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Teatro Florencio Sánchez
El Ave Fénix del Cerro
Alfredo Alzugarat 
alvemasu@adinet.com.uy

 

Que un escenario cultural situado en los suburbios de Montevideo pueda reabrir sus puertas tras quince años de olvido y  abandono constituye una proeza poco frecuente en estos días.  Se requiere, además de una considerable inversión de dinero, una convocatoria de artistas y público por lo general ajenos a numerosos condicionamientos comerciales. Más de diez años de  incesante actividad resultan, sin embargo, garantía suficiente de que el viejo Teatro Florencio Sánchez, en el corazón de la barriada del Cerro, ha superado este desafío. Tan solo en el período comprendido entre diciembre de 1996, cuando se lo reinauguró como Centro Cultural,  a  setiembre de 1998, alrededor de sesenta mil espectadores tuvieron allí oportunidad de disfrutar de espectáculos de teatro, música popular y clásica, zarzuela, danza,

títeres, poesía. Pero hay que añadir lo correspondiente a los dos últimos años, las exposiciones de artes visuales, los talleres de formación y las conmemoraciones del Día del Libro, para tener una idea cabal del éxito alcanzado por esta nueva ave fénix de la cultura uruguaya.

UN POCO DE HISTORIA. En marzo de 1915, un visionario comerciante de la zona, Manuel Diz, fundó el Teatro Cine Apolo que, junto a otros dos escenarios, el Edén y el Selecto, representaron los puntos neurálgicos del quehacer cultural de un barrio entonces en pleno florecimiento.

Eran los comienzos de una nueva era: la industria saladeril, que acompañara a los primeros pobladores de la antigua Villa Cosmópolis del siglo pasado, entraba para siempre en decadencia ante las nuevas instalaciones frigoríficas con sus modernos sistemas de conservación de la carne. Otra vez se hizo necesaria una mano de obra especializada de preferencia europea que, hacia 1911, significó ya el 53% del personal de la Frigorífica Uruguaya. Armenios, griegos, yugoslavos, lituanos, polacos, rusos y ucranianos, además de españoles, italianos y vascos residentes desde tiempo atrás, se mezclaron a ritmo babélico por  la falda de un cerro símbolo de la ciudad. La nomenclatura de sus calles ortogonales, con los nombres de países de los cinco continentes, se hizo una vez más realidad tangible. Se llegaron a ofrecer hasta 12.000 puestos de trabajo. Junto a la venta de terrenos y una intensa actividad comercial, otros adelantos no tardaron en producirse: el puente metálico sobre el arroyo Pantanoso en 1906, el tranvía eléctrico por la calle Grecia en 1909.

La diversión y el esparcimiento fueron de la mano con una barriada que pretendía autoabastecerse de todo: surgieron salones bailables, clubes deportivos, cervecería, confitería,  una plaza para corridas de toros que increiblemente subsistió hasta 1927, y finalmente los  tres cines. "Eran lugares de la gente, usados por la gente, queridos por la gente", ha recordado el director teatral Ruben Yáñez, que transcurriera su infancia en esa zona. Entres sus paredes, no faltaron las reuniones sindicales y hasta improvisados rings de boxeo.

La primera función teatral del Apolo fue el 20 de marzo de 1915 y estuvo a cargo de una compañía de zarzuelas española bajo la dirección del tenor cómico Primitivo Martínez. Otra compañía, la de Comedias y Sainetes, dirigida por el primer actor Domingo Sapelli, se hizo presente en 1917 con obras como Misia Pancha la brava y M×hijo el dotor. Se alternaron los elencos que provenían del centro de la ciudad con los "cuadros filodramáticos" que realizaban trabajadores locales. En 1931, con el film ruso La canción de la llama, llegó el cine sonoro y, para acondicionarlo mejor, poco después la sala contaría con sonido estereofónico.

La muerte en 1947 de Manuel Diz abrió un largo período de incertidumbre y estancamiento que culminó en agosto de 1962 cuando el edificio pasó a ser propiedad de la Intendencia  Municipal de Montevideo. Recién en 1971, luego de un año de reparaciones, se lo reinauguró con el nombre de Florencio Sánchez, el mayor dramaturgo nacional, alguien que supo de las esperanzas de la gente pobre, de luchas obreras y de emigrantes. 

Pero eran tiempos muy distintos de los de su origen. Ya desde la década de los sesenta, el descenso de la actividad frigorífica había iniciado una gradual etapa de transición que culminaría con el Cerro como un barrio dormitorio más, donde el trabajo y la diversión se los encuentra lejos del hogar. La actividad teatral nacional tampoco pasaba por un buen momento. Sus principales instituciones pronto serían intervenidas, clausuradas o reducidas a una mínima expresión.

Durante el período dictatorial la dinámica del Florencio Sánchez fue espasmódica, casi desapercibida, oscilando entre algunas funciones de fin de semana de Cinemateca Uruguaya y la empeñosa labor de una  Escuela de Teatro. En 1982 el telón pareció bajar por última vez.

EL AVE FÉNIX. El "nuevo" Florencio, como se lo prefiere llamar ahora, fue inaugurado como Centro Cultural en  diciembre de 1996 y contó de inmediato con una Comisión Asesora de catorce miembros y un delegado municipal, quienes tienen a su cargo la planificación de la actividad, los criterios de programación, la sala de exposiciones y los talleres que comenzaron a funcionar en abril de 1997. Se trata de una autogestión cultural (Intendencia y vecinos) que abarca también el plano financiero.

La actual etapa implicó un reacondicionamiento total de las instalaciones que ocupó los tres años previos pero que, en realidad, aún no ha finalizado si se tienen en cuenta las recientes mejoras acústicas. La capacidad es de 350 localidades más una pequeña tertulia en el nivel superior. Llenarlo se ha vuelto una costumbre pero en algunos casos, como en el recital de Mario Benedetti , concurrieron 750 espectadores, la mitad de los cuales debió contentarse con oír la voz del poeta y mirarlo en una pantalla gigante desde el hall. Algo similar sucedió durante las conmemoraciones del Día del Libro en mayo de 1998, con la presentación de Idea Vilariño, y al año siguiente, cuando Roy Berocay y otros narradores de relatos infantiles congregaron a miles de escolares.

La obra teatral de mayor éxito en público ha sido Caiga quien caiga, de Jorge Denevi, seguida de un clásico, El conventillo de la paloma, representado por la Comedia Nacional, quien también ha tenido a su cargo el estreno de la adaptación teatral de Crónica de un crimen de Justino Zavala Muniz. El teatro independiente, por su parte, llevó hasta el Florencio, entre otras,  la muy conocida Quien le teme a Italia Fausta, La historia de Fausto y Margarita, Arte, con la actuación de Antonio "Taco" Larreta, Pepe Vázquez y Ricardo Beiro, y  Una cita con Calígula de María Dodera y Roberto Suárez.

A ellas se suman las actuaciones del ballet municipal, las funciones de títeres, la presencia de cantantes populares como Rada, Viglietti, Darnauchans, Braulio López, Pepe Guerra, de músicos como Abel Carlevaro, Oscar Donato, la Filarmónica de Montevideo y el Conjunto de Cámara del SODRE. En setiembre de 1999 arrivó el Circo Roma, el último circo criollo que desde hace décadas recorre porfiadamente el interior de nuestro país.                                  

EL  CENTRO CULTURAL. Pero hay más. Los talleres de teatro, danza, murga y percusión, (con un espacio para adultos y dos para jóves y adolescentes) y las más diversas exposiciones de creadores visuales, treinta y cinco en los dos primeros años,  han permitido nuclear y difundir las manifestaciones artísticas de la zona y sus aledaños. La intención es que no solo el Cerro sino también la zona oeste de Montevideo, reviva culturalmente. El desafío ha sido asumido también por numerosas instituciones que incluyen los dos liceos de la zona, emisoras con frecuencia modulada, periódicos locales, la Biblioteca "Javier de Viana" y otras bibliotecas locales, programas de extensión cultural de la Universidad de la República, el Rotary, asociaciones de escritores y otras, que coordinan  con el "Florencio" y publicitan sus actividades junto al vecindario en general.   

"Más allá del consumo cultural que habilita una oferta permanente, el CCFS  ha habilitado otros elementos de la zona, que son espirituales y tienen que ver con la reafirmación de la identidad de una comunidad que se originó en la mezcla de gente de orígenes variados", ha manifestado su Coordinador , el poeta Elder Silva. En efecto, si a alguien en primera instancia hay que atribuirle la reapertura y puesta en funcionamiento de esta sala es a la autoestima del barrio, al orgullo apuntalado por un pasado mejor imposible de olvidar y a un deseo de retorno a su identidad primera.

Alfredo Alzugarat
alvemasu@adinet.com.uy

Publicado el 11 de agosto de 2000 en El País Cultural

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