Juan
Carlos Alarcón [6]:
identidad y literatura social Entrevista de Gabriela Andrea Vidal |
Antes que nada, debo decirte que todo esto es fruto de interrogantes nodales, que buscan certezas en torno al “bendito” tema de la identidad. Como sabrás, mi tesis tuvo como tema la subjetividad en la obra de Gombrowicz (ahora estoy embarcada en un proyecto sobre la literatura e identidad de Córdoba) . Allí, yo descubrí la importancia de no adherir a nada, lo conveniente que es para un escritor no dejarse etiquetar. Bueno, también descubrí otros temas en el universo witoldeano: la deformidad, la incompletud, “lo casi”, referido a la identidad argentina. Pero, lo importante es que Gombrowicz se animó a decir algo poco frecuente: lejos del Estado, de los partidos, de las nacionalidades, lejos de “la patria”, lo que se debe defender a ultranza es el nombre propio, en su caso: Gombrowicz. |
Y allí empezaba su único e intranferible dogma: Ser uno mismo. Me imagino al pobre de Pierre Bourdieu tratando el caso Gombrowicz como el que desdibuja toda posición. Aún así, el polaco decía algo sabio: el hombre tiene un abismo inmenso que salvar, y éste no consiste más que en el espacio existente entre un hombre y otro. Maximiliano Mariotti, en unos de sus cuentos de 10 de Guerra, sostiene algo parecido que me parece clarísimo: “ hay un abismo entre dar y recibir, y el abismo más angosto es el más difícil de salvar”[1]. 1- Me gustaría que me dieras tu impresión sobre la obra de Witoldo, y tus pensamientos acerca de ese principio tan irrefutable.¿Qué es lo que nos aleja a unos de otros? ¿Narciso sigue siendo la imagen más cabal del hombre? JCA:
El tema es muy vasto, porque sin dudas, para hablar de la identidad es
necesario hablar del cuerpo. De nuestro cuerpo, del rol que tiene en
sociedad. Por el cuerpo llegamos a la maduración de nuestra conciencia y
al hallazgo de nuestra identidad. El
cuerpo no es un simple caparazón de nuestro pensamiento, es la parte que
miramos desde afuera y sentimos desde adentro. Es también lo que nos abre
el encuentro con el otro. Pero, mira la contradicción; mientras más
buscamos estar en sociedad, ser colectivo, unirnos, más tenemos esa
necesidad de poder ser identificado, ser diferente, único para que no nos
confundan con ese otro. Esta individualidad nos la va marcando la sociedad
desde el nacimiento. Primero nos separa entre hombres y mujeres, luego nos
da un apellido que nos integra a una familia que es diferente de la otra
y, como si fuera poco, uno, dos o tres nombres que nos individualizan al
interior de la familia. Este proceso es lo que compone la identidad en el
cuerpo; es decir, en el hombre. Pero como vivimos en el colectivo social
también buscamos una identidad de dónde nacimos y una identidad nacional
que nos diferencia de los otros países. Heidegger decía que “la
identidad es el motivo que aparece a lo largo de la historia del
pensamiento occidental con el carácter de unidad, y esta unidad no es de
ningún modo el vacío inconsciente de lo que, privado en sí mismo de
relación, se detiene y persiste en una uniformidad” El
problema que he observado en análisis literarios, sociológicos y
antropológicos es la confusión que aveces se hace entre la identidad y
la personalidad. La personalidad es la descripción del hombre. En la
personalidad el hombre se reafirma sobre su carácter de importancia. El
hombre se dice para sí que es “genial” y posiblemente ni sepa lo que
es. En cambio el hombre indaga su identidad como buscando algo que cree
mejor. Por ejemplo, el argentino quiere Argentina porque nació en
Argentina, y el francés quiere Francia porque allí nació. Por eso la
identidad también está en rechazar lo otro, que es la manera de adoptar
su identidad. Entonces el hombre busca su identidad en sus raíces, en lo
que le tocó vivir, en sus tradiciones sin pretender plantearse eso que
llaman “ser yo”. El hombre se mide en el otro y no en sí, adopta a
otros como punto de referencia. Yo
pensaría que la identidad está constituida por el nacimiento, la
herencia y la interacción con el medio y en el cual se despliega su
personalidad. El entorno, que nosotros llamamos lo nacional, tendrá un
efecto directo o indirecto sobre el individuo ¿Qué pasa entonces con
Gombrowivz que nació, se crió y estudio en Polonia; pero después estudió
en Francia, vivió en Argentina y terminó por Alemania? Yo nunca lo vi
como un escritor argentino y su comportamiento no lo fue tampoco. En
“Ferdydurke” él escribe “El hombre depende de la imagen de sí
mismo que se forma en el alma del otro, aún si es el alma de un
cretino”. Yo
conozco mal la obra de Gombrowicz porque a mí me gustó siempre más el
japonés Kawabata que dicen que robo el premio Nobel. Kawabata portaba una
identidad en su obra, había una cultura más específica y más nacional
lo que a mi sentido lo universalizaba con mayor vigencia. Yo reconozco que
cuando escribí el texto “La mujer alquilada” estoy muy influenciado
por su temática japonesa. El problema de la senilidad, filosóficamente,
está más avanzado en el oriente que en el occidente. En occidente el
suicidio en la vejez es una provocación. Gombrowicz construyó su
personalidad en una relación permanente adulto / adolescente. Pero eso no
tiene nada que ver con su identidad ni su ambigüedad. El rechazó lo
serio y eso hizo que su literatura se impregne así y él mismo se vuelva
provocador y escandaloso. Los hombres sin identidad no dejan descendencia, y en la modernidad de Gombrowicz paradójicamente no la hay; abrió un camino en el que nadie se comprometió. Sí, se podría decir que Gadda con “El conocimiento del dolor” hay un parecido y mismo Ralph Ellison con su novela “Invisible man”; pero son más que nada de coincidencias que de afiliación a su literatura. Yo leí muchas veces que tenía una personalidad conflictiva y posiblemente, me digo, sería difícil ser amigo de él. Su literatura refleja esa falta de adhesión a nada. 2- Teniendo en cuenta que ni la distancia física asegura la autonomía estética necesaria para producir una mirada extrañada que subvierta la regularidad de la nación, ni la presencia en el país garantiza la pertenencia cultural capaz de establecer una relación de contigüidad entre el texto y el conjunto de la literatura. ¿Qué determina que uno sea un “escritor argentino”? Desde tu experiencia concreta, ¿qué ocurre con la escritura cuando se la desplaza geográficamente? ¿A qué público se dirige tu escritura desde la distancia?. Tus primeros trabajos son en castellano. “País Chúcaro”, tu último libro, es bilingüe: ¿Qué te decidió a hacerlo? ¿En qué público pensaste? Y, dentro de este panorama, qué lugar ocupa Córdoba? JCA:
Pienso que hay un enorme diferencia entre hablar de “escritor
argentino” o una “literatura argentina”. Escritores argentinos hay
un montón en Argentina y otros tantos por el mundo entero, pero eso no
quiere decir que hagan una literatura argentina. Es decir, que existan raíces
literarias y tradicionales de nuestro medio. Yo prefiero hablar de una
literatura del Río de la Plata porque en las temáticas con Uruguay no
hay muchas diferencias puesto que nuestros orígenes e influencias
estuvieron y siguen muy ligados. También nuestras problemáticas se
mezclan fuertemente. No
pienso que el nacimiento de un autor otorgue el rótulo de una identidad
literaria. Pasa igual que la música ¿Es que a Gardel podríamos dejar de
considerarlo argentino porque nació en Francia? ¡Imposible! Ni siquiera
los franceses se atreverían hacerlo. Al
desplazarse geográficamente un autor lo único que hace es ampliar su
visión del país como del continente, pero su literatura puede continuar
a tener los matices nuestros. Allí esta el caso de Cortazar que con todos
los años que vivió en Francia su literatura no dejo de ser argentina. Yo
había publicado en Francia hace algunos años un libro de poemas
“Ambición de Existir” que era bilingue y que comercialmente anduvo
bien aquí en Francia porque circuló entre las escuelas como soporte del
español. Sabemos que no hay mercado comerciales para la poesía y que
esos libros no se venden en ninguna parte del mundo; lamentablemente, pero
eso es la realidad. Eso hizo que yo siempre tuviera admiración por las
editoriales o los grupos que empujan por la vigencia de la poesía. Cuando
la Editorial Recovecos me propuso publicar un libro mío de poemas me
agarró desprevenido, saltando en otra aventura, cuando ya estaba saliendo
mi novela “Cuando los pájaros vuelan en libertad”. Fue entonces que
les propuse que lo hiciéramos bilingüe para aprovechar el puente y
tratar de utilizar el circuito de estudiantes aquí ya que es la segunda
lengua en el secundario y, como soy docente, muchos profesores podrían
incorporarlo a sus cursos. Cuando
me preguntan ¿cómo nació “País Chúcaro? Yo respondo desde el azar y
la urgencia. Pero es muy temprano para tirar conclusiones y hay que darse
los medios para que todo ande bien. Entre
mis defectos, tengo el de haberme sentido siempre más cordobés que
argentino, lo cual hizo que a menudo me tomen el pelo mis amigos y aquí
hasta dicen que hablo el francés con acento cordobés. Pero mis lectores
no están en Córdoba y hasta pienso que la crítica me es menos favorable
allá. Mis libros se venden más en La Pampa, en Mendoza y en la provincia
de Buenos Aires. Sin embargo, nunca perdí el acento de mi provincia ni
esa sensación de ser cordobés y muchos de mis relatos hablan de la
cotidianidad de Córdoba. Yo escribo, y no importa en qué idioma lo haga,
escuchando las canciones de Daniel Toro y de Aldo Monges. 3- ¿Cómo resolvés la experiencia traumática y a la vez liberadora de la distancia geográfica? ¿Cómo se compone su biblioteca, cuáles son tus libros de cabecera, por así decirlo? ¿Cuántos de estos son considerados familiares y cuáles ajenos a tu propia cultura? ¿Se puede pensar en términos de “cultura argentina” vs. “cultura europea”? JCA:
Es difícil “resolver” el exilio porque no fue una opción. Si yo
hubiera quitado Argentina como inmigrante buscando nuevas perspectivas
posiblemente lo hubiera hecho para Italia o México. Se calcula que en
Francia en aquella época había 3000 argentinos y solamente 900 con el
estatuto de refugiado político. Yo integro uno de esos 900 porque fue
Naciones Unidas que me trajo aquí. El refugio político es una situación
especial donde debes dejar de lado tu origen argentino, te mueves con una
documentación diferente y un pasaporte azul de NU que cuando lo veía
alguna autoridad, de cualquier país, enseguida pensaban que eras un
terrorista, un tira bomba, alguien que llegaba a ese país para
enquilombar la vida a ellos, y muchas veces en las fronteras te retenían
horas enteras solamente porque tenías ese tipo de documentación y hasta
hubo países que me negaron la entrada. El exilio nunca fue dorado como se
decía allá. Esas son heridas duras a cicatrizar. Ahora si me preguntas
¿cómo se ve nuestro país alejado geográficamente? Eso es diferente.
Mientras más te alejas de un lugar la visión es más global. Cuando
piensas en el barrio donde vivías ves la provincia, el país entero.
Cuando quieres ver la provincia, sistemáticamente ves el país, el
continente latinoamericano entero. Esta visión global, sin que uno mismo
lo pretenda, nos va cambiando nuestra percepción de las cosas porque se
mezclan las culturas, las religiones, los sistemas políticos y sociales.
Sin lugar a dudas esto influencia también en la manera de escribir. Mi
biblioteca no está compuesta con escaparates de libros como objetos
culturales, es un mundo vivo que se modifica permanentemente, porque yo
creo que un libro no tiene propiedad privada sino que pertenece al que lo
quiera leer. Todos mis amigos pueden servirse en libertad de mi
biblioteca. Esta actitud frente al libro hace que siempre estén llegando
y saliendo libros que renuevan el espacio. Me ha sucedido que algunas
veces me han dado ganas de leer por segunda o tercera vez un título de mi
biblioteca y cuando fui a buscarlos ya no estaba más; entonces me mato de
risa diciéndome “carajo, otro tipo tuvo la misma idea que yo”. Cada
vez que observo que por un mismo libro pasa otro lector me pongo contento
y soy feliz. Cada uno fabrica su felicidad a su manera. La mía es en la
cantidad de manos que puede acariciar un libro. No son las manos que
acarician los libros, son los libros que lo hacen con las manos y hasta a
veces las muerden despertándoles lágrimas y rabias al que los toca. Yo
no tengo un gusto académico ni estructurado de autores o de libros, más
bien es heterogéneo. Hay libros que me marcaron como “El señor
presidente” de Miguel Ángel Asturias, “La Divina comedia” de Dante
Alighieri, “La Biblia”, “El aleph” de Jorge Luis Borges, “Cien años
de soledad” de García Márquez , “Don Quijote de la mancha”, “La
casa de las bellas durmientes” de Yasunari Kawubata, o autores como Lord
Bayron, Roberto Arlt, Juan Gelman, Héctor Tizón, Juan Filloy,... A
menudo me preguntan en términos de “cultura argentina” vs. “cultura
europea” y me molesta pensar como si las dos “culturas” fueran
competitivas una contra lo otra. No olvidemos que Argentina es un país de
inmigraciones europeas y que se trajo muchos elementos de allá. La
cultura argentina esta totalmente salpicada de la cultura europea. Yo
prefiero hablar de escritores argentinos que han producido o producen una
literatura interesante, pero que no se podría decir que es verdaderamente
nacional. 4-¿Quién necesita identidad? Me gustaría saber qué te sugiere esta pregunta. Personalmente me gusta mucho. Fijate que es fácil contestarla, pero muy incómodo ajustarse a la respuesta. Pienso en El escritor argentino y la tradición, de Borges, un texto que obliga a tomar postura. En el caso de Borges, sabido es que el tono íntimo sirvió para escapar a la “fatalidad”. Me seduce lo que propone Alain Pauls [2]. Pauls advierte que en el intento de definición del “ser argentino” corre aparejada una amenaza, cierta propensión peligrosa a la autonaturalización y por ende a la generalización, al estereotipo. Propone “alguna manera de pensarnos que olvide al Borges de El escritor argentino y la tradición. ¿Si fuera posible dejar ese texto fuera de toda consideración, ¿Cuál pensás que sea la mejor opción?. A propósito, recuerdo el famoso pedido de W. Gombrowicz:“Maten a Borges”. ¿Qué cosas de Borges nos impiden pensarnos mejor? JCA: El problema de la identidad es muy fuerte para ciertos autores y entonces se lo observa en su literatura, en su temática. No olvidemos que el escritor es ante todo un ser humano que nació en alguna parte del mundo y depende de esta relación que se planteará la problemática identitaria de su literatura. Borges es universal y podría haber nacido en Suiza como en Inglaterra y su literatura hubiera sido igualmente genial. Es un erudito de la construcción de la palabra y cuando construye sus frases ¿quién se atrevería a decirle don Borges usted se equivocó en la puntuación? El problema fue que él era parte de la elite literaria de la burguesía argentina que miraba más Europa que el interior del país. Pienso que es a ese Borges que Gombrowicz quería matar, sobre todo porque Gombrowicz era un epidermista que escribía con las tripas mientras que Borges lo hacía con la razón y el intelecto. No
lo he leído a Alain Pauls como para dar una opinión sobre su
pensamiento. 5- Releyendo Poéticas de la distancia, adentro y afuera de la literatura argentina, me emociona leer el tono que cunde en este librito. Espero que vos lo puedas conseguir allá. Sino, yo te lo mando. (Avisá). Porque mucho de lo contenido en este libro, ya lo discutimos juntos entre mates, cigarros y café, en París. Lo importante aquí es que esta lectura sirva de detonador de algunas cuestiones que, como te dije al principio, me interesan. En el caso de Tamara Kamensain[3], que integra el libro compilado por Silvia Molloy, el tono es el mismo que en el de Alain Pauls: se siente más argentina en la medida en que más siente desintegrarse lo argentino. (¡Es hermoso!). ¿A qué se debe esa manía nuestra de saber qué somos, cómo somos? ¿Se puede definir algo así sin caer en esencias? ¿Cuál es la productividad de encontrar una respuesta? ¿Notas una preocupación similar en los europeos? En tu caso particular: ¿Qué es ser argentino? Recuerdo una película argentina, Martín hache. Ahí, Fernando Luppi, que encarna un cineasta radicado en Madrid si mal no recuerdo, dice que la patria son los amigos, los afectos. Vos que llevás muchos años “afuera” ¿Cómo describirías el sentido de pertenencia que te vincula a la Argentina? ¿Cómo definirías el “borde concreto”, esa línea que te permitiría decir acá yo siento me reconozco, acá pertenezco? Puede ser un Barrio. Martín Kohan[4], por ejemplo, afirma que “la pertenencia, ese gusto por lo consabido empieza a perderse ya en las salas de embarque de los aeropuertos”. Para este autor, las salas de espera y embarque de los aeropuertos están lejos de ser esos no-lugares de los que habla Marc Augé. Por el contrario, es allí, dice Kohan, donde empieza la lucha interior del viajero a contramano, el desafío de inventar la repetición donde impera la diferencia. Martín Kohan, que nunca salió de la Argentina más que por dos días o dos meses, también, de manera irónica, dice que “quien se haya embriagado de argentinidad en torno al obelisco en junio de 1978 y en torno a la pirámide de Mayo en abril de 1982, precisa el resto de su vida para desintoxicarse”. Y agrega: “y le queda para siempre un reflejo cauteloso, un vade retro de prevención”. ¿Alguna vez te intoxicaste de argentinidad? ¿Concebís a la escritura como un modo de desintoxicarte o de conjurar ciertas malas pasadas que el país jugó a la historia de uno? ¿El sentido de una emigración depende de la manera en que se defina la pertenencia? ¿De qué cosas se puede emigrar? ¿De cuáles no se debe? JCA: Si puedes mandarme el libro “Poética de la distancias,...” sería muy lindo porque aquí no lo puedo conseguir. Sin duda el problema de la “argentinidad” reflota cuando uno está fuera del país con otros matices y basta que te ataquen el país para que uno saque las uñas defendiéndolo y, muchas veces, con un nacionalismo peligroso. Yo
que he vivido mi vida mitad en Argentina y la otra mitad en Francia, tengo
amigos y afectos en los dos países; sin embargo nunca dejé de sentirme
argentino ni siquiera nadie me escucho decir tengo dos patrias. Tal vez es
por eso que me negué siempre a sacar la doble nacionalidad a pesar de los
problemas que eso podía ocasionarme. Pero el hecho de que no haya sacado
la nacionalidad francesa no quiere decir que no quiera a Francia. Quiero
mucho a Francia, pero no es mi país porque yo soy argentino y me gustaría
morir en mi país. Cuando aquí me dicen que soy extranjero le respondo
con una sonrisa y encojo mis hombres como diciendo que no es mi culpa.
Pero cuando iba a la Argentina y me decían “el franchute” haciéndome
sentir extranjero, yo puedo asegurarte que era como recibir un puñetazo
en mi estómago. Por eso escribí el cuento “El extranjero” y por eso
dejé de ir durante 16 años esperando que alguien me dijera “Bueno
loco, ya anduviste demasiado por afuera regresa a tu casa”. Esta situación
fue demasiada curiosa para mí. La clase media argentina tiene el orgullo
de mostrar sus dos brazos diciendo “por este corre sangre española y
por esta otra sangre italiana”. Entonces no tendría que estar
sorprendido cuando mis amigos de la clase media me decían “quédate en
Europa que se está mejor”. Es en este último viaje cuando se ha
comenzado a despertar una idea de lo nacional, de lo nuestro, de las
vivencias argentinas que me recibieron diferentemente. La argentinidad es
un problema político, social y económico. Para
mí escribir es un acto social y no puedo olvidarme de eso cuando lo hago.
Uno puede emigrar el cuerpo, pero no el alma ni los sentimientos. 6- Revisando la publicación de “La peste” en la revista Bohemia y Figura, integración literaria, en 1983, y comparando este texto con “La peste”publicada en Desiderátum descubro una re-escritura. Lo que estaba implícito en 1983, se hace mucho más explícito en 1988 ¿A qué adjudicarías ese cambio de tono? La apertura democrática tiene alguna incidencia en la explicitación del encuentro carnal entre las dos mujeres? JCA:
Durante los primeros años de la dictadura yo sentía como un cuchillo que
me entraba en el cuerpo cada vez que tomaba conciencia de la auto censura
que se me producía al escribir. Inclusive en el primer tiempo de mi
exilio me costaba separarme de esa actitud que se me había pegado a la
piel. Es posible que el texto “La peste” haya vivido ese proceso. Pero
lo más posible es que no recuerdo las cosas que he publicado porque no
guardo nada. A mí no me gusta leer mis escritos cuando los he terminado
porque nunca estoy totalmente conforme con lo que hice y a menudo termino
agregando o quitándole cosas. Por eso considero que mis textos están
terminados recién cuando salen publicado, y eso tampoco quiere decir que
este conforme. La re escritura de “La peste” posiblemente tenga que
ver también con esa actitud de que mis textos nunca están finalizados y,
cuando me pidieron una colaboración, seguramente que al leer terminé re
escribiéndolo sin acordarme que ya estaba publicado. Ahora que vos me lo
dices me doy cuenta que tal vez fue publicado dos veces ese cuento. 7-
Recorro tu obra y encuentro la reiterada presencia de los pájaros, como
si estos fueran el símbolo de una constante lectura del mundo: anhelo de
libertad. Su presencia es funcional en los relatos al incorporarse en términos
comparativos. Encontré referencias a pájaros enjaulados (militantes
reprimidos y encarcelados); pájaros de mal agüero (amigos que descubren
algo que no queremos ver); pájaros que ostenta la libertad que el hombre
anhela (aspiración a una libertad imposible); etc. Curiosamente,
releyendo el Martín
Fierro (La Ida); las comparaciones con el mundo natural tiene al pájaro como
animal privilegiado que le permite al gaucho hacer más claro su
pensamiento: “Como el ave solitaria / con el cantar se consuela; Mi
gloria es vivir tan libre / como pájaro en el cielo”; “Sosegao vivía
en mi rancho / como pájaro en su nido”; “En fin, para no echar panes
/ slimos por esas lomas / lo mismo que las palomas /al juir de
gavilanes”; etc. Pienso que en tu obra, las comparaciones, lo mismo que
en el Martín
Fierro, pueden ser leídas como un fuerte vínculo con el mundo de la
naturaleza. El saber experiencial sobre el saber libresco, por un lado.
Por otro, el fuerte matiz provinciano que aparece en algunos personajes,
me permiten vincular lo urbano con el progreso, y lo provinciano con aquel
anhelo de libertad comprendido a pronta edad. ¿Qué hay de cierto en esta lectura? ¿Hasta dónde el
aspecto provinciano de los personajes que funcionan como tu alter ego es
una reinvindicación del interior del interior, es decir, de lo que
está dos veces alejado del centro urbano? ¿Qué
valor tiene en tu obra ese espacio? JCA:
Desde siempre asocié los pájaros como sinónimo de libertad y estuve muy
atraído por eso. Recuerdo cuando era niño si había algo que me
entristecía era ver algún pájaro adentro de una jaula. Efectivamente
era como enjaular la libertad. Todavía recuerdo una frase de un poema que
alguna vez supe publicar “¿dónde van los pájaros cuando mueren / dónde?”
En realidad los pájaros en el cielo son eternos y la libertad debe
ser así, eterna. Esta idea me persiguió desde chico. Como
hombre no soy distinto del que escribe, hasta mi literatura es oral.
Cierto vez una chica me dijo que mientras leía un libro mío, ella sentía
como si yo le estuviera hablando a los oídos contándole una historia. Es
decir que hay un estado anímico en mí que viene nutrido desde el
interior de mí mismo y va con todo el provincialismo que arrastro. ¿Por
qué mi escritura tendría que ser diferente? Ustedes
los analistas literarios utilizan a menudo la palabra “Alter ego” como
un desdoblamiento de la personalidad o, en el mejor de los casos, como la
traducción literaria del latín “el otro yo” que se desprendería de
manera inconsciente. Yo no estoy muy de acuerdo con eso. La alteridad que
habita en los personajes de una escritura son conscientes: él es él y yo
soy yo. No somos intercambiables, somos únicos y diferentes, extraños y
ajenos el uno frente al otro. Todo nos separa, pero justamente eso que nos
separa es lo que nos acerca. Por supuesto, uno cuando escribe mete lo que
tiene en la historia o en los propios personajes y ¿qué es lo que tengo
yo si no es mi propia historia? Allí es dónde voy a hurgar en general,
pero eso no quiere decir que soy un historiador ni que en los personajes
utilizo lo que me gustaría ser. En general, escribo en primera persona
mis novelas y mis cuentos, pero eso es una cuestión de técnica para
marcar mejor mi literatura oral y llegar al lector. Seguramente, hay libro
en lo que metí más cosas de mi vida que en otras, fue el caso de la
novela “El ladrón de campanas”. 8-
En el relato breve Mr. Antonine
(1983) hay una fuerte crítica a la Francia individualista,
consumista, que abandona sus afectos. El suicidio del personaje pone una
nota pesimista sobre el sistema de vida europeo.
Este cuento pone el acento sobre un claro punto de vista que ya
expresaras en una entrevista para Bohemia
y figura, decías: “la Europa
de pos-guerra se reconstruyó sobre una reedificación materialista y un
pujante desarrollo económico, pero no se reconstruyó al hombre como ser
humano y, su resultado no podía ser otro que el que se observa hoy en día:
un fuerte individualismo, un consumismo casi escandalizante y una especie
de vacío cultural…”. Pienso que el suicidio es un tema pocas veces tratado por tu
poética. En un cuento tuyo inédito, La
mujer alquilada, vuelve a aparecer el tema pero el intento fallido de
suicidio tiene como personaje principal a la familia del anciano que
finalmente lo salva. De esta forma hay una especie de continuidad temática
¿La familia latinoamericana sigue siendo preferible al individualismo
europeo? ¿Qué valores estarían presentes es una y otra cultura?
Al mismo tiempo, pienso en la actualidad de países como Estados
Unidos, que planea crear una muralla para parar la entrada de inmigrantes
sudamericanos; en los incendios en París perpetrados por esa masa de
inmigrantes periféricos que
no encuentran lugar en una Francia desigual. Estos acontecimientos ¿obedecen
a esa reedificación materialista que vos denunciabas en los ochenta? ¿Abría
algo que te separa del francés medio? JCA:
Una de las cosas que me impactó mucho cuando vine a Francia por primera
vez, que esa imagen de la Europa vieja, era terriblemente moderna. Además
cuando veía los documentales sobre la segunda guerra mundial donde todo
estaba destruido y no se veía nada de esa hecatombe. Comencé a observar
que la reconstrucción había sido magnifica, pero era una reconstrucción
material porque la problemática del ser humano continuaba y continua
siendo diferente. De esta observación nació el cuento “Mr. Antoin”,
que efectivamente existió y con quien sabía charlar muchas tardes. El
capitalismo liberal que se aplicara después de la guerra destruyó al ser
humano en su esencia, en su relación social como familiar. El hombre se
transformó en un simple engranaje de producción y que después de ese
periodo productivo era dejado de lado por la propia sociedad. Francia
continua, hasta hoy en día, a buscar un modelo de vida que pueda
adaptarse como bienestar social, y la familia latinoamericana es un
elemento de observación para ellos porque nosotros conservamos algunos
valores como antídoto del liberalismo que ellos viven. Pero también son
conscientes que la globalización con su neo liberalismo está modificando
la estructura de la familia también en Latinoamérica. “La
mujer alquilada” tiene mucho que ver con esa situación. La palabra
suicidio no existe en mi diccionario personal, lo cual no quiere decir que
esté censurada. Yo pienso que tuvo unos ciertos elementos muy personales.
Uno fue el libro de Kawabata “La casa de las bellas durmientes” y, el
otro, una historia loca de pasión que yo venía de vivir. Muchas veces,
personas que pasan por mi vida me impactan y quedan registradas en mis
afectos y en mi memoria eternamente. 9- Sos un escritor que ha frecuentado los géneros más importantes: poesía, teatro, novela y cuento. Sé que el teatro es una actividad eminentemente destinada a Francia. ¿Qué razones hay allí para que no publiques en Argentina tus obras teatrales? ¿Se trata de un problema editorial o es que el génesis de éstas obras responden a la cotidianeidad europea? ¿Cómo repartís tus temas e intereses según los géneros? Releyendo
los escritos críticos de Cortázar[5],
encuentro que habla de la
novela como el género que corresponde a la actualidad. Bueno, eso lo
escribe en los cincuenta, pero da igual. La novela sigue siendo el género
más consumido. ¿A qué adjudicarías esta preferencia, esa visible
preponderancia? ¿Qué puede la novela? En tu caso particular: ¿Qué te
decide optar por la novela? Julio
Cortázar puede leer la Ilíada
como una novela, en tanto canta
la cólera de Aquiles, los sucesos que ésta traza. Pero, la novela actual
se interesaría por las consecuencias
de esa cólera, y el por qué de
esa cólera. Esto le permite pensar a Cortázar que la novela, más allá
de ser hija de la épica, es ante todo un instrumento de conocimiento de
la naturaleza del hombre. A la novela actual le interesa qué
suscita la cólera y el por qué.
Al indagar sobre la novela, Cortázar llega mucho más allá, al imaginar
la muerte de la novela, o de la literatura si querés. Imagina que la
sociedad revolucionada llegara a funcionar eficazmente. Entonces, la
novela, en su rol de oponerse a la realidad (porque se está en desacuerdo
mostrando lo que ella es o como debería ser) o bien, de escapar de esa
realidad , ya no tendría sentido. A veces pienso que me gusta la
literatura porque la realidad es imposible. Y sueño con el fin de la
literatura gracias al triunfo de una realidad más acorde a mis
esperanzas. ¿Cómo definirías la literatura? ¿Qué rol le asignás? ¿Se
puede pensar la literatura como una forma de acción sobre el mundo? ¿Colabora
la literatura en achicar el abismo entre los hombres? Recuerdo que
Gombrowicz decía algo así como que los hombres tienen que recurrir a
Dios, y recorrer distancias infinitas cuando lo que cuenta es el espacio
entre el hombre y el hombre, tan solo medio metro. JCA:
Yo soy tal vez un mal escritor o en todo caso no funciono como la mayoría
de los escritores que conozco. Ellos necesitan aislarse, crear su propio
universo físico para poder escribir, yo soy lo contrario, necesito estar
conectado con el mundo y la realidad que me rodea. Y si estoy solo escribo
mirando la televisión o escuchando la radio. Cuando hay gente en casa
escribo charlando con ellos o compartiendo un café y hasta les hago
comentarios sobre las cosas que me angustian o me hacen reír sobre lo que
estoy escribiendo. Escribir es una función social y comunicativa;
entonces ¿por qué debo aislarme creando una realidad paralela? El
otro problema que tengo es que cuando me despierto y prendo la computadora
no tengo la menor idea sobre lo que voy hacer. Puedo trabajar en una
novela, como puedo hacerlo en un cuento corto, en una pieza de teatro o en
un simple poema. Yo hurgo como el minero que busca la veta, y cuando la
encuentro sigo ese camino. A veces me lleva tiempo, otras veces la
encuentro enseguida, depende también el espíritu y el estado de animo
que tenga ese día. Así nacen mis escritos tan diversos. Pero donde me
siento más cómodo es en el cuento corto. Cuando
escribo no pienso en el mercado comercial, escribir es un acto creativo,
un combate entre la idea y el autor. Borges lo había explicado muy bien a
eso cuando escribió “El otro Borges”
En el acto de re escritura el instinto queda de lado para dar lugar
al razonamiento, al juzgamiento de lo efectuado. En realidad lo que más
se vende para las editoriales son los testimonios y las novelas, porque el
público necesita vivir historias que puedan ser símiles y al mismo
tiempo extraordinarias de lo que ellos sienten de sus propias vidas.
Muchas veces trato de ayudar a una editorial para que tenga una mayor
distribución y venta; pero no entro en el trabajo que les corresponde a
ellos, a cada uno su profesión. Para mí hay una diferencia grande entre
el acto de escribir y el libro propiamente dicho. En
la presentación, en La Pampa, de mi novela “Cuando los pájaros vuelan
en libertad”, supe explicar que el libro no es solamente una simple
acumulación de páginas paridas por la imaginación de un escritor
solitario. El libro es siempre un testimonio para romper silencios e
interpelar a otro sobre cualquiera de los temas que tocan a la sociedad:
desde el amor a la guerra, desde lo excepcional a lo cotidiano, desde los
sueños a la realidad, y no importa si el libro es íntimo o abierto.
Escribir no es nunca una actitud inocente. La
pregunta, que muchas veces me hago, es si la literatura puede ser
perturbadora. Posiblemente sí. La literatura va dirigida al universo
sensorial del cerebro y eso produce una modificación en el imaginario del
lector que va a modificar o a reafirmar ideas. O, en todo caso, que lo
lleva a soñar o a replantearse interrogantes. Pero que, de una manera u
otra, hay algo nuevo que se incorpora en el cerebro de la imaginación. 10- Necesito precisar la fecha de escritura de Cuando los pájaros…, puesto que me decías que la publicás en el 2006; la re-escribís en el 2005. Pero, encontré un dato en la contratapa de Desiderátum. Acá, Cuando los pájaros… aparece entre tus novelas inéditas. El dato me interesa porque, como vos sabés, estamos en un proyecto de investigación sobre la literatura e identidad de Córdoba. Es posible ingresar esta novela al corpus, siempre y cuando me afirmes que su escritura data de la década del ochenta-noventa. Si paso algo parecido con Ladrón de campanas, anotalo. JCA:
Ay, ay, ay... ¿por qué tienes que meter el dedo dónde no se debe?... En
tanto que escritor fabrico mis libros como si fueran puzleres . A veces
tengo títulos o frases que me agradan y me gustan; entonces los conservo
para ver donde los pueden encajar. A veces esos títulos se pasean por
varios originales hasta que engancha en algunos. En un principio, yo tenía
una trilogía de tres novelas que partía con “El ladrón de
campanas”, “El guardián de los vientos” y “Cuando los pájaros
vuelan en libertad” Los dos
primeros originales salieron unidos bajo el título de “El ladrón de
campanas”. Entonces me quedó el título del segundo que me dije que algún
día lo utilizaré para otra cosa. El tercer de esos manuscritos, que debe
ser el que salió en “Desideratum” decidí quemarlo por cuestiones
personales, pero al título lo guardé para utilizarlo en otro escrito.
Cuando estaba escribiendo mi novela que al principio se llamaba “Nadège”
pensé que se adaptaba mejor “Cuando los pájaros vuelan en libertad”
y así fue. La
novela que fue publicada por la editorial Espartaco no tiene nada que ver
con la que figuraba en la cobertura de “Desiderátum y otros cuentos”
de la editorial Alción, si mal no recuerdo. Lo
mismo me sucedió con el título de mi último libro de poemas “País Chúcaro”
que lo tenía para un conjunto de cuentos, luego pensé meterlo en una
novela y terminó en el libro de poemas donde pensé que se adaptaba más.
Este título siempre estuvo atado con la dedicatoria y a dónde lo probaba
iban inseparables, porque esas dos cosas nacieron unidas como hermanitos
gemelos. Yo conservo siempre la imagen de una chica estudiante curiosa de
la vida y de la historia, que me impactó por su inteligencia y su carácter,
cuando le dije que ella se definiera, me respondió “soy chúcara”.
Delante de ella yo escribí en un papel “País chúcaro” y supe que
iba a ser el título de “algo” que yo publicaría. En
teatro me sucede lo mismo, cuando se representó en París mi pieza “La
leyenda de Huanca iris” yo no tenía tampoco el título y lo saqué de
un cuento que estaba escribiendo. Actualmente vengo de terminar otra
novela y le estoy probando algunos títulos como si fuera el cuerpo de una
manequín al que le prueban diferentes ropas. Referencias:
[1] Mariotti, Maximiliano. “El tanque de Zaratustra”. En: 10 de Guerra. Emecé Editores. Bs. As. 1982. Pág. 149.
[2]
Se trata de un escritor joven de
la literatura argentina, escribió una obra llamada El
pasado que obtuvo el premio Planeta. Este escritor rescata un
hecho curioso. Entre el ´60 y ´70 un fenómeno tiene lugar en los
cantantes de moda extranjeros: la mayoría, al ingresar a nuestro
mercado, adapta sus canciones al castellano. Piensa en Roberto Carlo,
Nicola di Bari, Ornella Vannoni, Gigliola Cinquetti, Salvatore Adamo.
Se trata de una translación, de una traducción casi universal, dice
Pauls. Porque las mismas canciones son tarareadas en Francia, Brazil,
Argentina e Italia, por ejemplo.
La clave está en que la obviedad de las letras, la falta de
complejidad podríamos decir, que permite la cristalización
transparente de lo que es transparente, la canción romántica. Ahora,
allí, Pauls subraya que escuchar a un extranjero pronunciar el
castellano le fascina porque transmitían cierto matiz.
Presiente que ese acento extranjero fundaba una emoción que actuaba
de un modo paradojal, a la vez en la proximidad y en la distancia: “el
acento producía emoción, sí, pero al mismo tiempo designaba la
emoción que producía y la lengua en la que intervenía”. Y, lo
más importante es que en el
acento de esos extranjeros forzando nuestra lengua ve el
instrumento de una utopía: la de relacionarse con la identidad
de manera desviada, digamos evitando las totalizaciones. Algo
así como tomar partido por la argentinidad a través de un extranjero
que simula hablar la lengua de uno. Claro, el famoso distanciamiento
brechteano. Pero, no deja de tener valor este intento de utopía. Se
necesita al otro para saber quién soy, pero sin agresividad. Pauls,
Alan. “El elogio del acento”. En: Molloy, Silvia y Sidkind,
Mariano. (Eds.) Poéticas de la distancia. Adentro
y afuera de la literatura argentina. Grupo Norma.
Bs. As .Septiembre, 2006 [3] Kamenszain, Tamara. “El getto de mi lengua”. Op. Cit. [5] Cortázar, Julio. “Situación de la novela”. En: Obra crítica. Vol. 2. Edición de Jaime Alazraki. Bs. As. 2004. [6] Juan Carlos Alarcón es argentino. Vive en Francia, y ha publicado los libros “País Chúcaro” (poemas, Recovecos, 2006); “Cuando los pájaros vuelan en libertad” (novela, Espartaco, 2006); “El ladrón de campanas” (novela, Espartaco, 2004); entre otros. Es autor y director de teatro, y en su haber se cuentan las obras “La chica de la sonrisa de oro”, “La mujer del fin de semana”, La leyenda de Huanca Iris”, “¿Ya 200 años?...¡Oh mierda!” y “El puerto del infierno”. Como periodista dirige la revista bilingüe “Café Latino” de Francia. |
Gabriela Andrea Vidal
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