Convivencia

Ana Amorós

Mara se encuentra en su dormitorio, está acostada en su cama estilo "provensal", que perteneció a sus padres hasta no hace mucho tiempo. Ha pasado todo el día así, la cabeza se le ocurre un bombo, los oídos le zumban, la nariz tapada por una alergia molesta.

Hoy ha sido un feriado no laborable para los empleados públicos, no así para los privados, por lo que la pequeña micro empresa de la que Mara es co-Directora, se mantuvo abierta.

Llovió por la mañana, intensamente, con una fuerte descarga eléctrica. La mujer sintió una angustia inmensa al ver a Rodrigo, su hijo mayor, cambiarse la ropa de trabajo y volver a salir a finalizar su labor en medio de ese inhóspito clima. Tiene muy claro los millones de seres que carecen de un techo donde resguardarse, la miseria, el hambre y el dolor de los de abajo...pero aun así, su ser entero se rebeló al ver a su hijo trabajando bajo lluvia.

Una gran bronca si, similar a la que la inunda por las noches desde hace una semana, cuando observa a su marido que eternamente se pospone para que a ella no le falte la medicación esa que deberá tomar de por vida. 

Le duele su soledad, la de su marido y también la de sus hijos.

Se da vueltas en la cama, hunde la cara en la almohada una y otra vez, desea dormir, dejar de pensar aunque sea por un rato. Estira las piernas, siente frío, vuelve a ponerse en posición fetal.

Piensa en sus hijas, Verónica, está terminando la Facultad medicina, trabaja como Residente en el Hospital de Clínicas, le encantan los niños y piensa especializarse en ellos; está en pareja con Facundo, otro estudiante como ella, pero aun no viven juntos. Tania en cambio se resiste al estudio, pero tien una facilidad increíble para la música y la danza, por lo que concurrir a una academia de Danza clásica en cambio, la motiva. Tan bonitas ambas, simpáticas y sobre todo han aprendido el verdadero significado de la palabra solidaridad. Sus hijas..., hoy las siente distantes a ambas, lo que agudiza su tristeza. 

Joaquín, su tercer hijo entra al cuarto y le acaricia la cabeza, se sienta en el borde de la cama y guarda por un momento silencio. Luego comienza a contarle lo ocurrido en el trabajo, con voz clara y pausada. La mira con ternura y le anuncia que preparará un licuado de banana con leche y sonriendo se marcha a la cocina. 

Los varones parecen ser más comunicativos con ella y también entre si por lo menos. 

Mara necesita sentir cercanos a sus hijos, son su mayor tesoro, todo sacrificio por ellos valdrá la pena, piensa- Espera que en un futuro los problemas económicos por los que atraviesa la pequeña empresa se solucionen y poder brindarles lo que les niega momentáneamente. 

Con esa ilusión se duerme.

Ana Amorós

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