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Apuntes literarios
 

Benedetti: poesía de liberación


por José M. Vallejo

A la edad de 88, en mayo pasado, nos dejó Mario Benedetti el gran poeta y escritor uruguayo quien, junto a Neruda, Vallejo, Guillén, Alberti, García Lorca, Machado, Hernández, Aleixandre, sigue viviendo en su obra. Y aunque cultivó los géneros de la novela (La tregua, Primavera con una esquina rota) el ensayo, el cuento, la crónica y el periodismo, es en la poesía donde los destellos de luz resaltan con mayor vigor literario. La poética de Benedetti es amplia, sencilla y directa; disidente, contestataria y por momentos ensimismada y filosófica. Una voz de liberación en todos los aspectos del ser humano, no circunscrita al discurso meramente social o comprometido de quienes pretenden asignar una separación, de modo arbitrario, entre campos irreconciliables de la poesía y la creatividad literaria. La singularidad de la poética de Benedetti marca siempre una idea central que concita a la reflexión íntima y de grupo, donde están presentes la ansiedad, la agonía, el dolor y a la vez la esperanza y el amor del ser individual o colectivo frente a la propia existencia.

Noción de patria, A la izquierda del roble, A ras del sueño, Sobre el amor y el exilio, Letras de emergencia, Vamos juntos compañero, El hombre que mira sin sus anteojos, El hombre preso que mira a su hijo, La casa y el ladrillo, El Surco, Amor y odio en las ciudades, A mis patrias suplentes compañeras, Cotidianas, Otro cielo, Soy un caso perdido, El sur también existe, Defensa de la alegría, Estados de ánimo, Pasatiempo, Corazón coraza, Hagamos un trato, Rostro de vos, Las soledades de Babel, Peregrinación a Machado, entre otros títulos de su prolífica producción, son poemas de un travesía por la vida tocándola y confundiéndose en ella. El poeta se formula preguntas a cada instante con la finalidad de encontrarle sentido a la existencia y al mundo. Marcado por el exilio y la persecución política de las dictaduras, a él y a sus compatriotas, el espíritu de lucha prevalece en su poesía con la armazón objetiva y la disposición emocional, puntos de partida que invitan a la sugerencia y el libre pensar. El canto así se convierte en descargas eléctricas donde el poeta trata de organizar en una corriente continua o una fuerza principal en juego de luces, ritmo y sonido. A diferencia de la poesía clásica, armonía y unidad del sentimiento con el pensamiento, donde las cosas se acomodan de manera racional en función del sentimiento que las convoca, en la poesía de Vallejo, Neruda, Aleixandre y Benedetti, se observa con toda transparencia la ruptura con ese equilibrio y convenio entre el sentimiento, la razón y las cosas, pues el empeño fundamental está en la vida interior, en la fantasía, la metáfora y la palpitación.

Benedetti encuentra en esos estados de soñador impenitente la paz y el equilibrio, el huerto placentero del jardín botánico en “A la izquierda del roble” cuando dice: “es un parque dormido en el que uno puede sentirse árbol o prójimo siempre y cuando se cumpla un requisito previo. Que la ciudad exista tranquilamente lejos.” Y es en la configuración poética del resto de este poema, por ejemplo, donde ese sentimiento inicial de la tranquilidad, el sosiego, el descanso placentero, se pierde, dando paso al sentimiento turbulento de la vida real imaginando distintos momentos de conversaciones figuradas de los enamorados, interpretando los silencios, las estaciones del año, los mendigos, los niños: “quizá tuviera un alma triste / como mi alma / poca cosa / quizá aprendiera con el tiempo / a desplegarse / a usar el mundo / pero los niños que así vienen / muertos de amor / muertos de frío / tienen tan grande el corazón / que se destruyen sin saberlo” Vemos, pues, en el transcurso o desarrollo posterior del poema un levar anclas para continuar la navegación verbal hacia el estremecimiento de un enfoque global, social y universal, donde el jardín botánico y el huerto pasan a un segundo plano y aparecerán sólo de forma fragmentaria en una multiplicidad de objetos inesperados y heterogéneos.

Juan Nicolás Padrón Barquín, en el prólogo de una antología poética de Mario Benedetti, señala: “la obra poética de Mario Benedetti provoca murmullos declamada en público, concita reflexión leída en intimidad y transmite alegría en la lectura entre jóvenes. Estamos ante un exclusivo caso de popularidad literaria, o tal vez ante una rareza mayor: un excepcional ejemplo de comunicación multitudinaria mediante la poesía. ¿Por qué? … puede enfocarse la respuesta desde la perspectiva de que el poeta escribe para los pueblos latinoamericanos; en ese sentido, alude a vivencias comunes, sintetizadoras de experiencias de este mundo, e interpreta al ser de aquí, donde los exilios se pueden transformar en éxodos y las migraciones son diásporas de la violencia.” En síntesis se eleva a la cúspide la moción del poeta peruano César Vallejo: “la poesía nace del pueblo y va hacia él.” Así los poetas cultivadores de este estilo se guardan la abusiva intervención del intelecto a fin de no aparecer como elitistas, por supuesto sin renunciar totalmente a ella. Debemos observar que la poesía de Benedetti es a su vez objetivación de un mensaje a ser captado y comprendido en cuanto a sentimiento y natural discernimiento, allí encontramos la estructura cristalizada del intelecto de varias maneras deformada por el sueño poético de la liberación. Tratar de entender la poesía de Benedetti con una visión práctica significaría renunciar a la reflexión de enriquecernos como seres humanos.

Como todo promotor y animador del verso libre, Benedetti quebranta, consciente e inconscientemente, toda ley formal a manera de una tendencia de versificación donde su poética está compuesta de bloques rítmicos en los cuales no todo es libertad absoluta como tampoco sujeción al verso tradicional. No existe la autodeterminación forzada o la mecanización del ritmo métrico; y los bloques rítmicos a que nos referimos corresponden a los aspectos de la prosa condicionada por la sintaxis, algunos párrafos enteros forman el bloque del movimiento rítmico privilegiando la acústica, la música del leguaje, la intensidad facilitadora de la comprensión (Darío, Vallejo, Neruda) estilo que huye de las rigurosas sujeciones específicas: sílabas contadas, acentuación, rima, estrofas, número de versos, etc. En su poema El Surco se nota ese ritmo de la prosa poética: “A medio metro de mis botas recién inauguradas / el surco es una secreta monstruosa novedad / hay que considerar que desde mis doce años no arrancaba un desgraciado yuyo/ y aún tengo serias dudas sobre ese barroco antecedente secreto / porque no sé que pasará con mi cintura con mis versos/ con mis yugulares con mis ficheros con mis cartílagos / con mis lecturas de Marx con mi asma con mis nostalgias con mis rodillas / con mis manos  de dactilógrafo que no tienen seguro como las de los pianistas / ni intuición como las de los alfareros y monstruosa no muy bien por qué el millo emerge a duras penas / entre la catástrofe de la mala hierba …” Vemos aquí un encabalgamiento sintáctico que no necesariamente corresponde a una misma unidad, porque con frecuencia Benedetti busca o privilegia el ritmo especial del sonido, procedimiento de invalorable sentido artístico, fonético y emocional. No cabe duda, nos dejó un gran poeta que seguirá viviendo en la eternidad literaria hispanoamericana.

 

José M. Vallejo

El Espectador, criticas literarias, 12 de julio, 2009

 

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