Juan Carlos Alarcón [6]: identidad y literatura social

Entrevista de Gabriela Andrea Vidal

Antes que nada, debo decirte que todo esto es fruto de interrogantes nodales, que buscan certezas  en torno al “bendito” tema de la identidad. Como sabrás, mi tesis tuvo como tema la  subjetividad en la obra de Gombrowicz (ahora estoy embarcada en un proyecto sobre la literatura e identidad de Córdoba) . Allí, yo descubrí la importancia de no adherir a nada, lo conveniente que es para un escritor no dejarse etiquetar. Bueno, también descubrí otros temas en el universo witoldeano: la deformidad, la incompletud, “lo casi”, referido a la identidad argentina. Pero, lo importante es que Gombrowicz se animó a decir algo poco frecuente: lejos del Estado, de los partidos, de las nacionalidades, lejos de “la patria”, lo que se debe defender a ultranza es el nombre propio, en su caso: Gombrowicz. 

Y allí empezaba su único e intranferible dogma: Ser uno mismo. Me imagino al pobre de Pierre Bourdieu  tratando el caso Gombrowicz como el que desdibuja toda posición. Aún así, el polaco decía algo sabio: el hombre tiene un abismo inmenso que salvar, y éste no consiste más que en el espacio existente entre un hombre y otro. Maximiliano Mariotti, en unos de sus cuentos de  10 de Guerra, sostiene algo parecido que me parece clarísimo: “ hay un abismo entre dar y recibir, y el abismo más angosto es el más difícil de salvar[1]. 

 

1- Me gustaría que me dieras tu impresión sobre la obra de Witoldo, y tus pensamientos acerca de ese principio tan irrefutable.¿Qué es lo que nos aleja a unos de otros? ¿Narciso sigue siendo la imagen más cabal del hombre?

 

 

JCA: El tema es muy vasto, porque sin dudas, para hablar de la identidad es necesario hablar del cuerpo. De nuestro cuerpo, del rol que tiene en sociedad. Por el cuerpo llegamos a la maduración de nuestra conciencia y al hallazgo de nuestra identidad.

 

El cuerpo no es un simple caparazón de nuestro pensamiento, es la parte que miramos desde afuera y sentimos desde adentro. Es también lo que nos abre el encuentro con el otro. Pero, mira la contradicción; mientras más buscamos estar en sociedad, ser colectivo, unirnos, más tenemos esa necesidad de poder ser identificado, ser diferente, único para que no nos confundan con ese otro. Esta individualidad nos la va marcando la sociedad desde el nacimiento. Primero nos separa entre hombres y mujeres, luego nos da un apellido que nos integra a una familia que es diferente de la otra y, como si fuera poco, uno, dos o tres nombres que nos individualizan al interior de la familia. Este proceso es lo que compone la identidad en el cuerpo; es decir, en el hombre. Pero como vivimos en el colectivo social también buscamos una identidad de dónde nacimos y una identidad nacional que nos diferencia de los otros países. Heidegger decía que “la identidad es el motivo que aparece a lo largo de la historia del pensamiento occidental con el carácter de unidad, y esta unidad no es de ningún modo el vacío inconsciente de lo que, privado en sí mismo de relación, se detiene y persiste en una uniformidad”

 

El problema que he observado en análisis literarios, sociológicos y antropológicos es la confusión que aveces se hace entre la identidad y la personalidad. La personalidad es la descripción del hombre. En la personalidad el hombre se reafirma sobre su carácter de importancia. El hombre se dice para sí que es “genial” y posiblemente ni sepa lo que es. En cambio el hombre indaga su identidad como buscando algo que cree mejor. Por ejemplo, el argentino quiere Argentina porque nació en Argentina, y el francés quiere Francia porque allí nació. Por eso la identidad también está en rechazar lo otro, que es la manera de adoptar su identidad. Entonces el hombre busca su identidad en sus raíces, en lo que le tocó vivir, en sus tradiciones sin pretender plantearse eso que llaman “ser yo”. El hombre se mide en el otro y no en sí, adopta a otros como punto de referencia.

 

Yo pensaría que la identidad está constituida por el nacimiento, la herencia y la interacción con el medio y en el cual se despliega su personalidad. El entorno, que nosotros llamamos lo nacional, tendrá un efecto directo o indirecto sobre el individuo ¿Qué pasa entonces con Gombrowivz que nació, se crió y estudio en Polonia; pero después estudió en Francia, vivió en Argentina y terminó por Alemania? Yo nunca lo vi como un escritor argentino y su comportamiento no lo fue tampoco. En “Ferdydurke” él escribe “El hombre depende de la imagen de sí mismo que se forma en el alma del otro, aún si es el alma de un cretino”.

 

Yo conozco mal la obra de Gombrowicz porque a mí me gustó siempre más el japonés Kawabata que dicen que robo el premio Nobel. Kawabata portaba una identidad en su obra, había una cultura más específica y más nacional lo que a mi sentido lo universalizaba con mayor vigencia. Yo reconozco que cuando escribí el texto “La mujer alquilada” estoy muy influenciado por su temática japonesa. El problema de la senilidad, filosóficamente, está más avanzado en el oriente que en el occidente. En occidente el suicidio en la vejez es una provocación. Gombrowicz construyó su personalidad en una relación permanente adulto / adolescente. Pero eso no tiene nada que ver con su identidad ni su ambigüedad. El rechazó lo serio y eso hizo que su literatura se impregne así y él mismo se vuelva provocador y escandaloso.

 

Los hombres sin identidad no dejan descendencia, y en la modernidad de Gombrowicz paradójicamente no la hay; abrió un camino en el que nadie se comprometió. Sí, se podría decir que Gadda con “El conocimiento del dolor” hay un parecido y mismo Ralph Ellison con su novela “Invisible man”; pero son más que nada de coincidencias que de afiliación a su literatura. Yo leí muchas veces que tenía una personalidad conflictiva y posiblemente, me digo, sería difícil ser amigo de él. Su literatura refleja esa falta de adhesión a nada.

 

2- Teniendo en cuenta que ni la distancia física asegura la autonomía estética necesaria para producir una mirada extrañada que subvierta la regularidad de la nación, ni la presencia en el país garantiza la pertenencia cultural capaz de establecer una relación de contigüidad entre el texto y el conjunto de la literatura. ¿Qué determina que uno sea un “escritor argentino”? Desde tu experiencia concreta, ¿qué ocurre con la escritura cuando se la desplaza geográficamente? ¿A qué público se dirige tu escritura desde la distancia?. Tus primeros trabajos son en castellano. “País Chúcaro”, tu último libro, es bilingüe: ¿Qué te decidió a hacerlo? ¿En qué público pensaste? Y, dentro de este panorama, qué lugar ocupa Córdoba?

 

JCA: Pienso que hay un enorme diferencia entre hablar de “escritor argentino” o una “literatura argentina”. Escritores argentinos hay un montón en Argentina y otros tantos por el mundo entero, pero eso no quiere decir que hagan una literatura argentina. Es decir, que existan raíces literarias y tradicionales de nuestro medio. Yo prefiero hablar de una literatura del Río de la Plata porque en las temáticas con Uruguay no hay muchas diferencias puesto que nuestros orígenes e influencias estuvieron y siguen muy ligados. También nuestras problemáticas se mezclan fuertemente.

 

No pienso que el nacimiento de un autor otorgue el rótulo de una identidad literaria. Pasa igual que la música ¿Es que a Gardel podríamos dejar de considerarlo argentino porque nació en Francia? ¡Imposible! Ni siquiera los franceses se atreverían hacerlo.

 

Al desplazarse geográficamente un autor lo único que hace es ampliar su visión del país como del continente, pero su literatura puede continuar a tener los matices nuestros. Allí esta el caso de Cortazar que con todos los años que vivió en Francia su literatura no dejo de ser argentina.

 

Yo había publicado en Francia hace algunos años un libro de poemas “Ambición de Existir” que era bilingue y que comercialmente anduvo bien aquí en Francia porque circuló entre las escuelas como soporte del español. Sabemos que no hay mercado comerciales para la poesía y que esos libros no se venden en ninguna parte del mundo; lamentablemente, pero eso es la realidad. Eso hizo que yo siempre tuviera admiración por las editoriales o los grupos que empujan por la vigencia de la poesía. Cuando la Editorial Recovecos me propuso publicar un libro mío de poemas me agarró desprevenido, saltando en otra aventura, cuando ya estaba saliendo mi novela “Cuando los pájaros vuelan en libertad”. Fue entonces que les propuse que lo hiciéramos bilingüe para aprovechar el puente y tratar de utilizar el circuito de estudiantes aquí ya que es la segunda lengua en el secundario y, como soy docente, muchos profesores podrían incorporarlo a sus cursos.

 

Cuando me preguntan ¿cómo nació “País Chúcaro? Yo respondo desde el azar y la urgencia. Pero es muy temprano para tirar conclusiones y hay que darse los medios para que todo ande bien.

 

Entre mis defectos, tengo el de haberme sentido siempre más cordobés que argentino, lo cual hizo que a menudo me tomen el pelo mis amigos y aquí hasta dicen que hablo el francés con acento cordobés. Pero mis lectores no están en Córdoba y hasta pienso que la crítica me es menos favorable allá. Mis libros se venden más en La Pampa, en Mendoza y en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, nunca perdí el acento de mi provincia ni esa sensación de ser cordobés y muchos de mis relatos hablan de la cotidianidad de Córdoba. Yo escribo, y no importa en qué idioma lo haga, escuchando las canciones de Daniel Toro y de Aldo Monges. 

 

3- ¿Cómo resolvés la experiencia traumática y a la vez liberadora de la distancia geográfica? ¿Cómo se compone su biblioteca, cuáles son tus libros de cabecera, por así decirlo? ¿Cuántos de estos son considerados familiares y cuáles ajenos a tu propia cultura? ¿Se puede pensar en términos de “cultura argentina” vs. “cultura europea”?

 

JCA: Es difícil “resolver” el exilio porque no fue una opción. Si yo hubiera quitado Argentina como inmigrante buscando nuevas perspectivas posiblemente lo hubiera hecho para Italia o México. Se calcula que en Francia en aquella época había 3000 argentinos y solamente 900 con el estatuto de refugiado político. Yo integro uno de esos 900 porque fue Naciones Unidas que me trajo aquí. El refugio político es una situación especial donde debes dejar de lado tu origen argentino, te mueves con una documentación diferente y un pasaporte azul de NU que cuando lo veía alguna autoridad, de cualquier país, enseguida pensaban que eras un terrorista, un tira bomba, alguien que llegaba a ese país para enquilombar la vida a ellos, y muchas veces en las fronteras te retenían horas enteras solamente porque tenías ese tipo de documentación y hasta hubo países que me negaron la entrada. El exilio nunca fue dorado como se decía allá. Esas son heridas duras a cicatrizar. Ahora si me preguntas ¿cómo se ve nuestro país alejado geográficamente? Eso es diferente. Mientras más te alejas de un lugar la visión es más global. Cuando piensas en el barrio donde vivías ves la provincia, el país entero. Cuando quieres ver la provincia, sistemáticamente ves el país, el continente latinoamericano entero. Esta visión global, sin que uno mismo lo pretenda, nos va cambiando nuestra percepción de las cosas porque se mezclan las culturas, las religiones, los sistemas políticos y sociales. Sin lugar a dudas esto influencia también en la manera de escribir.

 

Mi biblioteca no está compuesta con escaparates de libros como objetos culturales, es un mundo vivo que se modifica permanentemente, porque yo creo que un libro no tiene propiedad privada sino que pertenece al que lo quiera leer. Todos mis amigos pueden servirse en libertad de mi biblioteca. Esta actitud frente al libro hace que siempre estén llegando y saliendo libros que renuevan el espacio. Me ha sucedido que algunas veces me han dado ganas de leer por segunda o tercera vez un título de mi biblioteca y cuando fui a buscarlos ya no estaba más; entonces me mato de risa diciéndome “carajo, otro tipo tuvo la misma idea que yo”. Cada vez que observo que por un mismo libro pasa otro lector me pongo contento y soy feliz. Cada uno fabrica su felicidad a su manera. La mía es en la cantidad de manos que puede acariciar un libro. No son las manos que acarician los libros, son los libros que lo hacen con las manos y hasta a veces las muerden despertándoles lágrimas y rabias al que los toca.

 

Yo no tengo un gusto académico ni estructurado de autores o de libros, más bien es heterogéneo. Hay libros que me marcaron como “El señor presidente” de Miguel Ángel Asturias, “La Divina comedia” de Dante Alighieri, “La Biblia”, “El aleph” de Jorge Luis Borges, “Cien años de soledad” de García Márquez , “Don Quijote de la mancha”, “La casa de las bellas durmientes” de Yasunari Kawubata, o autores como Lord Bayron, Roberto Arlt, Juan Gelman, Héctor Tizón, Juan Filloy,...

 

A menudo me preguntan en términos de “cultura argentina” vs. “cultura europea” y me molesta pensar como si las dos “culturas” fueran competitivas una contra lo otra. No olvidemos que Argentina es un país de inmigraciones europeas y que se trajo muchos elementos de allá. La cultura argentina esta totalmente salpicada de la cultura europea. Yo prefiero hablar de escritores argentinos que han producido o producen una literatura interesante, pero que no se podría decir que es verdaderamente nacional. 

 

4-¿Quién necesita identidad?  Me gustaría saber qué te sugiere esta pregunta. Personalmente me gusta  mucho. Fijate que es fácil contestarla, pero muy incómodo ajustarse a la respuesta. Pienso en El escritor argentino y la tradición, de Borges, un texto que obliga a tomar postura. En el caso de Borges, sabido es que el tono íntimo sirvió para escapar a la “fatalidad”. Me seduce  lo que propone Alain Pauls [2]. Pauls advierte que en el intento de definición del “ser argentino” corre aparejada una amenaza, cierta propensión peligrosa a la autonaturalización y por ende a la generalización, al estereotipo. Propone  “alguna manera de pensarnos que olvide al Borges de El escritor argentino y la tradición. ¿Si fuera posible dejar ese texto fuera de toda consideración, ¿Cuál pensás que sea la mejor opción?. A propósito, recuerdo el famoso pedido   de W. Gombrowicz:“Maten a Borges”. ¿Qué cosas de Borges nos impiden pensarnos mejor?

 

JCA: El problema de la identidad es muy fuerte para ciertos autores y entonces se lo observa en su literatura, en su temática. No olvidemos que el escritor es ante todo un ser humano que nació en alguna parte del mundo y depende de esta relación que se planteará la problemática identitaria de su literatura. Borges es universal y podría haber nacido en Suiza como en Inglaterra y su literatura hubiera sido igualmente genial. Es un erudito de la construcción de la palabra y cuando construye sus frases ¿quién se atrevería a decirle don Borges usted se equivocó en la puntuación? El problema fue que él era parte de la elite literaria de la burguesía argentina que miraba más Europa que el interior del país. Pienso que es a ese Borges que Gombrowicz quería matar, sobre todo porque Gombrowicz era un epidermista que escribía con las tripas mientras que Borges lo hacía con la razón y el intelecto.

No lo he leído a Alain Pauls como para dar una opinión sobre su pensamiento. 

 

5- Releyendo Poéticas de la distancia, adentro y afuera de la literatura argentina, me emociona leer el tono que cunde en este librito. Espero que vos lo puedas conseguir allá. Sino, yo te lo mando. (Avisá). Porque mucho de lo contenido en este libro, ya lo discutimos juntos entre mates, cigarros y café, en París. Lo importante aquí es que esta lectura sirva de detonador de algunas cuestiones que, como te dije al principio, me interesan. En el caso de Tamara Kamensain[3], que integra el libro compilado por Silvia Molloy, el tono es el mismo que en el de Alain Pauls: se siente más argentina en la medida en que más siente desintegrarse lo argentino. (¡Es hermoso!). ¿A qué se debe esa manía nuestra de saber qué somos, cómo somos? ¿Se puede definir algo así sin caer en esencias? ¿Cuál es la productividad de encontrar una respuesta? ¿Notas una preocupación similar en los europeos? En tu caso particular: ¿Qué es ser argentino? Recuerdo una película argentina, Martín hache. Ahí, Fernando Luppi, que encarna un cineasta radicado en Madrid si mal no recuerdo, dice que la patria son los amigos, los afectos. Vos que llevás muchos años “afuera” ¿Cómo describirías el sentido de pertenencia que te vincula a la Argentina?  ¿Cómo definirías el “borde concreto”, esa línea que te permitiría decir acá yo siento me reconozco, acá pertenezco? Puede ser un Barrio. Martín Kohan[4], por ejemplo, afirma que “la pertenencia, ese gusto por lo consabido empieza a perderse ya en las salas de embarque de los aeropuertos”. Para este autor, las salas de espera y embarque de los aeropuertos están lejos de ser esos no-lugares de los que habla Marc Augé. Por el contrario, es allí, dice Kohan, donde empieza la lucha interior del viajero a contramano, el desafío de inventar la repetición donde impera la diferencia.  Martín Kohan, que nunca salió de la Argentina más que por dos días o dos meses, también, de manera irónica, dice que “quien se haya embriagado de argentinidad en torno al obelisco en junio de 1978 y en torno a la pirámide de Mayo en abril de 1982, precisa el resto de su vida para desintoxicarse”. Y agrega: “y le queda para siempre un reflejo cauteloso, un vade retro de prevención”. ¿Alguna vez te intoxicaste de argentinidad? ¿Concebís a la escritura como un modo de desintoxicarte o de conjurar ciertas malas pasadas que el país jugó a la historia de uno? ¿El sentido de una emigración depende de la manera en que se defina la pertenencia? ¿De qué cosas se puede emigrar? ¿De cuáles no se debe?

 

JCA: Si puedes mandarme el libro “Poética de la distancias,...” sería muy lindo porque aquí no lo puedo conseguir. Sin duda el problema de la “argentinidad” reflota cuando uno está fuera del país con otros matices y basta que te ataquen el país para que uno saque las uñas defendiéndolo y, muchas veces, con un nacionalismo peligroso.

Yo que he vivido mi vida mitad en Argentina y la otra mitad en Francia, tengo amigos y afectos en los dos países; sin embargo nunca dejé de sentirme argentino ni siquiera nadie me escucho decir tengo dos patrias. Tal vez es por eso que me negué siempre a sacar la doble nacionalidad a pesar de los problemas que eso podía ocasionarme. Pero el hecho de que no haya sacado la nacionalidad francesa no quiere decir que no quiera a Francia. Quiero mucho a Francia, pero no es mi país porque yo soy argentino y me gustaría morir en mi país. Cuando aquí me dicen que soy extranjero le respondo con una sonrisa y encojo mis hombres como diciendo que no es mi culpa. Pero cuando iba a la Argentina y me decían “el franchute” haciéndome sentir extranjero, yo puedo asegurarte que era como recibir un puñetazo en mi estómago. Por eso escribí el cuento “El extranjero” y por eso dejé de ir durante 16 años esperando que alguien me dijera “Bueno loco, ya anduviste demasiado por afuera regresa a tu casa”. Esta situación fue demasiada curiosa para mí. La clase media argentina tiene el orgullo de mostrar sus dos brazos diciendo “por este corre sangre española y por esta otra sangre italiana”. Entonces no tendría que estar sorprendido cuando mis amigos de la clase media me decían “quédate en Europa que se está mejor”. Es en este último viaje cuando se ha comenzado a despertar una idea de lo nacional, de lo nuestro, de las vivencias argentinas que me recibieron diferentemente. La argentinidad es un problema político, social y económico.

 

Para mí escribir es un acto social y no puedo olvidarme de eso cuando lo hago. Uno puede emigrar el cuerpo, pero no el alma ni los sentimientos.  

 

6- Revisando la publicación de “La peste” en la revista Bohemia y Figura, integración literaria, en 1983, y comparando este texto con “La peste”publicada en Desiderátum descubro una re-escritura. Lo que estaba implícito en 1983, se hace mucho más explícito en 1988 ¿A qué adjudicarías ese cambio de tono? La apertura democrática tiene alguna incidencia en la explicitación del encuentro carnal entre las dos mujeres?

 

JCA: Durante los primeros años de la dictadura yo sentía como un cuchillo que me entraba en el cuerpo cada vez que tomaba conciencia de la auto censura que se me producía al escribir. Inclusive en el primer tiempo de mi exilio me costaba separarme de esa actitud que se me había pegado a la piel. Es posible que el texto “La peste” haya vivido ese proceso. Pero lo más posible es que no recuerdo las cosas que he publicado porque no guardo nada. A mí no me gusta leer mis escritos cuando los he terminado porque nunca estoy totalmente conforme con lo que hice y a menudo termino agregando o quitándole cosas. Por eso considero que mis textos están terminados recién cuando salen publicado, y eso tampoco quiere decir que este conforme. La re escritura de “La peste” posiblemente tenga que ver también con esa actitud de que mis textos nunca están finalizados y, cuando me pidieron una colaboración, seguramente que al leer terminé re escribiéndolo sin acordarme que ya estaba publicado. Ahora que vos me lo dices me doy cuenta que tal vez fue publicado dos veces ese cuento.

 

7- Recorro tu obra y encuentro la reiterada presencia de los pájaros, como si estos fueran el símbolo de una constante lectura del mundo: anhelo de libertad. Su  presencia  es funcional en los relatos al incorporarse en términos comparativos. Encontré referencias a pájaros enjaulados (militantes reprimidos y encarcelados); pájaros de mal agüero (amigos que descubren algo que no queremos ver); pájaros que ostenta la libertad que el hombre anhela (aspiración a una libertad imposible); etc. Curiosamente, releyendo el Martín Fierro (La Ida); las comparaciones con el mundo natural tiene al pájaro como animal privilegiado que le permite al gaucho hacer más claro su pensamiento: “Como el ave solitaria / con el cantar se consuela; Mi gloria es vivir tan libre / como pájaro en el cielo”; “Sosegao vivía en mi rancho / como pájaro en su nido”; “En fin, para no echar panes / slimos por esas lomas / lo mismo que las palomas /al juir de gavilanes”; etc. Pienso que en tu obra, las comparaciones, lo mismo que en el Martín Fierro, pueden ser leídas como un fuerte vínculo con el mundo de la naturaleza. El saber experiencial sobre el saber libresco, por un lado. Por otro, el fuerte matiz provinciano que aparece en algunos personajes, me permiten vincular lo urbano con el progreso, y lo provinciano con aquel anhelo de libertad comprendido a pronta edad.  ¿Qué hay de cierto en esta lectura? ¿Hasta dónde el aspecto provinciano de los personajes que funcionan como tu alter ego  es una reinvindicación del interior del interior, es decir, de lo que está dos veces alejado del centro urbano? ¿Qué  valor tiene en tu obra ese espacio? 

 

JCA: Desde siempre asocié los pájaros como sinónimo de libertad y estuve muy atraído por eso. Recuerdo cuando era niño si había algo que me entristecía era ver algún pájaro adentro de una jaula. Efectivamente era como enjaular la libertad. Todavía recuerdo una frase de un poema que alguna vez supe publicar “¿dónde van los pájaros cuando mueren / dónde?”  En realidad los pájaros en el cielo son eternos y la libertad debe ser así, eterna. Esta idea me persiguió desde chico.

 

Como hombre no soy distinto del que escribe, hasta mi literatura es oral. Cierto vez una chica me dijo que mientras leía un libro mío, ella sentía como si yo le estuviera hablando a los oídos contándole una historia. Es decir que hay un estado anímico en mí que viene nutrido desde el interior de mí mismo y va con todo el provincialismo que arrastro. ¿Por qué mi escritura tendría que ser diferente?

 

Ustedes los analistas literarios utilizan a menudo la palabra “Alter ego” como un desdoblamiento de la personalidad o, en el mejor de los casos, como la traducción literaria del latín “el otro yo” que se desprendería de manera inconsciente. Yo no estoy muy de acuerdo con eso. La alteridad que habita en los personajes de una escritura son conscientes: él es él y yo soy yo. No somos intercambiables, somos únicos y diferentes, extraños y ajenos el uno frente al otro. Todo nos separa, pero justamente eso que nos separa es lo que nos acerca. Por supuesto, uno cuando escribe mete lo que tiene en la historia o en los propios personajes y ¿qué es lo que tengo yo si no es mi propia historia? Allí es dónde voy a hurgar en general, pero eso no quiere decir que soy un historiador ni que en los personajes utilizo lo que me gustaría ser. En general, escribo en primera persona mis novelas y mis cuentos, pero eso es una cuestión de técnica para marcar mejor mi literatura oral y llegar al lector. Seguramente, hay libro en lo que metí más cosas de mi vida que en otras, fue el caso de la novela “El ladrón de campanas”. 

 

8- En el relato breve Mr. Antonine (1983) hay una fuerte crítica a la Francia individualista, consumista, que abandona sus afectos. El suicidio del personaje pone una nota pesimista sobre el sistema de vida europeo.  Este cuento pone el acento sobre un claro punto de vista que ya expresaras en una entrevista para Bohemia y figura, decías: “la Europa de pos-guerra se reconstruyó sobre una reedificación materialista y un pujante desarrollo económico, pero no se reconstruyó al hombre como ser humano y, su resultado no podía ser otro que el que se observa hoy en día: un fuerte individualismo, un consumismo casi escandalizante y una especie de vacío cultural…”.  Pienso que el suicidio es un tema pocas veces tratado por tu poética. En un cuento tuyo inédito, La mujer alquilada, vuelve a aparecer el tema pero el intento fallido de suicidio tiene como personaje principal a la familia del anciano que finalmente lo salva. De esta forma hay una especie de continuidad temática ¿La familia latinoamericana sigue siendo preferible al individualismo europeo? ¿Qué valores estarían presentes es una y otra cultura?  Al mismo tiempo, pienso en la actualidad de países como Estados Unidos, que planea crear una muralla para parar la entrada de inmigrantes sudamericanos; en los incendios en París perpetrados por esa masa de inmigrantes  periféricos que no encuentran lugar en una Francia desigual. Estos acontecimientos ¿obedecen a esa reedificación materialista que vos denunciabas en los ochenta? ¿Abría algo que te separa del francés medio? 

 

JCA: Una de las cosas que me impactó mucho cuando vine a Francia por primera vez, que esa imagen de la Europa vieja, era terriblemente moderna. Además cuando veía los documentales sobre la segunda guerra mundial donde todo estaba destruido y no se veía nada de esa hecatombe. Comencé a observar que la reconstrucción había sido magnifica, pero era una reconstrucción material porque la problemática del ser humano continuaba y continua siendo diferente. De esta observación nació el cuento “Mr. Antoin”, que efectivamente existió y con quien sabía charlar muchas tardes. El capitalismo liberal que se aplicara después de la guerra destruyó al ser humano en su esencia, en su relación social como familiar. El hombre se transformó en un simple engranaje de producción y que después de ese periodo productivo era dejado de lado por la propia sociedad.

 

Francia continua, hasta hoy en día, a buscar un modelo de vida que pueda adaptarse como bienestar social, y la familia latinoamericana es un elemento de observación para ellos porque nosotros conservamos algunos valores como antídoto del liberalismo que ellos viven. Pero también son conscientes que la globalización con su neo liberalismo está modificando la estructura de la familia también en Latinoamérica.

 

“La mujer alquilada” tiene mucho que ver con esa situación. La palabra suicidio no existe en mi diccionario personal, lo cual no quiere decir que esté censurada. Yo pienso que tuvo unos ciertos elementos muy personales. Uno fue el libro de Kawabata “La casa de las bellas durmientes” y, el otro, una historia loca de pasión que yo venía de vivir. Muchas veces, personas que pasan por mi vida me impactan y quedan registradas en mis afectos y en mi memoria eternamente.  

 

9- Sos un escritor que ha frecuentado los géneros más importantes: poesía, teatro, novela y cuento. Sé que el teatro es una actividad eminentemente destinada a Francia. ¿Qué razones hay allí para que no publiques en Argentina tus obras teatrales? ¿Se trata de un problema editorial o es que el génesis de éstas obras responden a la cotidianeidad europea? ¿Cómo repartís tus temas e intereses según los géneros?

 

Releyendo los escritos críticos de Cortázar[5], encuentro  que habla de la novela como el género que corresponde a la actualidad. Bueno, eso lo escribe en los cincuenta, pero da igual. La novela sigue siendo el género más consumido. ¿A qué adjudicarías esta preferencia, esa visible preponderancia? ¿Qué puede la novela? En tu caso particular: ¿Qué te decide optar por la novela?  Julio Cortázar puede leer la Ilíada como una novela, en tanto  canta la cólera de Aquiles, los sucesos que ésta traza. Pero, la novela actual se interesaría por las  consecuencias de esa cólera, y el por qué de esa cólera. Esto le permite pensar a Cortázar que la novela, más allá de ser hija de la épica, es ante todo un instrumento de conocimiento de la naturaleza del hombre. A la novela actual le interesa qué suscita la cólera y el por qué. Al indagar sobre la novela, Cortázar llega mucho más allá, al imaginar la muerte de la novela, o de la literatura si querés. Imagina que la sociedad revolucionada llegara a funcionar eficazmente. Entonces, la novela, en su rol de oponerse a la realidad (porque se está en desacuerdo mostrando lo que ella es o como debería ser) o bien, de escapar de esa realidad , ya no tendría sentido. A veces pienso que me gusta la literatura porque la realidad es imposible. Y sueño con el fin de la literatura gracias al triunfo de una realidad más acorde a mis esperanzas. ¿Cómo definirías la literatura? ¿Qué rol le asignás? ¿Se puede pensar la literatura como una forma de acción sobre el mundo? ¿Colabora la literatura en achicar el abismo entre los hombres? Recuerdo que Gombrowicz decía algo así como que los hombres tienen que recurrir a Dios, y recorrer distancias infinitas cuando lo que cuenta es el espacio entre el hombre y el hombre, tan solo medio metro. 

 

JCA: Yo soy tal vez un mal escritor o en todo caso no funciono como la mayoría de los escritores que conozco. Ellos necesitan aislarse, crear su propio universo físico para poder escribir, yo soy lo contrario, necesito estar conectado con el mundo y la realidad que me rodea. Y si estoy solo escribo mirando la televisión o escuchando la radio. Cuando hay gente en casa escribo charlando con ellos o compartiendo un café y hasta les hago comentarios sobre las cosas que me angustian o me hacen reír sobre lo que estoy escribiendo. Escribir es una función social y comunicativa; entonces ¿por qué debo aislarme creando una realidad paralela?

 

El otro problema que tengo es que cuando me despierto y prendo la computadora no tengo la menor idea sobre lo que voy hacer. Puedo trabajar en una novela, como puedo hacerlo en un cuento corto, en una pieza de teatro o en un simple poema. Yo hurgo como el minero que busca la veta, y cuando la encuentro sigo ese camino. A veces me lleva tiempo, otras veces la encuentro enseguida, depende también el espíritu y el estado de animo que tenga ese día. Así nacen mis escritos tan diversos. Pero donde me siento más cómodo es en el cuento corto.

 

Cuando escribo no pienso en el mercado comercial, escribir es un acto creativo, un combate entre la idea y el autor. Borges lo había explicado muy bien a eso cuando escribió “El otro Borges”  En el acto de re escritura el instinto queda de lado para dar lugar al razonamiento, al juzgamiento de lo efectuado. En realidad lo que más se vende para las editoriales son los testimonios y las novelas, porque el público necesita vivir historias que puedan ser símiles y al mismo tiempo extraordinarias de lo que ellos sienten de sus propias vidas. Muchas veces trato de ayudar a una editorial para que tenga una mayor distribución y venta; pero no entro en el trabajo que les corresponde a ellos, a cada uno su profesión. Para mí hay una diferencia grande entre el acto de escribir y el libro propiamente dicho.

 

En la presentación, en La Pampa, de mi novela “Cuando los pájaros vuelan en libertad”, supe explicar que el libro no es solamente una simple acumulación de páginas paridas por la imaginación de un escritor solitario. El libro es siempre un testimonio para romper silencios e interpelar a otro sobre cualquiera de los temas que tocan a la sociedad: desde el amor a la guerra, desde lo excepcional a lo cotidiano, desde los sueños a la realidad, y no importa si el libro es íntimo o abierto. Escribir no es nunca una actitud inocente.

 

La pregunta, que muchas veces me hago, es si la literatura puede ser perturbadora. Posiblemente sí. La literatura va dirigida al universo sensorial del cerebro y eso produce una modificación en el imaginario del lector que va a modificar o a reafirmar ideas. O, en todo caso, que lo lleva a soñar o a replantearse interrogantes. Pero que, de una manera u otra, hay algo nuevo que se incorpora en el cerebro de la imaginación.   

 

10- Necesito precisar la fecha de escritura de Cuando los pájaros…, puesto que me decías que la publicás en el 2006; la re-escribís en el 2005. Pero, encontré un dato en la contratapa de Desiderátum. Acá, Cuando los pájaros… aparece entre tus novelas inéditas. El dato me interesa porque, como vos sabés, estamos en un proyecto de investigación sobre la literatura e identidad de Córdoba. Es posible ingresar esta novela al corpus, siempre y cuando me afirmes que su escritura data de la década del ochenta-noventa. Si paso algo parecido con Ladrón de campanas, anotalo.

 

JCA: Ay, ay, ay... ¿por qué tienes que meter el dedo dónde no se debe?... En tanto que escritor fabrico mis libros como si fueran puzleres . A veces tengo títulos o frases que me agradan y me gustan; entonces los conservo para ver donde los pueden encajar. A veces esos títulos se pasean por varios originales hasta que engancha en algunos. En un principio, yo tenía una trilogía de tres novelas que partía con “El ladrón de campanas”, “El guardián de los vientos” y “Cuando los pájaros vuelan en libertad”  Los dos primeros originales salieron unidos bajo el título de “El ladrón de campanas”. Entonces me quedó el título del segundo que me dije que algún día lo utilizaré para otra cosa. El tercer de esos manuscritos, que debe ser el que salió en “Desideratum” decidí quemarlo por cuestiones personales, pero al título lo guardé para utilizarlo en otro escrito. Cuando estaba escribiendo mi novela que al principio se llamaba “Nadège” pensé que se adaptaba mejor “Cuando los pájaros vuelan en libertad” y así fue.

 

La novela que fue publicada por la editorial Espartaco no tiene nada que ver con la que figuraba en la cobertura de “Desiderátum y otros cuentos” de la editorial Alción, si mal no recuerdo.

 

Lo mismo me sucedió con el título de mi último libro de poemas “País Chúcaro” que lo tenía para un conjunto de cuentos, luego pensé meterlo en una novela y terminó en el libro de poemas donde pensé que se adaptaba más. Este título siempre estuvo atado con la dedicatoria y a dónde lo probaba iban inseparables, porque esas dos cosas nacieron unidas como hermanitos gemelos. Yo conservo siempre la imagen de una chica estudiante curiosa de la vida y de la historia, que me impactó por su inteligencia y su carácter, cuando le dije que ella se definiera, me respondió “soy chúcara”. Delante de ella yo escribí en un papel “País chúcaro” y supe que iba a ser el título de “algo” que yo publicaría.

 

En teatro me sucede lo mismo, cuando se representó en París mi pieza “La leyenda de Huanca iris” yo no tenía tampoco el título y lo saqué de un cuento que estaba escribiendo. Actualmente vengo de terminar otra novela y le estoy probando algunos títulos como si fuera el cuerpo de una manequín al que le prueban diferentes ropas.

 

Referencias: 

 

[1] Mariotti, Maximiliano. “El tanque de Zaratustra”. En:  10 de Guerra. Emecé Editores. Bs. As. 1982. Pág. 149.

 

[2]  Se trata de un escritor joven de la literatura argentina, escribió una obra llamada El pasado que obtuvo el premio Planeta. Este escritor rescata un hecho curioso. Entre el ´60 y ´70 un fenómeno tiene lugar en los cantantes de moda extranjeros: la mayoría, al ingresar a nuestro mercado, adapta sus canciones al castellano. Piensa en Roberto Carlo, Nicola di Bari, Ornella Vannoni, Gigliola Cinquetti, Salvatore Adamo. Se trata de una translación, de una traducción casi universal, dice Pauls. Porque las mismas canciones son tarareadas en Francia, Brazil, Argentina e Italia, por ejemplo.  La clave está en que la obviedad de las letras, la falta de complejidad podríamos decir, que permite la cristalización transparente de lo que es transparente, la canción romántica. Ahora, allí, Pauls subraya que escuchar a un extranjero pronunciar el castellano le fascina porque transmitían cierto matiz. Presiente que ese acento extranjero fundaba una emoción que actuaba de un modo paradojal, a la vez en la proximidad y en la distancia: “el acento producía emoción, sí, pero al mismo tiempo designaba la emoción que producía y la lengua en la que intervenía”. Y, lo más importante es que en el acento de esos extranjeros forzando nuestra lengua ve el instrumento de una utopía: la de relacionarse con la identidad  de manera desviada, digamos evitando las totalizaciones. Algo así como tomar partido por la argentinidad a través de un extranjero que simula hablar la lengua de uno. Claro, el famoso distanciamiento brechteano. Pero, no deja de tener valor este intento de utopía. Se necesita al otro para saber quién soy, pero sin agresividad. Pauls, Alan. “El elogio del acento”. En: Molloy, Silvia y Sidkind, Mariano. (Eds.) Poéticas de la distancia. Adentro y afuera de la literatura argentina. Grupo Norma.  Bs. As .Septiembre, 2006

 

[3] Kamenszain, Tamara. “El getto de mi lengua”.  Op. Cit.

 

[4] Kohan, Martín. “La emigración en ciernes”. Op. Cit.

 

[5] Cortázar, Julio. “Situación de la novela”. En: Obra crítica. Vol. 2. Edición de Jaime Alazraki. Bs. As. 2004.

 

[6] Juan Carlos Alarcón es argentino. Vive en Francia, y ha publicado los libros “País Chúcaro” (poemas, Recovecos, 2006); “Cuando los pájaros vuelan en libertad” (novela, Espartaco, 2006); “El ladrón de campanas” (novela, Espartaco, 2004); entre otros. Es autor y director de teatro, y en su haber se cuentan las obras “La chica de la sonrisa de oro”, “La mujer del fin de semana”, La leyenda de Huanca Iris”, “¿Ya 200 años?...¡Oh mierda!” y “El puerto del infierno”. Como periodista dirige la revista bilingüe “Café Latino” de Francia.

Gabriela Andrea Vidal

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