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El visitante 
por María Daniela Yaccar
mdyaccar@hotmail.com
 

Están golpeando la puerta. Un golpe. Ahora otro más fuerte. Ahora dos corcheas, cuatro semi, de repente una seguidilla de fusas.
No.
Es mi cabeza la autora de este flagelo; tal vez deba darme un baño y echarme a dormir.
De nuevo. La madera se vuelve golpe. Otra vez la corchea se instala en un pentagrama difuso.
Cuando las líneas de la realidad se
vuelven

tambaleantes ya nadie quiere

saber



NADA.

Espío por el agujero que conduce a la calle, esa realidad tan mínima que está afuera y que no es mi casa. Helada, no puedo permitir que mis brazos sigan sufriendo este frío. Enciendo la estufa, me siento, me duermo sentada.
Algo me hace mal, algo que está en el aire. No puedo sola. El cigarrillo insiste en convocarme, voy a él. Tengo calor ahora.
Golpes de nuevo.
No; será el viento. Me da miedo pensar en la charla que tuve aquella vez. Qué desprecio. Qué loca y aberrante que es alguna gente. Mejor tenerla lejos. Esa que dice la verdad tan horriblemente, que no sabe elegir las palabras correctas. Porque una cosa es decir la verdad y otra hacerla más fea.
Y vos... Si venís, me voy


yo.

Dos huéspedes que no quisiera recibir por nada en el mundo. La mentira hecha carne en tu cuerpo (de estofado).
Sigilosa como si hubiese alguien en la casa voy a buscar un sanguche. Siempre la comida altera mi estado de ánimo, y nunca para mal. Lo devoro como si fuera el último día de mi vida.

El visitante se siente a gusto con mi sahumerio de coco. Le agradezco la visita porque en este momento estaba inquieta. Quizás... no sé. Quizás sólo necesitaba hablar con alguien. Hay necesidades que no se conocen hasta que se tiene lo necesitado. Hay otras que nos inventamos. Quién sabe. Me da dinero, no lo acepto, le digo que esas cosas no merecen paga. Cae la última gota del día. Gracias por venir, le digo. La suya ha sido una agradable sorpresa.

Váyase a la mierda, le digo.

Ahora mi necesidad es gritarle a alguien. ¡Qué felicidad la de tener a alguien para hacerle cualquier cosa, para manejar sus hilos cómica y trágicamente! (y más si todavía cree en el destino... o en las personas).

Difícil es creer a veces.

Mierda y mucha mierda con R.

Vos, ella y el visitante asquerosamente idiota.
Qué bueno, se fue.
Me recuesto. Aflojo los músculos tensos.
Hay algo oscuro en el aire. Soy negra de piel y de espíritu. Nadie podrá salvarme. Afuera son todos buenos y mi corazón está podrido. Consigo que me mires y que dejes de mirarme de la manera que quiero. Lo hacés todo tan perverso... ja. ¡Qué mecanismo más pelotudo!

por María Daniela Yaccar 
mdyaccar@hotmail.com
 
Gentileza de www.romperelcristal.blogspot.com 

Autorizado por la autora

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