia articuladora" entre discípulos y maestro. En el caso de los dos grupos de budismo zen uruguayos, sus respectivos maestros no residen dentro del país, por lo que participan de las rutinas de entrenamiento sólo algunas veces durante el año. La presencia del maestro se debe a la ocasión de una sesshin: período de retiro espiritual donde se reproduce la dinámica tradicional de los monasterios.

En el último caso, la consigna es aplicar la actitud conseguida durante el zazen a las actividades cotidianas, o mejor dicho al revés: conseguir la actitud del zazen realizando actividades como cocinar, limpiar, trabajar, comunicarse con el otro, pasear, contemplar, etc. La temporada de sesshin es como jugar en serio a los monjes, siendo que la rutina en los templos de Japón y de otras partes del mundo se distribuye entre un programa de actividades domésticas, otro de ceremonias, otro (intensivo, cuatro o cinco veces al día) de zazen, otro de enseñanza oral del Dharma, otro de comidas (que tiene un valor tanto litúrgico como de concentración), otro de entrevistas individuales o colectivas con el maestro y otro (breve) de esparcimiento y descanso. A toda hora (excepto en las recitaciones, en las enseñanzas y en toda ocasión imprescindible) se respeta el silencio.

Este período se prolonga por tres o cuatro días una o dos veces al año, en el caso de la A.Z.U., o en tres sesshines de diez días una vez al año, en el caso del C.Z.M., disponiéndose de una instalación especial en los que reinará una organización jerárquica en función de la o las autoridades religiosas presentes. La jerarquía, bastante laxa por cierto, se expresa en una serie de cargos específicos: el jefe de samu, el cocinero y su asistente, el anfitrión y el sino, además, por supuesto, del maestro y eventualmente su o sus asistentes.

Cada cual representa un grado superior de responsabilidad individual asumida a nivel del conjunto, lo cual se decide por la trayectoria en el grupo según la experiencia, la realización espiritual y la antigüedad. Existe, pues, una división entre los individuos que cumplen tales cargos y el conjunto, pero sus labores calificadas, lejos de quedar exoneradas del "trabajo duro", parecen recrudecerlo. En primer lugar, por los requisitos que exigen los cargos especiales, y en segundo lugar por la encrucijada de "multiempleo" en que se hallan sumidos los miembros más experientes y, por lo general, más activos de la sangha. Así, los que cumplen mayores responsabilidades en la sesshin son también sus organizadores, que han estado pendientes del traslado del maestro, de su estadía en el país, del alquiler y/o el acondicionamiento de las instalaciones, de la publicidad del evento, etc., y que siguen pendientes del desarrollo armonioso de la sesshin, de la correcta administración de recursos, etc.. Los mismos se refieren a la amenaza de "quebrar", que significa sucumbir física y psicológicamente a los altos niveles de stress provocados por el "multiempleo".

Respecto a la interacción que mantienen con los principiantes o miembros de menor experiencia, la asimetría no deja de ser "horizontal", o sea, escasamente marcada fuera de los espacios en que se actualiza mecánicamente (la cocina, el ceremonial, etc.). Hasta cierto punto es notoria la separación entre cargo y persona, es decir, entre la estructura jerárquica que debe reproducirse a imagen y semejanza de los monasterios y los candidatos disponibles, variables en buena medida de sesshin en sesshin. No obstante, hay casos donde la unión se forja gracias a la reciprocidad, en una misma persona, entre la trayectoria religiosa y la aptitud para una tarea particular.

El pivote espiritual del retiro es el maestro, para la A.Z.U. Moriyama Roshi y para el C.Z.M. Kosen. El maestro lidera todas las ceremonias, se encarga de las enseñanzas del Dharma, ofrece entrevistas personales, y supervisa la forma y el contenido de la disciplina. Su persona comprende la representación del patriarca, en continuidad directa con los antiguos como digno heredero del Dharma, en el sentido de haberlo "realizado" gracias a la intensidad y calidad de sus esfuerzos –siempre en el marco de las instituciones que son legítimas guardianas de la tradición. En efecto, lo esencial de la sesshin es el "contacto con el maestro", pues éste representa la encarnación, justamente, de la "sabiduría silenciosa" del zen. Contacto a lo largo de una enorme distancia espiritual, que no se salva por ninguna especie de contagio de la espiritualidad y sí por una especie de "transferencia", como espejo límpido en el que se reflejan y quedan al descubierto las imperfecciones del discípulo.

La severidad de la disciplina, la precisión organizativa y la estructura jerárquica se justifican en última instancia por el estado de alerta constante, aunque sereno, sobre las tareas manuales, intelectuales y rituales que se cumplen, siguiendo la consigna de "no dejar huellas". El roshi expresa esta impecabilidad en cada uno de sus movimientos, guardando un perfecto equilibrio entre la pauta codificada y la espontaneidad. "The results of this in terms of the quality of his life –como lo describe S. Lachs- are extraordinary buoyancy, vigor, straightforwardness, simplicity, humility, security, joyousness, uncanny perspicacity and unfathomable compassion. His whole being testifies to what it means to live in the reality of the present" (1999: 2). Por lo demás, no se generan escenificaciones de una "santidad" (que ni siquiera se presume), aunque el liderazgo ceremonial lo revista lo revista de un estatus sacerdotal y ejerza una poderosa influencia sobre sus discípulos.

El segundo modelo organizativo domina la continuidad del grupo durante la mayor parte del año, es decir, cuando el maestro retorna a su lugar de residencia. Entonces las actividades siguen el ritmo diario de encuentros, básicamente en una atmósfera rutinaria distendida. Sobrevive la diferencia entre los mencionados rakusú y los que no los son, pero en los hechos no se traduce más que en una jerarquía débil, relativa a la lógica del compromiso y la responsabilidad. Los rakusú constituyen el núcleo activo de la congregación, aunque existen unos pocos casos de rakusú inactivos, bien porque desempeñan la vocación al margen de sus respectivas asociaciones, bien porque estén alejados del dojo hasta nuevo aviso. Cabe destacar que el aparato institucional del C.Z.M. y de la A.Z.U. se distribuye solamente entre los activos, y que incluye asociados que no son rakusú, generalmente por "afinidad electiva" con el cargo. La jerarquía política no arrastra la jerarquía espiritual (por lo demás sin visos autoritarios), aunque por el hecho de que los encargados institucionales posean una trayectoria religiosa por lo menos medianamente larga, básicamente coinciden.

Mencionamos antes que la práctica se desarrolla a través de reuniones de lunes a viernes, los días impares por la tarde y los pares por la mañana. Cada grupo tiene un "encargado", responsable de abrir el dojo, recepcionar y orientar a los nuevos concurrentes y dirigir el ritual y el ejercicio de zazen. Sin embargo, ella no es sinónimo de liderazgo, en el sentido caro a la mayoría de las disciplinas marciales japonesas. Antes que nada, porque este encargado se restringe a enseñar los requisitos básicos del aprendizaje, sin administrar contenidos dogmáticos y sin proceder a exámenes. Entre él y el grupo no se reproduce la relación maestro-discípulo, diferida en el tiempo y el espacio. Puede referírselo como orientador: aconseja respecto a la postura y a la manera adecuada de llevar adelante el ceremonial, realiza o estimula "lecturas del Dharma" (sutras, clásicos y modernos de la literatura zen concerniente a los respectivos linajes), si es solicitado, trata de responder a las inquietudes que apareja la práctica, transmite las novedades que respectan al maestro y tácitamente, por medio de su actitud, funciona como ejemplo vivo de lo que significa ser un discípulo.

Durante el período rutinario de práctica puede decirse que decae la cohesión del grupo, aconteciendo una fragmentación relativa de los subgrupos diurno y nocturno (por cierto, de composición variable). No se producen intentos de "concentración de carisma", lo cual contribuye a crear (fuera del dojo) la atmósfera informal de una especie de encuentro "entre amigos". La informalidad está actualmente más acentuada en la A.Z.U. que en el C.Z.M., aunque sólo en el sentido que un principiante puede experimentar ante reglas de comportamiento en el ejercicio y el ritual de un "arte" japonés.

Las tradiciones budistas en Uruguay
Miradas antropológicas sobre los caminos de la Iluminación
Ismael Apud y Mauro Clara

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