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La de la bohardilla 
por Cristina Villanueva
libera@arnet.com.ar 

Entre yo y yo la extraña, la que no se coaguló en eso que me nombra. Entre yo y yo las ruinas de la certeza. Entre yo y yo, miro por la ventana de mi casa de la infancia una calle tranquila. Las señoras buenas con cara de malas. Las malas sonríen desde la enredadera por la que se suben a los sueños. Unos hombres hermosos llegados de una guerra lejana, de un país que ahora no existe. La barrera de la lengua o alguna otra pone en la escena algo de lo prohibido. Cerca, una fábrica de chocolate, no una niña que come chocolates, el lugar donde nacen los chocolates. Esa cierta desmesura que guarda lo contenido. La calle, las veredas limpiadas con la fuerza de un verdugo que decapita al erotismo. Hay vecinas que hablan de las otras, con la escoba y la lengua como armas.

Entre yo y yo, veo en la ventana una de mi. La imagen se desgana, se deshace, aparece la protagonista de un cuento que todavía no leí, que me arrastra al Danubio .

Una en Pest la otra en Buda

Una en la vereda, la otra mira desde su alta buhardilla-cárcel

En la calle hay vida, vendedores, romances, juegos.

Por suerte la ventana se inclina a la vida, sin cables. Ningún botón podrá oscurecer la grieta en la cabeza ventana. Los golpes dejan sangre, pelos, abren fisuras en el muro. Por los libros se escapa la escritura. La grieta se abre, en la herida de lo establecido un brillo resplandece.

Entre yo y yo, la palabra

Cristina Villanueva
libera@arnet.com.ar

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