Resumen  

Esta ponencia revisa representaciones recientes de Eva y Diana hechas por la cultura de masas, para luego contrastarlas con aspectos positivos de sus respectivas conductas políticas, para concluir que dichos aspectos tienden a ser ignorados, deformados y/o ridiculizados por la maquinaria que proyecta el deseo y/o la que maneja los medios de comuncicación de masas. Pero: ¿por qué siquiera intentar una comparación entre Eva y Diana, dos mujeres blancas y cristianas, que se casaron con el hombre de sus sueños, vivieron privilegiadamente la condición de ama de casa y al morir jóvenes fueron conducidas por carrozas, casi como en los cuentos de hadas? Porque haciendo abstracción de estas y otras importantes similitudes, a Eva Duarte y Diana Spencer se las conoce más bien como a dos caracteres del celuloide, a los que llamo 'Evita' y 'Diana'. Y porque, si bien es cierto que Evita y Ladi Diana coludieron con el ideal del eterno femenino - algo esencial para que el capital maximice sus ganancias- ambas fueron víctimas de ciertas instituciones y prácticas discursivas que perpetúan las desigualdades sociales; en este caso, la subordinación social de los miembros del género femenino. En apoyo a la premisa que orienta este trabajo, o sea, la creencia de que el análisis de la diversidad de la situación de la mujer en América Latina puede facilitar la adopción de métodos más efectivos de acción colectiva, la ponencia intenta mostrar barreras culturales que ayudan a dividir a los miembros de distintos grupos subordinados y/o oprimidos, y sostiene que es  importante que el trabajo de investigación cumpla con rol de desmitificarlas.

Introducción (*)

La primera parte de esta ponencia presenta y justifica la elección del tema: los casos de Eva Duarte y de Diana Spencer, exponiendo las principales hipótesis. En la segunda parte, se discuten los caracteres que llamo 'Evita' y 'Diana'. A partir del film de Parker y del musical que lo inspiró (los cuales distorsionan no sólo la historia de Eva, sino también la del Che Guevara y Juan Perón), y de films recientes hechos en Argentina, se discuten aquí la 'Evita' global y la 'Evita'local. Con ello se trata de explicar por qué y cómo el estudio en profundidad del caso de esta Primera Dama de Argentina facilita la comprensión de fenómenos que caracterizaron la vida política de la Princesa de Gales y también la transformación de su imagen después de muerta.

Para la comparación entre aspectos similares de la vida y carrera política de ambas mujeres que ofrece la ponencia en la tercera parte, se revisan de manera necesariamente sucinta, los siguientes puntos: 1) la apelación al pueblo en general, y a las mujeres en particular, como interlocutores privilegiadas de Eva y de Diana; 2) el uso que hicieran del cuerpo, y en especial de la voz, como técnica discursiva, y el abuso corporal que conlleva la normatización de lo femenino; 3) su rol de voceras de algunos derechos genéricos específicos, muy en boga en sus respectivas épocas históricas y 4) el 'poder femenino' y la exclusión de formas institucionalizadas del aparato y el poder estatal de que ambas fueron objeto.

Se concluye que más investigaciones en torno al tema de la representación de las mujeres y de otros grupos socialmente oprimidos son urgentemente necesarias. Se ha añadido al cuerpo principal de la exposición, un listado bastante comprensivo del material bibliográfico - sobretodo del más reciente - que existe sobre Eva y Diana. Esto ultimo, por lo demás, nos sirve tanto para avalar en sí mismo la importancia, como para tal vez exhacerbar la curiosidad, estimulando así nuevas investigaciones. [1]    

Planteamiento del tema

En esta ponencia se revisan representaciones recientes de Eva y Diana ofrecidas por la cultura de masas, para luego contrastarlas con aspectos comunes de sus personalidades y de su actividad política que tienden a ser ignorados, deformados y/o ridiculizados por la maquinaria que proyecta el deseo y la que maneja la información. [2]  

Vale la pena preguntarse, antes de empezar la exposición, qué sentido tiene comparar a dos mujeres blancas, cristianas, con pocos años de educación formal, que se casaron con los hombres de sus sueños, vivieron con toda clase de privilegios su posición de amas de casa, murieron jóvenes y tuvieron dos entierros casi idénticos, al menos en su teatralidad.

Creo que es importante tratar de mostrar hasta qué punto, y a pesar de lo diferente de sus respectivos antecedentes personales, Eva y Diana fueron cómplices y víctimas de instituciones y prácticas discursivas que ayudan a perpetuar la subordinación social del género femenino.[3]

Mi interrogante, en realidad, se basa en una más general y permanente preocupación por entender hasta qué punto, conscientemente o no, son las mismas mujeres las que ayudan a mantener la posición social subordinada que las afecta. Porque creo, con Frantz Fanon, que no hay peor complicidad que la del esclavo con el amo.[4] Claro está que, como ha sido abundantemente demostrado ya, es obvio que la subordinación femenina asume distintas formas, acorde con factores tales como la clase social, la raza, la etnicidad, la educación formal, las preferencias sexuales, las adhesiones politícas y religiosas, el estado civil, el número de hijos de las mujeres en cuestión, entre otros que deben que tomarse en cuenta cuando se investiga la imagen que las mujeres gustan de proyectar de sí mismas, y/o como absorven las proyecciones que otras hacen de ellas.     

Principales hipótesis y corolarios de la ponencia. 

Primero: postulo que tanto Eva como Diana fueron cómplices del sistema capitalista, al adherir de buena gana a los ideales del 'eterno femenino' en que en buena medida aquel se sustenta. Aunque ambas adoptaran un modelo de feminidad que catalogo de modernizada [5], con respecto a las mujeres de sus respectivas clases, ayudarían por cierto al capitalismo a expandirse a escala internacional, por cuanto contribuyeron a la sustentación de su masa de gananacia. Eva lo hizo asumiendo primero la nueva feminidad pequeño-burguesa surgida en la Argentina en la segunda década del siglo. [6] La que, luego de casarse, adaptó otra vez a nuevas pautas y roles, tales como los de ejecutiva, diva, primera dama, embajadora, y otros más que debió cumplir; siempre apasionada por la moda y víctima de sus leyes, se convirtiría pronto en líder consumista del proceso que reactivó la conversión de una industria del vestido y del calzado de producción fabril con una alta tasa de uso del trabajo humano, y complementada por la casera, a una industria mucho más mecanizada, de productividad acrecentada y producción en mucho mayor escala. Pero todo eso lo hizo Eva sin abandonar por ello a las mujeres que todavía necesitaban cocer a máquina para ganarse el sustento con el trabajo pagado por piezas, de lo que su propia madre había generado un ingreso para su hogar durante la niñez de Eva. Por cierto, esta fue crucial en muchos sentidos para el proyecto de industrialización acelerada promovido por el Peronismo cuando tomó el gobierno nacional por primera vez, en 1946. Eva ayudó de lleno a la necesaria expansión del mercado interno de varias otras maneras- por ej, mostrando ser dueña de un hogar moderno, que consume durables de línea blanca y es más dependiente de un abrelatas que de un libro de cocina, todo en línea con la redistribución del ingreso requerida por la industrialización hacia adentro que propiciaba el peronismo y que apoyaban tanto la burguesía industrial local como grandes sectores de la clase obrera organizada.

Del mismo modo, Diana adoptó - especialmente después de los primeros seis años de frustración matrimonial- un modelo modernizado de feminidad aristocrática, que desafiaría las convenciones mas rígidas del protocolo real con respecto a las  mujeres, pero que la haría víctima de una cultura uniformada, orientada a satisfacer la libertad del capital para profitar sin límites. O sea, de aquella cultura neo-liberal que crea nuevas necesidades, derivadas de la acelerada ampliación de la esfera mundial de influencia del capitalismo, de su volúmenes de inversión y de la supuesta 'ayuda' que presta a los aliados menos ricos: es decir, la cultura de la actual etapa de la así llamada 'globalización' del capital, que está hoy sediento de un consumo aun más masivo, y ansioso por abaratar el costo monetario de la producción en gran escala, sin ninguna preocupación por su costo moral; un consumo que trata entonces de hacerse uniforme hasta donde sea posible, y cualquiera sea su costo humano.[7]

Segundo: se propone que la adopción de nuevas, modernizadas prácticas de comportamiento 'femenino' por parte de Eva y Diana, exigieron por parte de ellas un grado relativo de coraje, una actitud hasta cierto punto desafiante de los hombres de su clase y de las viejas damas oligárquicas de sus sociedades, todo lo cual se combinó en el inconsciente colectivo con el mito femenino tradicional, e hizo que el gran público las viera como vírgenes de los altares del consumo y como estrellas del teatro de la moda internacional. Posiciones expectantes las suyas, sin duda alguna, que aprovecharían ambas para actuar, con mayor o menor interés consciente, como emisoras mujeres de discursos políticos con ciertas connotaciones feministas, algo  de lo que me he ocupado ampliamente en otros trabajos. [8]

Algo inusual, por cierto, y en ambas épocas históricas, viniendo de dos mujeres de su posición social: la una primera dama, la otra futura reina madre. Eva y Diana fueron voceras de un nuevo discurso político, caracterizado por: a) un nuevo uso del lenguaje y de la expresión corporal; b) un nuevo uso del espacio de las esposas de dignatarios del estado; c) inducir nuevas pautas de consumo y d) promover nuevas formas de hacer política en cuanto mujeres, especialmente con respecto a los miembros más privilegiados del género socialmente dominante, el masculino: generales, ministros, terratenientes, jefes de estado, príncipes, magnates de la prensa y de la radio, por ejemplo. 

O sea, que negociaron y obtuvieron una redefinición del lugar  y el espacio concedidos a la mujer de clase alta en las democracias republicana y monárquica, respectivamente. También establecieron una relación inédita con la máquina proyectora del deseo: el cine y la TV, y con los medios de comunicación de masas en general, tales como la radio y la prensa. Habiendo sido co-optadas por algunas de las reivindicaciones de las distintas tendencias feministas de sus contemporáneas, pusieron en práctica nuevos parámetros para la expresión de sus demandas genéricas. Es decir: así como otras mujeres burguesas reclamaran antes los derechos que la sociedad les negaba a ellas pero les concedía a los hombres de su clase - un caso típico son las líderes del movimiento sufragista de G.B., por ejemplo-, tanto Eva Duarte como Diana Spencer trataron de reformular el poder del discurso político-ideológico, y el discurso del poder formal en sus países respectivos. Reclamaron derechos para las mujeres de su clase, extensivos por añadidura a las mujeres de otras clases menos beneficiadas. Renegociaron el espacio de sus aliados y opositores, redefinieron su papel de esposas, y trataron de controlar la información acerca de sí mismas hasta límites casi inimaginados para su época.

Evita, entre otras cosas, se garantizó a sí misma la presencia de la mirada televisiva en 1951, cuando su marido y su partido se proponían ser reelegidos, y mientras ayudaba a sofocar un golpe de estado, tratando de organizar milicias populares y dividir de paso al ejército regular. Diana reclamó para sí la atención de todo un país, cuando en 1996, denunció desde la BBC las persecuciones de la que era objeto por parte de 'la firma', como le llamaba a la familia real. Ambos fueron períodos claves de su actividad política. Irónicamente, en ambos casos, estos excesos se dieron apenas un año antes de que murieran, en ambos casos. Nunca sabremos lo que hubiera pasado si no hubieran muerto antes de envejecer. Pero sabemos, sin embargo,  que ambas merecieron el odio y sufrieron la mojigatería de 'los que mandan'.

Evita quiso asegurarse que la adhesión de millones de sus seguidores se plasmaría en imágenes que sirvieran para negociar la reelección de su marido, el general Perón, y de su partido, el Peronista, y le allanaran su propio rol en las elecciones nacionales. Esto ocurría en un momento en que las mujeres argentinas irían por primera vez a participar en elecciones nacionales, en 1951, con derecho a elegir y a ser elegidas. Evita se preparaba a compartir la fórmula presidencial, siendo la primera mujer que se lo propuso en el mundo. Contaba en su favor con el apoyo de cuatro poderosos aparatos ideológicos del estado peronista: la Confederacíon Central de Trabajadores, (CGT); el Partido Peronista, Rama Femenina; la Fundación de Ayuda Social Eva Perón y el sistema de las familias de las clases trabajadoras. [9]

Diana, a su vez, cometió 'excesos' tales como los de querer ser embajadora de su país, luego de trabajar en una terapia de orientación feminista con Susie Orbach, o cuando quiso dejar en claro poco antes de su divorcio, que habia sido humillada y abandonada por su marido y por un peculiar modelo de familia, el de 'la firma'. Cuando declaró poseer un aspecto fuerte de su personalidad, y la voluntad de luchar como mujer por sus derechos.[10]  A Evita la tildaron muchas veces de masculina; a Diana, sus enemigos reales la rotularon en la oportunidad a que acabamos de referirnos, y públicamente, de estar en estado avanzado de paranoia.

¿No es muy alto el precio que se paga por innovar un poco las pautas de comportamiento femenino?

Para redondear y resumir: Eva y Diana, conscientes del enorme impacto de las imágenes, trataron de controlar el uso de las suyas y de usar el idioma como arma política, y lograron crear y proyectar una cierta versión propia de sí mismas; bien se podría decir que la de ellas fue una lucha tenaz por ganarle la batalla discursiva a las clases dirigentes; por auto-reprensentarse, en fin, en el desempeño de tareas femeninas en las que no reconocían modelos a los cuáles poder imitar. Fue la suya una lucha despareja y desigual, que, como la de cualquier mujer que desafía al techo de vidrio de su profesión lo sabe bien, produce límites intolerables de demandas orgánicas. Pero ambas contribuyeron también de lleno a la perpetuación de sus mitos futuros. 

Eva y Diana, repito, jugaron un importante rol en la modernización de las relaciones sociales de género en sus respectivos países. Afectando las condiciones de emisión y recepción de los discursos femeninos, hicieron a sus propios discursos muy efectivos. Garantizando el poder de esos discursos al garantizar su efecto, facilitaron su distribución en gran escala. Y multiplicaron con ello el impacto  derivado del discurso que se consume de inmediato a su emisión. El público podía beber de sus palabras, gestos y/o acciones, sin las deformaciones textuales que ocasiona el lapso que suele mediar entre la fecha de emisión y la de consumo de un discurso. [11]      

Tercero: no obstante lo importante de todo lo anterior,  ello no parece interesarle a la industria del espéctaculo y de  información de las masas. Porque la imagen global que se proyecta hoy día de Eva Duarte de Perón es la de 'Evita', la que ha corrido el mismo destino de lo que pasó durante los últimos años de vida con la de la princesa inglesa. Es a 'Diana' a quien las masas vemos, y de quien se lee. Algo distorsionado aún más, todavía, desde el día mismo de su muerte, en que aparecieron varias imagenes de 'Diana'. La trivialidad se impuso sobre la racionalidad, el análisis fue substituido por el chisme, la envidia se confundió con el deseo de los reporteros y los prejuicios colonialistas de la sociedad británica dominaron la escena, mientras las monedas se apilaban en el bolsillo de los magnates de la prensa amarilla. Es que hablamos de las funciones ideológicas de un mismo modo de producción, del sistema capitalista, cualquiera sea la forma que este adoptara entonces o ahora, aquí o allí, incluídas las formas avanzadas de capitalismo de estado del modelo (comunista) soviético, de la China desde Mao en adelante y/o de nueva Cuba global del 'período especial', desde 1990 en adelante. 

Hablamos a un alto nivel de abstracción, claro está, de un mismo modo de producción, el capitalista, que crece a saltos y de manera deformada, y avanza a distintos ritmos a los que se rotulan con nombres ficticios, todo a consecuencia del estilo de desarrollo que lo tipifica; esto es, uno desigual y combinado. El que, en esta etapa que está ahora atravesando, necesita de las imágenes globales de esta moderna 'Evita', de la nueva 'Diana', y de otras Madonas por el estilo, Diosas de la Blancura a las que se adora en las catedrales del consumo, y cuya frialdad estereotipada viene a recibirnos cuando se abren las puertas automáticas de los supermercados en Gran Bretaña. Son las nuevas amazonas y pecadoras del parnaso de la riqueza. Usadas para entretenar a las masas, para instarlas a consumir, drogas varias, vestimentas, diarios, revistas, programas, películas, videos, discos compactos, afiches, muñecas, pero no siempre, ni tanto, condones; imágenes pre-fabricadas usadas para hacer más explícito el proceso de identificación y asegurar el consumo de toda la parafernalia de la moda femenina dominante. [12]

Cuarto: estas monstruosas imágenes que alimentan el 'eterno femenino', transmiten y refuerzan lo tradicional con respecto a lo feminino y lo masculino. Todo esto ocurre mientras crece la feminización de la pobreza a raíz del imperio del neo-liberalismo. [13] Pero esta feminización no es tampoco uniforme: porque el racismo implícito en los sistemas de castas y clases, afecta más a las mujeres de otros colores que aquellas cuyo color de piel es el blanco, como lo ha demostrado bell hooks [14]; y mucho más a las proletarias y campesinas de América Latina que a las pequeño-burguesas de USA o de la Unión Europea; y algunos sectores de entre estas últimas se benefician directamente de los avances conseguidos a raiz de la prédica carrerista de ciertas modalidades del feminismo liberal. El agismo tambien condena a las mujeres más viejas entre las pobres a vidas carentes de casi toda dignidad, y a la prostitución involuntaria a sus nietas, por añadidura. Eso sin entrar siquiera a considerar el efecto de la nueva modalidad de acumulación a escala mundial, con su secuela de jóvenes varones enfrentados a una permanente falta de oportunidades, aunque todavía privilegeados en comparación con sus similares de Asia, Africa o America Latina. Los amparados por decadentes sistemas de bienestar social de los países más 'avanzados'en lugar de gozar de la certeza de un empleo digno, acorde a sus necesidades vitales.

Conclusiones

Las representaciones genéricas del tipo 'Evita' y 'Diana' que hemos mencionado en esta ponencia, de imágenes de mujeres construídas en base a prejuicios clasistas, sexuales y racistas, entre otros, sirven para mantener artificialmente las barreras que dividen a las mujeres. A ello se suma la diversidad de las barreras materiales que generan divisiones y diversidad dentro del género femenino, y atenta contra su unidad de acción. La academia ayuda a mantener estos prejuicios y divisiones, cuando posterga a los estudios de género y/o a quienes los realizan a un segundo plano, o cuando transplanta categorías simplistas de otras latitudes, tales como los conceptos duales de machismo / marianismo; esfera privada/pública; Norte/ Sur, etc. Falsos dilemas que deben ser evitados para acelerar el proceso de respeto por lo diferente. La investigación feminista latinoamericanista, adoptando metodologías propias, debe aprender a romper con todos los canones impuestos; sólo entonces será posible que el discurso académico comience a reflejar los intereses de la mayoría de las mujeres, de aquellas que aunque nacieron como nosotras y nosotros en América Latina, están siempre ausentes de las estructuras y eventos adonde se discute su destino.

Por éso, creo que es también tiempo de que los Consejos de Investigación de la Unión Europea revisen sus propias prioridades y apoyen el estudio de lo supuestamente externo, de lo 'diferente'. Seguir ignorándolo o negándolo, es algo que hacen al riesgo de su propia riqueza cultural.