De golpe frente al blanco

una serie de habitaciones iluminadas,
espaciosas: un blanco día,
un deslumbramiento
dulcifica la vanidad de lo continuo
como si creyéramos, más allá
del aire que separa uno de otro y todos
de uno, en la plenitud del viaje en bote
por el océano de noche: no es así,
estamos de golpe frente al blanco,
una tristeza sublime de días
es el pasaje vespertino por el minuto
textual: una línea marca
la entrada de ese blanco espectacular
o catálisis de pausas en el sueño
elástico, como hacia atrás:
el verbo cobra una vitalidad repentina
o una repentina vitalidad,
como si raspara en la idea,
eso que se llama la idea
o golpe del blanco en la conciencia del escritor:
en la distancia se ve como una isla,
ese raspado:
el esplendor, el brillo negador de la isla aletea,
nos prepara para el entendimiento de pasos
sobre la alfombra,
un efecto de discurso: rápidamente
el escritor se convierte en un encantado:
es una respiración en pequeñas pausas,
jugadores sentados en el pasto.
cambiemos los blancos de lugar.
una planicie pálida, relativa
en el horizonte: si miramos el airé
o las nubes, la escritura
es una infame turba de nocturnas aves
suspendidas en el silencio que va entrando,
la figuración de un pasmo continuo,
vista clavada en un rincón de la selva:
es el fondo, el blanco profundo
que absorbe los accidentes del relato,
un instante de placer en la literalidad que no es

Roberto Appratto
El País Cultural Nº 291
2 de junio de 1995

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