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Kabanga

o la extremaunción vegetal del deseo

(Kabanga, Ediciones Arboleda, 2008)

 

Daniela Trottier*

Un día incierto me presentaron Kabanga con ropaje de novia, su ocho y media por once de total blancura adornada de leves trazos en filigrana a manera de diadema. Me quedé prendida del blanquecino atuendo del manuscrito y aunque su crisálida se volvió hermoso libro con sugerente portada, dirijo mis afectos a las huellas primigenias de la palabra en devenir…

 

Adentrarse en la poesía de Adriano Corrales es franquear un ancho vestíbulo de signos y señas escritos por otros, recorrido obligado por la senda de los decires universales, tales antenas parabólicas que repercutan el sentir poético del planeta. Se accede al jardín del poeta por frondosas inscripciones que preparan el nido. 

 

Primera parte

 

Enigmas… es lo que surge a la mente. Algunos caracteres -apenas- en la página-desierto donde las contadas palabras toman su fuerza de su escasez y anchura.

 

 

Segunda parte

 

La nacida se convierte en torrente de sensualidad entre mujer y naturaleza, extremaunción vegetal del deseo. El poeta fusiona, en tropical y rica alquimia, esos nadadores del plasma donde texturas de mujer con cabellera feroz, ojos de azufre, pechos racimos, muslos floreciendo, pubis de musgo y piel aromática de bambú encuentran eco en la indomable selva del Caribe. Naufragando en el divino ardor de la carne, el poeta   

intuía el zarpazo, la punzada de la araña, el refregón de la serpiente.

De ese fragor de los apetitos Adriano Corrales crea un inaudito lienzo de imágenes.

Tu río es mi río en el nacimiento de tus remos. (…)

Aquí estás mujer mía y de todos, plantada en el primer beso como en el último. (…)

Porque tus muslos encumbrados, tus pechos jadeantes y poderosos, tu boca, tu breve

laguna de melaza para la hostia, permanecen y van conmigo. (…)

Y nos desayunamos en silencio.

Ese torrente se ensancha abriéndose a la mujer con mil rostros y vidas surgiendo una y otra vez, corpórea e inasible, en la opacidad del deseo, según el incienso de su hoguera, el tulipán de su disfrute.

… las que sobrevivieron en las doce tablillas de arcilla de la biblioteca de Asurbanipal.

… las que permanecen en las impresiones de la piedra y de la seda.

… O las hermosas, eléctricas, turgentes de vestido rosa

… Vos, mujer clara y obscura de cabellera florida para la cabalgata, altos pechos

para el éxtasis y manos de andamio para la mueca de Dios.

… La que amamanta con voz de maga y maestría de orfebre para el sortilegio permanente.

… la mujer de antifaz y látigo… blues posmoderno de la falda imposible.

Y siempre se vuelve a la mujer, a su vulva de insatisfecho paraíso −sentencia el poeta a manera de insólita cosmogonía.

Con todas, reunido en la mujer exacta que nos ama y nos desama cuando tiende la celada.

Pues ciertamente se ama a la mujer como se ama la vida: con pasión, con rabia y cierta hipocondría.

Pero en medio de esos senos apetecidos, esos labios y pezones, de esos cuerpos que han ardido entre otros cuerpos, la bestia del sistema que enajena nunca deja de acechar. El amor como el goce viven en sociedad. Por ello el hombre y la mujer deben estar juntos, la unidad prevalece y la Creación reverdece, concluye el poeta. 

 

Tercera parte

 

Kabanga, incansable viajero, deja atrás la naturaleza turgente y emprende un viaje por los países de sus afectos y desencuentros.

Una puerta cerrada son mil puertas abiertas, Kabanga.

Una puerta de barrio se abre y surge Managua con su grupo de poetas alborotando la tarde: brindan por el zarpazo telúrico. Una puerta de madera se abre y surge Ciudad de Guatemala con sus aceras vacías, basura, niños en duermevela, frío resplandor de los cuerpos…

La máquina avanza desenfrenada sin rastros de la última guerrilla, sin sucesos de

página roja, ni campesinos asesinados en la otra orilla.

Otra puerta se abre sobre imágenes y sensaciones a granel de un road-movie poético con tierras ajenas y amigos queridos e idos; donde el anhelo de una Nueva Orleans imaginada, el frescor nostálgico de un rockero en la tumba de Jim Morrison chocan con el tono agridulce del poeta ante el catedrático presentador de libros de poesía: ruptura de la sintaxis, exterminio del sujeto…

 

O esa mirada decididamente irónica sobre el círculo de poetas:

No es contra vos que nado contracorriente Kabanga.

Es sobre las sirenas que flotan en esta playa atestada de copas, cigarrillos, alcaloides

y palabras discordantes. (…)

No, no es el devaneo del desamor… (…)

Sino palabras enroscándose por el silencio sin que logren certificarse en papel,

sangre u obsidiana.

No es contra vos, sino con tu voz que aspiro a romper el círculo del cálculo de

onanistas, aduladores de la efigie en primera plana, el prólogo, la reseña,

la entrevista, el abrazo de la araña, la sonrisa de escalpelo…

El caracol de la conciencia se hace cada vez más íntimo, cotidiano, interrogante, con caídas de muros y utopías, llegadas de nuevos gurús…

Así, debimos refugiarnos en la arquiteclocura del simulacro, en el horror del puñal

y el disparo, en la cadena televisiva de una muerte a plazos…

 

Me refugio de mí mismo para no saltar sobre el temor de estar siempre dividido entre

dos aguas: la lealtad que le debo a las palabras y la rabia de usarlas para lo contrario

de lo que ladran.

Adriano Corrales, guerrillero de la parábola en holograma, como se define entre tantos otros intentos, se apuntala también como piedra rodante por el verso sin pose ni misterio. Se interroga sobre su cofradía, la de los poetas; ¿qué sucede con el poeta que no goza de recursos?

El que no pudo exiliarse y se calcinó en su melodía atravesado por quienes

regresaron y usurparon la suntuosidad de los días.

 

Los que combatieron sátrapas y canallas y no son más que héroes olvidados por la

historia traicionada.

¿Y del poeta que traga monedas y cuentos?

El que se aísla en su colmillo confidencial para lanzar denuestos e infamias

carcomiéndose a sí mismo en su azulada perrumbre.

 

No acepto evasivas Kabanga, nuestra generación apesta.

Cuarta parte

 

Ruptura de tono y de grafismo. Impacto certero. L@s elegid@s de Dios, la joy@ de n@cre que sobresale entre l@s kabang@s del joyero… Poema-letanía que responde al eco de las repeticiones dolorosamente encantatorias de Roque Dalton o a la agobiante enumeración de santos inmolados del evangelio de Saramago.

Les he visto retorcerse de hambre por virus bacterias metralla

macilent@s en los desiertos primigenios en los tugurios del trasmundo (…)

invisibilizad@s por los tratados de comercio los parlamentos unidos (…)

gasead@s en campos de concentración en marchas milenarias

enmudecid@s bajo el bombardeo y el inmenso hongo violeta cerniéndose

sobre torres y cúpulas de ciudades arrasadas

amenazante bajo el sarcófago carcomido de cualquier Chernobil

empalad@s por los conquistadores los de la cruz llameante (…)

arrojad@s a los leones en el Gran Coliseo Posmoderno (…)

ahorcad@s por sus propios hermanos con la soga de la teología

crucificad@s en diferentes poses por infinidad de iglesias y catedrales

El poemario en sus últimas páginas, tal un respirar hondo antes de sumirse en las profundidades, se hace odas, tentativas de diálogo, conversaciones, canto fúnebre…, un pasar revista al mosaico de sensaciones y sentimientos que produce el llamar a la vida seres y recuerdos inasibles. El libro-mastaba se cierra como se abrió: escasos caracteres sobre blanquísimas páginas nos conducen a la fuerza hierática de la palabra-atajo.

 

Kabanga

El ardor de la sangre como añoranza

De la tumba 

Daniela Trottier

Quebec

14 de abril de 2009

*Escritora, académica y crítica literaria canadiense.

Daniela Trottier - mayo de 2008

 

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