Milagro

El cumpleaños del señor Anders
Ian Welden.

Para Maritza, musa maravillosa.
También por supuesto para el señor Kristan Anders, ahora en América del Sur.

1

 

Salí esta madrugada a caminar por la Calle Larga de Valby. No había podido dormir porque en mi cabeza nadaban pensamientos poderosos cuan pirañas devorando a un dinosaurio.

 

La razón era mi amigo el señor Kristian Anders, un hermoso viejito solitario que vivía aquí cerca de mí, en la

Calle del Caballo que Mató a la Vieja (Horse that Kil de  Vej, en danés). Él y yo solíamos encontrarnos en el pequeño supermercado de la esquina, y nos Íbamos caminando y conversando alegremente hacia nuestras casas. Tenía dos cachorros foxterriers que eran su compañía y alegría. Tenía dos hijos y cuatro nietos y dos nueras. Y usaba dos muletas porque tenía rodillas implantadas. 

 

Pero ellos están tan ocupados, entiende? Tienen trabajos importantísimos y no tienen mucho tiempo para visitarme. Pero le aseguro que vendrán para mi cumpleaños en enero. Entiende Usted señor?

 

Si, yo entendía...

 

Era un placer caminar con el señor Anders y los perros. Divagábamos acerca de la Unión Europea que era necesaria, no, un lastre, una porquería, etc. Me contaba chistes picantes de su juventud y yo le hablaba de las empanadas de queso chilenas. El arremetía con el sabor del snaps, el impresionante aguardiente danés y yo remataba con los alucinantes valles transversales y longitudinales de Chile.

 

SÍ señor! Para mi cumpleaños. Les voy a hacer una comida de cerdo asado a lo vikingo con papas marrones

con y sin almíbar. Y un vino francés Chateau Le Grand 2005. Y Snaps Real.  Y para los niños, jugo puro y verdadero de naranjas españolas porque hay que reconocer que las danesas son una mierda!

 

Y los perritos ladraban como asintiendo. Y desaparecían tras su puerta y yo me iba a la mía con un apetito feroz.

 

Esa madrugada caminaba rápido y solitario. Pequeñas bestias aladas me perseguían como avispas voraces.

Son los típicos seres fantasmales de La Calle Larga en tinieblas. Gnomos y enanos monstruosos me jalaban

el abrigo. Por la nieve se movían lombrices gigantescas multicolores y desde los techos y torres me insultaban dragones invisibles.

 

"Kristian, Kristian, porqué te fuiste" lloraba yo como niño, o como viejo.

 

Recuerdo que una mediodía del pasado verano, Kristian me invitó a su departamentito a jugar ajedrez.

Era la primera vez que entraba a su hogar. Era sorprendente! Sus murallas estaban cubiertas de musgo verde, fresquito y fragante. Y sus pisos eran de arena. Una arena fina y amarilla como polvo de oro. Olía a mar, a bosque, a vida!

 

Su tablero y sus piezas de ajedrez eran de ébano y marfil auténticos. Talladas por él con una minúscula navaja, las torres tenían ladrillos minúsculos de piedra, balconcitos y rapunzeles. Los caballos tenían cuatro patas, ojitos de cristal verde y cabelleras de pelos multicolores. Cada pieza era una obra de arte magistral y sorprendente.

 

Y los perros me ladraron diciéndome "Sí, sí, es verdad! No estás soñando...".

 

Tenía un piano de cola, hecho de espejos, y me tocó melodías sublimes que él mismo había compuesto. Y de su techo, una bóveda celeste de yeso, colgaban astros, planetas y estrellas.

 

Si pues señor Ian, van a quedar deslumbrados para mi cumpleaños. Mis hijos son arquitectos y sus esposas son ingenieras. Mis nietos son todos estudiantes de astronomía  y biología marina. Yo soy un pobre y viejo pintor de casas, sin educación, pero mi familia está orgullosa de mi. No tienen tiempo, entiende?

 

Si si, yo entiendo... Y hace cuanto tiempo que no los ve señor Anders? Cinco años! Pero cómo!

 

Están muy muy ocupados señor Ian. Iban a venir para la navidad pasada pero me llamaron para decirme que tenían reuniones importantísimas. Me dio un poco de pena pero no hay que ser egoísta pues. Cuando estuve hospitalizado por el problema de mis rodillas me enviaron un linda postal. Yo no puedo ir a visitarlos porque ellos me dicen que no debo malgastar mis energías.

 

Y dónde viven?

 

Aquí cerquita no más. Cerca del Bosque. Tienen una casona muy linda con swimming pool y cancha de tenis. Trabajan duro señor.

 

Esa madrugada llegué caminando al Bosque de Søndermarken, que es la prolongación de La Calle Larga de Valby. No hay que entrar cuando está oscuro porque las ánimas y los fantasmas voraces de asesinos monstruosos rondan por el lugar. Me senté cerca de la Gran Fuente , y el viento gélido de polo norte me comía la piel. Estaba desconsolado y atemorizado. Señor Kristian Anders, por qué te fuiste?

 

También el verano pasado fuimos juntos a la calle peatonal del centro de Copenhague. Kristian, cuan adolescente, se dedicó a seducir a cuanta niña encontraba a su paso. Ellas, coquetas, con sus falditas ultra mini, sus tacos altos y sus blusas sin escotes, ah! y sus cabellos revueltos y vibrantes cuan arco irises, le decían cosas como "Estás lindo, abuelito. Quieres un besito?". Y él las tomaba de la cabeza y les daba besos en

la boca. Se alejaban felices, riendo a carcajadas. Que alegría y amor por la vida, Dios mío! Cuando la vida ya se le estaba escapando.

 

Cinco años sin saber de ellos porque son gente muy importante señor Ian...

 

Otra vez fuimos al puerto, a admirar la tierna estatua de La Sirenita. Habían hordas de turistas japoneses, por supuesto tomando fotos. Niels posó para ellos y ellos estaban felices de tener a un auténtico vikingo en sus cámaras. Y sonreía con la dicha de un bebé.

 

Otras veces salía del supermercadito de la esquina columpiándose en sus muletas y cantando La Traviata a viva voz. Todo el vecindario lo adoraba.

 

Aprendió a saltar con sus muletas. A  hacerle carreras a los niños y niñas del barrio. Y siempre  sus fieles perros corrían tras de él, ladrando a carcajadas. 

2

 

Ya era el mes de enero. La imprudente nieve escandinava se colaba por las rendijas de ventanas y puertas. Kristian y yo preparamos El Cumpleaños.

 

Cumplía ochentaycinco. Le presté sillas y vajilla y copas y tazas. Lo ayudé a cambiar la ubicación de sus pocos muebles y colgamos serpentinas desde su genial techo abovedado. Se movía con la agilidad de un acróbata y el entusiasmo de un infante. Reía cuan payaso profesional y cantaba como Caruso.

 

Sí señor, va a ser un cumpleaños histórico. Me imagino que mis nietos ya estarán grandecitos, y mis hijos y nueras canosos. Cinco años señor Ian! Por Dios como pasa el tiempo...

 

Trabajamos dos días y dos noches confeccionando las invitaciones. Pequeños cuadros al óleo, miniaturas con marinas, motivos campestres, naturalezas muertas dignas de un Vincent Van Gogh. Con pequeños atriles de madera de pino y sobres de seda. Cada uno con su nombre y dirección escritos con una pluma de pavo real. En la oficina de correos se negaban a recibirlas, ya que Kristian quería que fueran enviadas EXTRA FRÁGIL. Y tal sistema no existía.

Pero los convenció cantando happy birthday to you con su maravillosa voz de tenor, sacando además aplausos y hurras del personal y los clientes.

 

Fuimos al Real Mercado de la Carne y a falta de un cerdo compramos un monstruoso jabalí.

 

Y todo estaba listo para la fiesta. Solo cabía esperar a la familia que llegaría en un par de días. Se sobaba las manos con anticipada alegría y expectación.

 

Esa madrugada maldita volví a mi casa tiritando de frío, pavor y una profunda amargura por la pérdida de mi querido amigo. Me enfermé de pulmonía y estuve relegado a mi cama varias semanas. No quería mejorarme ya que no soportaría salir a la calle para no encontrarme más con él y sus canes.

La vida había perdido su sentido. Tan acongojado estaba. Ya habían desaparecido los seres malditos de La Calle Larga de Valby y del Bosque de Søndermarken, pero estaban las alucinaciones de la fiebre. Ahora ya estoy sano. He salido a la Calle del Caballo que Mató a la Vieja. Me he enfrentado a la falta de Kristian. Los vecinos solidarizan conmigo y nos apoyamos mutuamente. Mi novia Jackeline me consuela como tan solo ella sabe hacerlo...

 

Y celebró su cumpleaños. 

 

Yo no lo conozco a Usted, señor! Déjeme en paz o llamo a la policía. Perros? Yo ya no tengo perros. Váyase! No podían creer mis oídos.

 

Una mañana todos los vecinos nos reunimos para mirar como dos mocetones sacaban los muebles del señor Anders y los cargaban en un camión de mudanzas.

La familia Anders daba órdenes y no estaban los perritos. Niels estaba de pie con sus muletas contemplando el espectáculo. Me acerqué a uno de los hijos para increparle duramente su acción desalmada. Su egoísmo cruel. Estaban echando a su padre de su propia casa. Lo mandarían a un hospicio...

 

No ocurre nada espectacular, señor. Nos vamos a vivir a América del Sur y mi padre se viene con nosotros. Ha estado demasiado tiempo solo y ya es hora de que nosotros lo cuidemos.

Ian Welden

Valby, Copenhague

Invierno 2008.

ian.welden@mail.dk

Ilustración:

Maritza Álvarez

Villa Alemana, Chile

Verano 2008

maritza_alvarez_vargas@hotmail.com

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