Alejandro Lámbarry: Augusto Monterroso, en busca del dinosaurio. Ciudad de México: Bonilla Artigas Editores 2019. 272 páginas. Reseña de Esnedy Zuluaga (Colombia)

“Esta primera biografía de Augusto Monterroso es una verdadera hazaña. Lámbarry domina el arte de la biografía y mantiene el difícil equilibrio entre dos voces: la supuesta voz neutra del académico y la voz apasionada del novelista”.

Con estas palabras, An Van Hecke presenta, en la contracarátula[1] del libro, el trabajo de Alejandro Lámbarry. Su carácter ensayístico y académico queda además determinado por el título de la colección (“Publicaensayo”), el cual tiene un objetivo preciso: “canal de difusión para las investigaciones que se elaboran al interior de las universidades e instituciones de educación superior del país [... ] en torno a escritores fundamentales para la cultura hispanoamericana” (p. 4)[2].

Augusto Monterroso, en busca del dinosaurio (2019) es, en primera instancia, un producto académico que nace en el seno de la universidad y se corresponde plenamente con el perfil del autor, esbozado en la solapa del libro: “Doctor en literatura hispanoamericana por la Universidad de París IV Sorbona”, “profesor-investigador” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Además, estamos ante un proyecto ambicioso que pone en evidencia otra faceta del biógrafo no señalada en la solapa, pero a la que atiende Van Hecke: el académico es también narrador. Lám-barry ha publicado un libro de cuentos (Testamento de la carne y el espíritu, Tierra Adentro, 2005) y una novela (Las aventuras de un lanzador de enanos (La Pereza Ediciones, 2019). Esta doble faceta explica la maestría con que el biógrafo narra la vida y obra de Monterroso y, sin dejar la rigurosidad del académico comprometido con la veracidad de lo narrado, nos ubica constantemente en unas coordenadas literarias dadas por la agilidad y claridad de una cuidada edición, que “tuvo una realización puramente placentera” (p. 11), como el mismo autor lo señala en los “Agradecimientos”.

En segunda instancia, el proyecto biográfico de Lámbarry está determinado por su fina destreza literaria, incluso presente en aquellos pasajes históricos que acercan al lector a los diferentes contextos. Lo histórico supeditado al universo de Monterroso, como corresponde a las habilidades de un buen biógrafo, atento a que su escritura esté del lado de la novela, pero a su vez que la veracidad de lo que narra se encuentre del lado de la historia. La armonía entre la voz del narrador y la rigurosidad del académico es una de sus principales virtudes, apta para cualquier tipo de lector. No es necesario que este sea un conocedor de Monterroso para disfrutarla, aunque indudablemente se va a deleitar más un avezado en el tema. Para un lector que no conozca su obra esta biografía se presenta como el escenario perfecto para introducirse en ella.

El sustento académico de la biografía queda explícitamente enunciado en la “Introducción”. Principalmente, Lámbarry respalda su investigación en los archivos de la Universidad de Princeton[3] y la Universidad de Oviedo[4], a los que acude con frecuencia. Además de recurrir a las fuentes orales[5], a la correspondencia, a los estudios críticos de otros autores y a la obra literaria, que no solo cita sino que atiende en rigor, incluso en asuntos de tanto interés como las reseñas de la época, su recepción y el tipo de lectores acceden a su obra. Asimismo, da cuenta de su breve paso por la poesía, casi desconocida, a la que Monterroso siempre tuvo en la mayor estima, publicando sus poemas y dando luces sobre su posible entendimiento. Para este caso tan especial dedica un apartado titulado “Textos de aprendizaje” (pp. 73-81), donde referencia dos sonetos inéditos de 1947 (un hallazgo importante en la búsqueda del biógrafo) y un tercer poema publicado en 1949, que muestra su preocupación por el acto de escribir, que lo acompañará toda su vida junto con la faceta de lector voraz de clásicos. Justamente, este es el motivo del análisis temático que Lámbarry propone de los poemas.

Otros dos asuntos hacen de esta biografía una propuesta seria con una destacada fundamentación académica de tipo intelectual: el estudio de los contextos históricos y la incorporación de ideas y conceptos de varios campos del saber, siempre en función del conocimiento y entendimiento de la obra y el autor, pero, además, y en estricto sentido, de los intereses del proyecto biográfico. Aunque son bastantes las referencias empleadas, aparecen de manera orgánica y mesurada como recurso del biógrafo para darle un carácter formal a su trabajo. Un buen ejemplo de los contextos es el aprovechamiento que Lámbarry da al lugar geográfico de nacimiento de Monterroso, motivo para hacer un recuento breve de sucesos que dan cuenta del botín en el que Centroamérica se había convertido debido a los intereses de los imperios de Europa y Norteamérica, sin contar los constantes abusos de los gobernantes de turno a su pueblo (p. 24).

Las ideas y los conceptos útiles en el desarrollo de su propuesta abundan, por ende citamos algunos a modo de ilustración: “gente nueva” de la clasificación del mundo postcolonial de Darcy Ribeiro (p. 30), la “angustia de las influencias” de Harold Bloom (p. 76), los tres elementos de la fábula (“acción, tipificación e intención”) de Mireya Camurati (p. 124), “tropicalismo literario” de Ángel Rama (151) y “República Mundial de las Letras” de Pascale Casanova (p. 167). Estas herramientas no se exponen ampliamente porque no lo requiere el biógrafo, pero las utiliza en el análisis y se entienden a la perfección en el contexto de uso, poniéndolas en diálogo con la discusión central de su propuesta: Monterroso, escritor exiliado que encontró en México la concreción de su escurridizo proyecto de escritura breve, fragmentaria y excéntrica, acompañado de la constancia de su proyecto lector.

Esto es lo que en biografía se conoce como “elementos pivote”: claves que el biógrafo construye como núcleo de su propuesta (Bazant p. 74). Bajo esta directriz, Lámbarry estructura los tres capítulos (I, II y III), divididos en subcapítulos y estos últimos en apartados, que siguen una línea cronológica, incluso con delimitaciones muy precisas en las fechas. El primero explora los años de formación y la lucha social en Guatemala, que terminó con su exilio en México, y su trabajo como diplomático en Bolivia, que desembocó en el exilio en Chile. El segundo estudia la escritura y publicación de sus primeros libros en México: Obras completas (y otros cuentos) (1959), La oveja negra y demás fábulas (1969) y Movimiento perpetuo (cuentos, ensayos y aforismos) (1972).

Y el tercero, la consolidación de su carrera de escritor, que inicia propiamente con la publicación de su única novela: Lo demás es silencio (1978).

Los apartados de los subcapítulos tratan asuntos muy concretos y en muchos casos, aunque integran un conjunto, funcionan como piezas independientes que amplían o afinan la propuesta. A modo de ilustrar la estructura del libro atendamos a “I”, primer capítulo, que está dividido en cinco subcapítulos: “El Cuarto Mundo (1921-1936)”, “Escribir como yo mismo (1936-1942)”, “Exilio político, ingreso literario (1942-1944)”, “M. encuentra a M. (1944-1953)” y “Bolivia y Chile, el segundo exilio (1953-1956)”. Nótese que cada subcapítulo está delimitado por fechas que se corresponden de manera cronológica y lineal con la vida y obra de Monterroso. Incluso los años citados corresponden al nacimiento y muerte del escritor, como lo confirma el último apartado del “III” capítulo (“Escritor para escritores (2002-2003)”), que cierran el sistema de fechas que elige Lámbarry para delimitar su biografía.

“El Cuarto Mundo (1921-1936)” consta de cuatro apartados: “El día más breve del año”, “La revista Sucesos”, “El proyecto unionista y el dictador Carías Andino” y “Los primeros años en Arcadia”. Si bien los títulos apuntan a asuntos muy concretos hay algunos muy ingeniosos en clave Monterroso. El primero es un buen ejemplo que refiere al día de nacimiento del autor (21 de diciembre de 1921), que corresponde al solsticio de invierno en el hemisferio norte, fecha particularmente especial porque marca el día más corto y la noche más larga del año. El evento físico le sirve a Lámbarry para relacionar literariamente estos sucesos (ahí, como en muchos momentos de la biografía, la presencia de su vena de narrador): “recibió influencia de este detalle astronómico en sus textos, su estatura y su fama” (24).

Este primer apartado del primer sub-capítulo del capítulo “I” de la biografía, que explora los años de formación de Monterroso en Centroamérica, desde su nacimiento en Honduras hasta su regreso a México después de su segundo exilio, da cuenta de los patrones que Lámbarry emplea a lo largo de su propuesta. Si bien es cierto que la biografía es bastante cuidada en la forma y con un trabajo editorial muy limpio, es importante señalar que cada cita está debidamente justificada en la fuente que aparece a pie de página, además incluida al final del libro en el apartado “Biografía general” (263-271). Este hecho le da confianza al lector para asumir que “nada” supone Lámbarry, como ocurre en tantas biografías, sino que es el resultado de una minuciosa investigación producto de su formación, lo que convierte al texto en una fuente bibliográfica importante para futuros trabajos sobre Monterroso.

La mayoría de las veces que el lector atento encuentra una cita está su debida referencia (digo mayoría porque en ocasiones no sigue este patrón[6]): puede que por olvido del autor o porque hay tantas que a lo mejor provienen de una fuente inmediatamente anterior o posterior a la cita. Entre estos hay un tipo digno de mencionar: unos escasos diálogos sin fuente, que pueden obedecer a una recreación propuesta por el autor, tan común en un biógrafo como Fernando Vallejo[7]. Veamos uno de estos diálogos, entre el Monterroso de veinte años y el joven poeta guatemalteco Hugo Moreno, con quien entabló una relación amistosa dada su afinidad por la literatura y la cultura en general:

-Si no conoces a Neruda, no conoces lo mejor que se escribe en poesía.

-Lo mejor ya está escrito (p. 46).

Este diálogo da cuenta también de un asunto clave en la primera formación de Monterroso en los clásicos: sus contemporáneos tenían lecturas modernas a las que él aún no podía acceder. Después, en su segundo exilio conocería a Neruda gracias a su cuento “Míster Taylor” y entablarían una gran amistad. Otro de los diálogos de interés es una conversación de tipo personal justo el día que Monterroso conoce a Milena, su segunda esposa:

-Yo trabajo en la Universidad como corrector de pruebas.

-¿Pruebas médicas?, le preguntó ella.

-De manuscritos (p. 128).

¿Será que solo fue un descuido del biógrafo al no anotar las referencias? Me gustaría pensar que estos casos son una evidencia de cómo el novelista le gana al académico, en el mejor de los términos, con la moderación atribuible a la documentación a la que tuvo acceso el biógrafo y con la creatividad propia de su proximidad a la literatura. Este escenario gracias al ímpetu narrativo que logra Lámbarry, al punto de que por momentos nos sentimos atrapados en la trama de una novela, pero siempre viendo en las referencias la veracidad de la historia que se nos narra y el ancla que nos sujeta a la realidad contada de la persona de Monterroso.

A pesar de estos pasajes, que supongo recreados, no sería apropiado hablar de una biografía de tipo literaria o novelada, sino de su cercanía con la biografía de tipo intelectual. Esta afortunada proximidad se debe a la concreción del esfuerzo del biógrafo para sustentar desde las fuentes cada asunto tratado, a la relación de los detalles de la vida y obra en función de los contextos de enunciación y al estudio minucioso de las relaciones intelectuales concernientes a Monterroso. Biografía de tipo intelectual entendida en los términos que Valero propone en José Gaos en México. Una biografía intelectual 1938-1968; pensando el vínculo entre la vida y la obra mediante causalidades, porque no toda peripecia personal tiene una relevancia en la obra. De esta forma, la biografía intelectual puede tomar como objeto a cualquier persona (no necesariamente a quien se dedica exclusivamente a generar conocimiento). Lo intelectual estaría dado por el enfoque, a partir de los instrumentos, tanto vida como obra son susceptibles de estudio. Ahí la destreza y la habilidad del biógrafo para saber leer y proponer un proyecto biográfico bien sustentado en las fuentes. Es importante lo que pensó Monterroso, pero, también el momento histórico en el que lo hizo. Resultan interesantes las relaciones literarias y culturales que identifica Lámbarry en el estudio de Monterroso, lo que nos permite pensar en el tipo de redes intelectuales en el siglo xx. Empezando por el medio cultural en el que creció: una familia de élite centroamericana, con una biblioteca grande y una imprenta en su propia casa.

Entre estas redes que teje el libro la línea biográfica resulta especialmente importante para los fines de esta propuesta, en primera instancia concretada por Lám-barry en Augusto Monterroso, en busca del dinosaurio. En segunda, por la fascinación de Monterroso a conocer las vidas de los escritores y dar cuenta de la propia en su autobiografía Los buscadores de oro (1993). Además, las breves biografías incluidas en La palabra mágica (197), su proyecto de novela biográfica no concretado, que terminó convirtiéndose en Lo demás es silencio (1978), que conserva un formato biográfico (p. 77), y la inclusión de dos traducciones de biografías en La vaca (p. 238). Finalmente, cabe mencionar su intención fallida de publicar una biografía de José Batres Montúfar, escritor, político e ingeniero nacido en San Salvador (p. 195), y los viajes que realizaba con religiosa devolución a los lugares referenciales de escritores consagrados.

Hay también en el trabajo de Lámbarry una necesidad de referir a la biografía como un campo de interés de los mismos escritores, apasionados por la vida y obra de otros escritores, que legitima en la práctica con su biografía. En tiempos en los que se ha despertado un especial interés por el género, este trabajo se presenta como un excelente modelo para sumergirnos en la escritura de vidas memorables. Referencias al respecto abundan en la biografía de Lámbarry. Rafael Heliodoro Valle biografió al presidente de Honduras Policarpio Bonilla, familiar por el lado materno de Monterroso (p. 24). Por el paterno, su abuelo Antonio Monte-rroso, general de renombre, fundó en La Ceiba los talleres tipográficos “América Central”, cuyo semanario lo hizo amigo personal del poeta colombiano Porfirio Barba Jacob (25), que cuenta con una excelente biografía de tipo novelada, ya citada, de Vallejo (p. 25). El poeta, además, fue retratado por Rafael Arévalo Martínez en un famoso cuento titulado “El hombre que parecía un caballo”; este escritor guatemalteco fue director de la Biblioteca Nacional donde el joven Monterroso de diecisiete años asistía a leer los clásicos (43). Esta red, que relaciona la figura del poeta colombiano, es uno de los ejemplos que puede rastrearse en la obra.

Al parecer, detrás de esta biografía hay una invitación velada a la pasión de biografiar, que nos hace pensar en otro sentido del título del libro: la invitación a conocer un autor mediante el entendimiento de su vida en soledad y sociedad. Es importante señalar que el guatemalteco que vivió la mayor parte de su vida en México es biografiado por un escritor mexicano que considera a Monterroso parte indispensable de la literatura mexicana, como lo demostrará ampliamente a lo largo de sus casi trecientas páginas. Lámbarry referencia estratégicamente en el título el texto que más reconocimiento le dio al maestro del cuento brevísimo. El misterio del dinosaurio, que ha inspirado tantas hojas en busca del “real significado” de esa combinación afortunada de siete palabras ya desbordadas por miles en tantos estudios, vuelve a ser motivo para que el autor presente este volumen recurriendo al mismo juego de Monterroso con sus lectores. Nos queda la tarea de descubrir si Lámbarry logra concretar esta búsqueda y despertarnos la pasión por narrar la vida de otros. Seguro, lo que sí logra es que conozcamos a Monterroso, que leamos y releamos su obra fascinados por todas las dificultades en las que se vio envuelto para concretar su proyecto escritural, que le tomó mucho tiempo y lecturas. En un siglo en el que se producen libros por millones y que todo lo queremos en el instante, la vida escritural de Monterroso se convierte en un desafío y su pasión por la lectura en un norte. Nos queda entonces la tarea de encontrar el dinosaurio.

Notas:

[1] La contracarátula está rotulada con “Literatura latinoamericana / Biografía / Crítica literaria”, dando cuenta del carácter biográfico del proyecto, que de entrada no se deduce del título del volumen, decantado más por lo literario.

[2] Todas las referencias, excepto que se indique lo contrario, corresponden al libro reseñado.

[3] “Augusto Monterroso Papers” (p. 271).

[4] “Legado de Augusto Monterroso” (p. 271).

[5] Por ejemplo, la entrevista personal realizada el 31 de octubre de 2016 a Milena Esguerra, ex esposa de Monterroso (p. 130).

[6] Evidente al final del capítulo “II” (119, 136, 140, 141, 142, 143, 146, 147, 148, 149).

[7] En su libro Barba Jacob el mensajero estos diálogos abundan, lo que le da un carácter muy novelístico a la propuesta, de tal forma que algunos críticos suelen referirse a ella como una biografía novelada, caracterizada por la recreación de este tipo de diálogos por parte del biógrafo.

 

Reseña de Esnedy Zuluaga

Universidad de Antioquia, Medellín

 

Publicado, originalmente, en: Iberoamericana XX, 75 (2020), 263-366

Iberoamericana. América Latina - España - Portugal es una revista interdisciplinaria dedicada al análisis de la historia, la literatura, la vida cultural

y las dinámicas socio-políticas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

La revista es editada por el Ibero-Amerikanisches Institut (Berlín) en cooperación con el GIGA Institute of Latin American Studies (Hamburgo) y

la editorial Iberoamericana/Vervuert (Madrid/Frankfurt am Main)

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