TEATRO › SE ESTRENA UNA NUEVA VERSIÓN DE UN TRANVÍA LLAMADO DESEO “Esta obra es como un tsunami”Diego Peretti y Erica Rivas se pondrán en la piel de Stanley Kowalski y Blanche DuBois, los inolvidables personajes creados por Tennessee Williams. “Vamos a toparnos con la subjetividad y la imaginación del espectador argentino”, se entusiasman los actores. Por María Daniela Yaccar
El desafío de Rivas y Peretti. Con dirección de Daniel Veronese,
subirán desde hoy al escenario del Apolo. |
Así como siempre se vuelve al primer amor, siempre se vuelve a Tennessee Williams. En eso están Diego Peretti y Erica Rivas, a horas de ponerse en la piel de Stanley Kowalski y Blanche DuBois. Todo un reto: Un tranvía llamado Deseo parece ser una obra infalible. Además, los dirige Daniel Veronese, quien ya ha demostrado su talento para ofrecer versiones de clásicos, como los de Chéjov e Ibsen. ¿Cómo escapar a los fantasmas de los deliciosos Marlon Brando y Vivien Leigh, protagonistas del film que dirigió Elia Kazan en 1951? ¿Cómo pronunciar aquellas frases que datan de 1947? Será cuestión de reivindicar la indiscreción, de eso se trataba el buen arte para Williams. La obra podrá verse los miércoles, jueves y viernes a las 21, sábados a las 20.30 y 22.30 y domingos a las 20, desde hoy, en el Apolo (Corrientes 1372). Tal vez sea Peretti quien tenga que encarar el objetivo más difícil: darle vida a un personaje grandote, violento y tosco, con una energía diferente de la que maneja cotidianamente. “Actúa de manera intolerante. Trata de infundir respeto a partir de la fuerza. Tiene la ventaja de ser auténtico y visceral, pero quiere aplastar a quien le moleste”, lo describe el actor, que se prepara para el estreno con actitud rea, con unas ojotas que, dice, usará hasta que el clima se lo permita. En cambio, para la entrevista con Página/12 , Rivas está perfectamente maquillada a lo Blanche, la culta, bella, poética y decadente hermana de Stella –pareja de Stanley– que llega para transformar enteramente la cotidianidad de esa casa en los suburbios de Nueva Orleáns. –No debe ser fácil la interpretación existiendo iconos tan fuertes como los de Brando y Leigh. ¿Es posible escaparles? Diego Peretti: –Los resultados son diferentes porque somos actores diferentes, así como también los directores. Es otra época. Aquello es una película, esto una obra de teatro. Erica Rivas: –La película fue hecha en un momento en que el cine era como la televisión ahora. Estas bestias de la actuación abrieron un método distinto. Por eso la película fue lo que fue, además de que eran actores maravillosos. La obra está armada de una manera tan magistral que uno puede ponerle una impronta personal, pero siempre hay algo que subyace, que es lo que Tennessee quiso decir, y esperamos ser coherentes con eso. –¿Y cómo compuso a Blanche? E. R.: –Es un personaje que me compromete muchísimo emocionalmente. Leí que la actriz que la hizo en España está un poco... colapsada (risas). –¿Estaba colapsada antes de hacer el personaje o sucumbió después? D. P.: –Según lo que tengo entendido, es una actriz muy buena. No sabía que colapsó. (A Rivas) Pero es mucho mayor que vos, eh... –La obra da para imaginar a una Blanche mayor. E. R.: –Puede ser, pero la problemática de la mujer que plantea la obra encaja perfectamente con la de una mujer joven: la edad, la juventud que se va, el hecho de ya no ser hermosa y no gustar a los hombres. No es muy difícil de atravesar, sobre todo cuando una tiene más de treinta. No trabajé físicamente, porque mi personaje no se involucra mucho desde ese lugar, pero sí emocionalmente. –En una entrevista dijo que tenía mucho de Blanche. Y entonces le preguntaron si no estaba un poco loca. Pero, ¿quién es el loco? D. P: –Desde el sentido común y honorable de la vida, Stanley. Es el que tendría que ir a algún lugar a hacer un poco de terapia... ¡No hablemos más de “loco”! Hablemos de gente angustiada, desesperada, arrinconada, marginada, no querida. “Loco” es una generalización. Los de la obra son personajes humanísimos. No suelo criticar a los personajes que hago, pero me parece imposible no criticar a Stanley. Está muy alejado de lo que entiendo como convivencia o trato con la gente. –¿A Blanche la entienden más? E. R.: –Está más cerca de nuestro mundo. Es una persona que se maneja con la sensibilidad con la que nos manejamos nosotros. Decir que está loca condiciona la imaginación, que es lo peor que se puede condicionar, tanto la mía como la de la gente. Tratamos de que todo tenga las poleas necesarias para saber por qué se manejan de esta manera. D. P.: –No se puede personificar la locura, la muerte, el amor; los arquetipos. Acá hay unos personajes que estamos tratando de conformar con nuestra preparación, imaginación, la interacción del grupo, la visión del director. Vamos a toparnos con la subjetividad y la imaginación del espectador argentino. ¡Qué bárbaro! Hace sesenta años de esta película y de esta obra de teatro. No creí que iba a producir tanto remember. ¿Vos cuántos años tenés? ¡Me estás hablando de una película que te triplica en nacimiento! ¡Y lo hacés como si hubieses mamado la situación! Es una señal de que es un tsunami. En todas las notas que nos hacen ponen un aparte de Brando y Leigh. –¿Creen que es una obra que puede leerse varias veces y entenderse de diferentes maneras? ¿Eso diferencia a Williams de Miller? D. P.: –Miller es más estructurado. No se va por las nubes. E. R.: –Tiene una energía más masculina. Va al punto, no se disgrega tanto. Tennessee es más circular. –Dentro del texto, la obra pinta un mundo masculino y uno femenino, bien extremos. E. R.: –Se podría pensar como la exacerbación de esos mundos. Por eso la energía masculina aparece ligada a la guerra, mientras que la femenina está ligada a la poética y a la literatura. Es un encuentro muy fuerte. Brando era y sigue siendo la imagen del macho más lindo que hubo. Y ella terminó con esa muerte tan romántica, de tuberculosis. D. P.: –Alfredo Halcón siempre contaba que una vez Vivien Leigh vino a Buenos Aires. A él le gustaba mucho. Se acercó a verla al teatro, y dice que la mirada de Vivien era la que tenía en las películas: una mirada perdida. Le impresionó. –¿Y qué es lo que pasa con esta obra? ¿Por qué el tsunami? D. P.: –Es muy poderosa, está muy bien escrita, es muy pasional, sanguínea. No podés boludear. No puedo boludear en el escenario. E. R.: –Ayer te vi como si fueras un oficial nazi (risas). –¿Cómo trabajaron la relación ambigua de Stanley y Blanche? D. P.: –Stanley ama a Stella profundamente. Con Blanche tiene una atracción impedida, no una historia de amor. Hay variables que tienen que ver con la atracción sexual, con apoderarse, con la posesión. Indiferente no pasa. Stanley sublima la atracción sexual y quiere poseerla, tener poder sobre ella. |
María Daniela
Yaccar
Publicado en Página/12 el Miércoles, 20 de abril de 2011
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