Don Grillo leñador 
Jovita de Almeida

Don Grillo estaba muy preocupado. Los escarabajos, san Antonios y otros insectos, no lo saludaban porque su canto les molestaba por las noches; decían que no podían dormir.  

-¿Qué puedo hacer? -les decía-. Si la naturaleza me dotó así... Me entran unas ganas incontenibles de cantar.

 

Una mañana de enero, vio venir una legión de hormigas, camino a su casa. Pero no venían a protestar. Cuatro de ellas se adelantaron, representando al grupo.

 

-Buenos días, Don Grillo.

 

-Muy buenos días. ¿En qué puedo servirlas?

 

-En votación secreta y por unanimidad, usted ha sido elegido para la tarea de cortar la leña que necesitamos para nuestro hogar. Se propusieron varios nombres y cualidades, pero como usted tiene serruchos en sus patas largas, ha sido ganador de la licitación.

 

Esa misma tarde, luego de cerrar el contrato y hacer todo el papeleo, don Grillo tomó el sendero hacia donde sabía que abundaban las carquejas y duraznillos. Llevó consigo la merienda que consistía en un terrón de azúcar y unas migas de pan. Silbando bajito comenzó la tarea. Se sentía feliz con su trabajo.

 

El calor era sofocante. Luego de montear un rato, decidió descansar a la sombra de un cardo. Cuando se disponía a merendar lo sorprendió un estruendo... al poco rato, otro repentino ruido más cercano estremeció la tierra. Seguidamente, otro y otro. Don Grillo sabía que esa no era zona de terremotos.

 

Dejó la merienda y salió de debajo del cardo a observar. El sol aún resplandecía, pero desde el horizonte oeste se levantaba un semicírculo oscuro, por lo que comprobó que venía tormenta. Los relámpagos tajeaban el cielo. 

 

Los nubarrones taparon el disco del sol. Se desató a llover. Las gruesas gotas caían sobre las hojas con ruido de tambor. No cesaba la lluvia y pronto oscureció. Don Grillo quería regresar a su casa, pero el campo estaba inundado. Temía caer al agua, porque no sabía nadar. Cuando por fin paró de llover, Don Grillo miró el mar que se había formado a su alrededor y le causaba miedo.

 

Al percibir una luz a la distancia, le pareció sentir una voz que lo nombraba.

 

-¡Don Grillo!...

 

-¡Aquí estoooy!...

 

-¿Dónde?...

 

-¡Acá, en el cardo!

 

Era la luciérnaga que, por tener alas y luz propia, había salido a buscarlo por pedido de su familia.

 

-¡Anímese! ¡Salte de mata en mata, que le alumbro!

 

Y así, pese a las dificultades, pronto llegó el grillo a su casa, donde fue muy grande la alegría.

 

Luego que las hormigas supieran lo sucedido, fueron al campo a buscar la leña que Don Grillo había apilado bien, pero que con la tormenta estaba diseminada por aquí y por allá. Pronto, con las indicaciones de su leñador, recogieron todo. Al regreso, cada hormiga traía un trozo de leña al hombro. La familia Grillo, cantando a coro, iba detrás.

 

Al enterarse los escarabajos, san antonios y otros insectos de la buena voluntad y valentía de Don Grillo, le estrecharon las manos y desde ese día, escuchaban con placer su canto nocturno como un himno al trabajo.

Jovita de Almeida
Cuentos con alas, colección Tente en el Aire, A.U.L.I.
(2008)

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