Las primeras lluvias
Dr. Eliseo Valverde Monge

Con las primeras lluvias, que espero se presenten en mayo, comenzarán, de no haberse tomado las precauciones debidas, las inundaciones en todo el país. La estación lluviosa que debe ser esperada con alegría después del verano y los insoportables calores de marzo y abril, podría ser de lamentar, si en estos últimos días, no se terminan de destapar las alcantarillas de nuestras ciudades, en especial las de San José.

Recordemos que últimamente, con motivo de las ampliaciones, nuestra ciudad capital está llena de obras públicas en la mayoría de sus calles y avenidas. A pesar de todo, las aguas de mayo serán esperadas con ilusión y no deben tomarnos por sorpresa como ha sucedido años anteriores, pues la Comisión Nacional de Emergencias ya tiene experiencia suficiente y sabrá como prevenir desgracias.

Las lluvias son esperadas también en la zona rural, adonde las personas que trabajan los campos las reclaman con ansias para mejorar sus cultivos y disfrutar de mejores cosechas que les permitan una vida mejor, sin problemas en su economía.

Pero, a veces me pregunto: ¿De qué vale pedirle a San Isidro Labrador, patrono de los agricultores, que nos envíe agua del cielo, si no tenemos limpios los ríos que atraviesan las zonas de cultivos? Recordemos también que por años, irresponsablemente nos hemos dado a la tarea de botar árboles que crecieron en sus márgenes y tirarles sin piedad a sus cauces, toda clase de basura, hasta la formación de las avalanchas que ocasionan, invierno a invierno, tantas muertes.

Por otro lado, en especial en San José, hay miles de familias en condiciones de pobreza que viven arrinconadas en tugurios marginales, muy cerca de ríos contaminados, que con el aumento de caudal en la estación lluviosa, corren el riesgo de ser arrastradas por las correntadas. Otras veces tienen más suerte, cuando sólo pierden su ranchito y las escasas pertenencias que hay en él. Irresponsablemente, el Estado sigue permitiendo que ellos se instalen allí durante el verano alegando no tener otros lugares más seguros para ellos.

Y, este año puede ser más riesgoso, debido al inicio de la campaña política, pues todos, absolutamente todos los candidatos andan como pirañas detrás de los votos de estas necesitadas personas, a quienes les ofrecen hasta lo que no pueden dar, con tal de jalar agua a sus molinos, sin tomar en cuenta el riesgo en que se encuentran. Para ellos, las soluciones no existen. Mientras tanto, las lluvias generarán correntadas de agua sin control, favoreciendo los deslizamientos de paredones sobre su humanidad.

Las lluvias que deberían ser exclusivas de bonanza y salud, en estas condiciones traen enfermedades a los niños y ancianos, en especial, brotes de diarreas y enfermedades broncopulmonares. Además, virus y microbios que también harán de las suyas, amén de las epidemias de dengue.

Para revertir tanto daño, es necesario que nuestras autoridades sanitarias se vuelvan exigentes, sin contemplaciones y aunque sea duro hacerlo, obligar a las personas que están en riesgo, al abandono de sus humildes viviendas. Necesitamos cambiar.

No puede ser posible que las lluvias en nuestro país sean equivalentes a inundaciones, pérdida de bienes materiales y enfermedades, agudizando año con año la problemática social existente por más de veinte años.

Hasta el momento, la actitud de las autoridades pareciera que es paliar de alguna forma las consecuencias, pero sin analizar las causas que las generan y mucho menos, elaborar un plan que sea verdaderamente serio, con soluciones.

Yo pertenezco a la ciudad de San José, adonde los problemas que padecemos, tienen diversos factores que los generan, entre ellos, el sistema deficiente de recolección de aguas de lluvia que desafortunadamente, está colapsado y lo peor, sin planes de mantenimiento ni de limpieza. Sea, los tragantes se taponean y a nadie en la municipalidad o en obras públicas, se le ocurre que hay que destaparlos.

Somos habitantes de un país sin planificación urbana. Las empresas constructoras de viviendas apuestan al menor costo posible de las mismas, uno de ellos, tirar las aguas a ríos y riachuelos.

Las soluciones no son fáciles pero, todo podría ser más barato y eficiente si las enfrentamos desde ya. En el futuro, la época de lluvias debe retornar a lo que fue en el pasado: alegría.

Dr. Eliseo Valverde Monge
29 de abril 2009

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