Historias de películas

Chaplin en la política
Homero Alsina Thevenet

 

La preocupación social de Chaplin fue evidente en casi todo su cine mudo, con la dedicación de su Charlie a proteger a los niños y damas indefensas, lo cual culmina en 1930 con la chica ciega de Luces de la ciudad. Los villanos eran los policías, los ricos, los prepotentes, los hombres grandes y fuertes.

Después se preocupó del mundo entero. Un viaje a Londres (1931) fue el comienzo de una gira donde conversó con importantes personalidades y se enteró de la crisis económica desatada tras la caída de la Bolsa en Wall Street. El resultado fue Tiempos modernos (1936), anunciada como una sátira contra el capitalismo y el maquinismo, aunque solamente lo fue en una zona reducida.

La política. Entonces Chaplin comenzó a preocuparse por trasladar a su obra un eco de la situación política mundial. Como anarquista pasivo, que se resistía a que le dieran órdenes de cualquier tipo, Chaplin debió sentirse angustiado ante el avance del fascismo, primero con Mussolini en Italia (más la invasión de Etiopía en 1935), después con el gobierno nazi en Alemania (desde 1933), y luego con la explosión ideológica que significó para el mundo entero la guerra civil española, desde julio 1936. En Los Ángeles, todo ello fue un tema casi diario en las reuniones sociales a las que Chaplin solía concurrir, reuniones en las que frecuentó a eminentes refugiados europeos como Thomas Mann, Lion Feuchtwanger, Bertolt Brecht, Max Reinhardt, Fritz Lang o Salka Viertel. Un corolario del avance fascista fue, en Estados Unidos como en Europa, la creciente convicción de que la Unión Soviética era el único dique posible contra los nazis.

Extraño parecido. La política europea fue así la causa de que Chaplin emprendiera El gran dictador. Ya en años anteriores había ideado una parodia de Napoleón, tentativa de la cual quedó alguna foto suya disfrazado de emperador. Pero la nueva parodia tenía un motivo adicional. No sólo Hitler y Chaplin habían nacido en fechas muy cercanas (abril 1889, con cuatro días de diferencia) sino que muchos observadores señalaron entonces que el dictador alemán había imitado el bigote del cómico inglés y que tenía una similar vocación por desarrollar su mímica y su actuación teatral, como lo demostraban los noticiarios de cada día.

La iniciativa tenía sus enormes riesgos. En la década de 1930 el cine norteamericano se abstuvo de todo tema que tocara la política internacional. Una burla contra los gobiernos de Italia y Alemania redoblaría el peligro de perder esos mercados y otros derivados. Apenas el plan trascendió, Chaplin y su empresa Artistas Unidos recibieron advertencias y amenazas.


En 1938 Chaplin estaba así muy indeciso. Como contó el escritor Garson Kanin en sus memorias, que tituló Hollywood (1974), Chaplin había considerado hasta una posible consulta con el presidente Roosevelt, que no llegó a concretar. En una cena con Chaplin y su mujer Paulette Goddard, que estaba a favor del plan, Kanin terminó por insistir con un argumento casi místico. Lo describió así:

“Hay un momento en la historia del hombre, cuando el mayor villano y el mayor comediante que la civilización haya conocido, tienen un parecido físico entre sí. Piensa un poco en eso. Es algo... bien, es algo increíble, pero tenemos que creerlo porque así ocurrió". Y tras una pausa Kanin agregó: “¿quién si no Dios mismo pudo tener semejante idea?”

Chaplin contestó que estaba impresionado y que quizás Kanin tuviera razón. Pero al día siguiente borró la idea, que no se pudo mencionar en su presencia durante semanas. No quería indicaciones.

Dos personajes. Y después retomó la idea, inventando dos personajes básicos. Un barbero judío, que se parece al dictador, es llevado por el azar a sustituirlo.

Entre tanto, el dictador es llevado por otro azar a ser confundido con un vagabundo. Con ese doble papel, Chaplin juntaba la parodia de Hitler y su tradicional personaje Charlie.

Las bromas de Chaplin en su película se extienden a los nombres propios: Hynkel por Hitler; Napaloni (variante de Napoleón) por Mussolini; Garbitsch (que alude a “garbage”, basura) para un equivalente de Goebbels, y Herring (o sea “arenque”) para Goering. A lo que cabe agregar que dio a Paulette Goddard el nombre de Hannah (así se llamaba la madre de Chaplin). Aun más sutil fue sustituir la cruz svástica por una doble cruz, porque “double cross” es la expresión inglesa para “traición”.

Vacilaciones. En su muy completa biografía de Chaplin (1985) el crítico inglés David Robinson ha enumerado las muchas indecisiones y cambios de rumbo que afligieron a Chaplin desde la idea misma de El gran dictador. En un primer libreto figuraba por ejemplo una esposa judía de Hynkel, que debió interpretar la actriz también judía Fanny Brice, pero eso no llegó a ser filmado. También hubo dudas sobre los títulos, que pudieron haber sido Los dos dictadores, Dictamanía o Dictador de Ptomania (la tomaina alude a una putrefacción). El discurso final, que terminó por ocupar seis minutos en la pantalla, fue objetado de antemano por varios colaboradores, aduciendo que su contenido humanista era sólo un sentimental alegato idealista o, con más razón, que estaba fuera de tono con la concepción humorística del resto. En el punto reapareció el antiguo conflicto de Chaplin con el cine sonoro, que ya había atravesado otras crisis en Luces de la ciudad y en Tiempos modernos. Pero Chaplin mantuvo el discurso, luego difundido por sus admiradores en libros y folletos.

Un talento especial. Revisado en video, sesenta años después de su producción, El gran dictador mantiene algunas satisfacciones que derivan del genio de Chaplin como actor; el camelo de alemán con que vocifera un primer discurso, su gracioso baile callejero tras un golpe en la cabeza, la precisión con que su barbero afeita a un cliente al ritmo de una Danza Húngara de Brahms o, sobre todo, su prodigioso baile con un globo terráqueo. Este número, derivado de otro que Chaplin solía representar en fiestas privadas, es al mismo tiempo una joya visual y una alegoría sobre Hitler y su ambición de dominar el mundo.

Consecuencias. Las presiones italianas y alemanas para que El gran dictador fuera prohibido habían comenzado en 1938 y tuvieron su eco en grupos aislacionistas norteamericanos y en el conservador gobierno inglés de Chamberlain, firmante del Pacto de Munich con Hitler (setiembre 1938). Prosiguieron después del estreno en octubre 1940, cuando la película quedó prohibida en varios países europeos y también en Perú y Argentina, donde terminó autorizada en 1945, tras el fin de la guerra. El record fue alcanzado en España, donde El gran dictador se estrenó en 1976, con 35 años de demora, tras la muerte de Franco.

En 1964 Chaplin publicó My Autobiography, un libro así titulado para que no se piense que está escribiendo la autobiografía de otra persona. Preparado durante su exilio en Inglaterra y Suiza, con escasa documentación y en diversos momentos de 1952-1963, el texto adolece de varias fallas en títulos y en fechas. En el caso de El gran dictador, Chaplin escribe (p. 426) que se decidió a hacer la película tras el avance nazi en Bélgica, Francia y el ataque a Rusia, “prueba de la inevitable demencia de Hitler”. Pero ocurre que la película se había estrenado en New York en octubre 1940 y que el ataque nazi a la URSS se inició en junio 1941.

Ese desfasaje en fechas pudo tener una intención. Entre 1938 y 1941 Chaplin tenía excelentes motivos para incluir a Stalin junto a los otros dictadores. No lo hizo, porque siempre mantuvo una abierta tolerancia con la causa soviética. Mantuvo esa tolerancia hasta el libro de 1964, donde la palabra Stalin no figura. Ese silencio ante la dictadura soviética le pesó en los años siguientes, cuando fue acusado de comunista, aunque en realidad era un anarquista vocacional y no habría soportado que un dirigente comunista le diera indicación alguna.

EL GRAN DICTADOR (The Great Dictator) Producción de Chaplin-Artistas Unidos, 1940. Dirección y libreto de Chaplin. Fotografía, Karl Struss. Dirección musical de Meredith Willson. Con Chaplin, Paulette Goddard, Jack Oakie, Reginald Gardiner, Henry Daniell, Maurice Moscovich.
 

El Gran Dictador (discurso final subtitulado en español)

Homero Alsina Thevenet
Suplemento "El País Cultural" del diario "El País Cultural" de Montevideo, Uruguay

Nº 537 - 18 de febrero del año 2000

Agregado a la nota original el póster de la película (The Great Dictator / "El gran dictador")

Digitalizado por el editor de Letras Uruguay el día 3 de julio de 2016, no estando en la red hasta este día

 

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