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Biografía de Pearl S. Buck
 

Cuarenta años en China
Alfredo Alzugarat 
alvemasu@adinet.com.uy

 

En el otoño de 1880, un hombre de ojos alucinados, Absalón Sydenstricker, acompañado de su mujer, Caroline Stulting, llegaron a Shanghái con el objetivo de incorporarse a la Misión Presbiteriana del Sur. Siete años después el matrimonio se instaló en Zhenjiang para, desde allí, incursionar en el norte de China, en territorios adonde nunca habían llegado misioneros americanos. En el transcurso de esos años y los siguientes, Absalón fue perseguido, insultado en plena calle, a veces apaleado. Su empeño visionario y su espíritu de mártir se acrecentaban con la adversidad,  pero el precio de su santidad fue muy alto en la familia. De siete hijos, solo tres sobrevivirían a aquella prédica diaria de inciertos resultados. Tras perder en quince días dos de ellos por una epidemia de cólera, Caroline regresó temporalmente a Estados Unidos, a Virginia Occidental, donde en 1892 nacería Pearl. Entre tantos sufrimientos su llegada significó una esperanza. Por eso su segundo nombre fue Comfort.  

Así como su padre se caracterizó por audaces iniciativas que conmocionaban a sus superiores o por sus disputas con otros misioneros, Pearl poseyó desde pequeña inquietudes que la separaron de los demás niños de la Misión. Prefería mezclarse con los nativos, entrar en sus hogares, observarlos detenidamente y preguntar sobre cuanto veía. Su nodriza china, Wang Amah, fue quien le enseñó a hablar. Habló en chino antes que en inglés y aprendió a pensar en chino mientras escuchaba a narradores de cuentos tradicionales que eran la más primaria fuente de conocimientos de los campesinos. Por lo demás, las limitaciones materiales de su familia no la alejaban demasiado del modo de vida de los

nativos. Otra obsesión de Absalón, traducir el Nuevo Testamento al chino y publicarlo a su costa, había dejado a todos en la mayor miseria. Como las de sus vecinos, su casa carecía de muebles y las piezas estaban revestidas de un cochambroso pavimento, con paredes de barro, techo de paja y boquetes en vez de puertas y ventanas.

La población que los rodeaba era analfabeta, dominada por prejuicios y temores ancestrales.  Eran frecuentes las hambrunas, abundaba la suciedad y el olor de los campos abonados con excrementos humanos. La preferencia por el hombre, por el varón fuerte capaz de trabajar la tierra y sustentar a los suyos, volvía al feminicidio infantil una práctica extendida. Muchas niñas al nacer eran estranguladas, ahogadas, o simplemente tiradas a los perros para que las devorasen. El modelo de belleza exigía a la mujer vendarse los pies de por vida para que el tamaño de estos no superase los quince centímetros.  Eran costumbres decadentes de un imperio milenario, era la China turbulenta de los últimos años de la dinastía manchú. En 1900 estalló la rebelión de los bóxers, que descargó la culpa de todas las calamidades en los extranjeros, diplomáticos, negociantes y sobre todo misioneros. Absalón ya no podía salir a la calle sin un bastón para defenderse y Pearl dormía con la ropa doblada sobre una silla junto a su cama, lista para huir en cualquier momento. La violencia xenófoba segó la vida de doscientos extranjeros y tres mil chinos cristianizados. Los Sydenstricker lograron fugarse a Shanghái, donde Pearl vio por primera vez en su vida una canilla de agua.

CIUDADANA DE DOS MUNDOS. En 1901 Pearl viajó a Estados Unidos por primera vez. Contempló la casa de su madre, en Hillsboro (Virginia West), como la había visto mil veces en sueños. Se  trató de que comenzara a estudiar pero a la niña le resultaba imposible congeniar con sus compañeras de clase. “No se sentía americana y eso la cohibía terriblemente. No tuvo nunca la sensación de ser de aquí. Se consideraba un bicho raro”, dijo de ella su prima Grace. Por fortuna para ella, pudo retornar a China al año siguiente. Sus padres recurrieron entonces a un tutor. El maestro Kung, un hombre cortés, que vestía túnicas ondeantes y una larga trenza negra y sedosa, le proporcionó una sólida base confuciana. Diría Pearl en su autobiografía Mis varios mundos: “Mi mentalidad se hizo bifocal y aprendí muy pronto que en los asuntos humanos no existe la verdad absoluta.” Kung le enseñó también, con espíritu aristocrático, a despreciar la literatura popular, razón por la cual Pearl se escondería para leer cuentos folclóricos como “La serpiente blanca” o la historia de la heroína Mulan. A los siete años, cuando se sumergió por entero en el universo de los relatos de Charles Dickens, ya había leído todos los libros de la biblioteca de sus padres. Durante una década o más, leyó repetidas veces las obras completas del gran novelista inglés. Para alguien que vivía en su interior el conflicto de dos mundos tan diferentes, la lectura disparó su imaginación.

La educación proporcionada a Pearl S. Buck fue el producto de su convivencia voluntaria con el pueblo chino y de las medidas desesperadas de sus padres al ver que la niña se les iba de las manos. Asistió a distintas instituciones para hijas de extranjeros, siempre por corto tiempo, en experimentos que le reportaron poco y nada. No soportaba las normas rígidas ni el tedio de la religión. Debió volver a Estados Unidos para encerrarse en el Randolph-Macon Woman’s College donde se vio a sí misma como un ser extravagante. El tránsito de niña a mujer y de una cultura a otra le implicó la ruptura de lazos emocionales con el entorno y consigo misma. La precaria salud de su madre la llevó de nuevo al país asiático, ahora con la edad suficiente para razonar y comprender lo que estaba viviendo. Pero entonces la propia China comenzaba  a transformarse.

NACE LA ESCRITORA. En 1911 se instauró la República China y Sun Yat-sen, un cristiano converso formado como médico en Europa, se convirtió en el nuevo líder de la gran nación. La apertura a Occidente y la superación del atraso en la economía y en las costumbres fueron metas que hallaron una enorme resistencia en poderosos señores feudales que gobernaban a su antojo enormes extensiones. Pearl fue testigo directo de los cambios. Comenzó a trabajar como maestra en una escuela presbiteriana y tuvo oportunidad de conocer a renombrados intelectuales agrupados en torno a la joven revista New Youth, entre ellos Lu Xun, que con el tiempo sería reconocido como el más importante escritor chino del siglo XX.

Pero su principal preocupación siguió siendo la gente pobre y escasamente ilustrada. En 1915 Pearl se unió en matrimonio con John Lossing Buck, misionero y economista especializado en planificación agrícola. Juntos se instalaron en Nanxuzhou, donde fue la primera mujer blanca en llegar. Mientras su esposo se dejaba absorber por su labor técnica, Pearl rompía su soledad como sabía hacerlo desde niña: haciendo amistad con sus vecinos inmediatos, sobre todo con mujeres que vivían de un modo tan diferente al suyo, en casas hechas para la convivencia de varias generaciones. Fue el fracaso de su matrimonio y el impacto que le ocasionó la muerte de su madre, lo que la empujó a escribir por primera vez.  

De manera torrencial, “con pena y con rabia”, en el verano de 1921 – 22 Pearl narró la trayectoria de su madre, volcando en el texto pesadillas de la vida diaria en China y la incompatibilidad sexual y emocional en el matrimonio, una experiencia común a ambas. Cuando terminó, no enseñó a nadie el manuscrito y lo enterró en un cajón por décadas. Es en la refinada Nanjing donde publicará dos artículos breves, “En China también” y “La belleza en China”, descubriendo por primera vez las miserias de la vida rural a los habitantes de las grandes ciudades.

Aún faltaba otro doloroso drama. A su única hija Carol se le detecta una extraña enfermedad, hoy conocida como PKU o degeneración cerebral producida por la incapacidad de procesar fenilalanina. Decide volver a Norteamérica y en la travesía escribe “Habla una china”, relato con el que obtiene el premio Mercury en Shanghái. Será necesario que transcurran diez años para entender que lo mejor para todos era ubicar a su hija en una institución privada en Nueva Jersey y adoptar otra niña, Janise.

Finalmente en 1930 publica en Estados Unidos su primera novela. Richard Walsh, el director de la pequeña editorial que la recibió, sugirió llamarle Viento del este, viento del oeste. Desde el primer momento, Walsh se convenció de que se encontraba frente a un gran hallazgo y de que Pearl podía escribir algo mejor. Ella en lo único que pensó fue en costear los gastos de educación de sus dos hijas. Escribió entonces La buena tierra, la historia de Wang Lung, un campesino pobre que acosado por el hambre emigra con su familia a la ciudad y sobrevive en una vivienda de esteras adosada a las murallas y tirando de un carruaje. El éxito fue arrollador. Por dos años fue el libro más vendido en los Estados Unidos y traducido a casi todas las lenguas. Obtuvo en 1932 el Premio Pulitzer y la prestigiosa Howells Medal de la Academia Americana de Artes. Sus derechos se vendieron a la Metro Goldwyn-Mayer y tuvo más de una adaptación teatral. En 1938 Pearl S.Buck se convirtió en la primera mujer norteamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura.

EL IMPACTO DE UNA NOVELA. “Es la novela china, no la americana, la que ha conformado mis esfuerzos en la escritura. La noción más antigua que tengo de cómo contar y escribir historias me llegó de China”, declaró alguna vez Pearl S. Buck. Lectura popular, caprichosa y desbordante, la llamada “novela china” siempre había sido despreciada por la tradición literaria y excluida de todo canon. Pearl admiraba en ella su realismo y vigor, la capacidad para mantener el interés del lector a la vez que obligarlo a reflexionar. Hasta tradujo una de las más celebradas, Todos los hombres son hermanos. El valor de la obra de Buck radica en haber incursionado con esa forma narrativa en una temática inédita: la vida cotidiana de los campesinos analfabetos, la miserable existencia que sobrellevaban. Le sobraba experiencia y conocimiento para desarrollar cualquier argumento que se moviera en ese entorno. La escribió en dos meses, pensándola en chino y traduciéndola al inglés a medida que avanzaba en la composición. “Suena bíblico, pero es pictórico, porque esa es la manera china de pensar y de escribir”, dijo cierta vez en una entrevista. La obra se integraba perfectamente, por todos sus costados, con el universo que siempre había conocido. “Cuesta creer que lo ha escrito una mano extranjera”, admitió el editor Zhiao Jiabi, en lo que sin duda resultó el mejor elogio para Pearl.

No obstante, el éxito en ventas estuvo en Estados Unidos. La explicación encierra varias puntas. La buena tierra abrió a Occidente un mundo brutal y desconocido. La peripecia de Wang Lung y de su esposa dio luz sobre las mujeres y los hombres de un pueblo que los norteamericanos temían y despreciaban, a la vez que la Gran Depresión, que se vivía en ese momento, tuvo por consecuencia que muchos se identificaran con los personajes. El libro erosionó la ignorancia y los prejuicios de los norteamericanos y colisionó de lleno  con la Ley de Exclusión China de 1882, primer ordenamiento normativo de cuño racista aprobado por el gobierno de los Estados Unidos para impedir el ingreso de emigrantes de ese país. Se diría de ella que fue  la primer persona que humanizó a los chinos y los hizo comprensibles. Según su biógrafa, Hilary Spurling, “Pearl S. Buck hizo por la clase trabajadora china del siglo XX lo que había hecho Dickens por los pobres de Londres del siglo XIX”.

Hubo otras reacciones: los presbiterianos condenaron el libro por su cruda franqueza al hablar de sexo y su padre, Absalón, se lo devolvió sin leerlo. La intelectualidad china tampoco terminaba de aceptarlo. Formados en la sociedad cosmopolita de Shanghái les dolía que el libro expusiera carencias que veían tan insuperables. Esta visión predominaría por mucho tiempo y aún tras la revolución comunista, durante el período de Mao Zedong, la obra fue prohibida por difundir “mentiras imperialistas reaccionarias sobre el pasado del país distorsionando sin recato la correcta imagen del campesino chino.” En consecuencia, en 1949 le fue prohibido el ingreso a China. La buena tierra y el resto de la obra de Buck fue reivindicado en ese país recién a partir de 1985 y hoy hasta hay un museo en su nombre en Shanghái. Por el contrario, en los  Unidos, desde 1937, el FBI le abrió un expediente y comenzó a vigilarla por sospechosa de simpatizar con el comunismo. El antecedente valió para que quince años después Joseph Mc Carthy la integrara a sus listas negras.

FINAL FELIZ. La buena tierra cambió por completo la vida de su autora. En los años siguientes Pearl rompió con la Misión Presbiteriana y en 1935 obtuvo el divorcio de John Lossing Buck, de quien se había separado formalmente dos años antes, aunque siguió firmando con ese apellido por el que era ya mundialmente conocida. De inmediato se unió a su editor, Richard Walsh. “Tu simpatía, comprensión y aprecio son una delicia. No estoy acostumbrada a recibirlos y para mí es maravilloso”, le escribió ella alguna vez. “Era empresario de escritores y de libros, pero era un hombre con una gran comprensión de las necesidades, exquisiteces y timidez de las personas de talento, a las que guiaba sin dar impresión de que lo hacía”, afirmará otra de las biógrafas de Buck, Cornelia Spencer.  La nueva pareja compró una sencilla casa de campo en las afueras de Perkasie, en Pensilvania, la que transformaron a gusto para que sirviera de hogar a otros seis niños adoptados. 

En 1934 Pearl abandonó definitivamente China y, con una disciplina de varias horas cada mañana, se convirtió en una escritora profesional. Andando el tiempo fue también una hábil conferencista sobre los más variados temas. Al éxito de La buena tierra se sumaron otros como Hijos, La casa dividida, El ángel luchador, sobre la vida de su padre, La exiliada, aquella novela escrita sobre su madre que había olvidado en un cajón, y muchas más que tornaron prolífica su trayectoria. Hoy, Pearl S. Buck ya no es leída como lo fue hace cincuenta años pero continúa siendo ejemplo del escritor pionero, capaz de dar a conocer  una nueva realidad, y no podrá ignorarla quien quiera saber sobre la China pre revolucionaria. Falleció el 6 de marzo de 1973 y de acuerdo a su voluntad fue enterrada en su casa de campo, bajo un fresno del jardín. La biografía de Hilary Spurling hace justicia a su obra.

PEARL S. BUCK, de Hilary Spurling. Circe, Barcelona, 2012. Distribuye Gussi. 399 págs.

Alfredo Alzugarat
alvemasu@adinet.com.uy

Publicado, originalmente, en El País Cultural

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