Fuego en la madrugada
Javier Viveros

La capilla rústica sucumbía inexorablemente por acción del fuego infernal cuyas llamas asediaban y se comían a las maderas decrépitas ante la mirada impotente de los no pocos pobladores que habían sido despertados de su sueño por el humo espeso que empezó a meterse sin ser llamado por las rendijas de sus hogares ¿de dónde proviene? se preguntaron algunos y ganaron el exterior y siguieron el rastro de la espesa humareda y quedaron impávidos al ver que la humilde capilla de madera por la que tanto habíamos trabajado en la comisión vecinal −fue construida con el dinero de interminables rifas y polladas− se convertía en simple carbón y que de las imágenes de santos que había donado el carpintero del pueblo ya no quedaba más que el recuerdo disperso en la memoria colectiva por culpa del fuego sacrílego tal vez auspiciado por Lucifer y que parecía acrecentarse con el fluir de los minutos y hacía que algunos temieran por la seguridad de sus viviendas que también estaban hechas de simple madera ¡Dios mío! exclamaba el Padre Marcos y se tapaba los ojos con las manos quizá intentado no pensar en lo que para muchos de nosotros era ya inevitable desde aquel domingo fatídico en que nuestra pequeña población se hallaba en esa misma capilla que ya no era más que madera en combustión reunida para la misa dominical y oíamos las palabras del Padre Marcos que hablaba sobre la vida de Jesús y sus discípulos y contaba que un joven rico se había acercado a Cristo que es Dios y es la Trinidad y es tres en uno y uno en tres y que le había preguntado qué debía hacer para ganarse un rincón en el cielo y que el hijo de Dios le había dicho que era menester vender todo lo que tenía y seguirlo y que el joven rico se había marchado simplemente puesto que sus posesiones eran muchas y que quien resucitó de entre los muertos al tercer día había dicho que era más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja que entrar un rico en el reino de Dios y fue allí cuando don Patroclo que era el hombre más rico del pueblo y por eso el más poderoso se levantó y dijo al Padre Marcos que eso no era justo que la Biblia era pura obra literaria y que Saulo de Tarso andaba flojo de metáforas y que la religión no era más que un gigantesco sofisma y el padrecito lo llamó hereje y lo acusó de poseer en su casa estatuas de dioses paganos y empezaron a aparecer los venablos entrecruzados con palabras que muy poca gente entendía y de lo que yo seguro estaba era que don Patroclo tenía en su jardín una estatua solitaria de una mujer sin brazos  y el debate terminó cuando el padre pidió a don Patroclo que se retirara y éste muy ofendido le dijo Zeus cobrará venganza por esta afrenta descargando su fulminante rayo sobre esta capilla  para luego retirarse ofuscado y el Padre Marcos siguió leyendo con tranquilidad la Biblia una vez que se hubo marchado su enojado interlocutor y muchos quedamos  preocupados por la amenaza y nos preocupamos aún más cuando vimos que el irascible y casi antisocial −no era amigo de nadie en el pueblo− don Patroclo no fue a misa por tres domingos consecutivos y nuestra preocupación aumentó cuando un domingo por la mañana encontramos escrito con aerosol en las paredes Zeus es el dios verdadero  y el Padre Marcos restaba importancia a eso y pidió algunos voluntarios para borrar ese texto de las maderas de la pared de la capilla y todo quedó muy limpio después de que eliminamos el mensaje letra por letra y nada volvió a suceder durante tres semanas y hoy que es sábado o sea ya es domingo de madrugada y faltan apenas unas horas para la misa venimos y vemos a nuestra pobre capilla ahogada en llamas y nuevamente hallamos escritas las palabras el verdadero dios es Zeus pero no estaban en las paredes porque las maderas se estaban quemando y si estuvieran escritas con esa oración nadie hubiera podido leerlas sino que encontramos dispersos muchos papelitos que decían lo que ya dije y también decían Viva Zeus y el Padre Marcos tenía la cara entre las manos y miraba hacia el cielo y todos sabíamos que el comisario no haría nada porque aunque nadie ignoraba que el culpable era don Patroclo también sabíamos que era rico y poderoso y ya alguna vez escribió alguien que telas de arañas llaman a las leyes el pequeño animal se queda en ellas y el fuerte las quebranta y por eso nos resignábamos sencilla y llanamente y rodeamos al presidente de la comisión vecinal y empezamos a planear como en el pasado las actividades que podíamos realizar para levantar sobre las cenizas una nueva capilla y comunicamos la idea al Padre Marcos y él nos escuchó siempre con la cara metida entre las manos y luego nos abrazó a cada uno y vimos que en su rostro caminaban abundantes lágrimas que más que transparentes eran blancas o casi blancas y mientras seguíamos trazando planes para la reconstrucción de la capilla el fuego ya se había devorado  todo lo que podía y sólo el humo se levantaba fantasmalmente obediente a los caprichos del viento y lentamente los curiosos se fueron retirando hasta que sólo quedamos unos cuantos y decidimos volver a nuestros hogares a continuar nuestro sueño truncado tratando de evitar pensar en que quien destruyó algo una vez podía volver a hacerlo cuantas veces quisiera.

Javier Viveros

De " La luz marchita"
jviveros@gmail.com

Ir a índice de América

Ir a índice de Viveros, Javier

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio