Recuerdos sin importancia
Ana Amorós

A Paloma la regalaron a una joven Sra. que fue a buscar alimento para sus ardillas, a la carpintería . Cuando la vio quedó encantada con ella .-“ Es una perra de raza”- dijo su entonces dueño- “ambos padres son barbillas”

Paloma refunfuñó, no tenía ganas de abandonar la teta materna, tampoco le agradó que la metiesen dentro de una caja y menos marcharse con la flaca esa.

Pero contra sus cortos ladridos se la llevaron igual.

Hecatombe! pensó la cachorrita cuando se encontró en el coqueto departamento de su nueva dueña y vio aparecer a tres diablillos que la querían agarrar todos a la vez.

Les ladró, quiso escaparse, y nada, se sintió indefensa . “Ya sé” –se dijo la astuta perra –“ les ensucio el piso y la ropita limpia, ja ja-.”.. y no tardó en hacerlo, pero sin alcanzar el resultado deseado por ella.

Le compraron una correa, la bañaron, desparacitaron, vacunaron, etc. etc . e intentaron domesticarla y por demás disfrutarla.

Al final Paloma entendió que los diablillos la amaban y que ella debía protegerlos, para eso era una perra y la flaca la había elegido como su mascota.

Todas las mañanas cuando el lechero subía al segundo piso del Complejo, el animalito dejaba brotar su instinto y se deleitaba tomándolo por los garrones. Pobre hombre! Claro está que lo hacía solo para demostrarles ¡caray! que no se habían equivocado al traerla y que era sin lugar a dudas un buen perro.

Ana Amorós

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