Por aquí pasaron
Eduardo Tyrrell

Preñadas sus maletas de esperanzas, arrastrando la pesada carga de un ayer signado por la estrechez, y entreviendo un mañana colmado de incertidumbres.

Nos estamos refiriendo a los inmigrantes, aquella falange de hombres y mujeres provenientes de distintos lugares del mundo que en el último cuarto del siglo dieciocho y en el primero del siguiente, después de penosa travesía, echaron raíces en esta Ciudad de Río Cuarto, en los pueblos de campaña o en los campos circundantes.

A partir de la inteligente decisión de extender los rieles del Ferro Carril Andino través del país – empresa llevada a cabo por el Gobierno Nacional en 1871-, se produjo en nuestra región un fenómeno económico social de proyecciones incalculables: la colonización agraria, repitiéndose lo que estaba sucediendo en otras provincias Argentinas. “ La Revolución de la Pampa”, como también se la designó, no fue otra cosa que aprovechar la fecundidad de nuestro suelo mediante la práctica de la agricultura, y en la faz social, poblar el territorio, inmenso y deshabitado, con una hornada de “ Colonos” o “ Chacareros”, nuestros queridos “gringos”. La empresa tuvo carácter de desafío nacional reflejado en el axioma “cultivar el suelo es servir a la patria”, de vasta difusión entonces.

Pero todos los recién llegados de consagraron a las tareas agrícolas, los hubo también criadores de ovejas en su mayoría vascos, tamberos , comerciantes y pequeños industriales, y aquellos que desarrollaban oficios varios, radicados principalmente en los centros urbanos.

Seguramente que alrededor del 70 % de los habitantes actuales de Río Cuarto descienden de aquellos esforzados inmigrantes.

Basta recorrer los padrones electorales para comprobar que los apellidos de procedencia extranjera ( Italianos, Españoles, Franceses, Sirio Libaneses, etc ) superan holgadamente a los de origen hispano criollos.

Los diarios de la época, con gran pesar nuestro, no publicaron crónicas, ni escenas pintorescas del arribo de un contingente de inmigrantes a Río Cuarto. Tampoco disponemos de registros gráficos no existía aún la fotografía social, como pudo ser una vista del andén del Andino a la hora de la llegada del tren. De manera que debemos imaginarnos el animado espectáculo.

Veamos a los ansiosos pasajeros descender de los vagones, y agrupar a las familias alrededor de sus escasas pertenencias: valijas, bultos y baúles.

Los menos buscarán afanosamente el rostro del pariente que los mandó a llamar y los precedió en el viaje a América. Los más tienen solamente la dirección del futuro patrón o de la fonda o pensión que algún voluntario informante les recomendó, y los que ni eso tienen se harán llevar al hotel de inmigrantes, un vasto galpón que de hotel sólo tiene el nombre.

El edificio de la estación es inmenso, particularidad que se deduce por la longitud del andén. La despedida con los paisanos y amistades hechas durante el viaje retarda la salida. Cada beso o apretón de manos sellan el compromiso de volver a encontrarse en la nueva residencia. La compacta hilera, lentamente se encauza hacia el exterior, previo paso por el gran hall central donde las filas se estrechan y se produce el póster contacto íntimo con hasta hace un rato compañeros de vagón.

Adelante de ellos está ayer como hoy la gran puerta que conduce a la calle, hacia donde todos concentran la mirada, tratando de captar la primera visión de la tierra prometida, de la ciudad que el destino les ha señalado para forjar la felicidad y la fortuna que su país de nacimiento les ha negado.

Ya están afuera, por fin, parados en la plazoleta de la estación. La colman los coches de plaza aquí llamados mateos, los carruajes particulares y los carros fletadores. Los cocheros los acechan ofreciéndoles a viva voz trasladarlos a la ciudad que se intuye distante. Sin advertirlo, están descorriendo el velo de una quimera, despertando de un sueño plagado de interrogantes y miedos, a los que Río Cuarto responderá generosamente.

Toda esta bulliciosa escena nos la estamos imaginando a cien años de distancia, ubicados en el hall de la estación que ha sido recientemente reciclada, al perder el edificio su función original, pero afortunadamente transformando ahora en Centro Cultural. Detrás de nosotros permanece el andén que vio apearse a nuestros abuelos inmigrantes protagonistas del progreso de esta región, y en frente está la misma puerta que les franqueó la entrada a una nueva trapalanda.

Por eso sugerimos que en este preciso lugar, en uno de sus muros laterales, se descubra una cerámica que evoque que “POR AQUÍ PASARON...”, seguido de un texto testimonial. Mantener viva la memoria de aquellos inmigrantes, recopilar sus historias de vida, recrear sus tradiciones y costumbres, es también preservar, conservar y difundir el Patrimonio Cultural de la ciudad, reconociendo rasgos de una identidad particular que nos distingue y nos pertenece a todos por igual.

Escribió para “El Corredor Mediterráneo” 
Mayo del año 2000

Historiador: Carlos Mayol Laferrere (Director Archivo Histórico).


Declarado de interés por las Merco ciudades y por el Concejo Deliberante de la Ciudad de Río Cuarto.

Eduardo Tyrrell : Trabajo de Recopilación de Datos y Fotos. ( 10/ 2007 ).

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