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Fray Marcos Donati y Fray Moisés Álvarez
Los Franciscanos, compañeros del Coronel Lucio V. Mansilla en la Célebre Excursión a los Indios Ranqueles
Eduardo M. Tyrrell

En la Iglesia del Convento San Francisco Solano de la ciudad de Río Cuarto, exactamente en la cripta del antiguo Templo cerca del Presbiterio se encuentran sepultados donde duermen el sueño eterno, los restos de Fray Marcos Donati y Fray Moisés Alvarez.

¿Quienes fueron realmente estos valientes, inteligentes, humildes y sacrificados frailes misioneros?

Fray Marcos Donati
El Apóstol de la Pampa y Redentor de los cautivos
Embajador y padre espiritual de los indios ranqueles


Sacerdote Franciscano. Nació en Carrétolo, provincia de Bologna, Benevento, Italia, el 14 de abril de 1831. Hijo De Pablo Donati y Ana Feriani.

Llamado por Dios a la vida religiosa, vistió el santo hábito el 25 de agosto de 1846, en el noviciado de Bolonia y fue ordenado sacerdote el 15 de enero de 1854.

Su mayor aspiración era la del apostolado entre los infieles, y sus superiores accediendo a sus deseos, le concedieron licencia para trasladarse a América, con la expedición que dirigía el Padre Bonfiglioni, embarcó el 9 de Julio de 1856, con 11 misioneros de la Propaganda FIDE, concluido el viaje su destino fue la Villa de la Concepción del Río Cuarto, llegando el 13 de Noviembre de 1856, así quedó fundada esta comunidad franciscana, con alojamiento en una humilde choza de paja en la misma manzana que ocupan actualmente las nuevas generaciones de sacerdotes Franciscanos.

Fray Marcos Donati.

Después de haber ocupado en ministerio parroquial los primeros años.

El gobierno de la Nación y de Córdoba así lo comprendieron, nombrando al rector Padre Fray Marcos Donati en 1867 comisionado oficial para que aumentara con más religiosos el colegio de propaganda Fide en Río Cuarto.

El Padre Fray Marcos Donati se embarcó en marzo del mismo año para Roma, tomando allí viaje de regreso el 12 de agosto, con diez compañeros y llegó a Río Cuarto el 22 de noviembre de 1867.

Los nombres de los nuevos misioneros eran: RR. PP. Fray Pío Betivoglio, Fray Constantino M. Longo, Fray Guillermo Zelli, Fray Quirico Porreca, Fray Mario Dalnegro, Fray Ludovico Quaranta, Fray Antonio Cardarelli, Fray Benito Tessitori, Legos Fray N. Benvenuto y Fray Domingo Bedomni.

Así la comunidad contó con 20 franciscanos cuyos sacrificios habían de contribuir eficazmente a la conquista de estos desiertos.

*No bien designado Prefecto de las Misiones, 1868, Fray Donati también se propuso llevar su misión a los ranqueles, para lo cual recibió ayuda económica de la Nación, se puso en contacto con los caciques ranqueles Mariano Rosas y Manuel Baigorrita. *(Revista Quarto Rio de la junta de Historia Municipal Nº 9 Noviembre 2007. Lic Inés Farías) . Compañero del Coronel Lucio V. Mansilla, donde visita la frontera del río Quinto, 1869, y forma parte en 1870 de la comitiva en la célebre excursión a los indios ranqueles, Bautiza y reza misas en Tierra Adentro, dedicó su celo a la civilización de los indígenas y rescate de los cautivos mereciendo que se le llamara “ El Apóstol de la Pampa y Redentor de Cautivos” De regreso redacta la “Relación”, describiendo las vicisitudes del azoraso viaje.

El distinguido fraile establece con la Prefectura en Villa Mercedes, 1872. Acompañó comisiones de indios varias veces a Buenos Aires, el padre Marcos Donati fue el intermediario entre las damas de la Sociedad y los cautivos del poder de los indios según prueban numerosos documentos del archivo del Convento San Francisco Solano de Río Cuarto.

Dos veces más entró Tierra Adentro, los ranqueles lo consideraron su embajador y padre espiritual.

Con su influencia, tesón, ahínco y apostólica conducta en las misiones logró el rescate de 295 cautivos.

Después de la conquista del Desierto, hasta 1894, siguió catequizando indios en su querida pampa.

Poco antes de partir para Buenos Aires, a donde fue llevado para ser sometido a una operación quirúrgica, y no volver más, pronunció estas palabras ante sus hermanos: “ Gracias a Dios, entramos a la Pampa con honor, y salimos de ella con el mismo honor; ya no hay indios: todos son cristianos”.

“El Señor ha bendecido el esfuerzo de nuestra comunidad franciscana y podemos reposar tranquilos con la conciencia del deber cumplido y llenado fielmente nuestros deberes”

“Sigamos trabajando para reformar las costumbres de los cristianos para gloria de Dios y salvación de las almas”

Fueron las últimas palabras que el Apóstol pronunció en Río Cuarto.

Después de sufrir una larga y penosa enfermedad, falleció a los 64 años en Buenos Aires, en el Hospital Militar, el 8 de Abril de 1895, lo que causó una gran conmoción y tristeza de miles de riocuartenses y habitantes de toda la región

El gobierno nacional dispuso que se preparara el cuerpo, los médicos realizaron un proceso de embalsamamiento (rápido) del cadáver: le inyectaron reactivos que asegurarían su conservación por un buen tiempo, y tributándole honores debidos sólo a los beneméritos de la Patria, ordenó que se le diera una honrosa sepultura.

El 11 de abril sus restos fueron traídos desde Buenos Aires con custodia de honor a la ciudad de Río Cuarto, recibido con grandes honores nacionales, provinciales y municipales, la estación de ferrocarril estaba repleta; se encontraban altas autoridades, banda de música y formación parada del ejército donde rindieron sentidos honores, junto a una multitud concentrada en la ciudad y miles ubicados en las calles del Boulevard Julio Argentino Roca, acompañaban el féretro con los restos del Padre Fray Marcos Donati, hasta el Convento San Francisco Solano de Río Cuarto, muchas flores y lágrimas a su paso. Aborígenes presentes que el había convertido al cristianismo lloraban su partida, y ahí estaban con su gran congoja despidiendo a su padre espiritual que tanto los había amado y defendido.

En la capilla ardiente los padres Fray Quírico Porreca y Juan Gigena con emocionadas palabras despedían al padre Fray Marcos Donati para luego bajarlo en la sepultura a la cripta del antiguo templo cerca del presbiterio, estimándose ocupa el lugar donde hoy actualmente se encuentra el órgano. Con el derrumbe, la escalinata de entrada se llenó de escombros, los que penetraron hasta cubrir el interior. Puestos a la tarea de volver a comenzar las obras y levantar la nueva iglesia, los costos para la remoción total de los restos de mampostería, ladrillos y cemento, hicieron imposible la tarea de reabrirla, optándose por sellarla, aquí yace y duerme en el sueño eterno para siempre, junto a Fray Moisés Alvarez y a todos aquellos sacrificados misioneros fundadores.

Quizás la ciudad entera aún esté en deuda con la esplendorosa labor de este Sacerdote.

Los indios lo amaron, en homenaje a su memoria, a una lagunita que media entre El Tala y Santiago Pozo, camino de Villa Mercedes a la Pampa, impusieron el nombre de “ Laguna del Padre Marcos”.

Así también en la ciudad de Río Cuarto, el Honorable Concejo Deliberante le destinó a su memoria el nombre de una calle para que sea recordado por las futuras generaciones.

Los Misioneros entre los indios Ranqueles llevando la palabra de Jesús

Fray Moisés Álvarez

Sacedote franciscano. Nació en la Villa de los Ranchos, Curato del Río Segundo, Provincia de Córdoba, Argentina. En 1838. Hijo de José Ignacio Álvarez y María Burgos.


Ordenado sacerdote en Córdoba en 1861. Se incorporó en 1867 al Convento San Francisco Solano de la Ciudad de Río Cuarto.

En 1868 es Cura y Vicario, Prefecto, discreto, maestro de escuela y de coristas, director de conferencias morales y cronista, después.

Junto con el Padre Marcos Donati acompañó al Coronel Lucio V. Mansilla en su célebre Excursión a los ranqueles en 1870.

Volvió en 1872 Tierra Adentro con Fray Tomás Gallo. Elegido Prefecto de Misiones en 1874, se estableció en el fuerte Sarmiento.

Capellán de las compañías de indios a inspector de racionamientos, desarrollando una abnegada labor en beneficio de los ranqueles.

Escribió la “Crónica del Convento de San Francisco Solano de Río Cuarto” desde su fundación hasta 1882.

Después de su larga y distinguida trayectoria por su labor misionera y de paz entre los indios Ranqueles fallece en Río Cuarto el 16 de junio de 1882, su muerte se produce de manera súbita, un ataque cerebral apagó su voz mientras predicaba el sermón del Santísimo Sacramento desde el púlpito durante la misa.

Sus restos reposan debajo del actual y nuevo Templo del Convento San Francisco Solano de la ciudad de Río Cuarto, en la cripta hoy sellada para siempre, junto a Fray Marcos Donati y varios hermanos de la congregación que vinieron en aquella época a evangelizar estos desiertos.

También en la ciudad de Río Cuarto, el Honorable Concejo Deliberante, le destinó a su memoria el nombre de una calle para que sea recordado por las futuras generaciones.

Cartel identificatorio de calles ubicadas en la ciudad de Río Cuarto en Homenaje a Fray Marcos Donati y Fray Moisés Álvarez.

Un poco de Historia

2 de marzo de 1868, otro como tanto de los peores malones en contra de la Villa de la Concepción.

El cacique Mariano Rosas (Paguithrugor) atacó con 2.000 guerreros; la población estaba prácticamente indefensa, una brutal desolación y desesperanza se adueño de los sobrevivientes y las escenas de pánico y dolor que se vivieron resultaban indescriptible por su salvajismo.
( F. “ Reseña Histórica de Río Cuarto” Alfrredo Vitulo Tomo 1- Edición 1947.- ( Las Fechas del Imperio – Walter Bonetto 2009-

29 de abril de 1868, Desde la Villa de la Concepción de Río Cuarto el Prefecto de las Misiones Franciscanas “ Fray Marcos Donati” envía una carta al Cacique Mariano Rosas en Leubucó, solicitando y poniendo todos los servicios para llegar a tierras del Cacique y practicar entre aquel pueblo la doctrina cristiana, además de trabajar fervorosamente por la paz y ofreciendo sus servicios con sincera amistad.
( F. “ Historia De Río Cuarto” Víctor Barrionuevo Imposti – Tomo 3- Pág. 144).- ( Las Fechas del Imperio – Walter Bonetto 2009.-

*El cacique Mariano Rosas hace saber al Prefecto de las Misiones, Fray Marcos Donati , que no podrá realizar misiones mientras los indios estén en guerra con el Gobierno; por eso, se empeñará largamente en lograr un tratado de paz.

El misionero se identifica con los indios a los que aspira a evangelizar y traza un proyecto, el de una reducción.

“... un lugar que sea propiedad de los indios,... que les haga perder la inclinación por la vida nómada; para que ayudados, progresen cultivando la tierra, plantando árboles que den frutos, etc. Sólo de este modo sentirán amor por la propiedad”.

Sus gestiones son pacientes e incesantes, ante la cámara de Diputados, el Comandante de la Frontera Sud, Coronel López; ante su sucesor, coronel Elías; viaja a Buenos Aires y habla con el ministro de culto y con el propio Presidente Domingo Faustino Sarmiento; insiste ante el gobierno de Córdoba y el de San Luis; intuye que la fuerza militar del gobierno de la Nación se arma para atacar a los indios y reclama al gobierno nacional. Revista *(Quarto Rio de la junta de Historia Municipal Nº 9 Noviembre 2007. Lic Inés Farías)

Niños y mujeres, indios Ranqueles - "Tarea Misional Fray Marcos Donati y Fray Moisés Álvarez " año 1870)

Arribo del Coronel Lucio Victorino Mansilla a Río Cuarto

El Martes 18 de enero 1869, los riocuartenses se encontraban alegres, como si fuera un día festivo. Una banda militar, ejecutaba en la plaza notas marciales para recibir con algarabía a las once y media de la mañana, arribaba a la Villa de la Concepción con su Batallón 12 de línea, junto al cual venía el nuevo jefe de la Frontera Sur, el Coronel Lucio V. Mansilla, el Presidente Domingo Faustino Sarmiento, le había dado la misión de extender la Frontera Sur desde el río Cuarto al río Quinto.

Mientras esperanzados vecinos y público en general desplegaban banderas dando la bienvenida al nuevo comandante.

No era para menos las poblaciones de aquel entonces estaban como sentenciadas por los ataques de los malones, lo que se torna en una verdadera desgracia de la época que amenazaba toda esperanza de progreso.

Su objetivo era llegar al corazón de sus territorios y tolderías con intenciones de Paz lo que no era fácil ni sencillo.

El Cacique general de los ranqueles Mariano Rosas, en respetuosa carta fechada en Leubucó el 29 de noviembre de 1869, dirigida al Reverendo Padre Fray Marcos Donati, le recomienda diga al Coronel Lucio V. Mansilla se haga cuanto antes el Tratado de Paz; que al efecto envía a su hermano mayor Chenquenao a Río Cuarto, debidamente autorizado, lo que se efectuó de acuerdo con el señor Presidente de la República, quedando pendiente de la aprobación del Congreso.

A sus efectos fue enviado el capitán don Martín Rivadavia a Leubuco.

Meses más tarde, el cacique Ramón Cabral envió también a su propio hermano Líconao a ésta en prenda de amistad enfermándose aquí de viruela, muy grave, siendo solícitamente atendido hasta su completa curación.

Con la eficaz colaboración de la comunidad franciscana, muchas demostraciones de mutua consideración consiguieron suavizar el ambiente ranquelino para el cristiano, lo que sirvió de base de ulteriores operaciones estratégicas y tácticas militares, cuya manifestación de realidad con ventajas positivas para el ejercito cristiano, se concretaron en gran medida el 31 de marzo de 1870 al internarse 19 conquistadores entre oficiales y soldados en rumbo desconocido desde el fuerte Sarmiento.

La pequeña expedición desarmada estaba a cargo del valiente Coronel Mansilla y formaban parte de la misma los Frailes Franciscanos. RR. PP. Marcos Donati y Moisés Alvarez, dispuestos al sacrificio de sus vidas en cumplimiento de su augusta misión.

El Coronel Lucio V. Mansilla con su peculiar gracejo, cuenta que al partir la expedición le dijo al Padre Marcos Donati: “Padre, ud. Cuide de mi alma que yo defenderé su cuerpo”.

La pequeña expedición que no superaban las veinte personas penetró las tierras del temido y respetado Cacique Mariano Rosas.

El Coronel Mansilla en su obra “ Una excursión a los indios ranqueles” defina claramente su objeto”... el deseo de ver con mis propios ojos ese mundo que llaman tierra adentro, para estudiar sus usos y costumbres, sus necesidades, sus ideas, su religión su lengua, e inspeccionar yo mismo el terreno por donde alguna vez quizás tendrán que marchar las fuerzas que están bajo mis órdenes: he Ahí lo que me decidió no ha mucho y contra el torrente de algunos hombres que se decían conocedores de los indios a penetrar hasta sus tolderías...”

“Tengo en borrador el “croquis topográfico”, levantado por mi de ese territorio inmenso, desierto, que convida a la labor, y no tardaré en publicarlo, ofreciéndoselo como una memoria a la industria rural. Más de seis mil leguas he galopado en año y medio para conocerlo y estudiarlo. No hay arroyo, no hay un manantial, no hay laguna, no hay un monte, no hay médano donde no haya estado personalmente para determinar yo mismo su posición aproximada y hacerme baqueano, comprendiendo que el primer deber de un soldado es conocer palmo a palmo el terreno donde algún día ha de tener necesidad de esperar”.

Así desapareció el velo que cubría hasta entonces, la tenebrosidad del desierto, en que habían estrellado expediciones legendarias como la del general don Emilio Mitre en 1858, que retrocedió después de haber estado en Chamalcó corazón del imperio ranquelino, ignorando el terreno en que pisaba, fundamento del desastre.
Solo se redujo a que más tarde, el coronel Vedia, avanzando de leguas, estableciera algunos fortines.

“En 1869 El Coronel Mansilla se encuentra con una comitiva de indios enviada a Río Cuarto, por el Cacique Mariano Rosas, para hablar de paz, trayendo consigo un caballo con pelaje totalmente blanco que le regalaban al Boticario de la Villa. Como Comandante militar Lucio V. Mansilla ordenó matar el caballo en la plaza de la Concepción y despachó de inmediato a la comitiva de indios rechazando en duros términos la nota enviada por el Cacique.

Había considerado inaceptable que los infieles quienes eran ladrones de caballos tuvieran aquella osadía”. ( F. “Historia de Río Cuarto” Víctor Barrionuevo Imposti – Tomo 3- Pág 148.- ( “ Las Fechas del Imperio” Walter Bonetto.- 2009.-

Expedición del Coronel Lucio V. Mansilla

El 30 de marzo de 1870 el Coronel Lucio V. Mansilla parte desde la Villa de la Concepción de Río Cuarto junto a los Frailes franciscanos Marcos Donati y Moisés Alvarez, además de un reducido grupo de soldados sin armas, hacia el corazón del territorio de los Ranqueles.

(F. “ Historia de Río Cuarto” Víctor Barrionuevo Imposti- Tomo 3- Pág. 268. ( Las Fechas del Imperio).- Walter Bonetto.- 2009.

La política de conquista venía señalando su ruta de afianzamiento en estas fronteras siempre mediante la eficaz ayuda de los misioneros franciscanos; lo evidencia el pensamiento que, con las reservas del caso, según el Coronel Mansilla, se le hizo difícil al cruzar el fatídico paso del Lechuzo cerca del fuerte Sarmiento.

Los PP. Donati y Alvarez tomaron parte en la épica hazaña de la pequeña expedición que se internó para Leubucó, por rumbo de Laguna Alegre, cola mula; Tremeucó. El Cuero, Laguna Verde, Bagual y Calcumalín, hasta Quenque, entrevistándose con los Caciques principales.

El mismo intrépido coronel se encarga de relatarnos en su bien mentado libro las mil peripecias de todo orden, soportadas durante el viaje por los dominios ranquelinos.

Pero nada tan conmovedor y grande, para los corazones lacerados por el infortunio del cautiverio que la presentación de un sacerdote por primera vez en plena Pampa revestido de sagrados ornamentos blancos. Así en el grandioso lienzo de Leubucó, rodeaban al Cristo crucificado cristianos e infieles.

Después de vencer graves dificultades por la desconfianza ingénita de la indiada, reagravada por los agoreros de Leubucó que señalaban grandes males para su futuro con la llegada del “ Gualicho” (diablo o hechizo) personificado en el coronel Lucio V. Mansilla y su pequeña expedición.

Los Jefes indios lo reciben con recelo, pero a poco de conocer al padre Marcos Donati, le ofrecen su sincera amistad.

La actitud persuasiva y prudente de los padres misioneros fue de gran valía en aquellos supremos momentos.

Sector actual de la nueva iglesia, debajo donde está el órgano, se encontraba la Cripta del antiguo Templo y allí se encuentran sepultados, donde duermen el sueño eterno los restos de Fray Marcos Donati y Fray Moisés Álvarez.

Terminadas las presentaciones obligadas y conferencias para el sello definitivo del Tratado de Paz, según entendían los caciques ignorantes de las prescripciones de la Constitución Nacional, el día 13 de abril, se dispuso celebrar una misa, la primera en aquellas latitudes en pleno centro de salvajes. Ofició el Padre Marcos Donati siendo ayudado por el Padre Moisés Álvarez y el Coronel Mansilla, en presencia de numerosos infieles. Le oyeron muchas cautivas con sus hijitos en brazos, que llorosas oraban con devoción, a lo que después los misioneros levantaron el ánimo

celebraron un matrimonio y fueron bautizados 18 niños y uno de éstos en Leuque, donde moraba el cacique Manuel Baigorria (Baigorrita), hijo de éste, poniéndosele el nombre de Lucio Victorio; y la otra en Leubucó, hija del cacique general Mariano Rosas, cuyo nombre de pila María.

Llegó el día señalado para la asamblea general que debían formar personajes de significación del imperio ranquelino, a la que también asistió el Coronel Mansilla, en nombre y representación del presidente de la República, acompañado de los franciscanos Fray Marcos Donati y Moisés Alvarez. Afirman las crónicas que duró nueve horas la famosa asamblea, bastante agresiva, a punto de ser tumultosa en parte que al fin pudo ser dominada por el representante del gobierno con la presencia de espíritu. Por fin se hizo la paz y la expedición comenzó con sus preparativos de regreso, saliendo rumbo al norte por la rastrillada a Carrilobo, La Verde hasta Laguna del Bagual.

Desde aquí bifurcóse la expedición en dos grupos: El jefe con cuatro compañeros rumbo al oeste tocando las aguadas de Overamanca, El Chañar, Lonconatro y otras, (A) (Al recibir aquéllos la orden de formar dos grupos, de los cuales el más numeroso seguiría por el camino conocido del Cuero, y el más pequeño, encabezado por mí, tomaría el desconocido de la laguna el Bagual, algo como un tinte de tristeza vagó por sus fisonomías.

Nadie replicó, todos corrieron a disponer lo referente a la marcha nocturna. Pero yo comprendí que más de un corazón sentía vivamente separarse de mí; no solo esa simpatía secreta, que como vínculo une a los hombres, sea cual fuere su posición respectiva, sino por ese amor a lo desconocido y esa inclinación genial al combate y a la lucha, propia de las criaturas varoniles, que hace apetecible la vida, cuando ella no se consume monótonamente en la molicie y los placeres.

Cumplidas mis órdenes y escritas las instrucciones correspondientes en una hoja del libro de memorias del mayor Lemlenyi, se formaron los dos grupos determinados.

Me despedí de éste, de los franciscanos, de Ozaroski, de todos, en fin, repetí, como lo hubiera hecho un viejo regañón y fastidioso, varias veces la misma cosa, monté a caballo y eché a andar seguido de los cuatro compañeros que componían mí grupo.

El de Lemlenyi me precedía. Los caballos que montamos estaban frescos, de modo que trepamos sin dificultad a la cresta del médano, por la gran rastrillada del norte.

Una vez allí volvimos a decirnos adiós.

Lemlenyi y los suyos tomaron el ramal de la derecha, y yo tomé el de la izquierda, que seguía el rumbo del poniente). (A) Lucio V. Mansilla (una excursión a los indios ranqueles) hasta llegar a Villa Mercedes, donde dio cuenta de su cometido al superior jerárquico, general don José Miguel Arredondo.

El resto de la expedición, al mando del Mayor Lembeny, continuó por Loucowaca rumbo derecho para llegar al fuerte Sarmiento.

“El 18 de abril de 1870 Fray Marcos Donati y otros integrantes de la excursión al territorio de los indios ranqueles llegan de regreso a la Villa de la Concepción luego de haber incursionado y trabajado con éxito en el interior de las tolderías. ”. ( F. “Historia de Río Cuarto” Victor Barrionuevo Imposti – Tomo 3- Pág 148.- ( “ Las Fechas del Imperio” Walter Bonetto.- 2009.-

Así terminó esta operación estratégica feliz que habría de ser fecunda por sus resultados ulteriores para la conquista del desierto, suceso que ocupa puesto culminante en la Historia Argentina.

*< El Coronel Lucio V. Mansilla, en sus escritos que dieron la vuelta al mundo en el libro “ Una excursión a los indios ranqueles”

Se ve como los tiene presente constantemente en esta expedición.>

Solo el franciscano fray Marcos Donati, mi amigo íntimo, conocía mi secreto. Se lo había comunicado yendo con él del fuerte Sarmiento al Tres de Febrero, otro fuerte de la extrema derecha de la línea de frontera sobre el río Quinto.

Este sacerdote, que a sus virtudes evangélicas reúne un carácter dulcísimo recorría las dos fronteras de mi mando, diciendo misa en improvisados altares, bautizando y haciendo escuchar con agrado su palabra a las pobres mujeres de los pobres soldados. La que le oía se confesaba. *(3) Pág. 24)

Lo cruzamos al trote, azotando las ramas caballos y jinetes; al salir de la espesura piqué el mío con las espuelas, y diciéndole a fray Marcos – oiga padre-, me puse al galope seguido por el buen franciscano, que no tenía entonces, como no tiene ahora, para mí más defecto que haberme maltratado un excelente caballo moro que le presté. *(3) (Pág. 24).

El padre tenía su imaginación llena de las ideas de los gauchos que han solido ir los indios por su gusto o vivir cautivos entre otros.

Consideraba mi empresa la más arriesgada, no tanto por el peligro de la vida, sino por la fe púnica de los indígenas. Me hizo sobre el particular las más benévolas reflexiones, y por último, dándome una muestra de cariño, me dijo: “ Bien Coronel; pero cuando usted se vaya, no me deje a mí, usted sabe que soy misionero”.

Yo he cumplido mi promesa y él su palabra. *(3) (Pág. 25).

Después de hablar Achauentrú conmigo fuese a conversar con el padre Marcos y su compañero fray Moisés Alvarez, joven franciscano, natural de Córdoba, lleno de bellas prendas, que respeto por su carácter y quiero por su buen corazón. *(3) (Pág. 26).

Y les pedí a los padres, les hicieran comprender que aquellas ideas eran justas y morales. *(3) ( Pág. 27).

Placa Homenaje a los Misioneros Franciscanos que descansan en la Cripta del antiguo Templo

Las mulas que llevaban las cargas de charqui y regalos para los caciques daban muchísimo trabajo. Por huir del peligro caían a cada paso en él. Una de ellas llevaba los ornamentos sagrados de mis amigos los franciscanos, y ellos y yo íbamos con el Jesús en la boca, esperando el momento en que gritaran: Cayó la mula de los padrecitos, que así llaman los paisanos cordobeses a los frailes. *(4) (Pág. 32).

Los buenos franciscanos intentaban dormir, rendidos por la fatiga del día y de la noche anterior que quien no ha hecho a bragas, las costuras les hacen llagas. *(10) (Pág. 58).

Antes de ponerme en marcha resolví dejar las mulas atrás. Caminaban sumamente despacio por lo mucho que había llovido y era un martirio para los franciscanos seguirlas al tranco; el Padre Moisés no es tan maturrango, pero el Padre Marcos no hallaba postura cómoda. *(12)
(Pág. 68).

Podía descansar un buen rato, lo que les haría mucho bien a los caballos y a mis queridos franciscanos.

Mandé a desensillar.

El Padre Marcos me miró como diciendo: ¡Loado sea Dios!, que sin estos berenjenales me mete también me ayuda. *(12) (Pág. 72).

¡Sí sí! Dijeron los franciscanos al oírle los oficiales y demás adláteres-, ¡que cuente un cuento el Coronel! *(12) (Pág. 72).

Padre Marcos cuando lleguemos a Leubuc, confiéseme ese mentiroso.

Con mucho gusto contestó el buen franciscano, siempre dulce, atento y amable en su trato. *(14) (Pág. 82).

Me desperté al ruido de los soldados que señalaban toldos acá y acullá.

La curiosidad me puso de pie en un abrir y cerrar de ojos.

Los franciscanos y los oficiales hicieron lo mismo. *(14) (Pág. 84).

Ver indios, indios, eso es lo quisiera decían los franciscanos; y yo les replicaba: Tengan paciencia, padres, que quién sabe si no es para un susto. *(14) (Pág. 85).

Ya debían estar prevenidos. Y aquí me detengo hoy. Mañana te contaré los percances del resto del día en que los franciscanos queridos no ganaron para sustos. *(14) (Pág. 85).

Hasta donde era posible me daba por no apercibido de estas amabilidades, que llegaron a alarmarme seriamente, cuando vi que un indio lo atropelló al padre Marcos, pechándolo con el caballo, en medio de un grito estentóreo, cariño que el reverendo franciscano recibió con evangélica mansedumbre, a pesar de haber andado por las gavias, lo mismo que su compañero, el padre Moisés, que simultáneamente era objeto de otra demostración por el estilo. *(16) ( Pág. 93).

Llegaron dos indios y mi lenguaraz, diciéndome que avanzara. Y Bustos haciendo que los franciscanos me siguieran como a ocho pasos, se puso a mi izquierda diciéndome:

Vámos marchamos. *(16) ( Pág. 95).

Bustos me dijo:

Salude a los indios primero, amigo, después saludará al cacique y haciendo de cicerone, empezó la ceremonia por el primer indio del ala izquierda que había cerrado el círculo.

Consistía ésta en un fuerte apretón de manos, y en un grito, en una especie de hurra dado por cada uno de los indios que iba saludando, en medio de un coro de otros gritos que no se interrumpían, articulados abriendo la boca y golpeándosela con la palma de la mano.

Los frailes, los pobres franciscanos, y todo el resto de mi comitiva hacían lo mismo.

Aquello era una batahola infernal. *(16) ( Pág. 96).

¡Gran virtud es la conformidad! Me resigné a mi suerte. Filosofábamos con los frailes; y como Dios es inmensamente bueno, nos inspiró confianza, y concediéndonos un sueño reparador, nos permitió dormir en el suelo desigual, lo mismo que en un lecho de plumas y rosas.*(16) (Pág.98).

Los franciscanos como de costumbre, habían hecho sus camas muy cerca de mí.

Así dormíamos siempre.

Yo se lo había recomendado.

La abnegación generosa de estos jóvenes misioneros, su paciente conformidad en los peligros, su carácter afable, su porte siempre comedido, sus mismas simpáticas fisonomías, todo, todo lo que constituye la persona física y moral, inspiraba hacia ellos una fuerte adhesión.

Se concibe, pues, que unido a estos sentimientos el deber que tenía de cuidarlos, tratara de tenerlos constantemente a mi lado.

Cuerpo sano en alma sana es roncador.

Los reverendos roncaban a dúo, haciendo el padre Moisés de tenor y el padre Marcos de bajo profundo.

Estuve tentado algunas veces de hacerles alguna broma, pero debían estar tan fatigados, que habría sido imperdonable arrancarles a un sueño que, si no era interesante, debía ser agradable y reparador.

No pude continuar durmiendo. *(17) (Pág. 99).

Los franciscanos me sacaron de estas reflexiones dándome los buenos días y sentándose en la rueda del fogón, que convidaba con sus hermosas brasas.

Después los padres, se levantaron y ocuparon sus puestos los oficiales, y la conversación se hizo general, ponderando todos si excepción alguna lo bien que habían dormido.

Los padres no necesitaban jurarlo. *(17) (Pág. 100).

Todo el resto de ese día pasaron incesantemente indios, del norte para el sur, del sur para el norte. Todos se detenían, se acercaban, nos miraban y luego proseguían su camino.

Algunos conversaban largo rato con mi gente. Los franciscanos eran siempre los más solícitos en dirigirles la palabra, y en ofrecerles un trago de un botellón de cominillo, que no se cómo no había volado ya. *(17)
(Pág.102 – 103).

Al rato, cuando ya se iban, uno de ellos fue a pasar por entre los dos franciscanos que estaban descansando en el suelo como dos varas uno de otro.

Gritele con voz de trueno, saltando furioso sobre él para sofrenarle el caballo y empuñando mi revólver, dispuesto a todo: ¡Eh! ¡no sea bárbaro! no me pise los padrecitos!

Y el hombre que no había sido indio sino cristiano, sujetando de golpe el caballo, casi en medio de los padres, contestó: yo también sé.

y si sabes pícaro, por qué pasas por ahí?

No les iba a hacer nada repuso.
¡ Con que no les ibas a hacer nada, bandido!

Calló dio la media vuelta, les habló a los indios en su lengua, sugiriéndole éstos, y se alejaron todos, habiendo pasado los pobres padres un rato asaz amargo, pues creyeron hubiese habido una de pópulo bárbaro.
*(17) (Pág.104).

Llené sus indicaciones, y mi comitiva formó en batalla, poniéndome yo con los frailes al frente en el orden de antes.

Los pobres frailes, encomendando su alma a Dios, me seguían lo más cerca posible.

Uno de los frailes rodó y salió parado. *(22) (Pág. 129).

Y querían hacer esto, no solo conmigo, sino con todos los que me acompañaban, inclusive los dos reverendos franciscanos, Santos varones, incapaces de arrancarle las alas a una mosca. *(24) (Pág. 136).

Después que fui saludando, cumplimentando y felicitando, me pidieron permiso para hacerlo con los franciscanos, que por el hecho de andar a mi lado, de ver mis atenciones con ellos y, sobre todo, porque llevaban corona, eran reputados mis segundos en jerarquía.

Los franciscanos contestaron evangélicamente, ofreciendo bautizar, casar y salvar todas las almas que quisieran recurrir al auxilio espiritual de su ministerio. *(24) (Pág.137).

¡adelante! ¡adelante! ¡caballeros! – dije mirando a mis oficiales y a los dos franciscanos, que estaban hechos unas pascuas, sonriendosé con cuantos los miraban -: Vamos a saludar a Mariano. *(25) (Pág.142).

Los franciscanos no fueron obligados más que a dar la mano lo mismo mis oficiales; lo propio mis asistentes.

Muy cerca de una hora tardamos en abrazos, salutaciones y demás actos de cortesanía indiana.

Capitanejos Ranqueles con oficiales de visita - "Tarea Misional Fray Marcos Donati y Fray Moisés Alvarez" año 1872 


Idénticas demostraciones hacían con los oficiales, con los asistentes y con los franciscanos. Varias chinas y mujeres blancas cristianizadas, por no decir cristianas, se acercaban a éstos, se arrodillaban, y tomándoles los cordones les decían “ La bendición, mi padre”. De veras, aquel recogimiento, aquél respeto primitivo me estremeció. ¡ Que cosa tan grande es la religión, cómo consuela, conforta y eleva el espíritu!.

Los franciscanos dieron algunas bendiciones, y a poca costa hicieron felices a unas cuantas ovejas descarriadas o arrebatadas a la grey.
*(25) (Pág. 144 –145).

Los franciscanos, comprendiendo que aquello no rezaba con ellos, se pusieron en retirada. *(31) (Pág. 171).

Salí del rancho, dejando mis compañeros dormidos como piedras. El padre Moisés roncaba más fuerte que todos. El padre Marcos sde había alojado en el rancho de Ayala. * ( 32) (Pág. 181).

Ni los frailes, ni los oficiales sintieron la mole que repetidas veces se desplomó sobre ellos. * (34) (Pág. 189).

En ese momento entró, refregándose los ojos, el padre Marcos, atraído por la lumbre de nuestro hermoso fogón, buscando agua caliente para tomar un jarro de té. * (34) (Pág.192).

Llamé a los franciscanos para que los recién llegados les conocieran. Vinieron. Con su aire dulce y manso saludaron a todos, siendo objeto de demostraciones, de respeto. El sacerdote es para los indios algo de venerado.

La presencia de los franciscanos no fue un obstáculo para que siguiera funcionando el acordeón.

Le seguí, dejando a los franciscanos con las visitas en la enramada.
*( 35) (Pág. 196 – 197).

Algunas horas después volví a verme con Mariano.

Viéndole festivo, aproveché sus buenas disposiciones y le pedí permiso para decir una misa, al día siguiente, manifestándole el vehemente deseo de oírla que tenían mucho de los cristianos cautivos y refugiados en Tierra Adentro.

Llévele la buena nueva a mis franciscanos, y como verdaderos apóstoles de Jesucristo, la recibieron con júbilo.

Resolvimos decirla, si el tiempo estaba bueno, si no había viento o tierra, en campo raso, apoyando el altar sagrado en el viejo tronco de un chañar inmenso, cuyos gajos corpulentos le servirían de bóveda. Mañana estaremos de misa.

Arreglaba mi cama para recogerme, después de haber cenado y convenido con los franciscanos que la misa se diría al día siguiente de ocho a nueve, cuando una visita inesperada se presentó en mi rancho.
*(38- 39) (Pág.216).

Era hora de pensar en dormir. Mis ayudantes Lemlenyi, Rodriguez, Ozarowsky y los dos benditos franciscanos, que habían asistido a la visita y confidencias de Camargo, bostezaban a todo trapo.

Una vez en pie, nos pusimos en movimiento.

Los franciscanos sacaron afuera el baúl que contenía los ornamentos sagrados, preparándolos en seguida para la ceremonia de la misa. * (39-40) (Pág. 220-221).

El viento no cesaba.

Tuvimos que resignarnos a recurrir al rancho de un sargento de la gente de Ayala.

Lo asearon lo mejor, y en un momento los franciscanos improvisaron el altar.

Poco a poco fueron llegando hombres mujeres, y ocupando sus puestos.

Los pobres se habían vestido con la mejor ropita que tenían. Hincados, sentados, o de pie, esperaban con respetuoso silencio la aparición de los sacerdotes.

Miré el reloj, marcaba las nueve. Es la hora, padres, les dije, y me dirigí con ellos, acompañado de mis oficiales, a la campanilla.

No podía ser más modesta.

Me consolé, recordando que aquél cuyo sacrificio íbamos a honrarhabía nacido en un establo, durmiendo en pajas.

Con ponchos y mantas los franciscanos habían tapizado el suelo y las paredes del rancho.

El viento no incomodaba, las velas ardían iluminando un crucifijo de madera, en el que destacaba, salpicaba de sangre, la demacrada y tétrica faz de Cristo; el altar brillaba cubierto de encajes y de brocado pintado de doradas flores, resaltando en él la reluciente custodia y las vinajeras plateadas.

Todo estaba muy bonito, incitaba a rezar.

El padre Marcos debía oficiar, ayudándole el padre Moisés y yo, aunque de mi latín de sacristía no me habían quedado sino recuerdos confusos y vagos.

Pero mi deber era dar el ejemplo en todo.

Lo revestimos al Padre Marcos, y los oficios empezaron.

Grupos de indios curiosos nos acechaban.

Reinaba un profundo silencio.

La metálica campanilla vibró, invitando a hacer acto de contrición por la sangre del Redentor.

Se guardaron los ornamentos, se puso el baúl en mi rancho, y en seguida nos fuimos con los franciscanos a darle las gracias a Mariano Rosas.
*( 40) (Pág. 222 – 223).

Mi excursión a Quenque tenía, si embargo, la explicación más plausible. Baigorrita me había convidado hacía algunos meses para que nos hiciéramos compadres. Iba, pues, con los franciscanos a bautizar mi futuro ahijado, y al mismo tiempo, a conocer más el desierto, penetrando hasta donde es muy raro hallar quien haya llegado en las condiciones mías, es decir, en cumplimiento de un deber militar.

Hicimos las camas alrededor del fogón, dándole los pies, puse los frailes a mi lado – los cuidaba como a las niñas de mis ojos y traté de dormir.
*(42) (Pág.233- 238).

Yo no podía olvidar que conmigo iban los franciscanos y que me había comprometido a que volvieran a su convento sanos y salvos.

Los franciscanos y mis ayudantes hicieron también sus regalitos. La recepción había sido tan sencilla y cordial que todos habían simpatizado con aquella indiada. * (43) (Pág. 240 – 241).

Nos dimos los buenos días con los franciscanos, nos levantamos, tomamos mate y nos preparamos para recibir visitas que no tardaron en llegar.
*(44) (pág. 245).

Al separarse de mí, el padre Marcos vino a decirme que aquél me pedía una camisa y unos calzoncillos, yerba, tabaco y papel.

Le di todo al padre Marcos, y el buen franciscano se fue muy contento, llevándoselo todo a su protegido.

Queriendo evitar un segundo diálogo, me dirigí al toldo de mi compadre; pero viendo al padre Marcos con el desconocido, hice un rodeo y me acerque a ellos. * (45) (Pág. 254 – 255).

La rueda se había hecho sin orden en dos filas. Detrás de cada franciscano y de cada oficial había un asistente. El chusco Calixto Olazabal, atizaba el fuego, reparaba el asado, tomaba mate y soltaba dicharachos sin pararle la lengua un minuto. * (46) ( Pág. 258).

Después que los asistentes acomodaron las camas de los franciscanos y de los oficiales se posesionaron del fogón y churrasquearon bien. * (46)
(Pág. 261).

Mi compadre llamó a San Martín.

San Martín me dijo:

Dice Baigorrita que cuándo se hace el bautismo.

Dile que cuando quiera, que ahora mismo, si le parece, antes que entren visitas.

Contestó que bueno.

Llamé al padre Marcos, y el franciscano no se hizo esperar.

En cuanto entró, mi compadre le hizo decir a San Martín que si le hace el favor de bautizarle su hijo.

Con mucho placer contestó el padre.

Salió volvió con fray Moisés Álvarez, se revistieron, nos hincamos, rezamos el padre nuestro, haciendo coro los cautivos que lo sabían y mi ahijado fue bautizado con el nombre de Lucio Victorio.

Terminada la ceremonia, Baigorrita les dio las gracias a los franciscanos y les invitó a sentarse a almorzar.

Hizo una seña y nos sirvieron. Había puchero de dos clases, de carne de vaca y de yegua; asado ídem. Yo comí carne de yegua, mi compadre lo mismo, los frailes de vaca.

Los franciscanos a su turno explicaron con mansedumbre, claridad y sencillez lo que significa el bautismo.

Dijeron que el que se bautizaba estaba en gracia de Dios.

Que Dios era eterno, inmenso, misericordioso; que tenía un poder infinito, que hacía cosas grandes que los hombres no podían comprender; que su voluntad era que todos se amaran como hermanos, que no mataran, que no robaran, que no mintieran; que los que se casaran lo hicieran con una sola mujer; que los que tuvieran hijos los educaran y enseñaran a vivir del trabajo; que para ser buen cristiano era necesario tener presente siempre esas cosas.

San Martín tradujo las razones de los franciscanos y todos los presentes las escucharon con suma atención. * ( 47) ( Pág.265 – 266).

El sol quemaba como fuego, y hacia ya largas horas que la discusión duraba.

A mi lado no había quedado más que los frailes franciscanos y el ayudante Demetrio Rodríguez.

¡Que contraste había con el Padre Marcos y el Padre Moisés!

Ellos no hablaban porque no podían hablar, nadie los interpelaba; pero en sus rostros simpáticos estaba impresa la tranquilidad evangélica, y la inquietud generosa del amigo que ve a otro comprometido en una demanda desigual.

Nueve horas consecutivas los frailes y yo habíamos estado sentados en la misma postura y en el mismo lugar; cuando quisimos levantarnos, las piernas entumecidas no obedecían.

Para incorporarnos tuvimos que prestarnos mutua ayuda. * (54) (Pág.308-309-310).

Tomé las perdices, le pasé una, y media torta a los frailes, y el resto lo partí con él. * (55) ( Pág. 314).

Los franciscanos disfrutaban en Santa Paz las delicias de la siesta.

El ruido que hice al entrar los despertó.

El Padre Marcos me manifestó el deseo de quedarse, a ver si arreglaba lo concerniente a la fundación de la capilla de que hablaba el Tratado de Paz. No pareciéndome prudente su resolución, me opuse amistosamente a ella.

Le hice algunas reflexiones con tal motivo, y el padre Moisés, deduciendo de ellas que mi negativa provenía de que no quería que su compañero se quedara solo, me observó que él le acompañaría, permaneciendo a su lado. Le tranquilicé viendo su generosa oferta; amplié las razones de mi negativa, y, finalmente, les dije que pensaran en hacer al día siguiente algunos bautismos.

Al efecto le indiqué al padre Marcos fuera a hablar con Mariano Rosas solicitando como cosa suya el permiso competente.

Mandó ver con su asistente si estaba en disposición de recibirle y contestó que sí.

Salió el padre y entró en el toldo del Cacique, que acababa de recibir visitas.

Detrás de él me fui yo.

Mariano Rosas le había sentado a su lado; le había concedido el permiso solicitado y le había rogado le bautizara su hija mayor, de la que yo sería el padrino.

Trajeron de comer.

Era un puchero de carne de yegua.

Padre le dijo Mariano Rosas al buen franciscano, para probarle que soy buen cristiano, y el gusto con que veo aquí unos hombres como ustedes, comamos en el mismo plato.

Y esto diciendo puso entre él y el padre uno que le daban en ese momento.

Con mucho gusto le contestó aquél.

Y sin más preámbulo, empuño el tenedor y el cuchillo y sin repugnancia alguna comenzó a engullir la carne de yegua, como si hubiera sido bocado de cardenal.

Algunas de las visitas eran conocidos. Entablé conversación con ellos. El padre Marcos por su parte, le hizo a Mariano Rosas una larga explicación de lo que significa el bautismo, quien varias veces contestó: ya sé.

Le exigió que ala hija que iban a bautizar la educara como cristiana, lo que le fue prometido; dejó de comer puchero, cuando el plato dijo no hay más y en seguida se despidió y salió. (57) ( Pág. 325 – 326).

Teníamos que bautizar una porción de criaturas, hijas de cristianos refugiados, de cautivas y de indios.

Les recordé a los buenos franciscanos que no teníamos tiempo que perder mandamos mensajeros en todas las direcciones y se preparó el altar, en el mismo rancho en que se había celebrado la misa el día antes.

Poco a poco fueron llegando hombres y mujeres cristianos refugiados e indias con los suyos.

El toldo de Mariano Rosas era un jubileo.

Reinaba verdadera animación; todo el mundo se había vestido de gala. Yo estaba encantado viendo aquellos infelices honrar instintivamente a Dios. Los frailes, contentos como si se tratara de unos óleos regios.

Cualquiera que hubiese llegado a aquellas comarcas ese día sinestar en antecedentes, se habría creído transportado a una tribu indígena convertida al cristianismo.

Cuando todo estuvo pronto, se le mandó a prevenir a Mariano Rosas, pidiéndole permiso para empezar, e invitándolo a presenciar la ceremonia. * (58) (Pág. 330).

Terminados los bautismos, el padre Marcos dirigió a las madres de los recién cristianizados un breve sermón, exhortándolas a educar a sus hijos en la ley de Jesucristo, único modo de que ganaran elcielo después de la muerte. * (58) (Pág. 333).

Yo no tenía hambre, en cambio, Lemlenyi, Rodríguez, Rivadavia, Ozaroski y los franciscanos parecían animados de un entusiasmo gastronómico. * (63) (Pág. 358).

¿Usted Será, mi señor, el coronel Mansilla?

Yo soy, hija, ¿qué quiere usted?

Vengo a pedirle que me haga el favor de hacer que los padrecitos me den de besar el cordón de nuestro padre San Francisco.

Pues cómo no, con mucho gusto y esto diciendo llamé a los santos varones. Vinieron.

Al verlos entrar, la desdichada Petrona Jofré se postró de hinojos ante ellos y con efusión ferviente tomó los cordones del padre Marcos, después los del padre Moisés y los besó repetidas veces.

Los buenos franciscanos , viéndola tan angustiosa, la exhortaron, la acariciaron paternalmente y consiguieron tranquilizarla, aunque no del todo.

Sollozaba como una criatura.

Partía el corazón verla oírla. * (65) (Pág. 369).

Todos querían galopar o traquear.

Los franciscanos clamaban al cielo.

Mis oficiales y yo observábamos, haciendo conjeturas, y hasta los franciscanos que se iban haciendo gauchos, metían su cuchara calculando qué serían los tales polvos.

Los buenos franciscanos estaban pálidos; mis oficiales y los soldados tristes.

El mal no tenía remedio.

Vamos dije, y partí al galope.

¿y qué, lo dejamos? Exclamaron los franciscanos. * (67) ( Pág.378- 379- 381).

Con las orejas tiesas y fijas como la flecha de un cuadrante que marcara el punto de dirección, cuando llamando a los buenos franciscanos y a mis oficiales les comuniqué que había resuelto separarme de ellos.

Los franciscanos sacudidos por el trote casi se deshicieron; a pesar de su mansedumbre lo calificaban de infernal, repitiendo más de una vez durante el trayecto: ¿ por qué no galopamos un poquito?

Mis oficiales contestaban: primero porque la orden es que la marcha se haga al trote; segundo, porque si galopamos no llegaremos en dos días.

El padre Marcos alegaba que su caballo era superior.

Los oficiales les decían, por hacerlo rabiar un poco cosa a la que creo no se opone la Orden de Nuestro R. P. San Francisco: también era superior el moro que maltrató usted la vez pasada.

Aquella marcha ha dejado recuerdos imperecederos en la memoria de los que la hicieron.



Población Ranquelina su Extensión y Límites


Según el Coronel Lucio V. Mansilla la población ranquelina alcanzaba de 8 a 10 mil almas constituída en tres tribus: La de Mariano Rosas, Baigorrita y Ramón Cabral caciques mayores; Yanquetruz y Esfumer o Espumer) los menores, más 60 capitanejos. Don Gregorio Islas, lenguaraz (traductor) dl Cacique Mariano Rosas y muerto en Río Cuarto hacia fines del siglo pasado, que fue muy querido y respetado en esta ciudad, afirmaba que Ramón Cabral era solamente un jefe de poca importancia y no un cacique principal. la nación ranquel ocupaba aproximadamente 2.000 leguas cuadradas, al norte la Laguna del Lanero; al sur la punta del río Salado; al oeste, este mismo y al este la Pampa.

El Cacique Mariano Rosas envió desde Leubucó una carta al R. P. Fray Marcos Donati el 26 de julio de 1870, presentando sus propósitos de conservar la Paz. Por ella le comunica que en las fronteras de Buenos Aires no debían descuidarse por estar Calvucurá (Calfucura) preparando una gran invasión a instigaciones por cartas recibidas desde Buenos Aires que le pedían “invada a los porteños”, ceguera de la política menuda y encareciéndole que arreara cuanto animal encontrara entre los fuertes nuevos.

También anunciaba que los indios chilenos preparaban otra invasión al fuerte San Rafael, de Mendoza, por lo cual el cacique Mariano Rosas pedía al Padre Marcos Donati comunicara ello al general Arredondo, anunciándole igualmente que tal sentido había escrito al Padre Burela, de Mendoza.

Pero conforme a la idiosincrasia de la época, fue el ejército cristiano quien llevó la invasión al país de los ranqueles, y el 24 de enero de 1871 arrasó con las tolderías del cacique Mariano Rosas, las hostilidades produjeron nuevas víctimas y depredaciones de todo género.

De nuevo para los infieles, el galopar de tropillas cimarronas, gamos y avestruces, eran el anuncio anticipado de invasiones que llegaban; oídos atentos puestos al suelo percibían trepidaciones lejanas; montículos, árboles y columnas de humo servían de atalaya y de comunicación para la obra de la matanza y el exterminio. Al arrojo y serenidad de nuestros valientes soldados, se oponía el coraje la astucia y sagacidad de los hijos del desierto, al amparo de ciénagas, bañados, médanos, quebradas, montes, pajonales y barrancos que sirvieron a los nuestros de gloriosas cuando ignoradas tumbas en aquéllas homérica lucha de ferocidad inaudita.

Como se ve la obra del coronel Lucio V. Mansilla pronto empezó a dar sus frutos y sucedió también la gran expedición salida del fuerte de Tres de Febrero el día 24 de mayo de 1872, compuesta de ocho jefes, 57 oficiales y 659 hombres de tropa, incorporándose el General Arredondo procedente de Villa Mercedes, con fuerzas de artillería. Fue un alarde vigoroso, volvió el 28 de junio al punto de partida sin otro resultado práctico que la demostración de fuerzas.

Luego mientras los regimientos 7º de Caballería y 12 de Infantería operaban por el sur, a su espalda, el indio Blanco, feroz jefe de esa época, evalentonado por haber pasado a punta de lanza y bola al capitán Morales con sus 80 hombres de tropa, integrada totalmente por achireros y calamuchitanos, sin contar a otros viajeros, en tenebrosos pasos de chemecó y El Lechuzo, arremetió contra el casi desguarnecido fuerte Sarmiento, donde solo había un pequeño pelotón de soldados al mando del mayor don Cristóbal Baez, invalido de ambos brazos quién resiste heroicamente alcandando al cacique asaltante en el entrevero, una bala en el vientre de la que probablemente murió, cuyo cuerpo fue retirado por la indiada según precisó uno de los actores de aquella vida de fronteras, el General don Ignacio Halminton Fotheringham, en su obra “ La vida de un soldado”. La muerte del indio Blanco, feroz y rebelde aún para sus hermanos del desierto, fue
aunque indirectamente, uno de los buenos sucesos de aquél tiempo para la causa de la civilización y de la cultura

Muchos distinguidos oficiales y soldados, en la otra parte, sucumbieron durante esta última etapa de acciones invasoras por ambos lados. Mucha Sangre fue derramada con su tradicional cortejo de saqueos, incendios y cautiverios, lo que obligó al gobierno nacional a hacer cesar tantas desventuras.

Directa Intervención Franciscana

Así con intervención eficaz de estos misioneros franciscanos, no obstante algunos inevitables excesos, pronto se estableció una especie de “ modus vivendi” cordial entre indios y cristianos, tranquilidad relativa para los últimos como lo comprueban los numerosos manuscritos que alcanzan a 164 cartas, con el tratado de paz celebrando en nombre del gobernador nacional.

La tenacidad del misionero en preparar el ánimo de los caciques y hacer que el gobierno asuma culmina con el tratado de paz firmado en Leubucó, la responsabilidad de la comunidad franciscana deplorando tanta desgracia apeló al gobierno comisionándose los misioneros PP. Fray Moisés Alvarez y Tomás María Gallo del convento de Río Cuarto, para parlamentar y hacer nuevas paces con las tribus y los principales caciques ranquelinos en Poitaná, Mariano Rosas, y Baigorrita, Epumer y Yanquetruz, el 20 de octubre de 1872, un nuevo tratado de Paz por 6 años, hasta que el gobierno pudo finalmente prepararse para la conquista del desierto.

Para las tribus ranquelinas la idea de nacionalidad era indefinida, confusa.

Sin embargo los misioneros comisionados en su preámbulo del Tratado de Paz incluye

1)“Queda solemnemente convenido que será entre el pueblo cristiano siempre la paz y la amistad entre el pueblo Cristiano de la República y las tribus ranquelinas, y que queda asegurada, por medio de este tratado, la fidelidad al gobierno de la República y a su pueblo, y que el gobierno promete en igual tiempo Paternal Protección.

2) El gobierno nacional pagará mensualmente al cacique Mariano Rosas 150 bolivianos; al cacique Espumer 100; a una trompa de órdenes 7; a un escribiente 15 y aun lenguaraz de Mariano Rosas 15 pesos bolivianos.

3) También abonará al cacique Manuel Baigorria 150 pesos bolivianos, a su trompa de órdenes 7 y a su lenguaraz, 15.

4) asimismo el Gobierno Nacional pagará a los caciques Yanquetruz, Cayupán y a Ramón Cabral 50 pesos bolivianos a cada uno mensualmente, y 15 a cada lenguaraz de estos caciques.

5) El Gobierno Nacional se obliga a entregar a los caciques mencionados, cada tres meses, 1500 libras de yerba, 1000 libras de tabaco y 50 cuadernillos de papel; 750 libras de harina; 500 libras de azúcar blanca, 200 libras de jabón y dos pipas de aguardiente.

6) El Gobierno Nacional se obliga a entregar 2000 yeguas cada tres meses, para repartir entre los caciques y sus capitanejos.

7) Cada cacique de los de arriba mencionados, entregara dos cautivos. Los R. P. Comisionados Fray Tomás Gallo y Fray Moisés Álvarez, para celebrar estos tratados, arreglarán los medios a canjear nuestros cautivos cristianos por los cautivos indios que tenemos y se autoriza a los comisionados para que traten de obtener la entrega de los demás cautivos que haya en sus toldos, mediante remuneración de cien pesos bolivianos cada uno.

8) En la primera parte de esta base ofrecíasele a Mariano Rosas una escolta de 60 soldados de línea que por nada quiso aceptar! Asistiendo en lo que trata como remuneración de este compromiso por una sola vez y a los meses de canjeado el presente “tratado” se les daría a los indios 30 yuntas de bueyes, cien rejas de arado, cien palas, cien azadas, cien hachas, veinticinco fanegas de maíz, y cinco de trigo.
También por una sola vez y al mismo tiempo, uniformes completos a los caciques Mariano, Baigorrita, Espumer, Yanquetruz y cayupán y para cada capitanejo un poncho de paño fino; un par de botas de becerro y un sombrero; cincuenta pesos mensuales para tres capitanejos de Baigorrita, hermanos de éste: Quinchan, Cayumula y Espuceque, excluídos éstos por el general Arredondo.

La base (9ª),no fue admitida por los indios por temor de que envolviera alguna traición.

10) uno de los tratados era que debían admitir a los PP. Misioneros en las tolderias de los indios, contestando éstos la inoportunidad por entonces de hablar sobre el asunto.

11) Mariano y Baigorrita se obligaban a perseguir a los indios gauchos, ladrones quitándoles sus bienes y repartirlos entre los indios pobres y honrados que observaran con fidelidad estos tratados de paz, y al efecto el gobierno nacional les prestaría todo el apoyo necesario.

12) Mariano Rosas y Baigorrita se obligaban a entregar los desertores y criminales que se refugian en “ Tierra Adentro” a las autoridades del país que se los reclamen y también por su parte, el gobierno nacional se obliga a entregar todo indio que habiendo cometido muerte o robo en “Tierra Adentro” se refugie entre los cristianos y sea reclamado por alguno de los caciques estipulantes.

13) Ningún cristiano podrá ir a “Tierra Adentro” sin recabar antes de las autoridades militares fronterizas, un pasaporte que explique el objeto de su viaje; y los caciques Mariano Rosas y Baigorrita se obligan a multar a los cristianos que infrinjan este artículo, quitándoles las mercaderías que llevaran para negociar, prendas y caballos, dando cuenta inmediata al jefe de la frontera.

14) Ningún indio podrá venir de “Tierra Adentro” sin pasaporte de su correspondiente cacique, expresando por cuánto tiempo viene licenciado y por qué fines y las autoridades militares fronterizas podrán arrestar a los infractores de este artículo, dando cuenta a los caciques.

15) Los indios solo podrán traer a vender ganados orejanos. Toda compra o venta de ganado debe hacerse en los fuertes fronterizos con intervención de la autoridad militar. Para las demás compras o ventas de cualquier género que sean, los indios podrán pasar la línea de frontera, llegando hasta donde puedan vender con más provecho.
Los caballos, mulas o yeguas de marcas conocidas o desconocidas, en que vengan los indios no les serán quítados por ninguna autoridad civil o militar, y sólo podrán venderlos a quienes fueron sus dueños.

16) A la primera invasión grande o chica de Mariano o Baigorrita, y demás que les están subordinados, el presente tratado quedará sin efecto, rompiéndose la paz con el Gobierno Nacional si no recibiese explicaciones satisfactorias de su inculpabilidad, es decir, de que la invasión ha sido por tribus que no están en paz con el Gobierno Nacional.

17) Igualmente quedará sin efecto el presente tratado y se romperá la paz cuando alguna de las partes contratantes faltase a lo estipulado en los artículos anteriores y siguientes y no diese en el término de dos meses una explicación satisfactoria sobre su conducta.

18) El Gobierno Nacional ofrece indulto de la vida a todos los cristianos refugiados en “ Tierra Adentro” que quieran volver a sus hogares, en la inteligencia de que los remisos en aceptar, si bien no podrán ser reclamados por el Gobierno Nacional, para todo
tíempo quedarán sujetos a las penas de la ley.

19) El pago y entrega de todo lo que se estipule en este Tratado de Paz, se hará en Villa Mercedes. Los caciques Mariano Rosas y Baigorrita mandarán sus representantes a recibir sus sueldos asignados por el Gobierno Nacional; el ganado y las raciones de enfrentamiento que deben distribuirse entre sus respectivas tribus.
Los capitanejos, lenguaraces y escribientes vendrán en persona o enviarán sus apoderados.

20) En caso de invasión extranjera queda dicho que Mariano no ayuda ni desayuda a nadie, desentendiéndose de tales asuntos.

21) En caso de que algunas tribus se sublevasen en contra del Gobierno Nacional, los caciques Mariano Rosas y Baigorrita se comprometen a prestar el auxilio que se les requiera para someterlas.

22) Este tratado durará seis años, a contar desde el día en que se paga el canje, y podrán ser renovado por mutuo convenio de las partes contratantes.

23)Los RR. Padres quedan encargados de las diligencias de ratificación del presente tratado, así como de todo lo demás pertinente al asunto.

Poitague, 20 de octubre del año 1872. Aruego del cacique don Manuel Baigorrita por no saber firmar: Juan de Dios San Martín; y a ruego del cacique Yanquetruz por no saber Firmar: Hilarión Nicolay.

Fray Moisés Álvarez Fray Tomás María Gallo, comisionados del general don José Miguel Arredondo.

Nota: El Reverendo Padre Prefecto Fray Marcos Donati escribió al Rdo. Padre Guardián del Convento San Francisco lo que sigue, sobre tan importante acontecimiento: “Muy Reverendo Padre Guardián: le remito esta copia suponiendo estará ansioso de saber el resultado del viaje de los PP. A “ Tierra Adentro”.

Me dice el P. Moisés que Mariano lo recibió muy mal por estar muy resentido con el general Arredondo, pues lo había invadido con numerosa tropa y porque no había ido yo entonces, habiendo sido encargado por él, hablará con el Gobierno Nacional; preguntando además porqué yo no le escribía y porqué no había ido en esa comisión. Al fin accedió a que pasasen a Poitagüe y conferenciaran con Baigorrita afirmando se conformaría con lo que este su colega resolvería; por esto no figura según se ve su firma al pié del tratado”.

Ap. Fray Marcos Donati, entre otros esforzados misioneros se sabe el rescate de gran número de cautivos, para lo cual contribuían las Sociedades de Beneficencia de Río Cuarto, Rosario, la Sociedad Francesa, el vicecónsul italiano, jefes de frontera de Córdoba y San Luis, etc.

En carta fechada en Leubucó el 25 de octubre de 1872, dirigida al Padre Fray Marcos Donati, el Cacique Mariano Rosas le escribía; “ Agradezco todo lo que hacen los PP. por los pobres indios y estoy dispuesto a hacerles comprender que más vale para mí la influencia de un sacerdote que el poder militar. Los reverendos Padres Moisés Alvarez y Gallo, comisionados para el tratado de paz y recomendados por su Santidad (Padre Donati), podrán explicarle mejor con respecto al arreglo hecho y transigido por ambas partes. Padre he querido ser generoso y he aceptado la paz, exceptuando algunos artículos que no he creído convenientes; se los explicaré a Su Santidad.

Ha querido el general Arredondo que sitúe una fuerza en la Laguna del Cuero, al mando de un cacique, con el objeto de evitar invasiones; que haga correr el campo 15 leguas más acá del Médano Colorado; que mande diez hombres al mando de un capitanejo a Villa Mercedes para el desempeño de comisiones; que haga situar las tolderías más acá, con la estratagema que será para atender mejor; Todos estos artículos no me convienen. Me parece que es obra de traición; Sabrá Santidad de los sucesos anteriores, los cuales los cuales se los explicaré.

El primero fue en El Lechuzo; el segundo en El Sauce; el tercero en el Saucañelo. Teniendo en vista estos acontecimientos no pudo convenir en esa propuesta, porque temo sea una cosa de traición”.

“También quieren comprometerme que debo prestar auxilios en caso que la República Argentina se viese invadida por enemigos extranjeros. A mí no me conviene y no quisiera tomar parte es sus cuestiones.

Yo a lo que me comprometo es a no ayudar ni desayudar. Yo sólo quiero vivir en Paz. Si, por ejemplo, sucede que se vean en guerra entre Unitarios y Federales, de todo me desentiendo. Salude a su Santidad respetuosamente”. Firmado Mariano Rosas.

Hubo más acontecimientos y cartas con la intervención de los Frailes Franciscanos, siempre mediante tratado de paz de llegar a un buen entendimiento, sus trabajos eran infatigables que terminaron por no respetarse.

Hasta que el Gobierno al mando del General Julio Argentino Roca, en 1879, organizó y emprendió la batalla final para la conquista del desierto y del Imperio Ranquelino.

Carta de Gregoria Freytes a Fray Marcos Donati.
Río Cuarto. 28 – 4 – 1886



“Me ha dicho el Padre Ludovico (Quaranta)que está por ir Tierra Adentro; espero haga todo lo posible por comprarme a mi hijita. La tiene el indio Colonao. Haga todo lo posible de comprarla, que yo le devolveré aquí lo que cueste”.


Ver: [PDF] Soberanía - Territorialidad indígena (Marcela Tamagnini)

www.mapuche.info/mapuint/tamagnini031101.pdf

www.mapuche.info/mapuint/tamagnini031102.pdf 



Fuentes

Historia de Río Cuarto. (Tomo 3). Historiador: Víctor Barrionuevo Imposti

Diario “La Calle” Resumen de Historia. 11 de Noviembre de 1986.

Libro: Una excursión a los indios ranqueles. (Lucio V. Mansilla).

Revista: Historia Ilustrada de Río Cuarto. J.AF. Junio 1999.

Carlos Mayol Laferrere “ Los Compañeros de Mansilla en su célebre excursión a los indios ranqueles”, Boletín del Instituto de Estudios Históricos Lorenzo Suaréz de Figueroa. ( 1975).

Directora: Lic. Inés Farías. Archivo Histórico Fray José Luis Padrós- Convento San Francisco Solano de la Ciudad de Río Cuarto –

Libro: Hombres y Mujeres de Río Cuarto 1965 – 1995.

Revista de la Junta de Historia (Quarto Río). Noviembre 2007. Escribe Lic. Inés Farías.-

Libro: Las Fechas del Imperio. ( Walter Bonetto). 2009.-

Libro: Esquinas y Calles de mi ciudad. ( Carlos Héctor Pizarro y Enrique Pablo Dichocho).Publicación especial de la Junta Municipal de Historia de Río Cuarto y del Área de Patrimonio Histórico y Cultural de la Fundación por la Cultura. (Dic /2005).

Libro: Puro y Fresco de Río Cuarto. Tenaglia y otros providenciales. (Lionel Gioda) - 2007.-

Eduardo Tyrrell : Trabajo de Recopilación de Datos y Fotos, noviembre 2009

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