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Ella, la hija, quiere cambiar la práctica tradicional, escocesa y
medieval: la de la mujer nacida para ser esposada con alguien por la
decisión de otros. Aún más, esta pelirroja y ferviente princesa, Mérida,
es hábil manejadora de su arco y de sus flechas. Es alegre, espontánea e
impetuosa más que sus pretendientes.
¿Será por eso que Mérida no quiere casarse? La princesa busca la ayuda
de una bruja. Ella quiere algo que la ayude a cambiar los criterios de
su querida mamá. Pareciera que el diálogo está acabado entre madre e
hija. ¿Serán los nuevos acontecimientos quienes determinen la verdad?
Sin embargo, no todo sale bien. No solo la madre se verá afectada, sino
también los trillizos pequeños, hermanos de Mérida, a saber: Harris,
Hubert y Hamish, conocedores de los pasadizos del castillo e insaciables
ante cualquier golosina, por lo que sufrirán el mismo accidente de la
reina madre. Son personajes secundarios muy bien logrados, a los que
debieron haberles dado más participación en la trama.
La primera parte de la película, con la presentación de los personajes,
es exquisita y puntillosa con los detalles. Nos encontramos con figuras
delineadas con esmero y en plena correspondencia con la atmósfera de la
Escocia de entonces: exacta comunión entre sujetos y paisaje, o sea,
entre los personajes y la atmósfera en que ellos se desenvuelven.
En términos narrativos, los sucesos se hilvanan, poco a poco, con la
alegría y la energía propias de su personaje principal, en ese mundo
pelirrojo dominado por la amplia cabellera de la princesa, finamente
descrita en términos visuales. Es una historia sentida desde la juvenil
huella de una mujer trasgresora ante una sociedad codificada en términos
masculinos.
Hasta ahí muy bien. Sin que uno sepa en qué momento, así, exactamente,
de repente el relato comienza a girar sobre sí mismo, a repetirse como
fórmula conceptual (en sus ideas) e, incluso, en su expresión visual. De
pronto, es como oír el mismo gruñir de un oso en la montaña.
Es posible que la película pierda interés para los adultos, porque se
pierden los aspectos críticos e igualmente el sabor de comedia mezclada
con aventura. Es como si el relato se estancara por culpa de la nueva
relación que ha de establecerse entre la madre reina y su hija princesa.
Incluso, el ritmo del filme pierde agilidad; sucede por incorporar de
manera fallida el elemento sobrenatural al relato que se nos venía
contando. Pese a los altibajos de la película, me satisface recomendarla
a adultos, con la condición de que se acompañen por niñas o niños. Esta
es la clave para disfrutar más de la cinta Valiente y de
sus personajes. |
