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Gigantes de acero (2011)

Título original: Real Steel
Peleas con acero
Película mediocre
Se adivina lo que sigue

William Venegas
http://lahuelladelojo.blogspot.com/ 

Crítico de cine La Nación
San José, Costa Rica
wvenegas@nacion.com
 

No sé qué será, si es por ver mucho cine por tantos años o por conocerme casi al dedillo los trinquetes de Hollywood, lo cierto es que me era muy fácil ir presintiendo lo que sucedería durante la trama de la película Gigantes de acero (2011), dirigida con eficacia comercial por Shawn Levy.

¿Será eso que llaman prognosis o conocimiento anticipado de lo que va a suceder? No sé, repito, pero esta película me resultó predecible de principio a fin, y no solo como cine de acción, sino también con sus insoportables escenas lacrimógenas y cursis, llevadas a pura pornografía sentimental.

La historia se ubica en el futuro. Gigantes de acero sucede en un momento en que las peleas de boxeo ya no satisfacen el sadismo y los instintos destructores de los fanáticos. Entendámonos: eso de que el boxeo es un deporte es absoluta falacia. Ver a la gente histérica porque dos tipos se golpean a todo dar, con rasgos de salvajismo, eso no puede ser llamado deporte.

Bien. La película muestra que, entonces, en lugar de seres humanos, las peleas son entre robots, aunque igualmente psicopáticas y con las mismas reacciones de brutalidad de parte del público: prehistoria en el futuro. Alguien podría señalar que es paso adelante el que, en lugar de humanos, peleen robots hasta la destrucción total.

Sin contar con las reacciones del público vistas en este filme, de barbarie, yo espero que en el futuro real los robots sean hechos para causas más nobles que desbaratarse en un cuadrilátero. En fin, con ese marco, vemos a un padre y a su hijo, adictos a tales peleas, hacer lo que sea para que sus peleadores robóticos triunfen.

Además, padre e hijo, tienen sus propios problemas sentimentales y el niño arrastra signos de abandono paterno más la muerte de su madre. Por supuesto que todo tendrá final feliz; eso sí, después de que el filme ande por caminos trillados del melodrama fácil y por la más predecible acción (con el boxeo como paradigma).

El filme es bullicioso en exceso, con mezcla asaz tormentosa de música y ruidos, sin equilibrio alguno. La fotografía procura el cuido del encuadre, pese a la voracidad de los acontecimientos. El montaje resulta bastante profesional y, por último, las actuaciones se ajustan bien a las intenciones de lo que se narra, sobre todo con el buen actor Hugh Jackman.

Tampoco se puede obviar la buena actitud histriónica del jovencito Dakota Goyo, como Max, el hijo, en quien –en su último tercio– descansa la trama de la película. De ahí para allá y para acá, el relato va a trompicones con sus variables (acción, melodrama y vuelta a lo mismo), como una montaña rusa a la que se le adivinan sus altibajos y sus curvas, por la que uno ha pasado varias veces desde el mismo asiento.

Ese es el panorama para esta crítica, amén de que podemos acusar a la película por su debilidad conceptual, ante la ausencia de  elementos transgresores o críticos, o sea, por no plantear ni aprovechar –en este sentido– los dilemas de su propio argumento.

Hugh Jackman y el niño Dakota Goyo encarnan un relato de acción con melodrama, en filme gustado por el público y cuestionado por la crítica

Gigantes de acero

Título original: Real Steel
Estados Unidos, 2011
Género: Acción
Dirección: Shawn Levy
Elenco:
Hugh Jackman
, Kevin Durand, Dakota Goyo, Anthony Mackie, Evangeline Lilly
Duración: 126 minutos
Calificación: DOS estrellas de cinco posibles

por William Venegas 
cocuyos@racsa.co.cr 
Gentileza de La huella del ojo 
http://lahuelladelojo.blogspot.com/   

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