Leer un poema...

"Declaración de inicio", de Marco Antonio Campos

ensayo de Carmen Villoro

El primer poema de un libro tiene una función determinada: producir un primer impacto en el lector. Un poeta novel elige, algunas veces, el que considera su mejor poema. A los que hemos sido jueces en becas y premios de poesía nos ha tocado leer un manuscrito cuyo primer poema alienta la lectura, y experimentar cómo el entusiasmo se va apagando conforme avanzamos en los siguientes textos. Un poeta experimentado escoge un poema que sea como una puerta al mundo que nos quiere mostrar en el conjunto. La elección puede ser consciente o inconsciente; algunas veces un sensible editor puede sugerir el poema que abra el libro, y el autor aceptar la sugerencia, pero la decisión siempre tendrá un significado y un efecto particulares.

En el caso del primer poema “Declaración de inicio”, del libro Ningún sitio que sea mío de Marco Antonio Campos, la toma de decisión del autor está en el título.

Es un poema “de inicio” de una errancia huérfana, y es una “Declaración”, una toma de posición, un “sepan ustedes lo que pienso”, que matizará la lectura de los poemas que le siguen. Dice así este poema que se despliega en la primera página como un letrero en la puerta de un infierno menor:

Declaración de inicio

Cada uno de mis poemas
pretendió
Ser un instrumento útil de
trabajo.
Pablo Neruda

(Estocolmo, 1971)

Las páginas no sirven.
La poesía no cambia
sino la forma de una página, la emoción,
una meditación ya tan gastada.
Pero, en concreto, señores, nada cambia.
En concreto, cristianos,
no cambia una cruz a nuevos montes,
no arranca, alemanes,
la vergüenza del tiempo y de su crisis,
no le quita, marxistas,
el pan de la boca al millonario.
La poesía no hace nada.
Y yo escribo estas páginas sabiéndolo.

El epígrafe de Pablo Neruda es otra declaración, pero de signo contrario. El chileno equipara los poemas con instrumentos útiles. El mexicano, en cambio, desmiente esta optimista creencia con sus versos y se declara pesimista.

La primera línea es contundente y totalitaria: “Las páginas no sirven.” Si no fuera por lo que sigue, podría ser un enunciado autoritario. Pero en poesía siempre importa lo que antecede y lo que continúa. En los siguientes tres versos, el poeta acepta que algo cambia con la poesía, pero lo circunscribe a la forma, a la emoción y a la meditación. ¡Como si fuera poca cosa! Y no es poco, y el poeta lo sabe, pero está preparando la tierra, está haciendo el barbecho para que caiga la última de sus líneas en terreno fértil y todo haga sentido.

En los siguientes versos aclara su postura: “Pero, en concreto, señores, nada cambia.” El “concreto” de Marco Antonio se refiere, entiendo yo, a la sociedad que se rige por leyes ajenas a la ética y a la estética. No cambian los asuntos de poder, no nos hacemos más justos por la poesía. Y pone tres ejemplos de ideales a los que no abona: la transmisión de ideas, el borramiento de culpas y el deseo de igualdad. Son sólo ejemplos para ilustrar que la poesía no alivia el mal social como lo pretendió Neruda, ni es herramienta de las ideologías. Pero los ejemplos bien podrían ser otros.

Marco Antonio Campos nació en 1949. En el 68 tenía 19 años y le tocó vivir ese idealismo socialista al que los jóvenes de su generación y de la mía nos enlistamos creyendo que podríamos cambiar el mundo. Es desde la desilusión de aquellos paradigmas que el poeta escribe su sentencia inicial.

El penúltimo de los versos del poema que nos ocupa condensa este escepticismo: “La poesía no hace nada.” Sin embargo, lo rubrica con un verso final que es una declaración de intimidad de gran fuerza emotiva y desbarata el edificio lógico del poema:

“Y yo escribo estas palabras sabiéndolo.”

Nos deja atónitos. Si la poesía no sirve y no hace nada, ¿para que continuar leyendo y escribiendo? Con esta afirmación final el poeta nos dice que su trabajo va en otra dirección: la interna. Se trata de otra búsqueda, no tan ambiciosa; una búsqueda de sentido personal, ineludible y necesaria, un diálogo consigo mismo.

¿Por qué nos pone este poema al principio del libro? Porque los otros que lo conforman son, precisamente, poemas que hablan de su vida: su infancia, su juventud, sus viajes, su madurez. En Ningún sitio que sea mío hace un recuento de su vida y hace cuentas con su persona y con su oficio: “Pero en serio, es una pregunta en serio para uno mismo o para cualquier poeta / a cierta altura de su edad: ¿valió la pena el sacrificio, valió la pena abandonar/ la apuesta de la acción para entregarle la vida a la inutilidad de la poesía?”

Hay cierta amargura en estas reflexiones, pero no es la amargura del que no ha vivido, del que tiene rabia porque no hubo pasión que lo hiciera entregarse a alguna cosa. No. Este toque de amargura se parece más a la sabiduría, es el fondo decantado de una madurez existencial. La poesía es la expresión subjetiva del hombre ante el mundo, la intimidad recóndita puesta en palabras en las que otros, los lectores, nos reconocemos. La poesía de Campos es un recorrido por el tiempo y el espacio, un recuento de vida que arranca en los recuerdos de la infancia. Ahí, en esa primera casa, conoció el poeta el dolor “sin catástrofe” que lo ha acompañado siempre. ¿Es posible vivir sin dolor? Sufrir quiere decir sentir. El poeta toca esas zonas de vacío y ausencia que a otros nos dan miedo y le pone palabras e imágenes a lo irrepresentable, y le pone belleza. “Uno es hermosamente infeliz” nos dice en otro de sus poemas. Por eso, más que una queja a la vida, su poesía es una reconciliación con la vida.

“Y es tarde para ser otro hombre” nos dice en su poema “Contradictio”. Es cierto, uno sueña, pero la vida es suficientemente larga y generosa para que uno pueda deshacerse de las ilusiones. Marco Antonio Campos ha sido un nómada y la parte más gruesa de su extensa obra está dedicada a lugares vividos y visitados. Ningún sitio que sea mío se llama el libro, pero el poeta hace suyo cada paisaje, cada ciudad, cada rincón, cada atmósfera que matiza con su mirada poética y con su afectividad, por ello no es raro que muchos de sus poemas estén dedicados a sus amigos. La amistad, como la luz, es algo que permea los poemas de este autor, la amistad con los vivos y los muertos, otros poetas y escritores que fueron sus cómplices desde la adolescencia en que jugaba solitario. También la mujer está presente en su poesía: la que se tuvo y la que no se tuvo, la que se anheló y la que se guardó para siempre como una piedra sólida en el pecho.

En el poema “¿Quién leerá mis versos?” dice el poeta:

[…] los escribí con la llama del sol en la hoguera del mediodía
sobre los girasoles, con los matices múltiples
del púrpura y del violeta en la disminución del crepúsculo,
con el grito doloroso del tigre lanceado
en el momento de fallar la red
con gotas de sangre del pecho de las golondrinas

que no lograron completar el vuelo.

A pesar del sufrimiento y la soledad o, más bien, gracias al sufrimiento y a la soledad, hay en la poesía de este autor una alabanza a la vida y una gratitud con la poesía. Dice el poeta en el poema “Pero en serio ¿valió la pena?”, casi al final del libro:

la poesía me dio otras cosas: una manera de mirar la mirada de los pájaros migratorios,
de armar desde el sueño imágenes de la pintura y del cine,
de apreciar más a fondo la ligereza y la dulzura corporal en las mujeres,
de admirar en las tardes y las noches las hileras de los mástiles
en los puertos […].

El poema “Declaración de inicio” es antesala de un libro que Marco Antonio Campos nos entrega como testamento, inventario y declaración de principios. Esa es la utilidad de su poesía en general y de este poema en particular. El poema fue colocado con precisión y tino, y nos demuestra que el lugar de un poema trastoca y enriquece su significación.

"Declaración de inicio", poema de Marco Antonio Campos/Feb 2019

19 feb. 2019

Recuerdos del Poeta Marco Antonio Campos 23/02/2019

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23 feb. 2019

Cronista, ensayista, narrador, poeta y traductor. Marco Antonio Francisco Campos Álvarez Tostado (Ciudad de México, 23 de febrero de 1949) MARCO ANTONIO CAMPOS, ha sido profesor de Literatura en la UIA (1976-1983); lector huésped de las universidades de Salzburgo y Viena (1988-1991); profesor invitado de Brigham Young University (1991) en las universidades de Buenos Aires y La Plata (1992) y la Universidad de Jerusalén (2003); jefe de redacción de Punto de Partida; director de Literatura de la Coordinación de Difusión Cultural; director en dos épocas de Periódico de Poesía, investigador del Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM y coordinador del Programa Editorial de la Coordinación de Humanidades de la UNAM. Colaborador en distintas épocas de Confabulario (suplemento literario del diario El Universal), La Jornada Semanal (suplemento literario del diario La Jornada), La Semana de Bellas Artes, Periódico de Poesía, Proceso, Punto de Partida, Revista Universidad de México, Sábado (suplemento literario de Unomásuno) y Vuelta. Premio Diana Moreno Toscano 1972, a la promesa literaria. Premio Xavier Villaurrutia 1992 por Antología personal. Medalla Presidencial Pablo Neruda otorgada por el Gobierno de Chile en 2004. Premio Casa de América 2005 por Viernes de Jerusalén. Premio del Tren Antonio Machado 2008 por su poemario Aquellas cartas. XXXI Premio Internacional de Poesía Ciudad Melilla 2099, por su obra Díme dónde, en qué país. Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde 2010, por el conjunto de su obra poética. Ha traducido la obra de Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, André Guide, Roger Munier, entre otros. Fuente: http://www.elem.mx/autor/datos/179

 

ensayo de Carmen Villoro

 

Publicado, originalmente, en Periódico de Poesía - No. 101 / Julio-Agosto 2017

Link de la publicación: http://www.archivopdp.unam.mx/index.php/4751

Periódico de Poesía es una publicación trimestral de la Dirección de Literatura de la Coordinación de Difusión Cultural (unam).


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