De cine soy. Recopilación de notas periodísticas de Hugo Alfaro. Compilación: Antonio Corti. Prólogo: Homero Alsina Thevenet. Edición: Brecha y Cauce. 358 páginas. Montevideo 2001.

 

Hugo Alfaro Fue un crítico de película 

La trayectoria de Hugo Alfaro es reflejada en una recopilación de crónicas cinematográficas

por Jorge Abbondanza
 

 

Valía la pena evocarlo. Durante medio siglo, Hugo Alfaro (1917-1996) mantuvo viva su vocación cinematográfica y escribió gracias a ella en varias publicaciones montevideanas, desde la remota Cine Radio Actualidad hasta la reciente Brecha, pasando (de la década del 40 a la del 70) por muchos años del semanario Marcha. Los lectores más jóvenes se han perdido el placer que consistía en echar frecuentes vistazos a las críticas de Alfaro, dotadas no sólo de una agudeza fuera de lo común para ingresar en los significados y el alcance de grandes películas, sino también envueltas en un estilo periodístico notablemente contagioso para comunicar esos sentidos a los demás. Como pocos colegas de su generación o de cualquier otra en la prensa especializada uruguaya, Alfaro transmitía el deleite de ver y estimar, dueño del delicioso secreto de apoltronarse en la platea y liberar su intuición para entrar en la órbita de Chaplin, de John Ford o de Fellini, viajando por dentro del cine hasta compartir el goce con sus lectores.

El libro --De cine soy: memorias de biógrafo-- que acaba de editarse, recopila muchas notas de Alfaro cuidadosamente seleccionadas por Antonio Corti, ordenándolas de acuerdo a las sucesivas décadas en que fueron publicadas. Tiene un prólogo de Homero Alsina Thevenet, colega, amigo y compañero de trabajo de Alfaro, que rinde desde esa introducción un homenaje cuyo tono admirativo no se limita a elogiar la puntería o la despejada prosa del implicado, sino que se extiende asimismo a la camaradería que los asoció desde fines de los años 30, cuando ambos se iniciaban en el oficio bajo la sombra tutelar de Arturo Despouey. En ese texto Alsina dice que "las recopilaciones de notas periodísticas en libro, han llegado a ser un saludable hábito que procura combatir los deterioros del tiempo, porque los recortes se pierden pero rara vez los libros se tiran. En el caso, este libro procura ese rescate de una de las mejores plumas del país y quiere ser un declarado homenaje a su figura". 

PASAJES. Desde una breve reseña sobre Viñas de ira publicada en Cine Radio Actualidad en agosto de 1940, hasta una nota sobre el centenario del cine aparecida en diciembre de 1995 en Brecha, el desfile de crónicas que llena el libro contiene muchos pasajes que merecerían una transcripción. Algunos de ellos: 

"Cuando es necesario, Chaplin sabe encontrar un recurso sutil que aumente la sugestión poética de una escena o la de toda la película. Son de antología algunos momentos en que la sencillez del recurso no hace más que acentuar la belleza del resultado. Por ejemplo, el primer plano del comediante oprimido por el sueño en que se imagina a sí mismo triunfador, mientras una lenta panorámica muestra la sala vacía del teatro, o el otro primer plano en que se van apagando las luces sobre el rostro de Calvero en el ensayo de Terry, donde un clima de pesadumbre ya había sido insinuado por los contrastes de luz y sombra sobre el escenario". (Candilejas, 1951). 

"Vittorio de Sica premedita cada efecto y visiblemente acosa a sus actores (que reclutó en la calle y nunca habían enfrentado una cámara) hasta extraerles los gestos y tonos de voz que habrán de consolidar la envolvente unidad del film. En una secuencia, la sirvienta María inicia, abstraída y desganada, su contacto diario con la pileta, el gas, las cacerolas y el molinillo de café. En medio de esa rutina, subrayada por la canilla que gotea y un gato que maúlla con reticencia, la muchacha llora silenciosamente y un vivo sentimiento de desolación se apodera de toda la escena. La historia del cine no debería recoger con menos devoción ese momento que aquél de la última escena de Luces de la ciudad en que Carlitos es reconocido por la violetera". (Umberto D, 1952). 

"En la última secuencia, Robert Aldrich por fin saca las cámaras al aire libre y allí Bette Davis deja un fragmento de antología que las cinematecas querrán conservar. La súbita revelación final de su inocencia va ennobleciendo sus rasgos hasta acceder a una tranquila dicha que la actriz transmite de un modo inefable, absolutamente conmovedor". (Qué pasó con Baby Jane, 1962). 

"No es una gran película: le falta rigor, autocrítica, tijeras. Pero la suya es una crisis de riqueza, no de orfandad. Y mientras algún episodio renguea indeciso, otro es de antología: aquel en que los emigrantes observan desde el gallinero que les sirve de infamante vivienda, a un grupo de jóvenes entregados en el bosque a las ceremonias nudistas del verano. Separan a ambos grupos unos pocos metros, pero aquí está el lodazal y la miseria y allá la hermosura de los cuerpos y la luz filtrada seductoramente entre los árboles". (Pan y chocolate, 1973). 

MEMORIA. "Durante cincuenta años y en Nueva York, Garbo quiso estar sola y logró estar sola. Se la sospechaba, se la intuía, y ella se esfumaba entre la multitud. Ni la prensa especializada ni la sensacionalista, para la cual no hay fronteras, pudo acercársele. Dicen que miraba --perfeccionista, obsesiva-- una y mil veces sus propias películas. En su intimidad, tenazmente defendida, quizá riera como antaño --la risa como una forma de la hermosura-- pero ¿a quién, con quién? Nada se supo a ciencia cierta. La mujer creó al mito y el mito devoró a la mujer. Una mujer alta y flaca, de gafas oscuras y 84 años, inaccesible, se desmorona en medio de un silencio ensordecedor". (Sobre Greta Garbo, en abril de 1990). 

Todo lector un poco aficionado al cine y a sus ejemplos de calidad, sabrá paladear como corresponde este libro de Alfaro, recuperando de paso la figura de ese crítico que merece ganar la batalla a la lejanía y el olvido. 

JORGE ABBONDANZA
El País 
10 de octubre de 2001

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