El vestido de percal florido

Cuento con dos finales

El camioncito del turco. Llego atrasado en la semana, a la chacra del Viejo Faustino. Sábado a la tardecita. Con ruido de chapas flojas, entro bufando al patio trasero de las casas. Mas bufaba el Turco por las malas ventas.

Cueros lanas y mucho fiado, poco en efectivo.

La Chiquita, ahijada de don Faustino, he hija adoptiva. Estaba muy contenta. Al fin el negociante le traía su  ansiado pedido. Un corte de un vestido dominguero, de percal florido. El trío se trabó en una gran discusión. El Turco quería el pago al taca taca. Don Rufino, había pagado su crédito al bolichero y carnicero. Solo tenia disponible unos cueros de nutrias, Plumas de ñanduses, y unos bollones de miel de lechiguana. Y maldiciendo en gringo y a lo bruto, se fue el hombre del camioncito. Con todas sus porquerías y el corte de vestido, que no quiso dejar fiado.

Como un ají picante, quedo la gurisa. Y se las agarró con el gaucho chacarero. Único medio de desahogarse un poco. Ensilló su pingo y tocó pal'baile de la pulpería, en fiesta criolla. De pura bronca, aceptó cuanto baile le pidieron, y copa le pagaron. Tarde se dio cuenta, que estaba bastante mareada.

Se despertó ya amaneciendo. Con el trinar de los pajaritos gauchos, los gritos de los teros, y chajaes en el bañado. Pelos y ropa revuelta. Tirada entre unos yuyales. Llegó al rancho de su tata, al galope tendido. El hombre mateaba desde hacia rato, muy preocupado, debajo del parral. Al verle la pinta a la muchacha, y su ropa llena de pasto, se dio cuenta de todo.

Se tiró vestida en su catrecito y durmió hasta el medio día. Fogón apagado, mate frío y el gaucho como mirando a lo lejos. Con su vista perdida en la nada. Era grande su dolor y todo por un corte de percal. Agarró un maneador y se fue al montecito, en busca de leña para el fogón. Tranco cansino, cabeza gacha, como pensando. En sus muertas ilusiones. ...Vida perra, murmuró.

Pasado un rato y como no volvía. La Chiquita, limpia y fresca como una lechuga, salió en su busca. Lo encontró a la entrada del monte. Colgado de la rama de un eucalipto, con la lengua de afuera, como haciéndole burla.

C. Leonidas Aleman

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