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En otras críticas he cuestionado el vicio
de las precuelas, secuelas, derivados, refritos y de otras tantas
simplezas del cine de Hollywood y de la literatura menos artística, y lo
he hecho tanto que mis críticas ya comienzan a revelar el mismo pálpito.
Stephen King es ejemplo de autor de literatura comercial y se fastidió
con Stanley Kubrick cuando este le llevó la novela “El resplandor”
a la pantalla grande. Ahora acepta una secuela de ese filme a partir de
una secuela escrita por él. Se trata de “Doctor Sueño” (2019),
dirección para el cine de Mike Flannagan.
La novela “El resplandor” se publicó en 1977 y la película la
filmó Kubrick en 1980, con todo el puntillismo del caso y con bastante
pedantería visual. El libro y el filme fueron exitosos. El escritor
español José María Latorre dice que la razón es porque se trata de un
relato sobre la maldad congénita del ser humano.
En todo caso, por ahí quedaron dudas sobre el final generado por la
película, las que aprovecha ahora Stephen King. Así, en el 2013, King
publicó “Doctor Sueño” para dar a conocer la suerte adulta de
Danny Torrance, aquel niño especial y aterrorizado del Hotel Overlook en
“El resplandor”.
Gracias a la pantalla grande, ahora lo conocemos con sus vicios y
virtudes en “Doctor Sueño”, encarnado físicamente de muy buena
mano por el talentoso actor británico Ewan McGregor.
Según la trama (en cine), Danny Torrance es “captado” por la visión de
una niña llamada Abra y ambos deben enfrentarse a una tribu de sujetos
de onda vampírica o paranormales. Estos viven del “resplandor” de niños
a los que secuestran, torturan y matan (más bien, los consumen).
Tal tribu la dirige una mujer cuyos malignos poderes la colocan en punto
de liderazgo, además de su evidente belleza. ¡Cómo no!, aquí se luce
Rebecca Ferguson como la expresión hermosa del mal (el dilema de las
apariencias falsas). Por lo demás, el director Mike Flannagan evita los
barullos del actual cine de terror y encuentra un tono más flemático.
“Doctor Sueño” nunca renuncia a sugerir que algo fatal está por
pasar: es película ominosa. Aunque tiene algunas secuencias groseras o
álgidas (las muertes de los niños), la trama encuentra su buen suspenso
fílmico en la comunicación por energías cerebrales de las partes en
juego (el bien y el mal y sus respectivas sinapsis neuronales). |
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Rebecca
Ferguson interpreta el rostro hermoso de la maldad y no tiene
que poner mucho esfuerzo. |
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