“Manucho”, Manuel Mujica Lainez

por Oscar Hermes Villordo

A partir de La casa, aparecida en 1954, el nombre de Manuel Mujica Lainez ha sido unido al de un novelista, el novelista indudable de las letras argentinas actuales. Voluntad y esfuerzo no comunes han sido necesarios para escribir una obra que supera la veintena de títulos, compuesta en un lapso relativamente corto si se tiene en cuenta que el primero de ellos apareció en 1936, es decir, hace poco más de cuatro décadas. Y en verdad, extraordinarias son esas cualidades de laboriosidad y empeño si se las considera dentro de un medio en el cual el escritor se prodiga más en la autopromoción que en la producción de sus libros. La continuidad de una vocación como la de Mujica Lainez —y esto es obvio aclararlo— está puesta de manifiesto no sólo por la cantidad sino por la calidad. Bastará recordar, además, que algunas de sus novelas son obras como Bomarzo, cuya extensión supera las seiscientas cincuenta páginas. Sólo así se podrá valorar en todos sus alcances el trabajo que esa obra le ha significado.

“Escribo, aun cuando trato un tema dramático —ha confesado en Cecil, su libro de mayores aportes autobiográficos presentados en forma directa—, en medio de la alegría de la creación. Para otros, según he oído, esos son los grandes momentos que torturan, para mí no, por suerte. Son, al contrario, los del alivio que exalta a quien da vida." Para el que ha creado alguna vez, digo, para el que ha escrito, esa felicidad se advierte en la escritura de sus novelas. Cada una de ellas parece nacida de un movimiento que no se detiene y que, contrariamente a lo que suele suceder, crece seguro de sí mismo hacia su final, sin desvíos, pleno y feliz. Quién habría de suponer (como acabamos de hacerlo nosotros) que los momentos difíciles de la creación no estén ahí, en el instante de plasmar la página, sino en los lapsos que van de la terminación de una obra a la iniciación de otra. "He cerrado el último capítulo de un libro —ha dicho el novelista, también en Cecil—; me he despedido de los personajes que durante meses, quizá durante años, poblaron mi imaginación y mis horas, y de repente me siento despojado, vacío". El desaliento, sin embargo, por caminos a veces insospechados, llega a su fin el buen día en que la idea de la nueva obra surge radiante, precisa.

Como el periodismo se ha encargado de difundirlo, Manuel Mujica Lainez es “Manucho”; el apodo, antes patrimonio del círculo de amigos, se ha popularizado al punto de sustituir al propio nombre. Manuel Mujica Lainez es “Manucho” para una gran mayoría. Pero, ¿cómo es Manuel Mujica Lainez y cómo es “Manucho”? Este último ha venido a tapar en parte a aquél, a eclipsarlo por propia determinación del escritor. Manuel Mujica Lainez alimentó a “Manucho” casi como a un personaje más de su galería de criaturas de ficción, en primer lugar, para divertirse, y luego, para dar la razón a su público. El hombre singular que pasó de la desenvoltura del hombre de mundo, con chalecos llamativos y monóculo, al escritor que reúne a muchedumbres en sus presentaciones y firmas de libros y tiene a flor de labios la respuesta ocurrente (ésa que seguramente no le estaría permitida a otro); ese hombre único, verdadera fiesta de la inteligencia, la gracia y la natural elegancia, es el aplaudido y solicitado “Manucho”: una hechura de Manuel Mujica Lainez. Qué sorpresa se llevarán ésos que “lo conocen” sólo por “Manucho” el día que vean publicadas en su totalidad las obras completas (suponiendo que su snobismo les permita leerlas). Ante los volúmenes verán desvanecerse al divertido interlocutor de periodistas y vedettes de televisión y aparecer en su lugar al escritor que apenas sospechan: lleno de interés, rico en variedad de temas, sabio y humano.

La saga novelesca referida a la sociedad de Buenos Aires con la que llamó la atención en el género —Los ¡dolos, Im casa ya citada. Los viajeros e Invitados en el Paraíso , recoge el pasado inmediato de la vida porteña, centrado principalmente en la clase social cuya decadencia retrata. Para componerla el escritor ha recurrido a la historia y a los recuerdos personales, proporcionados en algunos casos por su familia, ya que aquellla clase social lo cuenta entre los suyos. Pero misteriosamente, activamente, el pensamiento y el sentimiento del creador van amoldando los materiales obtenidos para construir la obra. Porque el laboratorio del mundo circundante no es el único ni el exclusivo. A él llegó después de haber explorado el otro, el de las letras, sean éstas literatura o historia. Al que recorra las páginas de Don Galaz de Buenos Aires, de sus biografías Miguel Cañé (padre) —el escritor romántico del que desciende por vía materna—, Vida de Aniceto el Gallo y Vida de Anastasio el Pollo, y las de sus libros de cuentos, Misteriosa Buenos Aires y Aquí vivieron, y de sus novelas Bomarzo, El unicornio y El laberinto, le será dado admirarse de la cantidad de documentos consultados, ya que ellas significan la reconstrucción de escenarios y personajes de épocas tan distintas y distantes como lo son la historia argentina desde sus orígenes hasta comienzos de siglo, el Renacimiento, la Edad Media y la historia de España.

El novelista, al allegar datos, no sólo recurre al documento que lo justifica sino que también echa mano de hallazgos peregrinos, no por raros o fabulosos menos ciertos, que enriquece la visión que quiere presentarnos.

Y para reunir la documentación anota sin cesar, anota y anota, en cuadernos cuyo número multiplica, todo lo que lee o consulta. Los prolijos apuntes se completan con un apremiante epistolario. Para componer El Gran Teatro, su última novela publicada —ha contado—, escribió innumerables cartas solicitando detalles de vestidos y ambientación a amigos que conocieron lugares y personas de la época en que transcurre el relato. “En 1963, enfermo de hepatitis—dice Jorge Cruz en el libro que le dedicó—, se ve obligado a permanecer en cama más de tres meses. Durante ese período, que el escritor ha calificado de singular y extraño, lee muchos libros sobre temas medievales, relacionados con la novela que prepara, El unicornio...”

Ante el formidable trabajador, “Manucho” ha pasado a segundo plano. Ajustándose a la disciplina que se ha impuesto, el novelista escribe. Lo hace en tibros de actas, de esos altos y de tapas duras, cuyas páginas dejan amplio margen para las correcciones y agregados. Su letra precisa y rítmica va asentándose veloz sobre la leve línea celeste, infatigablemente, plegada al mandato interior que le hace trazar las palabras en las que se fija la vida novelesca, la vida de sucesos imaginarios y de criaturas fantasmales que, por esa transfusión de tinta, cobrarán verdadera vida. Pero todavía no, porque cuando llega la hora de interrumpirse (Mujica Lainez escribe con la luz del día), el trabajo cesará en forma total, hasta la mañana siguiente, oportunidad en la que copiará a máquina lo escrito, copia sobre la que volverá a hacer ajustes... La Vida —así, con mayúscula , porque es la del arte, vendrá cuando el rimero de páginas mecanografiadas vayan a parar a manos del editor, y de las de éste a la imprenta, y la novela tome cuerpo de libro: mundo cerrado, listo para quien quiera abrirlo y recrear con el escritor la ficción.

He dicho que entre los recuerdos personales que utiliza el novelista se cuentan los de su familia. Los Mujica Lainez dieron a su hijo la educación de la época (Manucho nació en 1910, el año del Centenario), lo rodearon del afecto y la enseñanza que los representantes patricios ofrecían a los suyos y lo prepararon para que fuera un continuador de las tradiciones heredadas. Su abuela materna, Justa Varela de Lainez, y sus tías, se suman al magisterio iniciado sin dificultad en el hogar. Como son gentes de gusto refinado, amantes de las letras y las artes, criollas con mentalidad europea (están emparentadas directamente con los prohombres del 80), el niño recibe la formación más adecuada a su espíritu, despierto desde temprano a ese mundo. "Se pasaron toda mi infancia contándome cuentos”, recordó en cierta oportunidad. Dos imágenes han persistido en su memoria y las dos han encontrado en su obra de novelista la correspondiente correlación: la sombra de una glicina, derramada sobre una terraza, y la cama china de su abuela (un quiosco de jardín para tomar té, proveniente de China). La abuela ha sido evocada en Bomarzo, convertida en Diana Orsini, la abuela de Pier Francesco, el protagonista, y el dormitorio de la cama extraordinaria en el de Clara, en I¿i casa.

El cuadro resultaría incompleto y presentaría un aspecto inacabado si es que lo pensamos realmente como una pintura, una amplia escena de familia— si no se incluyeran en él a otros personajes que, sin haberse destacado por el cultivo de las letras u otra habilidad artística, influyeron decididamente en la formación del narrador. Entre ellos debe apuntarse a las famosas “tías de Manucho”, hermanas de su madre, Josefina (“Pepa” y “Pepita”), Ana María y Marta. Esas tres excepcionales mujeres, que lo acompañaron a “El Paraíso”, su residencia cordobesa, y de las que vive solamente Marta, constituyeron el aporte imaginativo, el sostén y el afecto, extendido a amigos queridos a través de reuniones semanales, y del vigilante, aunque apartado, celo por la carrera del sobrino amado. En la mesa tendida en su casa, el trato cordial y los recuerdos de una Buenos Aires pasada, prestigiosa y brillante, se daban la mano para animar las inolvidables comidas.

Parte insoslayable en el estudio de la personalidad y de la obra de Mujica Lainez será, sin duda, el extenso epistolario que el escritor ha mantenido y mantiene con corresponsales de todo el mundo. Esas cartas serán recogidas un día y enriquecerán, como digo, la figura íntima y literaria del novelista. Mientras tanto, sus famosos álbumes (comenzados durante una enfermedad, utilizando los “libros” de recortes de los diarios), sus dibujos y dedicatorias, continuarán difundiendo, aún desde la noticia privada, que a veces llega a ser periodística, la imagen de este creador singular, personaje insustituible y persona admirable, sin la cual no podría concebirse un largo trecho de la vida literaria argentina contemporánea. Ante lo mucho que ha escrito, espejo de Manuel Mujica Lainez y también de “Manucho”, esa obra revela una actitud profunda: su sentido de la creación artística y de la realidad argentina. Por su proyección posee la humanidad capaz de sacarlas de lo personal y del localismo. Sabe que su vida y su obra son parte de una intransferible conciencia, de un modo de ser, y que, al incribirse en un idioma y un lugar, pertenecen al país y al mundo. Secreta, fatalmente, ha construido un mundo; sacrificada, irrenunciablemente lo ha vestido de palabras, aún en la expresión que parece escapar a lo profundo de su realidad. Ese noble y bello intento de creador está sobradamente justificado en sus libros.

27 de Abril de 2018 / Auditorio David Viñas Presentación del libro de Manuel Mujica Lainez en la colección Los raros de la Biblioteca Nacional. Con la presencia del director de la Biblioteca, Alberto Manguel, y de Hugo Beccacece. El libro narra la historia de una familia argentina desde su apogeo a su decadencia. “Narra” no es aquí una prosopopeya sino la atribución de una acción real al edificio protagónico: la casa tiene voz y nos habla, nos cuenta su propia agonía a través de los eventos que constituyeron su larga vida. Ubicada en la calle Florida de la Buenos Aires de fines del siglo XIX, cuando esa calle era todavía elegante y refinada, la casa es propiedad del senador don Francisco y de su mujer Clara. La pareja tiene cuatro hijos —Paco, Gustavo, Benjamín y Tristán—, dos de los cuales serán los protagonistas de la tragedia central de la crónica. La novela se destaca por su lograda coherencia, sus memorables personajes, su trama, que si bien es melodramática no cae jamás en el melodrama, y por sobre todo por la soltura de su idioma. Mujica Lainez es uno de los grandes maestros de la prosa en lengua castellana.

 

por Oscar Hermes Villordo

 

Publicado, originalmente, en: Revista "Sur" Nº 348 Enero -Junio 1981 Buenos Aires, República Argentina

Gentileza de Biblioteca Nacional Mariano Moreno - Buenos Aires, República Argentina

Link del texto: https://catalogo.bn.gov.ar/F/?func=direct&doc_number=001218322#

 

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Manuel Mujica Lainez en Letras Uruguay

 

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