Los estudios de Hollywood gustan de hacer comedias para adolescentes que, por lo general, nos hacen pensar en la estulticia como algo vendible. También sucede con algunos melodramas para adolescentes y ahora, con igual actitud, se nos receta cine de acción para ese público meta. Hablo de la película Sin escape (2011), dirigida por John Singleton.
Dentro de ese esquema –filme para adolescentes– la película apuesta bien al poner como actor principal a Taylor Lautner, quien gusta de convertirse en lobo en la saga donde su rival amoroso es un vampiro, Twilight. Ahora, en Sin escape, Lautner actúa tan mal, tan mal (¡si eso es actuar!), que casi suspiramos por verlo convertido en lobo, lo cual no sucede, lamentablemente.
La historia comienza con un pleitillo tonto entre dos adolescentes por la jovencita bonita del colegio. Luego, el personaje que encarna Lautner, llamado Nathan Harper, se pega una borrachera que lo duerme una noche entera en un jardín ajeno, a donde alcanza a recogerlo su padre. La acción del filme comienza, realmente, cuando unos tipos llegan a secuestrar a Harper y matan a su madre y a su padre, quienes, nos enteramos luego, no son –en verdad– sus progenitores.
Uno se queda pensando, ¿por qué no se lo llevaron cuando estaba “jumo” y tirado en paños menores luego de la fiesta juvenil? Hubiera sido más fácil, pero el guion del filme no lo piensa ni lo necesita de esa manera. Lo cierto es que el joven debe huir con la jovencita bonita en una fuga tan rutinaria como predecible. No es tan solo la poca originalidad del argumento, es también el débil tratamiento del asunto.
Harper y su amiguita Karen (actuación estable de Lily Collins) son perseguidos por una extraña y cruel banda de sicarios, pero también por agentes de la CIA, mientras todos se afanan por encontrar al padre verdadero del muchacho. Es todo, lo demás es observar cómo la historia se llena de subtramas inútiles y es como echar agua en un canasto, como llenar con nada una caja vacía.
