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Sumergida en una "Canasta de ojos"
 
 

Breves comentarios al libro de cuentos de Irma Rivera Colón
Por Josefina Toledo

jtoledo@cubarte.cult.cu  

 
 

Después de la lectura regodeada de los catorce cuentos que integran este libro, levanto mis ojos de la Canasta –como me levanto después de un buen banquete--   y concluyo satisfecha que ha sido un ejercicio intelectual especialmente diseñado para mí. Y también, obviamente, para todas las personas que, como yo, encuentren un asiento cómodo en la mesa de este banquete y se dispongan a disfrutarlo. 

¿Por qué ese sentimiento de especificidad que me ha asaltado? La respuesta pudiera ser que participo, de manera profesional, en ambos asideros de esta Canasta, en tanto que historiadora y narradora.  La historiadora pensaba que se sabía  sobradamente el final de cada historia narrada; pero Rivera Colón siempre me sorprendía con “otro” final  posible que  –debo confesarlo--  me complacía muchísimo más que los finales que yo conocía; los finales académicos y distanciados de la Señora Historia. Porque en este retador libro la Historia conocida se hace ficción para hacerse acaso más humana, más cercana  y, en consecuencia, más verosímil.

No es casual, desde luego, que en todos los cuentos la ficción se desarrolle a partir de personajes femeninos instalados inequívocamente en la Historia Universal; –o la Historia General, como más modestamente la llamamos ahora. Y cuando el personaje central  femenino no alcanza por sí mismo la categoría de personaje histórico, su intrahistoria queda iluminada, sin embargo, con una figura conocida, como es el caso del pintor Vincent Van Gogh, ligado afectivamente a Sien, una pobre mujer que encontró un día en la calle, embarazada, y madre ya de otros hijos, a la que el angustiado pintor acoge en su casa como gesto de pura piedad.

El libro se asume como la historia de las opresiones y los consiguientes sacrificios que nosotras hemos padecido en todas las épocas, en todos los lugares y en todas las culturas. Los matices y la intensidad de esa opresión histórica han variado; pero la esencia misma de la opresión  permanece instalada,  muchas veces incluso dentro de nuestras  propias mentalidades.  Una especie de Burka mental que nos impide en no pocas oportunidades sentirnos libres para desarrollar toda nuestra inteligencia y todas nuestras capacidades,  y lograr ponerlas en función del desarrollo de toda la sociedad, en la esfera para la cual nos sentimos llamadas por vocación y habilidad.

Esta historia de cómo hemos sido sojuzgadas no es lineal, y tampoco me parece casual. Personajes que sabemos ubicados en la Historia Antigua, que vivieron antes de Cristo, como el aberrante emperador romano Calígula, aparecen justo en la mitad del volumen (el séptimo cuento de los catorce que integran el conjunto). Y la famosa y sabia filósofa Hipatia, de la Grecia antigua, aparece en el cuento antepenúltimo, mucho después de la incursión en la infaltable personalidad de Manuelita Sáenz, la llamada libertadora del Libertador Simón Bolívar, se nos presenta en el quinto cuento de la colección.

Otras personalidades históricas femeninas nos sorprenden y nos gratifican, siempre insubordinadas a la racionalidad de la cronología, como Carlota y el ausente emperador Maximiliano, como la iluminada Juana de Arco, o como Ana Bolena, la madre de Isabel I de Inglaterra, cimiento de la grandeza británica y una de las personalidades femeninas  más brillantes de la Historia, a quien no podemos sino admirar en la distancia.  Este cuento titulado “Desde el ojo del cielo” me ha parecido una de las joyas del conjunto: impecable en la hilación Historia-ficción, y profundo en descifrar, en la distancia, las psiques de la sacrificada Ana Bolena  y de su brillante hija Isabel, devenida la soberana más poderosa de Europa en su momento. Penetración psicológica, taumaturgia poética, sensibilidad y muy buen oficio narrativo se armonizan aquí para entregarnos un cuento que, una vez degustado, no podremos olvidar fácilmente.

Irma Rivera Colón

Irma Rivera Colón, la autora que se nos revela potentísima en este su primer libro de cuentos, percibió a tiempo que  la historia lineal de personalidades femeninas, recreadas por la ficción, hubiera resultado acaso un tanto aburrida, por previsible. La autora no nos deja tiempo para recuperarnos del asombro permanente que nos provoca.  La dinámica témporo espacial es aquí como un vértigo que nos apresa gratamente a partir de la eficacia del lenguaje poético y de los bien manipulados recursos de la ficción narrativa.  En la Canasta de ojos de Irma Rivera Colón, como ya he sugerido, la Historia va de la mano de la ficción  --¿o quizás será a la inversa?--   pero el maridaje es encantador; nos entrega la pareja perfecta donde no se echan a ver las mínimas manchas que el polvo del camino ha podido dejar en sus ropajes.

Y el último cuento en esta inteligentemente lograda arquitectura literaria se nos presenta bajo el título sugerente, de “La última noche de Scherezade”; pero casi nada tiene que ver con el mítico y familiar personaje de Las mil y una noches, que contaba cuentos para prolongar su vida; se trata, obviamente, de otra de las magníficas apropiaciones metafóricas que la Canasta de ojos de Irma Rivera Colón se permite. Este último cuento me parece un cierre osado, transgresor, escandaloso, y no sé cuántos adjetivos más; pero literariamente muy bien logrado, que motivará disímiles miradas (¿escandalizadas, irónicas, comprensivas?) de quienes se asomen a sus páginas. Y no quiero cometer la torpeza de mencionar siquiera el asunto, porque pretendo que estas líneas apresuradas sirvan de estímulo a la compra del libro, y a devorar su contenido, de un tirón, en una sola noche, en una sola madrugada cómplice, como me ha pasado a mí. Este es uno de los libros más originales en su concepción que he leído en los últimos tiempos. Y conste que leo muchísimo.

Josefina Toledo Benedit
jtoledo@cubarte.cult.cu  
La Habana, 15 de agosto de 2012

 

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