Sobre la novelística de Adriano Corrales Arias*
por Benedicto Víquez Guzmán

La primera novela escrita por Adriano Corrales Arias la llamó Los ojos del antifaz y la publicó en el año 1999.1

Novela para meditar, para reflexionar. Nos alegra constatar que al fin se están escribiendo excelentes novelas, que nuestro horizonte literario salió de la aldea. Esta novela nada tiene que envidiar a las que se publican con éxito en cualquier país latinoamericano. Enhorabuena, lo celebramos. Novela polifónica, lírica, de gran alcance literario, polifacética, caleidoscópica, carnavalesca, de contrastes, contrapuntos, monólogos interiores, juegos lingüísticos, intertextualidades y profundamente humana, sincera, desnuda, franca, abierta por no decir desnuda. Terriblemente iluminada, denunciante, desalentadora pero no muerta, sin esperanza. Deja una ventana de insinuante luz, de susurrante anhelo, de atisbos, de quizás, tal vez, no todo es tinieblas. Detrás de tanto fracaso y frustración no estará la profecía apocalíptica, la llegada del dorado pero sí las huellas de un trillo, una trocha que lucha por abrir un camino aunque todavía no una autopista.

Es una obra contestataria, testimonial y sincera. No hay exageración ni exaltación apologística de héroes de cartón con pies de barro, no se ocultan los errores, las debilidades, la parte humana y hasta irracional del hombre ni se sobre valoran los ideales perseguidos. Como en el teatro, se abre el telón y los personajes se convierten en voces que narran su historia, su desgarrada historia, se quitan las máscaras y muestran su interioridad, su privacidad, con dolores y alegrías, pasiones y tristezas, vicios y valores, sin escatimar nada, sin escondrijos, sin cálculos premeditados. Más que la historia reciente, la vivencia sufrida, los recuerdos, no del pasado sino del ayer, no del reclamo, del vos tuviste la culpa, del juez acusador sino del libro abierto, de la transparencia, de la sinceridad.

Es una novela, además de formación, de identidad, de ser, de proyecto personal en la lucha política, tras el ideal de una sociedad más justa, más digna, más solidaria, distinta a la tradicional, la injusta, la desigual, la de todo para mí y nada para los demás. Por esto los paralelismos entre la formación ideológica y militar a la par de los recuerdos de infancia y adolescencia en el pueblo de San Carlos al lado de sus padres y los campesinos, sus costumbres, congojas, luchas y alegrías, el campo y la ciudad pero no como polos opuestos en contradicción sino como momentos diferentes del proceso de formación. Luego la lucha abierta contra el régimen somocista en la montaña y en la ciudad hasta derrocar el régimen y la llegada al poder (este aspecto está pendiente), los asaltos bancarios para obtener dinero necesario en la estabilización del nuevo gobierno, la cárcel y la tortura en los años siguientes, la intervención de la CÍA, las orejas y los traidores y los recuerdos en El Tranvía, entre copa y copa fueron desgranando la mazorca aún tierna de la mata de maíz recién cortada. Así Polo y David llegan a la madurez, sosegados pero aún vivos, tristes pero aún con ilusión. Es como la visión sin antifaz, sin máscaras de un mundo que discurrió como el agua entre sus manos y las dejó mojadas, con olor a sangre, a humo de metralla, a traición, a desengaño, a lo que pudo ser pero no fue. Es el amor y la pasión de Lucía y Laura, la segunda de pueblo, inocente, cándida, la otra de ciudad, de niña bien, de hija de papi pero que tomó conciencia y durante el proceso de juventud fue su compañera pero al entrar en el partido se convirtió en número, en robot, se despersonalizó y jugó un rol, sin importar su proyecto humano al lado de él. Por eso, luego de volver el agua a su lugar, caer la organización partidista, fracasar su proyecto, ella encontrará el lugar que momentáneamente había abandonado y "sienta cabeza", vuelve al cómodo estatus social de su familia y riqueza.

Un capítulo aparte habría que dedicar al papel de la "izquierda erótica" en Costa Rica a partir del 48, y hasta el presente, en la cultura y conducción política del país. No estamos muy convencidos de que haya sido para bien de lo mismo que pregonan y dicen defender. Es un análisis que está pendiente como muchos otros que la novela desmitifica, como el papel de los maestros (y profesores), la educación alienante en nuestro país, la religión, los partidos tradicionales y por qué no el rol que ha jugado la izquierda a partir del 48, en los cambios sociales de Costa Rica o el mantenimiento de las programaciones sociales permanentes, no importan cuál nombre le den los sociólogos.


Balalaika en clave de sones la segunda novela escrita por Adriano Corrales Arias. La publicó en el año 2005.1

Esta novela es aún más personalista, más de formación y quizás de iniciación. De Rusia a Cuba y de Cuba a Nicaragua, hasta tocar tierra costarricense. Como la anterior posee un discurso narrativo polifónico y más que ello, sinfónico. A pesar de que el autor a veces juega de personaje, los narradores son voces, como en el coro teatral griego de una misma vivencia. Son voces desgarradas de sus propias ausencias y desilusiones así como de sus aspiraciones y experiencias vitales. En ellos la imaginación supera la realidad o lo que es más forma la "verdadera" realidad.

La novela está aliñada del contexto histórico de los años noventas, de personajes masculinos y femeninos ansiosos de formación tras la búsqueda de armas a fin de luchar por sus utopías sociales pero al final de su jornada languidecen ante una realidad grotesca, todopoderosa, aniquilante, envolvente, mortal. 

Los jóvenes que buscan su ideal se ven enfrentados a partidos y militantes de izquierda, dentro y fuera de Costa Rica que los envían como carne de cañón a prepararse, a estudiar en ambientes difíciles y complejos. Es de esperar que se vean envueltos en intrigas amorosas y en la "dolce vita" de los países socialistas. Unos más y otros menos llegan a finales inesperados, desamores, pasiones, amores sino imposibles al menos poco realizables. Quitarse una cultura milenaria de encima ocupa más tiempo y espacio que lo aparentado. Por ello unos vuelven al viejo sistema con más miedos que antes y se incorporan poco a poco a una vida pacífica hogareña, lejos de las trasegadas lides políticas.

La novela refleja eso, una juventud llena de ideales sumergida en el pantano del consumo, de lo fácil, de lo hecho, donde el cambio radical o por lo menos notable casi se torna imposible, por lo menos en nuestras circunstancias. El camino hacia el ideal soñado tiene más muros que puertas y más defensores que luchadores.

Es una novela con más preguntas que respuestas y llena de dudas. Lo único que aparece como seguro es que la sociedad justa, con igualdad social, de oportunidades iguales para todos, sin exclusiones está muy, pero muy lejos de alcanzarse. Casi se podría asegurar que los poderosos nacionales y extranjeros primero destruyen el planeta, la madre naturaleza que sus hijos pobres alcancen la justicia social aquí en este valle de injusticias.


1 Corrales Arias, Adriano. Los ojos del antifaz. Ediciones Perro Azul, San José, 1999.

1 Corrales Arias, Adrián. Balalaika en clave de son. Editorial Costa Rica, San José, 2005.

por Benedicto Víquez Guzmán
Tomado de http://heredia-costarica.zonalibre.org 
Gentileza de Adriano Corrales Arias

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