Afirmación de Arthur Miller Arthur Miller |
Las dos obras mas recientes de Arthur Miller fueron dadas a conocer al público en forma conjunta. Piezas de un acto, han estado representándose en uno solo función. Esto contribuye a definirlas como expresiones menores dentro del teatro grande de su autor, en el que figuran además de "Todos eran mis hijos" esas dos cumbres de lo escena contemporáneo que son "La muerte del viajante" y "Las brujas de Salem". Pero la misma especificación de que se trata de obras en un acto es engañosa. En todo caso, a través de esa unidad escénica, Arthur Miller nos asombró como puede asombrarnos un arquitecto capaz de alcanzar insospechada profundidad y perspectiva en poco espacio. El resultado obtenido nos asegura finalmente que se desenvuelve en la medida justa, pues las dos obras viven con tanta lógica que creemos asistir a su crecimiento natural. Tal vez sea esto condición de toda obra literaria lograda, se trate de cuento, teatro o novela. Los personajes parecen totalmente liberados de su creador y van construyendo su vida, integrando su destino con actos que nacen de su propio índole y de los condiciones con que la sociedad encuadra su existencia. Una vez más, como en todos las suyas, se cumple en estos obras de Miller esa unión sin junturas visibles de lo estrictamente individual con lo social. Por eso resultaría inútil buscar rótulos a su teatro o establecer qué temática predomina. Es el hombre y su circunstancio. El hombre de una sociedad dada, con sus anhelos y angustias espirituales, con sus apremios y limitaciones económicos, con sus reclamos instintivos y pasionales, pero es el individuo entero, y no fragmentado, como lo muestran esos autores empeñados en demostrar algo y que para ello enfocan lo que les conviene y dejan en lo oscuridad lo que no ayuda a su tesis. "Recuerdo de dos lunes" revela, desde el titulo, que Miller ha elegido uno situación inicial potencialmente cargada de interés. El autor no necesito explicarnos qué representa el lunes en lo vida del que gana un sueldo o un salario, aparte de que el pago semanal, en uso en los Estados Unidos, acentúa, sin duda, su significado. El lunes es el día en que se vuelve al trabajo, es el día en que concluye la pequeña libertad y se remide el sometimiento a la diaria rutina, que no se logra, o veces, sin cierta conmoción. Miller instala lo acción en uno de esos escenarios que hacen pensar que la realidad se complace en manifestar una inigualada fantasía. Es el "escritorio" correspondiente a un viejo depósito de repuestos de automóviles y camiones, ubicado en el fondo de una especie de galpón convertido en inhospitalaria oficina. En la decoración figuran guarda-barros, rollos de alambre, barriles con repuestos, uno báscula, rollos de papel madera. El lugar parece tener el aire de una ferretería polvorienta y mal iluminada. Y en ese ámbito coinciden un grupo de empleados, hombres y mujeres, que al volver a reunirse el lunes por lo mañana parecen regresar con los nervios de punta y con sus problemas agudizados, como si ellos mismos advirtieran en el instante en que retornan a ese lugar, en cuyo orden se hallan forzosamente inscriptos, el apremio de sus necesidades, el desajuste de sus vidas. Es el instante de mayor disconformidad, yo que con el resto de la semana se van domesticando. La acción parece simple, y poco a poco se van dibujando las relaciones de los personajes entre sí, de los personajes y el lugar, de cada personaje y su propia vida. La obra debe hacer seguramente la felicidad de un director de escena, pues todo se va insinuando insensiblemente en medio de diálogos que tienen espontaneidad y que nos van atando gradualmente a ese mundo, diálogos que tienen el complemento de un movimiento ininterrumpido de los personajes. El conjunto debe rendir, sin duda, una fluidez y sonoridad musical en la concertación de las figuras, en la que interfiere ese leit motiv disonante y obsesivo de los que se dirigen al fondo de la escena, hacia el único baño a disposición de los empleados, y que comparten hombres y mujeres. No hoy duda que igual oportunidad que al director ofrece esta obra a los actores y actrices, pues cada personaje de "Recuerdo de dos lunes" —desde luego, esto es común a las dos obras— permite un gran trabajo interpretativo. Coda personaje es un complejo tipo humano, fruto de ese característico talento reflexivo de Miller, quien siempre deja la impresión de que detrás del artista hay un pensador de gran inteligencia. Tal vez es importante decirlo también al revés. Miller tiene, hondura de pensador dotado de lo facultad de encarnar sus concepciones con vigor de inspirado. Porque si hay un pensamiento firmísimo, denso, si hay una visión del mundo, sus obras son intensas creaciones dramáticas construidos con palabras, pero también con situaciones, y gestos, con una móvil vida escénica, realizada sobre las tablas. Ante estas dos obras de Miller —como ante las otras suyas—, se piensa en el carácter intrínseco del teatro como género de creación. Puede recordarse aquí una frase que Rilke utiliza como acápite de su libro sobre Rodin. La atribuye o Pomponio Gauricus: "Los escritores obron (wirken) por medio de los palabras ... los escultores, por actos". Esto que se dice de la escultura puede, quizá, aplicarse a todo teatro auténtico y sin duda al de Miller, cuyos obras aún leídas sugieren las dimensiones que da el volumen, y el volumen en movimiento. Su teatro, sus escenas, van siendo minuciosamente construidas como si el autor las fuera modelando con sus manos hábiles, que animan la materia con el soplo creador. As! es como van adquiriendo profundidad estos personajes, con toda la tensión que llevan dentro. Estos empleados de oficina tienen relieve dramático, no sólo por el episodio que viven en el curso de lo acción de la cual somos testigos, sino porque ese episodio destaca la pugna entre su condición de seres humanos con el medio frío en cuyo órbita fija giran. Unos son conscientes de su derrota, como Kenneth; en los otros, basta con el relieve que el drama cobra ante el espectador, aunque no vibre en lo conciencia del personaje. Pero en un lunes cualquiera, lo vida parece presentar su cuenta. En veinte años de oficina se acumulan muchas frustraciones, material que de golpe puede volverse explosivo. Y en ese curioso y triste escenario culmina un poema dramático que se ha ido construyendo ante nuestros ojos, y cuyo doloroso lirismo fue armonizando estas vidas oscuras, esos repuestos de automóviles viejos, y de pronto también llegó a incluir a ese rayo de sol que al interrumpir tomó el carácter de extraordinario personaje. |
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"Panorama desde el puente" excede aún más notoriamente la duración de un acto. El titulo de la obro debe tener especial resonancia para el habitante de Nuevo York, pues alude al gran puente de Brooklin. A nosotros nos habla de la proximidad del puerto, donde trabajan los personajes masculinos de la obra, en su mayor parte estibadores italianos o de origen italiano, arraigados en la vida norteamericana. La obra comprende en su raíz una crítica a la ley de inmigración de los Estados Unidos, que obliga a trampearla, como aquí se ve, pero es muy característico de Miller, como ya se ha dicho, la formo como utiliza ese elemento que podemos llamar social. Actúa, se engrana lógicamente con los problemas individuales, y la critica misma queda en un plano secundario, pues es un detalle natural dentro de un conjunto más amplio que contiene a la realidad, lo cual siempre abarca aspectos múltiples. En este coso el régimen de inmigración se convierte en un elemento más de esa presencia de la totalidad y no tiene peso que moleste o desequilibre. Actúa desde lejos, apenas se nota, y sin embargo, en el final son las figuras —de tanto valor plástico— de esa parejo de policías que vienen para imponer el peso de la ley los que apresuran el desenlace. Pero es el desenlace de otra situación, básica, que no depende de leyes de inmigración o de otros códigos jurídicos o morales. Es el desenlace de una historia que crece como crece un alud de nieve cuando se precipita con estruendoso furor. En el corazón de Eddie Carbone, un individuo sencillo que podemos encontrar en nuestro propio ambiente, en el corazón de Eddie Carbone, obrero del puerto, se ha estado incubando una pasión en la que se sume como en un vórtice irresistible. A través de situaciones admirablemente graduadas, entre cinco personajes reales, el matrimonio Carbone, su sobrina Rosie y los dos hermanos inmigrantes, Marco y Rodolpho, se va llegando o un estallido. Seres simples pero de entrañable humanidad —la escena entre la mujer de Eddie y su sobrina es muy hermosa, y dentro de su tono mas bien apagado encierra una emoción muy grande— llegan a vislumbrar el peligro que los acecha y luchan para prevenirlo. Pero la fatalidad, constituida por la acción de internas fuerzas anímicas que traban a Eddie como una traicionera red, va disponiendo su juego y asegura su triunfo. En el vulgar escenario de uno ciudad moderno, y en el ámbito de gente no especialmente elegida sino en el de una familia corriente, hemos asistido a un drama de raigambre antigua. Fuerzas instintivas que se mueven en el oscuro fondo irracional del hombre y que enredarán a personajes de remotas tragedias, maniatan y destruyen a esta gente común de nuestros días. Nada de esto es ajeno a la voluntad de Arthur Miller. La estructura de su obra se completa en la sucesión de escenas cuya continuidad establece un relator. Se trata de un recurso justificado y hábil, pues ese abogado Alfieri que ha intervenido en el desarrollo de los acontecimientos, va anunciando su prolongación. Su intervención no es artificiosa, si lo consideramos un personaje más. Pero es algo más Se expresa cadenciosamente y está claro que representa al Coro de la tragedia antigua. Cierra lo obra con una especie de resumen que vamos a reproducir, porque nos da su clave y la posición del autor: |
Pues bien, como decía,/ ahora, casi siempre/ transamos por mitades / y a
mí me gusta más./ Y sin embargo, cuando hay buena marea, / Y verde olor
del mar / entra por mi ventana,/ y las olas de este mar/ son las mismas
que bañan Siracusa/ y veo un rostro que de pronto parece cincelado,/ los
ojos como túneles,/ que llevaron de vuelta a una playa ancestral/ donde
uno vez vivimos todos. / Y me pregunto en tales ocasiones/ cuánto
de nosotros mismos / allí vive todavía,/ y me pregunto si alguna vez
podremos avanzar/ dejando atrás la oscuridad antigua, / de aquel mundo
caído entre las piedras./ Este es el final de la historia./ Buenas
noches. |
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Bernardo Verbitsky
Gaceta Literaria Nº 5 - junio de 1956
Gentileza de Razón y Revolución - Centro de
Estudios e Investigación en Ciencias Sociales
http://www.razonyrevolucion.org/ceics/GACETA1/gaceta/GL5.pdf (versión en .pdf)
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Uruguay
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