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Su desnudo exilio
Marta Zabaleta

Dedicado a mi hija e hijo

Tal vez porque llegué
al exilio en Dunbarton
con una hija dando sus primeros pasos
sobre la nieve de una Navidad blanca.
No sé si porque mientras lloraba para adentro
le contaba
que esos crakers llenos de piñas
los había inventado Lenin cuando llego al rio Clyde
a concientizarse en los astilleros de Glasgow.
No sé si porque una voz que no nacía
me torneaba allá adentro
para pedirme
ser argentino,
si por asegurar el dos por dos
y que en el surco de la historia
el también nacería
con su curso de tango bajo el brazo
mi hijo escocés que se volvió
nativo del desenraizamiento.
Ni si eso será o no esta tarde
poblada de cien trinos
tarde de verano
al perderme sola
en las callecitas de Londres que se llevaron la arboleda
de mi casa de campo,
o si serán, más vale,
aquellos escudos rojos
esas banderas rojinegras
alimento de vida de mis sueños
pero yo si sé
que con la sangre estampada de cada camarada asesinado
en mi memoria, como el Che y Tania, mientras quedaba el río,….
el río era quien jugaba
su última burbuja
sobre sus pieles bravas.
Esa tarde
sentí que me subía con mi abuela, allá en Piamonte,
y recorría el estuario y seguía volando
mientras los demás navegaban con un rumbo
hacia Raspallo.
Mi abuela solo sabía hablar italiano
por eso en Buenos Aires le vendieron un tranvía
que no existía
pero ya han pasado casi: luego de estos veinte minutos
ya puedo imaginarme su semana final,
su corazón estallado
cuando se incendiaron las tres destilerías de petróleo de Campana ciudad del Río Paraná.
Y supe que las lágrimas no correrían por mis mejillas...
porque aun no había nacido. 
Cuando me embarqué en Rosario con el cuerpo de mi madre
toda la costa del Golfo di Genova
estallaba en una vehemente flor.
Los locos amarillos y azulados trineos acuáticos
barrenando como martinetes
en la estela de burbujeante espumante de nuestro barco,
quedaban atrás con las garzas y en las islas del Delta
lloraba un urutaú, porque nació como yo:
Llora llora,urutaú.
Ya no existe la Argentina
donde nací como tú.
Pero los tambores brincan, las palomas se hacen pueblo, otros ches se levantan mientras Víctor se monta en su caballo, en Chile
cuatro hermanos mapuches entran en huelga de hambre
mientrashuelga ende hambre
setecientos secundarios van presos, y una mujer se creyó
que ella sola iba a hacer herstoria. Mientras Los Andes
se cubrían de un rojo verde oliva que fue creando uno, dos, cientos, miles de fogatas, y tómame de la mano
adonde caiga mi metralla la pena volará otro Vietnam, que en Irak no nos oigan, y ganen la paz.
Y la paz sea como mi abuelo, como un pedazo de pan bajo el brazo,
muy negra y muy roja,
igual que este brazo en alto con el que yo le amo. Tal vez
como ese beso
con el que yo le canto.
O esas palabras calladas
con que tú me hablas.

Marta Zabaleta © 5 de junio de 2006

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