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Final


Ethel Afamado
musiethel@adinet.com.uy

 

Baja despacio las escaleras. Abandona la casa. Siente el dolor de dejar atrás proyectos, ilusiones, años que ahora le parecen vacíos. Al mismo tiempo necesita recobrar el aire que le falta desde ya no sabe cuando. Respirar en libertad es su necesidad inmediata.

 

Los ojos de las paredes la amedrentan. Los escalones resisten su partida.

 

Un trago de arena se le cruza en la garganta.

 

La voz de Gustavo suena tensa y violenta como siempre.

 

 

¡Mariana!

 

No es fácil dejar así la casa. Su casa. Los primeros años dichosos le traban los pasos.

 

Pero este no es un gesto alocado; impulsivo; es un paso que ha sido muy pensado y últimamente conversado entre los dos.

 

Precisamente la noche anterior lo discutieron otra vez, poniéndose de acuerdo por fin, en que la separación era la única salida a esa insoportable situación.

 

Fue una conversación seria; madura; como hacía mucho tiempo no tenían. Se habían despedido en calma, diciéndose adiós. Entonces por qué la llama ahora?

 

Se detiene un momento sin mirar atrás. Ya nos dijimos todo; no quiero hablar más, dice, la voz cansada, casi en un suspiro.

 

 

Cuándo comenzó esta guerra insana?. Celos ridículos, maltrato, arrepentimientos dudosos y al final todo convertido en rencor. Imposible soportar más las imposiciones absurdas, la desvalorización permanente y el desprecio.

 

Ella también, sin darse cuenta ha caído en esa espiral de agravios, que no hacen más que ahondar la zanja del desamor.

Imposible recomponer esos jirones. No se volverá atrás.

 

 

Mariana. 

 

Ahora la voz suena menos violenta. Menos perentoria. Casi coloquial. Ella continúa bajando dispuesta a no dejarse presionar. Sabe de los vaivenes de ese juego de la tensión contenida. Sabe del aletazo oscuro de la violencia, seguido por el pedido de perdón.

 

 

¡Mariana…!

 

Esta vez ella percibió en su voz una vibración diferente. Desconocida.

 

Un aire áspero y duro inundó el ambiente. Se detuvo otra vez. Ese apenas imperceptible cambio en la voz de Gustavo, la hizo estremecer.

 

Apoyándose en la baranda de la escalera se dio vuelta a mirarlo.

 

Entonces él disparó. 

Ethel Afamado
musiethel@adinet.com.uy
 

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