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La formación ciudadana escolarizada en Cuba, entre 1898 y 1940

 Dr. C. Jorge Valmaseda Valmaseda

Profesor Titular de la universidad de la Habana, Cuba y

Asesor Internacional del Instituto de Informática y Computación. A.C.
jvalmaseda@yahoo.es

 
 
 
 

CAPITULO II

BASES SUSTENTADORAS DE LA NOCIÓN DE FORMACIÓN CIUDADANA QUE MANEJAMOS

 

Cada una de las etapas del desenvolvimiento de los pueblos se ha caracterizado por su concepto de la educación, de acuerdo con su cultura y las necesidades de ese momento. Si revisamos rápidamente la Historia de la Educación, encontraremos que, hechos de tanta trascendencia como la caída del Imperio Romano, el Renacimiento, la Revolución Francesa y, más recientemente, la Primera Guerra Mundial, determinaron un profundo cambio en los sistemas de educación. Este último acontecimiento, trajo consigo inquietudes y anhelos muy profundos de renovación escolar;  pues los trastornos políticos,  sociales, y económicos que fueron escuela de Guerra Mundial, cambiaron la orientación hacia una nueva concepción del mundo y de la vida, que desencadenó una crítica implacable de las doctrinas y las prácticas de la escuela tradicional.

 

Consecuencia de estos cambios son: el empleo de nuevos métodos, sustituyendo el interrogativo por los trabajos de investigación realizados por los alumnos; la colocación del niño en el centro de la vida escolar, como la figura más importante que es; la vitalización de la enseñanza y, finalmente, la transformación del concepto de la disciplina escolar, que pasó a ser considerada como una discreta dirección de las actividades del niño, orientándose en la escuela de entonces hacia la autonomía, permitiendo a sus alumnos una participación más o menos amplia en la disciplina de la escuela.

 

Este nuevo concepto de la disciplina escolar ha dado origen a los cambios introducidos en la educación cívica del niño. Los años transcurridos en el período  que analizamos han sido testigos de un gran cambio en el concepto predominante de la ciudadanía y la educación del ciudadano; limitada en el pasado al estudio de la constitución y el mecanismo del gobierno, esta pasó a atender e incluyó también las funciones y necesidades tanto de los gobernantes, como de todos aquellos problemas que surgen en la vida diaria.

 

En lugar de una ciudadanía limitada a los adultos, los educadores reconocieron, con exacta visión, que los niños y las niñas, así como los hombres y las mujeres, son ciudadanos de la nación y de la localidad donde residen y que la Educación Cívica, para ser efectiva, debe presentar problemas como los que necesariamente se presentarán en los años futuros.

 

A partir de entonces la Educación Cívica como disciplina dejó de constituir una enseñanza que trasmite el maestro al alumno, pasando a ser uno de los aspectos sustentadores de la formación ciudadana que debía recibir el niño en la escuela. “Rectamente comprendida, dice Kerschensteiner, la Educación Cívica no es sino la educación misma, que encierra todos los medios  y fines de la formación del hombre, siempre que no se proponga como meta al hombre dominador.” ([45]) Por tanto, el maestro sólo no es quien puede formar la conciencia cívica de sus alumnos, sino el ambiente social de la escuela, donde el niño encuentra estímulo a sus actividades formativas.
 

Reforma de la enseñanza de la Educación Cívica.

 

Durante mucho tiempo, en nuestro país, se trató de educar cívicamente al niño enseñándole los deberes y derechos del hombre y los artículos de la constitución referentes a la forma y organización del gobierno, los deberes y derechos de los ciudadanos, etc.  Esto ha sido la causa del fracaso de esta enseñanza, porque tales asuntos, para ser comprendidos, requieren ciertos conocimientos superiores a la mentalidad de los escolares.

 

Por eso fue necesario hacer la reforma de la Educación Cívica, cuya evolución fue más intensa en los Estados Unidos, porque en ese país, en las primeras tres décadas del siglo XX, se efectuaron cambios radicales no sólo en el concepto, sino también en los métodos de enseñanza, que repercutieron, de una u otra forma, en Cuba.

 

De esta forma, las necesidades colectivas y los elementos que producen el bienestar general son el punto de partida de esta enseñanza. El Gobierno, ha dejado de ser el eje de estos estudios, ya que solamente constituye una de las agencias que contribuyen a satisfacer  las necesidades de la comunidad. Por tanto, la idea central no es ya esta, sino la comunidad de bienes e intereses.

 

Esta enseñanza, de acuerdo con estas ideas, ha sido denominada  “Cívica de la Comunidad”, ya que destaca las relaciones que emanan de la comunidad de necesidades, de problemas e intereses para hacer comprender a todos los hombres, la razón de esa cooperación y despertar en ellos el sentimiento de solidaridad que los ha de llevar a sentirse como una parte activa del grupo cuyo bienestar le es propio.

 

En este sentido, la cooperación es la realización por el individuo de sus actividades cívicas, que constituyen el ejercicio de la ciudadanía  y la Educación Cívica, vendrá a ser la enseñanza práctica que tiene como objeto la preparación del individuo para el ejercicio de la ciudadanía. Lograr el adiestramiento de los miembros de la comunidad en este ejercicio será su fin y los estudios y prácticas que ella emplea para lograrlo serán su medio.

 

Algunas de estas ideas las pudimos comprobar, al consultar el libro “La Comunidad Cívica y el Ciudadano”, del año 1926. ([46]) En el prefacio del mismo se señala que está destinado al empeño de educar a las generaciones cubanas, según la fórmula profundamente filosófica de Luz y Caballero, que colocó la educación por encima de la enseñanza, llegando por ello a ser el crisol del alma revolucionaria, como Martí su verbo y como Maceo su brazo.

 

Según el autor, en la educación de la niñez, radica sin duda el más alto interés social: la educación y la instrucción vienen a ser como dos círculos concéntricos, el primero más amplio, el segundo más restringido; como la moral y el derecho, sin que por eso se contradigan ni se correspondan, aunque sus radios partan de un centro común. ([47]).

 

Por eso, al valorar la finalidad de la Educación Cívica, hay que distinguir, en primer término, la Enseñanza Cívica de la Educación Cívica, pues para nosotros, en el caso que nos ocupa, resulta inconsistente tal dicotomía, ya que la primera comprende una serie de conocimientos sobre derechos y deberes, regulados y normados en la Constitución y en las leyes, mientras que la segunda implica, no sólo el aprendizaje de esos conocimientos, útiles y necesarios al ciudadano, sino su práctica y realización en el medio social en el que se desenvuelve.

 

Al ser inconsistente lógicamente la superposición de categorías, hemos adoptado la denominación de Educación Cívica, además por las razones apuntadas en el capítulo anterior.

 

Del análisis anterior, se deduce claramente la relación íntima que debe tener la educación con los deberes y derechos de la ciudadanía, que esta debe aplicarse con espíritu y métodos científicos, precisamente porque es necesario relacionarla con las leyes de la vida en general, ya que tiende a fundar las bases esenciales sobre las cuales el niño cubano levantará las columnas de su cultura y la formación definitiva de su conciencia ciudadana.

 

Al poner el énfasis en el análisis del comienzo, medio y fin de la enseñanza de la Educación Cívica, en el mencionado libro se plantea que es una materia que se inicia con la vida, ya que en la esfera de la actividad humana no se registra el menor acto, ni el menor hecho que deje de tener una consecuencia o significación especial.

 

Todo lo que en ella ocurre repercute de alguna manera en el conglomerado social, afectando, en ocasiones, sus intereses más vitales. Esto se reconoció desde el año 1914, en los Estados Unidos del Norte, y desde entonces, las asociaciones particulares y las instituciones oficiales, en dicho país, se esforzaron en extender y mejorar su enseñanza, colocándola en un papel preponderante dentro de su sistema de educación.

 

En Cuba, como ya se ha reseñado, el plan de 1901 estuvo en vigor hasta la reforma de los cursos de estudios realizada por la Junta de Superintendentes en 1914, fecha en la cual se redactó un nuevo Curso de Estudios que aún respondiendo a las mismas tendencias que el anterior, le concedió importancia al aspecto educativo y práctico, y en el mismo se destacó que:

 

“El fin de la Instrucción Cívica, no es solamente hacer entrar en la inteligencia del niño cierto número de conocimientos positivos de la organización política del país, de su gobierno y de sus instituciones  de carácter público, sino cultivar desde muy temprano el amor Patrio y el sentimiento de simpatía entre los hombres y formar en el niño hábitos que faciliten el cumplimiento de sus deberes políticos en lo porvenir”. ([48])

 

De esta manera se deduce que la Educación Cívica es una enseñanza que debe comenzarse en el primer grado de la escuela primaria y continuarse, de igual manera, hasta la universidad, por supuesto con el amplio relieve  y la mayor intensidad que demanda este superior centro de cultura, y ha de utilizar como medio supremo de su enseñanza la práctica  y como fin la práctica.

 

“En el primer grado, dícese en el citado curso de estudios, las lecciones  de civismo tienen que ser sumamente cortas y sencillas; deben darse ocasionalmente aprovechando los demás estudios de la escuela y los incidentes de la vida escolar y de la localidad”. ([49])

 

En la enseñanza cívica, debe tomarse como punto de partida el pequeño círculo donde el niño vive, es decir la familia y la escuela, para despertar las primeras nociones de gobierno, de autoridad y de obediencia a la Ley.

 

Después se dará a conocer el gobierno de la localidad o del barrio, según los casos, con sus servicios públicos, los deberes de los vecinos, de las autoridades y de otros funcionarios; y una vez familiarizado el alumno con instituciones que estén a su alcance y que ve funcionar, estará en condiciones de concebir organizaciones más complicadas de gobierno; y ampliando así el círculo de sus conocimientos, se pasará sucesivamente a la provincia, a la nación, hasta que en los últimos años de la vida escolar pueda comprender el concepto de estado de derechos políticos, de soberanía, de constituciones, etc.


Doctrinas y prácticas pedagógicas que van a la conquista de nuevas luces docentes.

 

Para realizar esta obra de instrucción cívica y para que sea eficaz en resultados educativos, tendientes a la formación ciudadana del alumno, no basta que se conozcan los deberes sino que es necesario que se ensayen, que aprendan a ejercitarlos de alguna manera, por los medios ideados para la práctica de los mismos en las escuelas; y una forma efectiva de lograrlo puede ser la inclusión de actividades docentes, de manera definitiva y concretas, encaminadas a la educación del carácter del escolar cubano.

 

En este sentido, la escuela republicana encaminó sus pasos hacia la renovación  escolar, persiguiendo las últimas doctrinas y prácticas pedagógicas, en la conquista de nuevas luces docentes, tratando de armonizarlas con nuestras necesidades, con nuestros valores éticos y nuestra psicología, para hacer de la escuela pública la base de la nacionalidad cubana.

 

En el Reglamento General de Instrucción Primaria dictado en agosto de 1919, el Señor Presidente de la República de Cuba, determinó en su artículo número 188 que:

 

“Además de los deberes que se expresan en el articulo 187 (otras obligaciones del magisterio público cubano) será obligación de los maestros contribuir por cuantos medios estén a su alcance a la formación del carácter del niño, fomentar en ellos el amor a la patria, a las instituciones republicanas, a la independencia del país y la veneración de sus héroes y mártires, así como también inculcarles preceptos de la más sana moral, con exclusión de toda idea de secta religiosa.” ([50])

 

Aparece, casi desde el inicio de la escuela netamente cubana, un interés marcado sobre la educación del carácter del escolar cubano, y para dar vitalidad a este principio se organizaron en nuestras escuelas actividades educativas, incorporadas al engranaje de las prácticas docentes.

 

El Dr. Manuel Angulo, ilustre educador cubano creó un estimulo que denominó “Beso de la Patria”; y aunque aparentemente lleva la finalidad de premiar al mejor alumno de cada aula de enseñanza primaria, es más bien una actividad educa encaminada a estimular los sentimientos elevados del niño, a crear y vigorizar su actitud responsabilizadora, contribuyendo, por tanto, a la educación de su carácter.

 

Una estimación de los requisitos exigidos, que exponemos a continuación, tomados textualmente de la circular que instituyó este premio, comprobará lo antes mencionado. “Para la adjudicación del Premio “Beso de la Patria”, deberá exigirse a los alumnos seleccionados los requisitos siguientes:

 

1. La observancia de una conducta intachable durante el curso, tanto con respecto a los maestros como con sus relaciones con los condiscípulos  y empleados de la escuela.

2. La demostración de un interés permanente en pro de su aprendizaje, comprobado por el expediente personal organizado por el maestro.

3. La constancia en la asistencia, apreciada por el registro que se dedica a consignar dicho aspecto.

4. El amor a los preceptos higiénicos en cuanto a su aseo personal  y al cuidado de su indumentaria.

5. La conducta moral en el hogar, en relación con los padres, hermanos y otros familiares, o con las personas a cuya protección se encuentre sujeto.

6. La conducta moral en los lugares públicos, paseos, espectáculos, etc.

7. El entusiasmo por mantener los cuadernos y cuantos útiles  sean necesarios para el trabajo, en un brillante estado de conservación”. ([51])

 

En los procedimientos, para la elección que se detallan a continuación, se apreciará el deseo de formar en el niño capacidades selectivas tan necesarias para la formación del ciudadano:

 

Los maestros darán a conocer a sus educandos las bases que se establecen para la adjudicación de este premio, las cuales serán objeto de lecciones especiales para lograr la comprensión fácil de los deberes que se estipulan; y para despertar en el espíritu del niño la necesaria emulación para practicarlos, se harán esfuerzos que tendrán su natural compensación.

En las escuelas de aula única, en las que tengan al frente un maestro encargado de las mismas o en las que funcionen bajo el gobierno de un director, se llevará a efecto en la segunda sesión de cada viernes y durante una parte del receso, por votación nominal, la elección del mejor alumno de cada aula.

 

“Para llevar a cabo la elección se procederá de esta forma:

 

a) El maestro dará a conocer a los niños la lista de los elegibles, con ajuste a su personal criterio escribiendo los nombres y apellidos de ellos en el pizarrón.

b) Cada alumno irá designando su candidato escogido entre los “elegibles” y el maestro, valiéndose de un signo convencional, efectuará las anotaciones correspondientes.

c) Una vez conocidos los resultados se proclamará el mejor alumno del aula en esa semana”. ([52])

 

El último viernes del segundo período escolar se verificaba en cada una de las aulas la elección definitiva del mejor alumno del curso, designando al que hubiese obtenido dicha denominación durante el curso un mayor número de veces, siempre que hubiese observado uniformemente una conducta acorde con dicho concepto; y en caso de empate entre dos o más alumnos, se llevará a efecto la elección en la forma ordinaria.

 

En una fiesta pública, celebrada el día final del curso escolar de cada año y con un programa adecuado al acto, se hace entrega al escolar que obstenta el título de mejor alumno, de un diploma acreditativo de tal dignidad; y durante esta entrega se hace descender sobre la cabeza de los escolares la Bandera de la Patria, para cumplir así la promesa que entraña el nombre de este premio “Beso de la Patria”. (Ver ANEXO No.1)

 

También la “Ciudad Escolar,” ideada por Mr. Wilson L. Gill, de la cual se hizo referencia en el capítulo I; y la “República Juvenil,” de George, como ensayo de disciplina liberal, tan favorable a la educación del carácter, establecidas en varias Escuelas Públicas de Cuba.

 

La Ciudad Escolar, como se dijo anteriormente, respondía a la tendencia práctica americana, para lo cual en el Verano de 1900, el general Leonard Wood escribió a Mr. Wilson L. Gill, rogándole que fuese a Cambridge, Massachusetts, y se pusiese de acuerdo con Mr. Frye, superintendente de las escuelas públicas de Cuba, para introducir  en las mismas su Sistema de Enseñanza Moral y Cívica, conocido con el nombre de “Ciudad Escolar” y “Estado Escolar”. Por su parte Mr. Frye reunió a los presidentes de las seis asociaciones provinciales de maestras y maestros cubanos en la Universidad de Harvard.

 

También ofreció una conferencia sobre este asunto, a cierto número de representantes de los maestros y maestras, en la casa del Dr. Eduardo Díaz, ex gobernador civil de la provincia de Matanzas, quien después de repetidos esfuerzos por dejar ese puesto considerando que lo llamaba otro deber de mayor interés patriótico, lo logró desempeñándose en lo sucesivo como director del Instituto de Segunda Enseñanza de la ciudad matancera. El proyecto fue acogido con verdadero entusiasmo, y todos convinieron en presentarle apoyo tan pronto regresasen a Cuba (los funcionarios provinciales).

 

Así, el 1ro de octubre de 1900, el Dr. Díaz organizó una ciudad escolar con sus alumnos, y tanto por parte de estos como de la facultad, los resultados según sus informes, fueron satisfactorios. La señorita Ángela Landa, directora de una escuela para niñas en La Habana, sin esperar la carta, estableció entre sus alumnas la “Ciudad Escolar” y con tan buenos resultados, que los maestros y maestras abogaron con el mayor entusiasmo por este método de enseñanza, el cual encanta a los niños, al mismo tiempo que los hace ciudadanos leales.

 

El General Wood invitó al Sr. Gill para que viniese a adaptar y establecer  su método en las escuelas de Cuba. El mismo vino en octubre y preparó la “Carta Municipal de la Ciudad Escolar”, esta fue remitida por el Gobernador Militar al Sr. Varona, Secretario de Instrucción Pública, y devuelta con el informe oficial que pudiese desearse.

 

El Dr.  Díaz y sus compañeros de facultad hicieron la traducción al español de la “Carta Municipal”; la señorita Julia Martínez, la hizo de los “Principios de Ciudadanía” y “Juramento del Joven Ciudadano”; el Dr. Lincoln de Zayas, ex Asociado General Superintendente de las escuelas, tradujo la “Carta Fundamental de derechos”, el Sr. Eduardo Morales de los Ríos, del departamento de educación, “Algunas ayudas a Ciudades Escolares”; Mr. Davis, Intérprete Oficial del Palacio, hizo la traducción de “Observaciones para los organizadores”, y la señorita Ana de Ximeno, las páginas restantes del apéndice (Ver ANEXO No. 2).

 

La idea directora de este sistema es despertar en los niños la conciencia de la solidaridad, fundamento de la moral, por el ejercicio en pequeña escala de las principales funciones que constituyen la vida cívica.

 

La “Ciudad  Escolar”, fue una innovación educativa basada en principios sólidos y lógicos susceptibles de aplicación práctica en cualquier escuela bien dirigida, siendo su principal y más laudable objeto  obtener el mejoramiento de los sistemas de gobierno de países libres instruyendo a los individuos que los constituyen, desde la época de la niñez, en sus deberes cívicos.

 

En otras palabras; este nuevo método de enseñanza, contribuyó a infundir en el niño, en esa edad en que no olvida fácilmente las impresiones que recibe, ideas claras y prácticas acerca de los deberes del hombre para con sus semejantes y para con su país. Con este sistema se logró también que en las escuelas reinara orden y disciplina sin que el maestro tuviera que ocuparse del asunto, pues este resultado se logró en virtud de los esfuerzos de los niños.

 

Esta idea, comparativamente nueva, desde que su autor el Sr. Wilson L. Gill organizó la primera “Ciudad Escolar”, en New York, en el año 1899, obtuvo gran desarrollo en los Estados Unidos y logró llegar a Europa. Cuba fue el primer país en que formó parte de la enseñanza que se imparte en las escuelas públicas. De todos los lugares donde se aplicó este sistema llegaban interesantes y satisfactorias relaciones de su éxito, ([53]) pero en la Escuela 37, enclavada en la barriada del Cerro, fue cuna de una República Escolar justa, donde Rubén Martínez Villena, llegó a ser su presidente. De ella expresó Raúl Roa:

 

“Los directores de esta escuela, en la práctica desinteresada del autogobierno, contribuían a fomentar en los educandos, con una aguda percepción de la realidad circundante y de su propio futuro, el concepto de la responsabilidad y de la preocupación ciudadanas. El alcance social de este ensayo puede calibrarse en este hecho: para aspaviento de los reaccionarios de siempre, el orden y la disciplina escolares descansaban en la comunidad estudiantil.. Salvador de la Torre y Luis Padró fueron así, sin sospecharlo siquiera, los precursores de las luchas recientes por una disciplina y una escuela nuevas.”([54])

 

Una experiencia pedagógica y revolucionaria que merece ser destacada es la aplicada por Frank País, quien creó una República Escolar en el colegio “El Salvador” de Santiago de Cuba, para darle a sus alumnos responsabilidades que motivaran su creación y formación como ciudadanos, al interesarse por la práctica del deporte, organizar excursiones al campo y a la playa; también quería que éstos conocieran y amaran a la flora y a la fauna, los llevaba a los lugares históricos de la ciudad y organizaba visitas a fábricas. En fin, trasmitía a sus alumnos todos sus conocimientos y lo que considerara útil.

 

Otra de las prácticas educativas de las escuelas públicas de Cuba, que deben ser rescatadas y aplicadas, en la “Fiesta del Árbol,” que tuvo como finalidad primordial aportar al acervo sentimental del escolar la debida estimación, respeto, aprecio y agradecimiento a la naturaleza y la “Jura de la Bandera,” como otra práctica educativa, ordenada por el Reglamento General de Instrucción Primaria en sus artículos 467 al 473, que fue utilizada como enseñanza viva de alto sentido moral y patriótico que secundó eficazmente la labor del maestro en su tendencia de contribuir a formar, en alguna medida el carácter del ciudadano cubano.


La Educación Cívica: fundamento de la educación integral.

 

La Educación Cívica, es una parte de la educación en general que se dirige a la formación del hombre como ciudadano, y la ciudadanía entendida como el conjunto de derechos y deberes de la persona, no es una concesión del Estado, sino por el contrario una conquista del pueblo, mediante la cual esos valores o conjunto de derechos individuales, colectivos y de los pueblos que constituyen una construcción histórica poco a poco fueron siendo reconocidos por el poder de los Estados e incorporados a las más diversas  constituciones y legislaciones.

 

Una de las conquistas más importantes del fin del milenio ha sido el reconocimiento de que la ciudadanía puede ser el componente más importante del desarrollo, reservándose para el mercado la función indispensable del medio. Este avance está en la esfera de las luchas por los derechos humanos y por la emancipación de las personas y de los pueblos, como reflejo o proceso democrático posible. ([55]).

 

El factor esencial para este proceso es la ciudadanía definida como competencia humana de hacerse sujeto, para hacer historia propia y colectivamente organizada. ([56]). Para el proceso de formación de esa competencia algunos componentes son cruciales, como educación, organización política, identidad cultural, información y comunicación, destacándose por encima de todo, el proceso emancipatorio.

 

Visto de esta manera, la ciudadanía es la raíz de los derechos humanos, pues estos solamente mediarán donde la sociedad se haga sujeto histórico capaz de discernir y hacer efectivo su proyecto de desarrollo. El proceso de desarrollo recibió, en el tiempo, muchas adjetivaciones, predominando hoy, posiblemente, el de humano y sustentable, como pretende la ONU y sus organismos.

 

Cabe resaltar la formulación conferida por la CEPAL de “enfoque integrado” entre medios económicos (transformación productiva) y fines sociales (equidad), teniendo en la “educación y el conocimiento” el eje matricial ([57]), en el que, pese al acento neoliberal de la propuesta, la hipótesis de trabajo es por lo menos interesante, representando un mínimo apreciable avance técnico.

 

Ahora bien, si por un lado, no podemos caer en la lectura ingenua de atribuir a la educación el papel central en la reproducción de los valores que interesan formar, como si la escuela fuera la única, o la mayor responsable por la preservación de esa organización de la sociedad, por otro lado, no podemos negar su papel institucional y su potencial de influir significativamente en la transformación de la sociedad y, en ello, juega un papel fundamental la Educación Cívica, por estar impregnada en todas las demás materias curriculares.

 

Esta disciplina, cuyo objeto es la preparación del individuo para la vida social, abarca diversos aspectos en su concepción, entre ellos: la educación política, en la que está presente el reconocimiento de los derechos y deberes políticos del ciudadano; la educación jurídica, en el conocimiento de las normas jurídicas que rigen en la sociedad; la educación social, que incluye el conocimiento de las normas de convivencia, en las relaciones con los miembros de la comunidad; todo ello, sobre la base de los principios éticos que rigieron cada etapa de desarrollo histórica de la sociedad.

 

No podemos perder de vista que existe disparidad de criterios acerca de la extensión o contenido de esa preparación o formación. Algunos autores opinan que la enseñanza de la Educación Cívica, sólo debe comprender el estudio de los derechos del ciudadano, mientras otros sostienen que debe limitarse al estudio de sus deberes; algunos limitan su campo al estudio de la constitución; otros lo extienden a las diversas ramas del derecho público.

 

Para nosotros, en el caso que nos ocupa, considerando que la idea de derecho y de deber son correlativas, que nacen a la par en la mente, que no se conciben separadamente, entendemos que  tales estudios deben comprender tanto los derechos como los deberes, y no del ciudadano, sino de los que tiene el hombre como individuo y como ciudadano; porque hay una serie de derechos y una serie de deberes llamados individuales, que todas las naciones civilizadas reconocen por igual a extranjeros y a nacionales, a todo el que se acoge a sus leyes, al que habita en su territorio, los cuales deben estar comprendidos en los límites de esta disciplina.

 

La importancia del estudio de la Educación Cívica se recomienda por sí misma, ya que es fácil comprender que a medida que la sociedad se hace más extensa, más numerosa y más compleja en su organización, habremos de enfrentarnos con mayores y más difíciles problemas, que para vencerlos es inevitable una previa preparación. No es posible percatarse de la realidad social de una nación contemporánea sin tener al menos un concepto de cómo está estructurado su gobierno, ni cabe formar criterio sobre la corrección de las directrices que siguen nuestros estadistas si nada sabemos sobre los antecedentes fundamentales que ha conformado nuestro proceso histórico.

 

Se incrementa la importancia de tales estudios cuando consideramos la intervención que los ciudadanos tienen en los problemas políticos, sobre todo cuando se han dotado a los mismos de numerosos derechos, que hace justo el reclamo de esperar de ellos igual responsabilidad y para que se eleven hasta ella, es imprescindible que  sean conscientes de su función social y política.

 

Por tanto, la Educación Cívica no contempla tan solo a la ciudadanía, también debe considerar a cuantas personas comparten con nosotros los afanes y goces de nuestro vivir colectivo. En tal sentido definiremos la Educación Cívica como “una disciplina que tiene como objetivo práctico la preparación de todos los miembros de una comunidad mediante el estudio de su organización, de su forma gobernativa  y de sus antecedentes históricos esenciales.” ([58])

 

Esta definición aclara que no pueden limitarse los conocimientos contenidos en la Educación Cívica al simple aprendizaje de nuestra Constitución, ni a una visión elemental de la teoría general del Estado. La Educación Cívica tiene un carácter sociológico, porque quien ignore, en absoluto, los lineamientos más generales de toda sociedad, mal puede comprender los problemas de orden político.

 

Especificidad del conocimiento cívico y su tributo a la formación ciudadana.

 

La Educación Cívica que contiene un ordenamiento de estudios para preparar al individuo para su función social, no llega a constituirse en una ciencia propia. Toma simplemente sus elementos de varias otras ciencias y los aplica a sus fines prácticos. Se relaciona, así, de modo íntimo, con la Historia, la Economía Política, la Sociología y el  Derecho Político; es decir  va  a buscar en ellos las nociones que forman su enseñanza, se limita a seleccionarlos, a ordenarlos y a darle a la exposición el tono adecuado de acuerdo con su noble objetivo práctico.

 

Se relaciona con la Historia, porque el ciudadano necesita de los conocimientos históricos para valorar su conducta social, ya que, solamente se pueden estudiar con acierto los fenómenos sociales y políticos, acudiendo a la reserva inagotable de experiencias pasadas que nos ha legado la historia, y si la conducta cívica del hombre ha de ajustarse al conocimiento de esos fenómenos sociales y políticos está claro que esta disciplina tiene una íntima relación con la historia.

 

Si bien es cierto que el cubano, por ejemplo, no debe comportarse en nuestra República como lo hicieron los ciudadanos del Imperio Romano de los Césares, o como se conducían los habitantes de las Ciudades - Estados griegas, sino como lo demandan las exigencias del Estado Contemporáneo, tenemos que reconocer una realidad: que los intereses cívicos del ciudadano de la antigüedad y los del presente, tienen los mismos principios e ideas de rectitud que deben presidir toda conducta pública, acorde con los principios éticos de cada  etapa de desarrollo histórico de nuestra sociedad. Sin embargo, la historia no nos presenta siempre de un modo  independiente los matices cívicos, sino envueltos en otras enseñanzas.

 

“Así podemos  observar en los primeros maestros de moral, tanto en el antiguo oriente (Mencio y Confucio), como en los albores de la filosofía occidental (Pitágoras, Sócrates, Platón y Aristóteles), las ideas civitatis de la vida ciudadana, esto es de la cívica, dentro de las enseñanzas morales. El griego fue el hombre cívico por antonomasia.” ([59])

 

“En la Civitatis Mundi, de la literatura medieval, en los proyectos utópicos de Moro y Campanella; y en los conceptos anticívicos de Maquiavelo, obtenemos por contraste, la validez cívica de sus ideas.” ([60]).

 

A partir de la Revolución Francesa, se presentó la necesidad de estudiar hechos históricos estrechamente relacionados con la enseñanza de la Educación Cívica, ya que el pasado tenía una importancia extraordinaria en la formación de la conciencia nacional y esta asignatura, que procuraba hacer del estudiante un miembro activo y útil de la comunidad, debía tener en cuenta algunos de los episodios grandiosos y las épocas de máxima creación de la historia.

 

En fin, la historia nacional tiene que colaborar con la Educación Cívica, como explicación y como emoción, ya que nos descubre el sentir y los valores de la sociedad en que vivimos y por ende nos fortifica la esperanza y nuestra voluntad de superación con el ejemplo de nuestros antecesores.

 

La Educación Cívica, se relaciona con la Economía Política porque esta ciencia tiene por objeto el estudio de la producción, distribución, cambio y consumo de los bienes materiales y al ciudadano le interesa conocer los factores económicos que influyen  en el desarrollo de la comunidad de que forma parte.

 

Además, como toda organización social y política se apoya necesariamente en los recursos económicos, en las riquezas obtenidas de la naturaleza, mediante el ingente trabajo del hombre para satisfacer sus necesidades;  es evidente que uno de los deberes del ciudadano, sea encaminar sus actividades hacia el mayor rendimiento de los bienes materiales,  que no sólo han de redundar en su beneficio personal, sino también en el de toda la comunidad.

 

Se relaciona con la Sociología, porque esta ciencia estudia la sociedad y el ciudadano ha vivido, vive y vivirá siempre formando parte de un grupo social. Siendo la Educación Cívica una disciplina cuyo aprendizaje es para la vida social, tenemos que deducir la estrecha relación que existe entre las ciencias de la sociedad y ésta.

 

La sociedad es el sistema más amplio de acciones y reacciones entre las personas. Ahora bien, esas acciones y reacciones deben ser ordenadas responsablemente, encaminadas al progreso incesante del grupo, ya que de otro modo, se produciría un caos y vendría el desquiciamiento de la propia sociedad.

 

Para mantener una cohesión permanente entre los integrantes de la sociedad es necesario conocer lo que cada uno debe hacer o no hacer;  cada ciudadano debe tener conciencia de sus derechos, deberes y obligaciones para con la comunidad.

 

La Sociología aporta el conocimiento  de problemas tales como los de origen de la familia, de la propiedad, del Estado, de la institución matrimonial, de las leyes de la herencia y de muchos otros, que tienen íntima relación con el aprendizaje  de la Educación Cívica.

 

El Derecho Político, estudia la organización fundamental del Estado, las formas gubernativas y las relaciones de los hombres con los órganos del gobierno. Hasta cierto punto, el Derecho Constitucional debe ser considerado como una parte del Derecho Político.

 

La Educación Cívica, recurre también a esas ramas del derecho, porque no existe comunidad alguna sin una cierta organización política. En toda comunidad hay una relación  definida de jerarquías, de gobernantes a gobernados, que es la esencia de toda estructura política. Influye tanto sobre los grupos sociales y su forma de gobierno que es imposible ningún estudio sociológico que ignore la forma general del Estado.

 

Por eso, es preciso establecer la distinción entre los estudios cívicos y políticos y las relaciones que los une, para determinar el campo propio de la Educación Cívica. Atendiendo a su origen, la palabra Cívica proviene del latín Civitas (ciudad) y de ella se derivan Civis  (ciudadano) y Civicus (lo referente a la ciudad o al ciudadano, como Civil, Civilización, etc.). Y hemos dicho antes que la Educación Cívica tiene por objeto “la preparación de los miembros de la comunidad para el ejercicio de la ciudadanía.”

 

La palabra Política proviene del griego Polis, (la ciudad), y se refería a todas las cosas de la ciudad, y como en Grecia la ciudad fue a la vez Estado (Ciudad – Estado), de aquí que la palabra política se ha referido al Estado, a las cosas o cuestiones del Estado y el estudio de las mismas se contenía en una disciplina, “ciencia y arte a la vez, que es la política, o ciencia política”, ([61]) la que así comprende el estudio del Estado y el arte de buen gobierno.

 

El punto común de ambos estudios, como se puede apreciar, es el ciudadano, que actúa y desenvuelve su actividad dentro de la comunidad, dentro de la ciudad y dentro del Estado, en formas diversas.

 

De lo expuesto anteriormente, puede fácilmente inferirse la noción de Educación Cívica que exige y demanda la formación ciudadana que necesita un individuo para que sepa cumplir  con los deberes y defender los derechos que las leyes del país le garantizan y además las cualidades y hábitos que debe reunir un buen ciudadano; porque la importancia de la Educación Cívica no sólo se debe a que enseña al ciudadano la mejor manera de ejercitar sus derechos y cumplir sus deberes, sino a que le inculca la idea de que él es un ciudadano.

 

En este sentido comentando un trabajo de Kerschensteiner sobre la Instrucción Cívica, queriendo definir, de modo claro, la noción de formación ciudadana, procede por eliminación en la forma siguiente: ([62])

 

 La Educación Cívica no es una educación técnica o económica, que tiende a dar al alumno puntos de vista, habilidad manual o comprensión de los problemas de la vida práctica, ya que esa educación de la vida práctica, lo mismo puede perseguir un fin egoísta que altruista y por su esencia misma es más individual que social.

La Educación Cívica no es la educación política: esta está siempre más o menos  conforme con los principios de un partido y por tanto se asemeja un poco a la Instrucción Cívica. Para Kerschensteiner no es necesario tener conocimientos políticos detallados, lo esencial es obrar como verdadero ciudadano.

La Educación Cívica no es una educación social. Esta podría en un sentido significar cultivo de la personalidad, puesto que cada valor individual lo aprovecha la sociedad; podría ser una educación cosmopolita o bien una educación conforme a las ideas, a los principios o a la situación económica de determinadas clases sociales.

En fin, la Educación Cívica no es una educación profesional especializada, como la que tiende a formar agricultores, mecánicos, etc., ni una educación accesoria, como la del soldado. Es una parte de la educación general que, como se dijo anteriormente, se dirige a la formación del hombre como ciudadano.

 

Por tanto, queda demostrado que la Educación Cívica, es diferente de la Instrucción Cívica, entendiendo por esta última el conocimiento de la Constitución del país, sus autoridades, su organización, etc., ya que se puede saber a fondo todas esas cosas y no ser un buen ciudadano. La Educación Cívica es, por consiguiente, la formación en el ciudadano, de cualidades de abnegación, de respeto para otros; es la educación del carácter en un sentido altruista; por eso no pueden verse separadas, sino formando parte de un todo.

 

El aporte de esta asignatura, como se dijo anteriormente, descansa en el hecho de la formación moral y ciudadana del alumno, lo que en definitiva producirá el ciudadano útil y beneficioso a la comunidad de que forma parte, ya que le enseña sus derechos para que pueda ejercitarlos en toda su amplitud y lo educa para que sepa protestar cuando sean lesionados y para que sepa cómo y ante quién debe dirigir, en cada caso, su protesta. Además lo prepara en el dominio de sus deberes para que cumpla con la patria y con la sociedad en que vive y para que no incurra en responsabilidades por la ignorancia de los mismos.

 

Como uno de los deberes más importantes del ciudadano es el de propender al mejoramiento de las instituciones públicas, esta disciplina debe mostrarle dichas instituciones tal y como son, con sus ventajas e inconvenientes, para que pueda cooperar conscientemente, cuando sea oportuno, a su perfeccionamiento, ya sea modificándolas, sustituyéndolas o suprimiéndolas, si se han hecho inadecuadas o inconsistentes a la dinámica y el desarrollo de la sociedad.

 

Debe mostrarle también al ciudadano cuáles son las principales instituciones políticas internacionales, para que en vista de sus ventajas y defectos, de sus resultados y de las condiciones del medio social, pueda juzgar a conciencia, acerca de la conveniencia o inconveniencia de su filiación o implantación en el país.

 

Es de notar cómo esas distintas actividades del individuo y del ciudadano abarcan la realización de muy diversos actos, tendientes al bienestar y mejoramiento de la colectividad, las cuales pueden ser de orden económico, político, cultural, recreativo, religioso, etc.

 

De estas y otras variadas actividades, las políticas han constituido siempre una actividad principal, ya que ellas han sido indispensables para la formación de este tipo de conciencia para intervenir en las funciones de gobierno, o trazar los rumbos que deben seguir la vida del Estado y cómo se exterioriza el sentimiento patriótico, en la reafirmación de la nacionalidad e independencia. La importancia de dichas actividades provocó su atención desde remotos tiempos y su estudio originó una ciencia, la ciencia política.

 

Pero dichas actividades políticas constituyen a su vez una fuente importante de las actividades cívicas, o sea del ejercicio de la ciudadanía, y por ello, son también recogidas por la Educación Cívica y examinadas al respecto. Así al estudiarse la sociedad desde el punto de vista político, tenemos que conocer su organización, su sistema de gobierno, las relaciones entre los gobernantes y gobernados, las actividades de los primeros y las necesidades de los segundos, y las medidas de orden político que es necesario adoptar para que la comunidad mejore y cumpla su función: la obtención del bienestar general.

 

La Educación Cívica, al recoger en su estudio las distintas actividades del miembro de la comunidad, analiza también las de orden político, y así vemos como participa de la política y se nutre de sus elementos.

 

Entre otros conceptos que merecen atención, por la importancia que adquiere en nuestro tiempo y que conviene definir, es el de “Paz”, pues educar para la paz se ha vuelto una necesidad contemporánea; por cuanto la institucionalización de la violencia, la degradación y asimetría de las relaciones humanas, la vulneración de los derechos humanos, la crisis ecológica, los rebrotes de Xenofobia y racismo, la profundización de los desequilibrios entre el Norte y el Sur del planeta, la propia acción política de deseducación para la paz a la que estamos asistiendo,  contradiciendo – entre otras razones- el imperativo legal de los organismos internacionales, etc., conforman un cuadro suficientemente tenebroso como para invalidar cualquier posición de indiferencia, rechazo, resignación o sumisión.

 

Por el contrario, los docentes que impartimos la Educación Cívica, tenemos que hacer frente al reto de contribuir al tránsito de una cultura de guerra, de violencia, a una cultura de paz. Es decir, esta asignatura en la escuela, tiene, entre otras, la misión de recuperar la paz, para que el conjunto de los ciudadanos puedan vivirla  como un concepto, una meta y un proceso activo, dinámico, creativo, con repercusiones directas en nuestras vidas cotidianas.

 

Democratizar en definitiva este derecho fundamental, lo cual supone un principio pedagógico en sí mismo, y demanda la necesidad de generar acciones de educación para la paz en los distintos niveles de enseñanza.

 

El ejercicio de la ciudadanía requiere de ciertas condiciones cívicas, que se adquieren mediante una preparación científica y práctica, las cuales justifican la necesidad de la disciplina que hemos estado abordando.

 

Esta disciplina, es decir, la Educación Cívica, como parte de la preparación científica, expone todos los conocimientos que le den a conocer al individuo, además de sus derechos y deberes, la organización de la sociedad en que se desenvuelve y sus instituciones nacionales y locales;  así como la tradición histórica para la formación de su conciencia patria y para con la humanidad, a fin de que conozcan las obligaciones y responsabilidades que como ciudadano le unen a la sociedad de que forman parte.

 

La parte práctica, debe contemplar las necesidades de la comunidad de que forma parte, el conocimiento de sus problemas sociales y políticos y las soluciones que podrían aportarse, haciendo que se despierte la conciencia ciudadana en la realización de una forma amplia de cooperación para la solución de esos problemas y de una íntima solidaridad con el mantenimiento de la unidad nacional bajo el sentimiento de la patria.

 

Por tanto, ratificamos que la finalidad de la enseñanza de la Educación Cívica es preparar al individuo para que su conducta social y política sea provechosa a la comunidad de que forma parte, pues el estudio de las comunidades locales es de vital importancia para la enseñanza de esta asignatura, ya que es precisamente en estas comunidades, donde nacen los intereses cívicos.

 

Notas:

 

[45] Bustamante Mendoza, María Esther. La cívica de la comunidad y su aplicación en las escuelas de Cuba. Tesis de Grado para aspirar al Título de Doctor en Pedagogía. Cienfuegos, 1939, p. 8. (inédito).

 

[46] Mañalich y Cantón, Ramiro. El libro de la Patria: la Comunidad Cívica y el Ciudadano. Editorial Montalvo y Cárdenas, Habana, 1926, p. 2.

 

[47] Ibídem, p. 3.

 

[48] Curso de Estudios de las Escuelas Públicas, 1914. (s.e), La Habana, marzo de 1914, p-15.

 

[49] Ibídem.

 

[50] Echegoyen de Cañizares, Ana. “La educación del carácter del escolar cubano.” En: Revista de Educación (1937). No.1-2: ene-feb., p. 30.

 

[51] Ibídem, pp. 30,31.

 

[52] Ibídem, pp. 31,32.

 

[53] A manera de ilustración presentamos el informe del Sr. Justo L. Falcón, Director de la escuela número 25 al Sr. Superintendente de instrucción. Ciudad. En el mismo plantea: “ En contestación a su atenta comunicación, referente a los resultados obtenidos desde la implantación de la “Ciudad Escolar”, en esta escuela..., la creo, por consiguiente, de suma utilidad tanto para la enseñanza moral y cívica, asignatura, por cierto, tan descuidada entre nosotros y de resultados prácticamente patrióticos y utilitarios, como también para que en la infancia empiecen a conocer los deberes y derechos de todo buen ciudadano, y se acostumbren, desde luego, al mecanismo político y social de la forma de gobierno adoptada por nuestra constitución, esto es, la República Federal.” Mathew E. Hanna, Ayudante de Campo, Comisionado de Escuelas Públicas.

 

[54] Roa, Raúl. “Una semilla en un surco de fuego”. (Esbozo biográfico). En: Rubén Martínez Villena, Colección Orbita (La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1972, p. 11).

 

[55] Bobbio, N. Estado, gobierno, sociedad; para una teoría general de la política. Paz y Tierra, Río de Janeiro 1987, p. 17.

 

[56] Demo, Pedro. Ciudadanía Tutelada y Ciudadanía Asistida. Autores Asociados. Campinas, 1995, pp. 1-8.

 

[57] Para mayor información consultar: PNUD. Human Development Report, 1990... 1994. ONU, New York, CEPAL. 1992. Equidad y Transformación Productiva – un enfoque integrado, CEPAL, Santiago. CEPAL /  OREALC. 1992. Educación y conocimiento, eje de la transformación productiva con equidad.

 

[58] González Palacios, Carlos. Cívica Social. Instituto de Segunda Enseñanza. La Habana, 1958, p. 15.

 

[59] Febles Montes, Manuel... texto de Enseñanza Cívica. Instituto de Segunda Enseñanza. La Habana, 195, pp. 13_19.

 

[60] Ibídem, p. 37.

 

[61] Tejera Herrería, Vicente. Tratado de Cívica. Cultural, S.A. La Habana, 1953, p. 46.

 

[62] Cabarrocas, Teresa. Cuba Pedagógica Tercera Serie A, Tomo 5, Número 2,   febrero, 1920, pp. 110, 111.

 

Jorge Valmaseda Valmaseda
jvalmaseda@yahoo.es

De “La formación ciudadana escolarizada en Cuba, entre 1898 y 1940”

 

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