Comentarios sobre el libro “Vecindad Cerril” de Jerónimo Castillo, San Luis, Argentina, 2001 por Marino Wilson Jay |
Hasta
donde sabemos es sólo en la Tierra donde mora el hombre. Lo anterior, por
supuesto, no toma en cuenta las navegaciones espaciales, el paso de aquél
por la luna ni las residencias de ocasión en lo estelar. Aquí el único
animal que ríe sustancia un Eros de la cercanía, igual explaya una
conciencia dirigida por Thanatos. Por
tales ejercicios en el hábitat inferido a lo existente, además de los
capítulos atribuibles a lo terrenal y antropológico; puede aflorar el
amor con sus indefinibles universales; el eterno camino de vuelta hacia la
niñez como imagen no de aceptar la adultez interna y circundante, los
referentes de la amistad. Y también la fragmentación, que no otra cosa
incluye las profanaciones. He aquí pues que Vecindad Cerril, de Jerónimo Castillo, intenta abarcar, desde el lirismo asistido por la intelección, esa gama general. Este poemario constituye un fresco de apetencias. El hombre, plantado en los entornos, asiste al proceso generativo como metáfora de lo humano en ligazón con lo natural concreto en los paisajes. Valiéndose de métricas englobadoras, el poeta argentino no excluye el palpitar que evidencian los crepúsculos. |
Innecesario alarde y alarido con la genuina voz simple del prado donde entumece el bosque coronado del pequeño caudal anochecido. Porque en el fuego juega dulcemente con la sonora entonación del trino donde resabia ráfaga y torrente. (“Crepuscular”) |
Prometo
hablar sin circunloquios. Castillo ofrece el lenguaje con espíritu de gourmet.
Las palabras desean impulsarlo (falso) mientras es él quien las conduce a
la obediencia (verdad). Puede habitar el sueño y éste es sorprendido por
criaturas de la imaginación ahora incorporadas a la realidad. Observamos
un gnomo, próximo algún duende, aquí la siesta del mundo logrando una
nueva naturaleza. Sin embargo, el buen manejo ejercido por este poeta con
los metros (p.ej: el soneto y la décima no hace sino acentuar en él la
autocárcel. Castillo, en el verso libre, impone sus mejores galas. Vecindad cerril –título que no comparto por creerlo harto denotativo- utiliza en su primera parte el esplendor y deslumbramiento del mundo. Frente a estas visiones se encuentra lo terráqueo para su definición cuando el hombre aún no ha llegado a conformar su experiencia de la exterioridad. Así en esta enunciación. |
La
pezuña que en la piedra sabe
del brinco temprano, le
señala a la majada alocado
itinerario. Suben
las cabras al monte, algunas
lo hacen llamando con
su balido el ancestro caprino
que mora el pago. (“Tira al monte”) |
Debemos
estar alertas para adentrarnos en estas correspondencias. Asumo la
responsabilidad por lo siguiente. En el olfato de Jerónimo la nada
significa algo. Las peripecias de un ave pueden introducir una
materialidad falsamente negada por la aventura más o menos espiritualista
(“la pícara adolescencia/ del pájaro, en su creencia/ de tener mundo
ganado,/ porque su plumón alado/ le ha señalado otro rumbo”). La
brillantez obtenida por el poeta en el endecasílabo, su modo para
engarzarlo con lo lumínico, volátil, celeste y terrenal, inclina a
reflexionar en una poesía del paisaje como inherencia al mismo destino
humano en su transcurrir. De ahí que en el segundo apartado –“Capítulo
del hombre”- asistimos a intenciones más explícitas y existenciales.
Me refiero a “Hombre vegetal”, “Pesadumbre”, “Espejo” y otros.
Todos ellos, de algún modo, debido a su condición denunciativa,
constituye una rebelación –y revelación- en contra de los malignos
acertijos. Hay un texto, además, el cual se me antoja incluir íntegramente en estos apuntes. El mismo despierta en mí varios juicios que dejo para más adelante. |
Cuando
utilizas la palabra tienes todo
el dominio que la misma encierra. Nada
el poder te iguala en esta tierra y
es simple el ejercicio de tus sienes. Si
a la faena del Creador te avienes y
en la inconsciencia ignoras lo que aterra, ¿cómo
has de obrar si todo esto se aferra al
lar predestinado del que vienes? Pero
si alguno con empeño trata de
descubrir las fuerzas de tu sino, no
encontrará el inicio, seña o data. Porque
por siglos siempre tu camino fue
génesis de objetos en la grata dación
de tus escritos al destino. (“Escritor”) |
En
los enfoques de esta lectura a través de la historia, lo místico
y los hados alcanzan cierta fusión. Su idioma, que intenta
homenajear por el ritmo y los términos lo más acabado del soneto hispano
(también el petrarquista), comienza en la escritura como desentrañamiento.
Aquí el texto poético no le debe nada al mundo. El mundo le debe al
texto poético. Entonces, ¿estamos en el parafraseo del hálito
huidrobiano del poeta pequeño dios? No lo creo. Empero, ¿por qué será
imposible hallar esa dinámica sin inicios establecidos? ¿es el poeta el
gran veedor? ¿pocos soportan aquel avenirse a las facultades del
Hacedor?. Los
de siempre, en su envidia prolongada por infinitos horarios, no han
perdonado el excesivo genio de otros. Por eso muchos enrojecidos ante la
gloria ajena dicen que no existió el tal Homero; sino un conjunto de
aedos con aquel sobrenombre. De ahí, por causas similares, la negación
para aceptar un William Shakespeare, y atribuirle sus dramas a Christofher
Marlowe o afines, pues, han sostenido, resultaría inconcebible que un
cuidador de caballos, hijo de John Shakespeare y Mary Anden, tuviera tanta
inteligencia. No habríamos de extrañarnos (recordad: “Nada el poder te
iguala en esta tierra”) que no obstante los sistemas de información y
comprobación, a pesar del Carbono 14, el ADN y los cromosomas, de aquí a
quinientos años le restarán autoría al Whitman de Hojas de hierba,
al inmenso José Martí de Nuestra América, al peruano increíble,
César Vallejo, de Trilce, al Huidobro que buscara su otro en Altozar,
Neruda privado de su Tentativa del hombre infinito. Y seguiría el
listado no dudando que le arrebatarán Los siete locos a Roberto
Arlt... Acaso ignoren a Marechal por Adán Buenosayres, o, igual
Perón a Jorge Luis Borges; éste sea enviado nuevamente a inspeccionar
carnicerías y polleras, gracias a que no escribió Historia Universal
de la Infamia. Por tanto, “Escritor” le ha servido a Jerónimo Castillo para alertarnos en relación con hechos pasados que bien son susceptibles de repetirse en la Historia. Por otra parte, este poeta nos hace frecuentar –al antiguo estilo de los poetas-filósofos- las imágenes gnoseológicas apelando a una continuitas del lenguaje. Mas tiene el poder de alternancia para llevarnos con referencias cuasi directas a tres poemas mejor aceptados, según mi criterio. Me dirijo a “Trenes”, “Oración a Borges” y “Eternamente”. En el primero de los enumerados veo las huellas que distinguieran a uno de los sumos sacerdotes del grupo Martín Fierro, quien ya desde 1922 entregó a la Argentina Veinte poemas para ser leídos en el tranvía: Oliverio Girondo. Aunque las relacionables en “Trenes” no las ventilo a partir de ese medio de transporte en tanto hipertextos y concreción semántica; sí la extensión omnicontextual. Hechos los cuales no esquivan mi desinterés por ciertos momentos en “Vecindad...” y específicamente en el texto que nos ocupa: |
Constituirá un distingo, motivo de ceremonia, recibir la tía Antonia, ver partir al tío Domingo. |
Igualmente esos altibajos conducen a “Médico” con un prosaísmo casi delirante: |
Ante tu mano el cielo se reclina porque aunque el mundo enfermo yace pleno, lo estás sanando con tu medicina. |
O nos llevan a lo expreso político y falaz cuyas coordenadas borran cualquier posibilidad lírica: |
La lucha con lo externo no es exigua con un globalizado mundo ausente de todo cuanto he hecho a la antigua. (“La Ligua”) |
Prefiero
en Castillo esa argumentación participativa que lo entronca a una atmósfera
como proyección de lo objeto circundante. Esto es, olfateo su sed
constante de búsquedas por las sutilezas re-vertidas en grande. La
tierra, lo vegetal, el hombre... el eterno procedimiento para vencer lo
maléfico. Acaso
la añoranza de fuerzas superiores moradoras en lo menos previsible. No
olvidemos que el mencionado J.L.Borges, hablando de Evaristo Carriego,
alguna vez cito al filósofo griego numerado el Oscuro, calentándose en
una cocina donde también estaban los dioses. En
Santiago de Cuba, 10 y 11 de agosto de 2007 MARINO WILSON JAY, (Guantánamo, Cuba, 1946). Poeta y ensayista. Veinte poemas de horror y de misterio y Los hechiceros de los cincuenta, son sus libros más recientes. Es licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad de Oriente. Reside en Santiago de Cuba. |
Por Marino Wilson Jay
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