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Dios en la Navidad
Nacimiento del niño Dios 
Escrito por Dr. Eliseo Valverde Monge

eliseovalmon@hotmail.com

La Navidad es la mejor y más linda época del año. Recuerdo a mis papás y hermanos, cuando todos juntos hacíamos el portal. Teníamos la esperanza de que al ser las 12 de la noche del día 24 de diciembre, el niño apareciera de pronto en su pesebre y fueran colocados a su alrededor muchos regalos que lógicamente, serían para nosotros. La historia de La Navidad era contada por mis papás todos los años; era bellísima, pues nos imaginábamos a María sentada en un burrito y a José camino de Belén. A ella con su pancita a punto de dar al mundo a quien el arcángel Gabriel le había informado que sería el hijo de Dios, y a él como el hombre bueno, trabajador y protector de la familia.

Atentos todos, seguíamos a José y María hasta llegar a Belén aquella tarde de frío sin un lugar donde alojarse, hasta que un buen samaritano, les prestara su establo para que pasaran la noche. La tristeza fue con María, que sintiendo frío tuvo que permanecer en un establo, pero nos encantó saber cuando José, su esposo, le hizo con un puñito de paja una cama y con su mismo manto la cubrió hasta ver caer la noche, donde aparece en el cielo la estrella más hermosa del firmamento que no dejó de iluminar y así, se posó sobre la familia.

Con esta luz, María ve nacer a su hijo: se trataba de Dios, era Jesús el nuevo rey. Después seguía la historia con los Reyes Magos Melchor, Gaspar y Baltasar, quienes atraídos por los destellos de la estrella, se enteran de que el Niño Dios ha nacido, entonces, “ellos fueron siguiendo su brillo hasta llegar al pesebre donde tuvieron la dicha de visitar a Jesús a quien le entregaron oro, incienso y mirra”. Nosotros no sabíamos nada de San Nicolás, el viejito de ropas rojas y barba blanca que hoy día encanta a los niños recorriendo el mundo en un trineo y que reparte regalos y que también llaman papá Noel, pero lo que sea, es la celebración de La Navidad para muchas personas también cristianas.

Lo cierto es que La Navidad celebra al hijo de Dios como hombre y nos prepara a su venida como juez. Se prepara su obra redentora para nuestras almas. Dios habita una inaccesible luz y precisamente, para darnos a conocer a su padre, baja Jesús a la tierra. Nadie conoce al padre si no por es el hijo. Desde niños, nuestros padres nos inculcaron en la profundidad de nuestros corazones esta cosa tan maravillosa de La Navidad; fue así como nació de nosotros pedir que nos llevaran a la Misa de Gallo, a la que asistieron mis hermanos excepto yo, el menor, que a esas horas de la noche, me vencía el sueño, pues la emoción de pasar pensando días enteros en el Niño Dios, y mantener buen comportamiento para obtener los regalos, agotaba a un niño.

Pasada la inocencia aparece la realidad: “El Verbo hecho carne es la manifestación de Dios al hombre”. Luego, llegamos a saber que a través de las encantadoras facciones de este Niño recién nacido, quiere la Iglesia que nos acostumbremos a la Divinidad misma, que por decirlo así, se ha tornado visible y palpable. “Quien me ve, al Padre ve”, decía Jesús. “Por el misterio de la Encarnación del Verbo, añade el Prefacio de Navidad conocemos a Dios bajo una forma visible” – y, para asentar de una vez cómo la contemplación del Verbo es el fundamento de la ascesis de este Tiempo, se echa mano de los pasos más luminosos y profundos que hay en los escritos de los dos Apóstoles S. Juan y S. Pablo, entrambos heraldos por excelencia de la Divinidad de Cristo. Bellísimo es todo esto que nos hace pensar que los tiempos no han cambiado, somos nosotros los hombres los que hemos querido hacer ese cambio alegando encontrarnos en tiempos modernos.

La esplendida liturgia de Navidad nos convida a postrarnos de hinojos con María y San José ante este Dios revestido de la humilde línea de nuestra carne: “Cristo nos ha nacido, venid adorémosle”. Gloria a Dios. FELIZ NAVIDAD

Dr. Eliseo Valverde Monge
eliseovalmon@hotmail.com

La Prensa Libre (Costa Rica) - Martes 20 de Diciembre de 2011

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