En el cincuentenario de El lado de la sombra

Ensayo de Noemí Ulla

Hacia los años treinta  , joven lector de literatura argentina, española, inglesa, americana y rusa, arribó a la literatura francesa y en primer lugar a Marcel Proust, por los elogios que mereció En busca del tiempo perdido por parte de Silvina Ocampo. Tanto el futuro narrador como el escritor ya fecundo y reconocido Bioy, apreció en especial el género novela por considerar que aun en el peor de los casos, en que los avances tecnológicos hicieran desaparecer los libros, la novela saldría triunfante de tal desaparición. Entre sus variaciones, valoró la novela tradicional, a la que definió “como un sueño a lo largo del tiempo”: La guerra y la paz, La cartuja de Parma, Orgullo y prejuicio, mencionadas de manera preferencial en los diálogos que mantuvimos hacia los años noventa[1].

En los cuentos y en las novelas Bioy ha demostrado escribir, con igual destreza, frecuencia y variaciones, diversos libros después de aquellos de los que una rigurosa autocrítica le exigió desconocer (Prólogo, 17 disparos contra lo porvenir, Caos y Luis Greve muerto, entre otros) y que precedieron a La invención de Morel, reconocido por Bioy mismo como el primero de real valor. Esta novela publicada en 1940, año de su casamiento con Silvina Ocampo, con quien escribió más tarde Los que aman odian (1946), llevó prólogo de Jorge Luis Borges, fue también el sello de una paridad literaria entre ambos, que se había iniciado en 1932 en casa de Victoria Ocampo, como habitualmente se lo ha recordado.

En aquella bienvenida a la apertura narrativa de Bioy, Borges no vaciló en valorar el argumento de La invención de Morel semejante en su logro al de Otra vuelta de tuerca, de Henry James[2], El proceso, de Kafka, y El viajero en la tierra, de Julien Green, para finalizar juzgándola con las siguientes palabras: “no me parece una imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta”[3]. Y como un signo más de la equivalencia literaria de los tres escritores -Borges, Silvina Ocampo y Bioy Casares-, ese mismo año se publicó el libro que constituyó no solo la realización de un descubrimiento para sus autores, sino la difusión y apertura hacia la literatura de imaginación para los lectores de los años cuarenta, la Antología de la literatura fantástica, primera en el género que se publicó en nuestro país y realizada como la Antología poética argentina (1941), de las fecundas conversaciones, diálogos, discusiones y acuerdos estético literarios de los tres amigos.

En esos mismos diálogos, donde el peso de la imaginación fue considerado el móvil de la literatura que los tres escritores practicaban, leían y juzgaban, ocupó generoso espacio la valoración de nuestro idioma, en el que advertían, en publicaciones de sus contemporáneos, la creciente imposición del habla, iniciada en la narrativa argentina del siglo XX por Jorge Luis Borges con el cuento “Hombre de la esquina rosada”, en 1933. Tanto Bioy como Silvina Ocampo sostuvieron en muchas de sus narraciones, que la literatura es una forma de conocimiento, coincidiendo, tal vez sin saberlo, con las teorías estéticas de Adorno y de Lúkacs.

De aquellas conversaciones y de la modificación del tratamiento del idioma fueron en principio testimonio Diario de la guerra del cerdo (1969) y Dormir al sol (1973)[4], compuestos después de Guirnalda con amores (1959), relatos de amor y sin amor, como reza en su traducción a la lengua italiana (Storie con amore e senza amore). Este libro se distingue de gran parte de la narrativa de Bioy por su carácter misceláneo, compartiendo la ruptura de la separación estricta de los géneros literarios con el Libro del desasosiego, de Femando Pessoa, y con Rayuela (1969), de Julio Cortázar, a quien siempre se le ha atribuido prioridad por la escritura de esta novela de carácter misceláneo, publicada diez años más tarde que Guirnalda con amores. Pero si bien Guirnalda con amores manifiesta compartir la prioridad en lo que atañe al uso de textos fragmentarios (cuentos, aforismos, inclusión de fragmentos filosóficos entre cuento y cuento, traducción de la Oda V del Libro I de Horacio), la textura de sus diálogos se construye con un lenguaje muy cuidado, con la práctica del tuteo algo solemne de los personajes, muchas veces huéspedes de los hoteles que frecuentan como viajeros de distintas ciudades de Europa. La cortesía y el tono humorístico impiden todo dramatismo, logran burlar las convenciones y muestran más de una vez la trivialidad de algunos personajes, al tiempo que el autor ridiculiza conductas y convicciones de mujeres burguesas. De esta manera Bioy se aparta del modelo de mujer amada y distante de La invención de Mor el, la protagonista Faustine que lleva ese nombre en homenaje a la destinataria de la poesía de Paul Jean Toulet, y que volverá a encamarse de otro modo en la figura de Diana de Dormir al sol (1973).

Hacia la mitad de su carrera literaria, Bioy escribe los cuentos de El lado de la sombra, que cumple este año el cincuentenario de su publicación, libro que fuera merecedor del Segundo Premio Nacional de Literatura en 1962. Como hecho destacable en el mundo de la letras y de nuestro idioma, la salida de este libro coincide con la realización del Primer Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, celebrado en 1962 en Oxford, al que don Ramón Menéndez Pidal asistió viajando desde Madrid con la esperanza de conocer personalmente a María Rosa Lida de Malkiel[5]. En 1986 el Instituto Ítalo-Latinoamericano otorgó en Roma el premio a la mejor obra latinoamericana a El lado de la sombra. Esta novela sería una de las de su autoría donde es posible advertir con evidencia el cuidadoso detenimiento puesto en las descripciones creadoras del ámbito en que se desarrollarán los hechos, como en los cuentos “Cavar un foso”, “El calamar opta por su tinta” o “La obra”. Entre los libros de narrativa que acompañaron en 1962 al de Bioy figuran: Historia de cronopios y de famas, de Julio Cortázar, Bomarzo, de Manuel Mujica Lainez, Las leyes de la noche, de Héctor Murena, Cabecita negra, de Germán Rozenmacher, Dar la cara, de David Viñas, y El infierno tan temido, del uruguayo Juan Carlos Onetti. De los autores cuyos libros comparten el cincuentenario con El lado de la sombra, solo respecto de Julio Cortázar llegó a expresar Bioy algunas similitudes, en especial sobre la escritura de dos cuentos “Un viaje” o “El mago inmortal” (El lado de la sombra) y “La puerta condenada” (Final del juego), de Julio Cortázar, en los que ambos coincidieron en la temática del pasajero que busca el Hotel Cervantes en la ciudad de Montevideo y llega a oír voces en la habitación vecina, voces que luego se disiparán. El tema de los cuentos fue motivo que los reunió en una complicidad afectiva indiferente de ser uno u otro el primer narrador de historia tan semejante.

Un hecho singular ocurrido más de treinta años después reunió a Bioy Casares y a David Viñas no solo al compartir el año de la publicación de El lado de la sombra y de Dar la cara. Conociendo mi amistad con los Bioy, el autor de ensayos tan polémicos como su narrativa me pidió que hablara con él para tener una conversación. Que fuera David Viñas quien me lo solicitara, me llevó a advertir que se trataba de algo muy especial. Bioy quedó un tanto extrañado con mi pedido, pero aceptó de inmediato y de buen grado y Viñas, por su parte, quiso que yo lo acompañara. Pensé que los dos escritores, en algún momento antagónicos, merecían un encuentro más íntimo y preferí no compartir esa visita. Y así fue, con la posterior satisfacción de los dos, según ambos me comentaron. Un encuentro memorable, que mantuve en total reserva sin que alcanzara publicidad, un encuentro silencioso hasta hoy. Conociendo bien a David Viñas, de quien había sido alum-na en la Facultad de Filosofía y Letras de Rosario, es indudable que su propósito fue hacer desvanecer aquella imagen prejuiciosa que había foijado del escritor Bioy en años jóvenes y que su inteligente madurez le permitió modificar.

Por último, y tratándose de un escritor como Bioy, tan amante del cine, no deberíamos pasar por alto el estreno de filmes siempre recordados por él, y que comparten también este cincuentenario, como Ocho y medio, de Federico Fellini, y Vivir su vida, de Jean-Luc Godard. Y a propósito de cine y de las fotografías -actividad a la que Bioy dedicó generoso tiempo-, ¿necesario es observar que la luz rige las imágenes de las ciudades, las escenas, las calles y edificios, los ambientes que Bioy describe, donde el sol nunca está ausente? Los espacios que operan en la fantasía y la realidad de las tramas de Bioy fueron observados por Ofelia Kovacci solo un año después de publicado El lado de la sombra: “El realismo geográfico [...] lejos de anclamos en una realidad ‘verdadera’, obra a modo de catalizador de la desrealización, es el medio de que resulte más eficaz la fantasía misma”[6]. Sabemos bien que Bioy no compartió el horror de Borges hacia los espejos y con las fotografías, la luz, los reflejos, los espejos y sus efectos, las impresiones visuales vuelven a situamos junto al lector de Stevenson, uno de los modelos predilectos de nuestro autor[7].

El tratamiento del tuteo en la narrativa de Bioy irá cambiando lentamente hacia el voseo, en gran parte como resultado de aquellas conversaciones entre los tres escritores, e irá acentuándose o acentuando su evidencia en diálogos que adquieren, casi veinticinco años después de la publicación de Guirnalda con amores (1959) mayor naturalidad remedando el habla. Así, en la novela La aventura de un fotógrafo en La Plata (1985) como en los cuentos de Historias desaforadas (1986), hay una economía descriptiva, léxica y semántica, sin las acotaciones usuales de los diálogos de libros anteriores, que revelan un apartamiento de aquel joven escritor de La trama celeste (1948), donde asomaban lo paródico y el lenguaje coloquial, como señaló Pedro Luis Barcia en un puntual y autorizado análisis que precede a los cuentos de este libro[8]. Esta nueva modalidad que Bioy había registrado primero con desdén y luego con aceptación en los cuentos de Hemingway[9], lo acerca a su madurez literaria, ya que, como Borges, nuestro autor había manifestado el anhelo de escribir una prosa que alcanzara la llaneza de la conversación. Recordemos a propósito de esto que por los mismos años Héctor A. Murena había señalado en El pecado original de América cómo en la tensión de los pronombres “tú” y “vos” podía modularse la literatura argentina[10].

Me he referido al principio a la destreza narrativa de Bioy, entendiendo por ella el ejercicio riguroso de la composición, atenta a la trama y a aquellas normas más o menos tradicionales con las que escribió diversas novelas. Siguiendo el pulso de los maestros más apreciados de su época de aprendizaje, como Stevenson respecto de las descripciones, el poeta y narrador Paul Jean Toulet, como su abuelo oriundo de Pau, la capital del Béam. Otro de sus favoritos fueron el doctor Johnson y el libro de las teorías literarias de Vemon Lee, Traficando con palabras, leído con mucha atención y del que salió “este escritor que soy ahora”, según confesó en nuestro libro ya mencionado[11], y asimismo, Herbert George Wells, de quien admiró La máquina del tiempo, El hombre invisible, La isla del doctor Moreau, y en cuyo homenaje eligió el nombre de su novela La invención de Morel.

Otra de las peculiaridades de la narrativa de Bioy que señalé al comienzo es la frecuencia de la escritura y la publicación de sus libros, frecuencia que podría compartir con Julio Cortázar. Si pensamos en Juan Rulfo, autor de El llano en llamas y Pedro Páramo, cuya excelencia narrativa es bien conocida, no puede dejar de sorprendemos su escasa producción comparada con la de Bioy Casares. Queremos significar con esto que nuestro autor estuvo deliberadamente atento y también conscientemente abierto a la concepción del escritor como fuente de nuevas expectativas para el lector. En diversas entrevistas y prólogos de sus libros demostró sumo interés en ser un escritor dispuesto a la particular recepción de sus destinatarios, a los que tuvo muy en cuenta en diferentes relatos: incluyéndolos, nombrándolos, apelando a ellos de distintas formas (“como ustedes recordarán”, “como el lector supone”), como también lo había hecho Macedonio Fernández, aunque Bioy como Borges, no coincidiera con la apreciación narrativa de este escritor, sino como inteligente pensador. Es habitual encontrar ya en Guirnalda con amores aquellas fórmulas dirigidas al lector como: “¿recuerdan el lugar?”, “ustedes conocen”, “no les conté, pero afirmo”.

La frecuencia, la cercanía existente entre uno y otro de sus libros muestran a Bioy en constante ejercicio, abarcador desde el comienzo exitoso del tópico fantástico de 1940 a 1959, de La invención de Morel a la tentativa realista de Guirnalda con amores, etapa creativa anterior a El lado de la sombra, de 1962.

NOTA: En el presente año, el Instituto de Literatura Argentina “Ricardo Rojas” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, recibió del albacea de Adolfo Bioy Casares, Sr. Daniel Martino, la donación de manuscritos, borradores, textos mecanografiados, fotografías, cartas, papeles y agendas con anotaciones personales del autor.

Notas:

[1] Ulla, noemí. Conversaciones con Adolfo Bioy Casares, reedición corregida y aumentada. Buenos Aires: Corregidor, 2000, p. 17.

[2] El académico y traductor Rolando Costa Picazo observó en la edición de este libro de Henry James, cuya traducción, introducción y bibliografía le pertenecen (Buenos Aires: Colihue Clásica, 2005): “Si bien existen varias traducciones de The Tum of the Screw, ninguna hace justicia a su autor. La mejor considerada está llena de omisiones, errores de significado, adulteración del estilo, reemplazo de términos que James repite (a causa de su carga significativa) por vocablos aproximados que debilitan la prosa y cambian el sentido. El título mismo que se le ha dado en castellano -Otra vuelta de tuerca- ya es en sí una adulteración. Le hemos buscado la equivalencia exacta que exige nuestro idioma, ya que la traducción literal, que es La vuelta de tuerca, no es propia del español*' (Introducción, p. xxiv), Se trata, en traducción correcta, de Una vuelta de tuerca, aunque el título de esta novela haya sido traducido erróneamente como Otra vuelta de tuerca.

[3] BIOY CASARES, ADOLFO. La invención de Morel. Buenos Aires: Emecé, 1953. Prólogo de Jorge Luis Borges, p. 15.

[4] Ulla, Noemí. “La trama de la ciudad”. En Alfonso de toro/Susana Regazzoni (eds.), Rjené Ceballos (coeditor asistente). Homenaje a Adolfo Bioy Casares. Una retrospectiva de su obra. Madrid, Frankfiirt am Main. Vervuert Iberoamericana, 2002, p. 225.

[5] “No pudo hacerlo, pues, enferma del cáncer del que moriría un mes más tarde, María Rosa debió permanecer en Berkeley, donde vivía desde 1948. Fue su marido, el célebre filólogo ruso Yakov Malkiel, quien, en la Universidad de Oxford, leyó su ponencia, recibida con sentido silencio por el auditorio, consciente de la triste solemnidad del momento” (Waissbein, Daniel. “A cincuenta años de la muerte de la reconocida hispanista y filóloga María Rosa Lida, nuestra erudita”. La Nación, Buenos Aires, 9 de abril de 2012.

[6] Kovacci, Ofelia. Adolfo Bioy Casares. Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas, 1963, p. 22.

[7] Ulla, Noemí. “La trama de la ciudad”..p. 215-227.

[8] Barcia, Pedro Luis. “Edición, introducción y notas”. En Bioy Casares, Adolfo. La trama celeste .Barcelona: Castalia, 2011, p. 27.

[9] ULLA, NOEMÍ. La insurrección literaria (De lo coloquial en la narrativa rioplatense de 1960 y 1970). Buenos Aires: Torres Agüero, 1996. “Del diálogo en La aventura de un fotógrafo en La Plata. La huella de Hemingway”, pp. 157-166.

[10] MURENA, Héctor A. “La pugna contra el silencio”. En El pecado original de América. Buenos Aires: Sur, 1954.

[11] Ulla, Noemí. Conversaciones con Adolfo Bioy Casares..., p. 74.

 

por Noemí Ulla

Comunicación leída en la sesión 1332 del 12 de abril de 2012, en ocasión de cumplirse el cincuentenario de la publicación de El lado de la sombra, de Adolfo Bioy Casares.    t

 

Publicado, originalmente, en: Boletín de la Academia Argentina de Letras. Tomo LXXVII, enero-abril de 2012, Nos 319-320 Buenos Aires 2012

Boletín de la Academia Argentina de Letras es una publicación editada por la Biblioteca Jorge Luis Borges de la Academia Argentina de Letras

 

Ver, además:

 

                               Adolfo Bioy Casares Letras Uruguay

 

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