Aproximación  histórico - lógica a la antinomia cuantitativo- cualitativo como problema filosófico epistemológico.
Autor: Felipe Yerena Guerra

Introducción

Al hablar de la antinomia cuantitativo- cualitativo nos encontramos frente a un problema de carácter epistemológico acerca del conocimiento científico y el acceso a éste, así como también en un sentido mas general y cosmovisivo aun ante un problema filosófico porque es un debate que nace desde los inicios de la civilización occidental y se pr. Sentó casi desde sus orígenes con posiciones antinómicas olvidando los entrecruces  e interjuegos dialécticos que suelen establecerse en los complejos fenómenos naturales  y sociales.

En una perspectiva clásica y bien general es preciso  considerar que el conocimiento científico pretende superar al “sentido común”, buscando y generando justificaciones fundadas, argumentadas y razonadas que superen las intersubjetividades, de modo que sea aceptado más allá del sujeto que las presenta, idea que tiene no obstante muchos matices y a la que nos podremos contraponer en las actuales condiciones científicas en que se interconectan y relativizan los saberes y se asume con relieve el papel de la subjetividad en el proceso de construcción del conocimiento.

Al abordar  sintéticamente la polémica cuantitativo- cualitativo es preciso, realizar un breve recorrido histórico, el cual nos permitirá comprender como nace desde los griegos la idea de la contraposición entre ambos enfoques, para terminar en una reflexión de la polémica entre lo cuantitativo y lo cualitativo en la investigación científica, ya que tras este debate hay algo mas que meras conductas investigativas porque aceptamos  a diferencia de los positivistas que la ciencia no es neutral, ni ahistórica, sino que se encuentra profundamente imbricada en la cultura. Establecer las rutas de la polémica es el propósito central del presente trabajo. 

Desarrollo

En Grecia  la polémica entre lo cualitativo y lo cuantitativo se vinculaba con los distintos planteamientos de Platón y Aristóteles. Platón, en su posición formalista e idealista, promovía sustituir la naturaleza misma por las matemáticas, sentando las bases de la matematización y de la medida, así como la conexión de ambas con una pura dimensión sincrónica de las cosas, siempre en reposo. Por su lado Aristóteles, contrariamente, defendía una aproximación a la naturaleza empírica -empireia, como trato directo con las cosas-, analógica y sensible. Su posición se adscribe más a una perspectiva cualitativa.

En la física aristotélica, las «cualidades» son propiamente los principios activos -lo caliente y lo frío, lo húmedo y lo seco- que, uniéndose por pares no contradictorios dan origen a los cuatro elementos de Empédocles; el intercambio de estas cualidades fundamentales explica la transformación de los elementos entre sí, mientras que la combinación de los elementos da origen a la variación de la naturaleza. La física aristotélica es precisamente cualitativa, porque se basa en la combinación de las cualidades, las mencionadas y otras menos fundamentales, como son los opuestos cualitativos duro-blando, denso-raro,[1]

Unida al concepto de cualidad (del latín qualitas, correspondiente al griego B@4`J0H, poiótes) expresa, en Aristóteles, las dos categorías de mayor importancia, tras la de sustancia: las cosas son, ante todo, -dice la tradición escolástica- un quid, un quale y un quantum [un qué, un cual y un cuanto].

EPIST. A la cantidad se la ha considerado también la dimensión medible del mundo material. La filosofía y la ciencia griegas ignoraron en principio este aspecto del mundo que la ciencia moderna, a partir del s. XVII, intenta expresar en fórmulas matemáticas. Se ha considerado que este vacío de formulación cuantitativa es una de las características del pensamiento griego: un «límite impuesto a la ciencia griega» (S. Sambursky). Así como los griegos ignoraron la experimentación y el uso de instrumentos, ignoraron también la medición y la formulación cuantitativas.

Para Aristóteles, es una de las categorías fundamentales en que puede clasificarse todo cuanto existe: posee cantidad aquello que es divisible, y lo divisible puede ser discreto, esto es, divisible en una pluralidad, o continuo, esto es, magnitud; tiempo y movimiento son divisibles como magnitudes, ya que el movimiento está en las cosas y el tiempo es el movimiento medido.

Un segundo momento estaría situado en la Baja Edad Media y estrechamente vinculado a la aceptación del cero y el vacío, junto al surgimiento de la burguesía. El cero y el vacío proporcionaban una posibilidad de matematización de la naturaleza y de invertir el orden de su estudio. Si en la Grecia clásica primero era el abordaje sensible, cualitativo de la naturaleza, y posteriormente su matematización, en la Baja Edad Media esto  se invierte, pasando a ser la cuantificación de la naturaleza la primera instancia.

La escolástica mantiene la idea aristotélica de que la cantidad es un accidente de la sustancia, de modo que sobreviene directamente a ella mientras que las cualidades sensibles, o propiedades, sobrevienen a la cantidad;

A finales de la Edad Media (s. XIV), aparecen los primeros intentos de medir cuantitativamente las variaciones intensivas de las cualidades por parte de los escolásticos de Oxford William Heytesbury, Richard Swineshead y John de Dumbleton; se comienzan a dar, de esta maneras, los primeros pasos hacia una aplicación de las matemáticas a la física, que es la actitud que dará origen a la ciencia moderna.[2]

La llamada «vieja física del sentido común» de Aristóteles, que sólo llega a relacionar de manera imprecisa velocidad con espacio, tiempo, fuerza y resistencia, es eminentemente cualitativa. Arquímedes representa un caso aislado de formulación de leyes estáticas. Tras algunos indecisos intentos de expresar cuantitativamente algunos aspectos de la naturaleza hechos por algunos de los llamados «antecesores medievales de Galileo», como los calculatores medievales del Merton College, de Oxford, y Nicolás de Oresme, de la universidad de París, el aspecto cuantitativo de la realidad no se mide propiamente hasta la formulación de las leyes del movimiento hecha por Galileo; desde entonces, el tiempo es una magnitud matemática. Desde entonces también, los conceptos fundamentales de las ciencias de la naturaleza, en principio la física, cuantitativamente definidos, son los pilares sobre los que descansa el conocimiento de la naturaleza.

La tercera etapa de la polémica se encuentra en  la modernidad, la lucha se   establece  entre Newton y Leibniz. Con Newton se matematiza plenamente la naturaleza, juntamente con el desprendimiento de una visión teocrática de la misma. Por su lado, Leibniz defiende una naturaleza cualitativa, no vacía y sí diferenciada.

El cuarto momento  se vincula  con el surgimiento del método experimental,  con  Boyle y  la realización  de los primeros instrumentos y experimentos de laboratorio. El desarrollo de la tecnología experimental habilita la creación de naturaleza, se trasciende el debate discursivo y se empieza a producir naturaleza "vacía”. Las disensiones surgen entre el "plenismo" y la posibilidad del vacío. Por su lado, Hobbes defiende la existencia de un espacio cualitativo, llano y sensible, y presto a demostrarse matemáticamente sin ayudas exteriores. En este momento, con el desarrollo de los experimentos de laboratorio, se engendra una metodología cuantitativa que posibilita el control de los hechos.

El quinto momento se vincula al desarrollo de la Filosofía Clásica Alemana y al marxismo, particularmente con Hegel, Marx y Engels. En el primero de modo especulativo, como era su sistema en general, superar la antinomia racionalismo – empirismo, problema central en la revelación de la esencia de la relación cuantitativo – cualitativo. En el marxismo, como filosofía de la praxis y la subjetividad, se logra asumir lo cuantitativo y lo cualitativo, como dos momentos inseparables, en tanto expresan dos aristas mismas de la realidad existente, que en su devenir real, se convierten mutuamente, a través de la praxis.

En su teoría del ser, Hegel define la cantidad como la calidad superada, estableciendo así su unidad en la medida[3]. Para él, “la cantidad es el puro ser en quien la determinación es puesta, no ya como una con el ser mismo, sino como superada e indiferente”.[4]

Con un lenguaje rebuscado y especulativo, el clásico alemán, logra fijar la unidad de los momentos cuantitativo y cualitativo, en su perenne devenir. Sencillamente, “esta exterioridad del cuanto en su determinación, determinabilidad en sí mismo, constituye su cualidad; en esta exterioridad es precisamente lo que es y está en relación consigo mismo. En él se hallan reunidos la exterioridad, es decir, lo cuantitativo y el ser para si; es decir, lo cualitativo. El cuanto, puesto así en sí mismo, es la relación cuantitativa; determinabilidad, la cual tanto es un cuanto inmediato, el exponente, como la mediación; esto es, la referencia de un cuanto a otro; los dos lados de la relación que no valen por su valor inmediato, sino cuyo valor reside sólo en tal relación”[5].  

Como maestro de la dialéctica que reconoce el valor de la comprensión de la realidad como esencia contradictoria en sí misma y en su devenir progresivo,   para Hegel, “los lados de la relación son aun cuantos inmediatos, y la determinación cualitativa y la cuantitativa de los unos y de los otros es aún extrínseca[6].’ Pero según su verdad; es decir, en cuanto lo cuantitativo es a la vez referencia a sí mismo en su exterioridad, o que el ser por si y la indiferencia de la determinabilidad están reunidos, tenemos la medida”[7].

Por su parte, tanto Marx como Engels hacen aportaciones sustantivas en el discernimiento de la unidad dialéctica cuantitativo – cualitativo, sobre la base de las reflexiones profundas de Hegel. En la obra de Marx, particularmente en El capital, se muestra la conversión recíproca de ambos contrarios (lo cuantitativo y lo cualitativo), y en “dialéctica de la naturaleza” y Anti – Düiring, Engels hace gala de la comprensión dialéctica de dicho problema, siguiendo la propia lógica de Marx. “Pero, como la producción capitalista – señala Engels, siguiendo la lógica de Marx - no persigue como objetivo la mera subsistencia, sino el incremento de la riqueza, no bastará que se den esos elementos para que nuestro empresario, con sus dos obreros, sea ya un capitalista. Para poder vivir el doble de bien que un obrero corriente y volver a transformar, además, en capital la mitad de la plusvalía producida, tendría, que ocupar a ocho obreros, y por tanto, poseer el cuádruple de la suma de valor que necesitara para ocupar a dos. Sólo después de sentar estas condiciones y en relación con otras deducciones encaminadas a ilustrar y fundamentar el hecho de que no basta una suma cualquiera pequeña de valor para convertirse en capital, sino que para ello todo período de desarrollo y toda rama de industria tiene su determinado límite / mínimo, apunta Marx[8]: “Aquí, como en las ciencias naturales, se confirma la exactitud de aquella ley descubierta por Hegel  en su Lógica, según la cual, al llegar a un cierto punto los cambios  puramente cuantitativos se truecan en diferencias cualitativas”[9].

Se nota una exposición excelente, en cuanto  a profundidad se refiere, sobre la unidad dialéctica entre lo cuantitativo y lo cualitativo,  y su unidad superadora de los contrarios, en su devenir dialéctico, a través del límite, la medida. Una ley (transformación de los cambios cuantitativos a cualitativos, y viceversa) presente en la realidad con carácter universal.

“Más arriba, - escribe Engels, criticando  Düiring - al examinar la esquemática del mundo, veíamos que al señor Dühring le había pasado con esta línea nodal hegeliana de las relaciones de medidas, en la que, en ciertos puntos las transformaciones cuantitativas se truecan de pronto en saltos cualitativos, la pequeña desgracia de haberla reconocido y aplicado en un momento de debilidad. Y citábamos uno de los ejemplos más conocidos: el de la transformación de los estados de agregación del agua, que, bajo la presión normal del aire, al llegar a los 0° C, se convierte de cuerpo líquido en cuerpo sólido, y a los 100° C de líquido en gaseoso, caso que demuestra cómo, al llegar a estos dos puntos decisivos, un simple cambio cuantitativo de temperatura provoca una transformación cualitativa en el agua.

Cientos de hechos de éstos, tomados de la naturaleza y de la sociedad humana, podríamos aducir en demostración de esta ley. Así por ejemplo, en ‘‘El Capital’’ de Marx, toda la sección cuarta que trata de la producción de la plusvalía relativa en el campo de la cooperación, la división del trabajo y la manufactura, la maquinaria y la gran industria, contiene un sinnúmero de casos en que los cambios cuantitativos transforman la calidad, y los cambios cualitativos hacen cambiar la cantidad de las cosas de que se trata y en que, por tanto, para emplear el giro que tanto odia el señor Düiring, la cantidad se trueca en calidad, y viceversa”[10]

También en el quinto momento se estudia  la racionalización y formalización de lo social, con  Max Weber, con la fundación de la sociología como disciplina que pretende entender y explicar la acción social como conducta humana con un sentido subjetivo. Aunque algunos autores expresan que   Max Weber puede considerarse  como uno de los fundadores de la perspectiva cuantitativista en ciencias sociales, ya que para él la evidencia se alcanza a través de lo racional, o sea de la lógica y la matemática, el problema no es tan simple y paradójicamente ya este filosofo comienza a apreciar las posibilidades  de convergencia. En contradicción con Diltehy Weber no creía que la referencia a significados y valores  por parte de las ciencias sociales o culturales las colocara en una clase diferente de aquellas ciencias que establecen relaciones causales. A diferencia de Rickert, no colocaba a la ciencia natural y a las ciencias sociales en campos  opuestos en cuanto a su objetivo final, pues estas últimas pueden alcanzar un tipo de explicación de causas probabilísticas y con la búsqueda  de tipos ideales: “la filosofía de Weber debe entenderse en términos de las relaciones que establece entre historia y sociología y del intento de llevar a cabo una aproximación  entre el conocimiento ideográfico y el conocimiento nomotético, buscado por las ciencias naturales. En tal intento ocupan un lugar central en su teoría los conceptos  de Verstehen, tipo ideal  imputación causal”. . [11]

Queda planteada así, a partir de esta síntesis, el desarrollo de las dos perspectivas que, a la luz de ciertos cambios en el seno de las ciencias, fundamentalmente la física, retoman en los últimos años su polémica.

En la física aristotélica, las «cualidades» son propiamente los principios activos -lo caliente y lo frío, lo húmedo y lo seco- que, uniéndose por pares no contradictorios dan origen a los cuatro elementos de Empédocles; el intercambio de estas cualidades fundamentales explica la transformación de los elementos entre sí, mientras que la combinación de los elementos da origen a la variación de la naturaleza. La física aristotélica es precisamente cualitativa, porque se basa en la combinación de las cualidades, las mencionadas y otras menos fundamentales, como son los opuestos cualitativos duro-blando, denso-raro, entre otros. A finales de la Edad Media (s. XIV), aparecen los primeros   intentos de medir cuantitativamente las variaciones intensivas de las cualidades por parte de los escolásticos de Oxford William Heytesbury, Richard Swineshead y John de Dumbleton; se comienzan a dar, de esta maneras, los primeros pasos hacia una aplicación de las matemáticas a la física, que es la actitud que dará origen a la ciencia moderna.

 La nueva física de la revolución científica (s. XVII), que se fundamenta en una teoría corpuscular de la materia y que se remite a la antigua tradición atomista de los griegos, relega a un segundo término la teoría de las cualidades aristotélicas, que entiende como formas sustanciales o accidentales, y por lo mismo como cualidades ocultas, dando primacía a una interpretación mecanicista de las propiedades de los cuerpos. Desde Demócrito, se distingue entre cualidades primarias y secundarias, a las que se considera, correlativamente, objetivas y subjetivas.

 Tanto Galileo como Descartes comparten la idea de que las cualidades de un cuerpo se explican por acción de la materia en movimiento y en ambos cobran mayor importancia las cualidades primarias,  no  inmediatamente perceptibles y ni directamente experimentable, y ser sobre todo cualidades cuantificables susceptibles de ser medidas (forma, tamaño, situación en el espacio y en el tiempo, movimiento. Las directamente perceptibles por los sentidos: color, sabor, calor, sonido,  son, desde el punto de vista de la ciencia, escasamente

Importantes y de valor subjetivo; puros nombres, sostiene Galileo. Descartes afirmará la existencia de una sola cualidad primaria, la extensión, a la cual se reduce cualquier otra cualidad, cuyo origen no es más que la materia extensa en movimiento. Newton mantiene como cualidades primarias la solidez, la masa, la dureza, la impenetrabilidad y el movimiento, como cualidades propias de los átomos y de los cuerpos; las demás cualidades (secundarias) son reacciones de las propiedades primeras de los átomos entre sí o de los cuerpos entre sí. La filosofía empirista consagra por obra de Locke la distinción de las cualidades en primarias y secundarias; el fenomenismo de Berkeley elimina de raíz tal distinción identificando toda propiedad de los cuerpos con las sensaciones subjetivas.

La filosofía trascendental kantiana  cambia la perspectiva de lo que es objetivo y subjetivo por la de lo que es trascendental y constitutivo a priori de conocimiento, sintético, por lo que decrece  el interés por la distinción entre cualidades primarias y secundarias. La cualidad es en Kant una de las doce categorías, la que justamente se refiere a la posibilidad de percibir cosas fenoménicamente reales: todo lo percibido ha de tener necesariamente una magnitud intensiva, un grado. No  puede ser percibida ninguna cualidad de grado cero, o intensivamente nula ya que  sería la nada, la negación y  no una realidad.

 En la filosofía de la ciencia actual se habla de cualidades intensivas y cualidades extensivas, nociones que corresponden normalmente a lo que se llama cualidad y cantidad. Se prefiere hablar de propiedades de las cosas, que se nombran con conceptos clasificatorios y comparativos, pero sobre todo con los conceptos cuantitativos o mediciones.[12]

Así  pues, podemos apreciar que desde la antigüedad ha existido la polémica entre los racionalistas y los idealistas; entre los que creen sólo en lo que ven y pueden tocar y los que creen en las verdades absolutas por medio de la fe, lo cual es uno de los sustentos filosóficos de la polémica cuantitativo- cualitativo cuando  se asocia mecánicamente lo cuantitativo con la objetividad y lo cualitativo con la subjetividad.

La cuestión se plantea históricamente, de acuerdo con varios autores (Gutiérrez, 1996), en la disyuntiva de si las ciencias sociales pueden o no tomar prestada la metodología de las denominadas ciencias naturales y utilizarlas para investigar el mundo social y humano. El grupo identificado como positivista (algunos de cuyos más distinguidos representantes son Comte, Mill y Durkheim) supone que sí, y trabajan dentro de la forma empirista establecida por Newton y Locke.

 El grupo  idealista (representado por Dilthey, Rickert y Weber, entre otros) encontraron una filosofía particular a partir de la tradición kantiana. Dilthey, en particular, sostenía que en los estudios de las ciencias sociales es imposible separar el pensamiento de las emociones, la subjetividad y  los valores son válidos y deben reflejarse en la forma en la que abordamos la investigación en estos campos. La complejidad del mundo social presenta cambios constantemente y es imposible establecer leyes similares a las existentes en las ciencias naturales parece ser un consenso bastante aceptado en la práctica investigativa y en el interior mismo de la polémica paradigmática cuantitativo cualitativo.

En la historia del problema , en su génesis misma apreciamos que se enfocaba  lo cuantitativo y lo cualitativo en una misma posición, pero, no podemos dejar de afirmar que con el influjo de la filosofía  positiva, y la separación  de las ciencias de la filosofía como ciencia de las ciencias, se comienza indefectiblemente a identificar lo científico  como lo cuantitativo, en la medida en que era objetivo a histórico y atemporal y no se reconocía  su vinculación con la subjetividad del investigador.

Así, el paradigma cuantitativo, como hemos visto, es de larga tradición  en el campo de las ciencias, pero nada desde sus orígenes  permite atribuirle una cualidad  superior para producir el conocimiento, sin embargo lo cuantitativo  despliega una importante influencia en las ciencias sociales, a tan punto que para atribuirle a las investigaciones en este campo el estatus científico debían incorporar a su aparato metodológico la estadística, la matemática y lo cuantitativo en general.

Sin embargo los adelantos científicos, el hecho mismo de que entrara en crisis el paradigma de la ciencia clásica en la misma ciencia que lo hizo crecer a niveles inusitados, han impuesto  la necesidad de una revisión del paradigma cuantitativo, sobre todo  a partir de ciertos hallazgos científicos en las ciencias físicas. Más precisamente, el principio de incertidumbre y la teoría relativista, que cambiaron para siempre la relación sujeto-objeto, implicaron el abandono de la dominación del paradigma positivista. El principio de complementariedad onda-corpúsculo, desarrollado por Planck, Bohr, Einstein y otros, ha iniciado un debate en las ciencias naturales que las ha trascendido y se ha instalado en las ciencias sociales. Todos los hallazgos aludidos también han originado que aparezca con fuerza numerosos estudios relacionados con la epistemología de segundo orden que constituyen un redimensionamiento del pensar científico y que detallaremos en capítulo siguiente.

 Por lo planteado anteriormente es natural mirar los enfrentamientos entre los enfoques cualitativos y cuantitativos desde el punto de vista de las confrontaciones de los paradigmas.  Las discrepancias entre los paradigmas cuantitativo y cualitativo de la investigación  se inician en el enfrentamiento de los supuestos filosóficos del positivismo y del idealismo científico.

Entre  las actitudes que han prevalecido en las disputas sobre los paradigmas cualitativo y cuantitativo se han reconocido las  diferentes  posturas: de supremacía: característica de aquellos que consideran que uno de los paradigmas es superior, de síntesis, determinada por los que   pretenden combinar las aportaciones más valiosas de cada paradigma, de contingencia de quienes. consideran que el investigador debe aplicar el paradigma que le parezca mejor -más apropiado- a la situación dialéctica: aquellos que pretenden usar las diferencias entre   perspectivas competitivas contrarias a fin de avanzar nuevos modos de conocimiento todo sirve: posición que agruparía a aquellos que mantienen una actitud en la línea de la epistemología radical de Feyerabend sustentada sobre el principio de que no existe idea-por antigua y absurda que sea-que no contribuya a mejorar nuestro conocimiento.[13]

 La mayoría de los autores distinguen como enfoques metodológicos en investigación educativa el cuantitativo y el cualitativo. Así vemos que los  términos enfoques y paradigmas pueden en ocasiones utilizarse como sinónimos, sobre todo si se tiene en cuenta la argumentación anterior de la hiperbolización existente en torno al término paradigma, podremos comprender  junto a Colás Bravo, la denominación de enfoque cuantitativo y cualitativo en lugar de paradigma, sin embargo todos coinciden  en que los   enfoques metodológicos  son proyecciones de planteamientos filosóficos que suponen tener determinadas concepciones del fenómeno social estudiado. [14]

 Otro importante aspecto  de la teoría e historia del problema es el relacionado a cuál paradigma se desarrolló primero, no existe consenso sobre cuál de ambos  desarrolló primero[15].  Sobre lo que si existe consenso es acerca del papel dominante que ha tenido el enfoque cuantitativo. Muchos autores reconocen que  durante mucho tiempo,  la postura cuantitativa definió lo que era "hacer ciencia" y bendijo los descubrimientos que podrían catalogarse como "verdades científicas". Las descripciones, explicaciones, predicciones, el control, la comprensión, la interpretación para ser consideradas científicas, debían apoyarse en métodos  estadístico-experimentales lo cual se consideraba reduccionistamente como un control de la subjetividad.

Luego, con el transcurso de la historia, las ciencias duras no eran las únicas presentes en el campo del conocimiento, pues ya aparecían con fuerza las llamadas ciencias sociales que peyorativamente se denominaron blandas para continuar reforzando la idea de la superioridad de un paradigma sobre otro. Al nacer las  ciencias sociales, éstas en principio trataron de acomodarse al concepto de ciencia proveniente de las ciencias “duras” y se produjo el traslado acrítico de las metodologías de las ciencias naturales a las sociales, con el consiguiente  reduccionismo de la amplia compleja y sistémica realidad social. La aparición de las ciencias humanas o sociales cuestionaba  el   método científico, porque no  todos los fenómenos  dignos de ser estudiados cumplían los requisitos que este método imponía, ejemplo aspectos relacionados con la observación y la medición: ¿De qué manera hacer observable, las normas sociales, o los prejuicios, o los fenómenos provenientes del inconsciente, o la memoria? Al ponerse en cuestión los preceptos básicos del positivismo científico, se abre la polémica en torno a que es  realmente  la ciencia.

Estas nuevas ciencias encienden entonces una polémica: unos exigían que estas nuevas ciencias se acomodaran al paradigma de las ciencias llamadas verdaderas y otros defendían su  autonomía.

Otros distinguen sólo entre paradigma cualitativo y cuantitativo. La distinción o clasificación de distintos paradigmas, ha contribuido enormemente a aclarar la discusión científica. Pero también ha creado conflicto o confusión. Por ejemplo:

Algunos defensores del método cuantitativo argumentan describiendo el método experimental “el único medio de establecer una tradición acumulativa en el que cabe introducir perfeccionamientos sin el riesgo de prescindir caprichosamente de los antiguos conocimientos a favor de novedades inferiores”[16]

Pero esta discusión es estéril desde su inicio, dado que si volvemos a revisar la definición de paradigma, lo entendemos como un conjunto de creencias diferentes, distintas formas de ver, que predisponen a concebir el mundo y lo que en él ocurre de modos profundamente diferentes.

La polémica no se refiere solo a los métodos y técnicas diferenciadas de investigación, sino que tiene unas raíces más profundas y extensas de índole epistemológica y filosófica. La dicotomía atraviesa además otros órdenes de naturaleza conceptual y teórica: las distinciones entre macro y microsociología, estructura e interacción, objetividad y subjetividad. Cualquier intento de disolver o mediar en la dicotomía entre los distintos métodos y técnicas ha de pasar no solo por una reflexión  práctica sino también por la  filosófica y epistemológica.

Con los años, la polémica epistemológica entre lo cuantitativo y lo cualitativo se ha diversificado y ampliado: numerosos paradigmas, escuelas y tendencias filosóficas que surgen posteriormente, comienzan a ser asociadas con lo cualitativo y lo cuantitativo, y los conceptos inicialmente reducidos a los niveles de las categorías propias de la cantidad y la cualidad, pierden su simplicidad original y se convierten en verdaderos sistemas en donde se suman valores, conceptos, categorías, métodos, técnicas y principios diferentes.

Hoy día, en torno a los paradigmas cuantitativos y cualitativos a pesar de sus connotaciones metodológicas, giran concepciones y propuestas como las propias del positivismo tradicional, positivismo lógico, de la dialéctica marxista, del racionalismo, de lo histórico-hermenéutico, de la teoría crítica, del empirismo analítico y tantas otras propuestas que de una u otra forma se asocian con perspectivas cuantitativas y cualitativas.[17]  

Consideración final

Al realizar una acercamiento histórico lógico a la evolución de la polémica cuantitativo - cualitativo podemos afirmar la presencia de cinco grandes  momentos nacidos desde la obra de los griegos Platón y Aristóteles, hasta la Filosofía Clásica Alemana, con su figura descollante: Hegel,  el surgimiento de la filosofía marxista y las posiciones sociológicas de Max Weber. 

En el devenir de la polémica cuantitativo cualittivo  es relevante la etapa     vinculada  al desarrollo de la Filosofía Clásica Alemana y al marxismo, que intentan y logran, particularmente con Hegel, Marx y Engels, superar la antinomia racionalismo – empirismo, problema central en la revelación de la esencia de la relación cuantitativo – cualitativo. En el marxismo, como filosofía de la praxis y la subjetividad, se logra asumir lo cuantitativo y lo cualitativo, como dos momentos inseparables, en tanto expresan dos aristas mismas de la realidad existente, que en su devenir real, se convierten mutuamente, a través de la praxis. También se reconoce en el  quinto momento  la racionalización y formalización de lo social, en la obra de Max Weber y  con la fundación de la sociología como disciplina que pretende entender y explicar la acción social como conducta humana con un sentido subjetivo.

Referencias: 

[1] Herder.  Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996-99.Op. Cit.

[2] Ibídem

[3] “La medida es el cuanto cualitativo, primero como inmediato, un cuanto al cual está ligado un ser determinado o una cualidad.

Estando la cualidad y la cantidad en la medida sólo en unidad inmediata, su distinción se manifiesta de modo igualmente inmediato. El cuanto específico es, por consiguiente, en pare un simple cuanto; y el ser determinado es capaz de aumento y disminución, sin que la medida, la cual es una regla, sea por esto suprimida; pero, en parte, el cambio del cuanto es también un cambio de la cualidad.

Lo desmesurado (Masslose) es primeramente este andar de una medida a través de su naturaleza cuantitativa, más allá de su determinación cualitativa. Pero puesto que la otra relación cuantitativa, lo desmesurado de la primera, es también cualitativa, lo desmesurado es también una medida: estos dos pasos de la cualidad al cuanto y de éste otra vez a aquélla, pueden representarse como progreso infinito, como el suprimir y el restaurar la medida en lo desmesurado.

Lo que de hecho sucede, es que la inmediatividad, que pertenece aún a la medida como tal, es suprimida; la misma cualidad y cantidad son, en la medida, primeramente inmediatas, y la medida es solamente su relativa identidad. Pero la medida se muestra suprimida en lo desmesurado, y, sin embargo, en éste –que es la negación de la medida, pero es también la unidad de la cantidad y la cualidad – va acompañada solamente de sí misma”. (Hegel. La doctrina del ser. Enciclopedia de las Ciencias filosóficas. Instituto del libro. La Habana, 1968, p. 129). 

[4] Hegel. La doctrina del ser. Enciclopedia de las Ciencias filosóficas. Instituto del libro. La Habana, 1968, p. 124.

[5] Ibídem, p. 128.

[6] En la segunda edición después de «inmediatos»: «y por esto su relación es también indiferente, es un cuanto (el exponente): la determinación cuantitativa y cualitativa son aún exteriores a sí mismas». 

[7]Hegel. La doctrina del ser. Enciclopedia de las Ciencias filosóficas. Instituto del libro. La Habana, 1968, p. 128.

[8] Engels, Federico. Anti – Düiring. Ediciones Pueblos Unidos. Montevideo, Uruguay, 1960, pp. 152 – 153.

[9] Marx, Carlos, “El Capital”, Tamo 1, Volumen 1, página 341.  

[10] Engels, Federico. Anti – Düiring. Ediciones Pueblos Unidos. Montevideo, Uruguay, 1960, pp. 152 – 153.  

[11] Briones Guillermo, epistemología y teoría de las ciencias sociales y de la educación. México, EDit. Trillas, 2002. p. 62

[12] Diccionario de filosofía en CD-ROM.op.cit

[13] Morgan, citado por Rodríguez (1995),

[14] Colás y Buendía (1992) Investigación educativa. Sevilla: Canaima Librería

[15]  Barrantes  afirma que ambos enfoques o metodologías tienen cierta antigüedad y no puede afirmarse con precisión que una antecede a la otra o viceversa. Barrantes, R. (1999). Investigación. Un camino al conocimiento. Un enfoque cuantitativo y cualitativo. San José: EUNED.  

[16]Campbell D, Stanley J. (2002) Diseños experimentales y cuasi experimentales en la investigación social. p.2

[17]Cerda, Hugo. La investigación total (1994) La unidad metodológica en la investigación científica. Colombia. Editorial Magisterio, p. 15 y 16

Felipe Manuel Yerena Guerra

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