La araña artesana 
Jovita de Almeida

Verano ardiente, bullía la vida. Las hormigas cargaban afanosas. Una araña dormía la siesta en su hamaca que había colgado del naranjo al peral. Muy cerca una cigarra soltó la chirriante monotonía de su canto. La araña se despertó y la cigarra le susurró, casi al oído:

-¿Le gustaría estudiar, doña Araña?

 

En la cañas que sostienen las guías del parral hay una cueva abandonada de mangangá. Allí nos reunimos todos los días, porque la avispa colorada ha encontrado unos mapas con el sistema planetario y nos da clases gratuitas de Cosmografía. Dice que siempre la ve a usted en las alturas y a su pedido expreso vengo con este mensaje:

 

Doña Araña:

 

Cuento con su invalorable presencia. Atentos saludos.

Avis-pa.

 

-¿Cosmografía yo? Tengo mi trabajo, me gusta lo que hago y me siento muy feliz. Créame. Comunique a Avis-pa que estoy muy ocupada.

 

-¿Cuál es su oficio?

 

-Soy tejedora. Tejo redes con mi propia urdimbre, finas redes de verdadero encaje de ñanduty y esto me basta para vivir.

 

La cigarra se alejó desalentada. ¿Qué le diría a la avispa que le había encomendado que, de cualquier manera, tratara de convencer a la araña y la acercara hasta la morada abandonada por el mangangá? Perdería también la recompensa en fama que le había ofrecido. En realidad, a la cigarra no le interesaba mayormente la recompensa, simplemente le temía a la avispa y sabía que si la contrariaba le iría muy mal.

 

La cigarra, que es inocente y por lo tanto inofensiva, no sospechó el ardid de la avispa que mata a este tipo de araña y después la arrastra, caminando hacia atrás, para que sirva de comida a las larvas.

 

La araña es astuta, tiene un sentido de conservación muy fuerte. Ella teje su tela-red o forra su nido para que allí queden atrapados pequeños insectos voladores. Pero no se deja arrastrar fácilmente. Además, conoce las costumbres y las tretas de todos los seres que viven bajo el espeso follaje de los árboles.

 

Cuando la cigarra fue a contarle a la avispa que la araña no se había dejado convencer iba dura de espanto. La avispa se puso furiosa al enterarse y le clavó el aguijón en una pata, perdiendo puntería por el temblor de la desdichada.

 

Si ves por ahí una cigarra renga, es ésta, a la que la avispa no acertó a alcanzar en el abdomen, pudiendo así salvarse. En cambio, la avispa no tuvo salvación y perdió la vida en el intento. La araña, que desde lejos observaba lo que ocurría, guiñó uno de sus muchos ojos...sacudió la cabeza y siguió tejiendo.

Jovita de Almeida
Cuentos viajeros
Selección: Sylvia Puentes de Oyenard 

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