Réquiem porteño

poema de María Inés Zaldívar

Sin embargo hubo un día

que era yo misma

el fuego
                      Ida Vitale

 

En el cuadrado de la plaza de una ciudad sin nombre

en medio de una nada construida al estilo europeo

sobre un duro banco para transeúntes cansados, y

mirando automóviles, parquímetros y gente apurada,

lloras la tristeza de tierra húmeda y pan caliente

que late inalcanzable en la memoria y hambrea el cada día.

 

Desde este punto de la plaza,
todo es un gran solo lanzado por el viento
que rebota en los cristales de las tiendas sin clientes,
se monta en el gris caballo del héroe local
y se devuelve raudo y agudo
taladrando la bien constituida calavera.

 

Al interior del cráneo mediano, redondo, sin fracturas,

que descansa sobre los huesesillos de ambas manos,

armonios retumban a un ritmo magro sucio y seco,

en sintonía con el paisaje de la polis al atardecer.

 

En el cuadrado de la capital del asado

solo dientes de leche para comer y,

la dura, en la mesa, hueso, solo hueso

y bastante duro de roer.

 

Sola, sentada y sin nombre

eres un leve punto del ágora

que mira entre las piernas

un tenue contorno de orina vieja

y el cadáver de un zapato izquierdo.

 

poema de María Inés Zaldívar
 

Publicado, originalmente, en: Inti: Revista de literatura hispánica No. 89 abril de 2019

Providence College’s Digital Commons email: DigitalCommons@Providence

Link del texto: https://digitalcommons.providence.edu/inti/vol1/iss89/15

 

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