Confesión

Los gusanos que me pudren la mollera
viá soltarlos junto al indio de mi cuerpo,
que se asomen a la luz, ¡que se liberen!
aunque sirva pa' deleite de los cuervos.

Tengo duendes que son quienes me guían
pero tengo también, -todos tenemos-
astucia pa' engañarlos sin más tino
que hacer daño sin saber pa´que lo hacemos.

Tengo en mí todos los males de los malos.
Por humano. Porque sí. Por ser maldito.
Por aquella razón, que aunque sin ella,
grita más que las razones de otros gritos.

Y soy tan canalla como el más canalla,
porque tiro piedras y escondo la mano.
Porque tengo días en que por mi mente
sólo se atraviesan pensamientos malos.

Y hasta engaño y miento, traiciono y blasfemo,
por tan sólo el hecho de ser el que venza,
aunque esas mentiras mi conciencia hieran
y aunque me castigue mi propia vergüenza.

Soy más falso que tú, Rey de los Falsos,
que dices que llueve y empapas mi espalda,
que a gusto palmeas mostrando los dientes
ocultando el filo que tiene tu espada.

Soy tan malo como tú, hombre honorable
que le das una limosna al pobre ciego
esperando íntimamente recompensa
por lo hermoso de ese gesto de hombre bueno.

O tan malo como tú, fiel religioso,
que te hincas de rodilla ante un altar
arrepentido del pecado que hoy has hecho
pero ansioso de volverlo a realizar.

A veces quiero ser, pero no puedo,
ten ingenuo y tan sutil como los locos,
pero debo convencerme que la vida
regaló ese privilegio pa' unos pocos.

Y debo conformarme con ser cuerdo
soportando la maldad que se me fuga
escondida tras la cara de hombre honesto
incapaz de cometer una locura.

Y es soltando este indio que poseo
que analizo las ventajas de ser cuerdo
pues prefiero ser el cuervo de mí mismo
que hocicar en los gusanos de otros cuerpos.

Ruben Eduardo Acevedo

de "Brasas"

Ir a índice de poesía

Ir a índice de Acevedo,  Ruben Eduardo

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio