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ENCUENTRO / TALLER  HOSTOS Y MARTI EN NUEVA YORK.

Colegio Eugenio María de Hostos-CUNY.  

 

Ponencia: La ciencia en algunos escritos de Hostos y Martí.

Autora: Dra. Josefina Toledo Benedit[1]  

 

Entre el puertorriqueño Eugenio María de Hostos y el cubano José Martí pueden señalarse al menos dos similitudes importantes en la dirección de sus respectivos pensamientos. La primera es el conocimiento y la información que ambos demuestran tener sobre los avances de la ciencia. La segunda es la común aspiración ética a poner los conocimientos científicos en función del desarrollo integral del ser humano en todos los países. 
  
Hostos llega por primera vez a Nueva York en 1869, procedente de Madrid, donde ha solicitado del gobierno liberal español que conceda la autonomía tanto a Puerto Rico como a Cuba, las dos únicas colonias que le quedaban a la metrópoli española en esta parte del mundo. Convencido de que España no estaba dispuesta a hacer concesiones, se dirige a tierras suramericanas en las que va a trabajar sin descanso en la propaganda a favor de la independencia de Cuba y Puerto Rico. Esta propaganda la realiza Hostos a través de la educación, de la formación ética de todos los ciudadanos. Para alcanzar sus objetivos, Hostos se vale reiteradamente del conocimiento y desarrollo de la ciencia que se le revela en Nueva York en el auge de la revolución industrial. El ilustre pensador de Mayagüez regresa a la gran urbe neoyorquina en 1874 –1875, en 1876 y, finalmente, en 1898.   

A diferencia de Hostos, cuyas permanencias en Nueva York fueron siempre por períodos de tiempo relativamente breves, José Martí residió de forma permanente en la “Ciudad de los rascacielos” casi desde su llegada
[2] en 1880 hasta su salida, el 30 de enero de 1895, para ponerse al frente de la Guerra de independencia que él había organizado a través del Partido Revolucionario Cubano. José Martí se establece en los Estados Unidos de América porque la unidad de la numerosa emigración revolucionaria de cubanos y puertorriqueños, radicados en Nueva York, Tampa, Cayo Hueso, y otras muchas localidades norteñas, resulta imprescindible para alcanzar el objetivo de la independencia de las dos Antillas. 
  
La ciudad de Nueva York que conocen ambos próceres antillanos en la segunda mitad del siglo XIX es centro de la revolución eléctrica, como segunda etapa de la pujante revolución industrial
[3] que transforma aceleradamente a los Estados Unidos de América. Es la época de los grandes descubrimientos científicos, que revolucionan muchos aspectos del pensamiento, y de las grandes aplicaciones tecnológicas que marcan el inicio de la modernidad, y se enlazan y continúan con la pujante revolución científico técnica[4], signo característico del siglo XX, que sigue proyectándose en las revoluciones de las Ciencias Naturales, como la Física, la Química y la Biología. 
  
Para Hostos, como para Martí --ambos pensadores de sólida formación humanística-- el auge del desarrollo de las Ciencias Naturales en el Nueva York que conocen es asumido desde la perspectiva de la Ilustración renacentista en la que ambos se habían educado en las universidades de Madrid
[5] y Zaragoza, en España. Para ambos, como para la mayoría de los representantes de la intelectualidad europea o de las Américas, estar al tanto de los últimos avances de las ciencias era una imperiosa necesidad, un apoyo imprescindible para desarrollar mejor la reflexión humanística, como centro de la actividad ética, política, social y educativa que ambos próceres desarrollaron. Para el mayagüezano, como para el habanero, seguían vigentes hombres paradigmáticos del renacimiento, como Leonardo da Vinci, quien es no sólo el admirado pintor de la famosa y enigmática Mona Lisa (o Gioconda); sino también arquitecto, físico, ingeniero, escultor, escritor y músico En el proceso de la Ilustración, Johann Wolfgang Goethe resume también ese ideal de integralidad del conocimiento porque, además de ser la cumbre de la literatura romántica en Alemania, y una de las voces más altas de las letras universales, es también un importante teórico de la Física que, con plena confianza en los experimentos que ha efectuado, cuestiona en su obra[6] la teoría de los colores de Isaac Newton, que es uno de los padres de la Ciencia Física. 
  
Con esta herencia del Renacimiento y la Ilustración, unida a la firme vocación de servicio humanístico que caracterizó el pensamiento y el quehacer de ambos patriotas, encontramos en muchos de sus textos la ejemplificación, o la comparación entre fenómenos y leyes de las Ciencias Naturales para –a partir de su conocimiento—adiestrar nuestra capacidad para entender mejor los complejos problemas de las Ciencias Sociales. En Hostos aparece una definida tendencia naturalista, como han observado algunos estudiosos de su pensamiento filosófico
[7]. En Martí se aprecia una profunda identificación con la naturaleza y con las ciencias que la estudian –las Ciencias Naturales-- pero él no establece un paralelismo cerrado entre la naturaleza y la sociedad. Para Martí la naturaleza es fuente inspiradora de armonía y equilibrio que los seres humanos bien podíamos imitar en nuestras relaciones y estructuras sociales[8].  

En su discurso “Las leyes de la sociedad”[9] aparecen algunas de las concepciones hostosianas sobre la Naturaleza y la sociedad cuando reflexiona:

...todo ser humano encuentra la evidencia [...] de una coordenación de principios y verdades que continuamente se muestra en cada uno de los fenómenos cósmicos, químicos, psíquicos y sociológicos que observa en la realidad del universo que hay fuera y en el que está dentro de nosotros. [...] esa coordenación de fenómenos y la realidad siempre idéntica a sí misma que produce, es lo que se llama una ley de la Naturaleza. (Op. Cit., p.54.)  

Entre los “fenómenos cósmicos” que la Física y la Astronomía precisan en esos años, está el renovado interés con que se observa al sol y se reconoce tanto su movimiento, como el movimiento orbital de todo el sistema, cuestión a la que se refirió pocos años después José Martí. En un comentario periodístico sobre el libro, recién publicado entonces, de un físico alemán, el Apóstol de la independencia cubana reproduce algunos conceptos del teórico y emite sus propias conclusiones:  

El más pequeño movimiento del Sol, dice Tischner, echa abajo toda la fábrica [teoría] de Copérnico. Si el Sol se mueve, las órbitas recorridas por los planetas no pueden cerrarse. [...] El alemán no concreta, sino que gira alrededor de lo que quiere decir [...] Treinta y siete páginas tiene el libro, y más atrevimientos. El alemán dice fríamente lo que estima cierto[10].

El teórico Tischner, cuyos datos no se consignan en las obras enciclopédicas consultadas, absolutiza y ya se sabe cuán riesgosas e inoperantes pueden ser las absolutizaciones en Física. Así puede comprenderse la reticencia de Martí que, evidentemente, no se deja convencer por las ideas del alemán. Como ha demostrado el desarrollo posterior de la Física, los movimientos internos del Sol, o su movimiento con relación a un determinado punto referencial no alteran en nada la teoría heliocéntrica formulada por Copérnico, porque el Astro Rey se mueve integralmente con todo su sistema solar. Por otra parte, se sabe que las órbitas planetarias se repiten sólo en planos sucesivos y similares; pero no idénticos, lo que no contradice la validez del movimiento orbital de los planetas. Tischner tampoco parece aclarar qué punto referencial ha tomado para formular su hipótesis y, como se sabe, en Física no es suficiente el reconocimiento o la afirmación de un movimiento; el teórico está obligado a formular, paralelamente, con relación a qué se mueve el cuerpo de que se trata[11]

Sorprende en el comentario martiano del libro de Tischner la capacidad analítica del Apóstol de nuestra independencia quien, con una certera orientación científica, cuestiona públicamente a un especialista de la materia y, sin manifestarlo, vislumbra la validez y vigencia de la teoría de Copérnico cuando afirma que las páginas del libro tienen “atrevimientos”. Muchos años después, ya en el siglo XX, el genio de Albert Einstein (1879-1955) ofrece una interpretación mucho más coherente de la relación de los cuerpos entre sí, al formular la teoría de la relatividad y ofrecer formas nuevas y más generales de la relación entre espacio y tiempo.   

La familiarización de Hostos y Martí con las novedades de las ciencias parece provenir también de la asidua lectura de revistas de popularización del saber científico que aparecen en los Estados Unidos de América desde 1845, año en que comienza a publicarse en Nueva York Scientific American Supplement, a la que se suman en ese lustro la North American Review, el Popular Science mounthly
[12] y el Harper’s Magazine, todos de Nueva York. Parece indudable que estas publicaciones les proporcionaron buena parte de la información especializada que incentivó la vasta capacidad de reflexión y análisis de ambos próceres.   

En el discurso ya señalado, el mayagüezano universal se refiere a algunos conceptos claves de las Ciencias Naturales cuando declara: 

Las dos fuerzas madres del universo físico son la fuerza de atracción, cuyos fenómenos todos, así en las masas como en los átomos, están ordenados por la ley de extensión, cuyas manifestaciones todas están comprendidas en la ley universal del movimiento. La ley inicial de todos los fenómenos de la vida es la evolución. (Op.cit., p. 57.) 

Para Hostos esos conceptos y leyes de validez científica universal coinciden y se verifican en los fenómenos sociológicos y, por sí mismos, debían ser suficientes para sustentar el ordenamiento interno de las sociedades humanas, con la misma armonía con que sustentan la “vida universal” si, como él condiciona:   

...en el ser humano, no hubiera un factor desconocido en las operaciones físicas, químicas y biológicas del universo; ese factor es el libre albedrío individual. La potencia de ese factor es tan decisiva, que él solo basta para trastornar en la vida social las que son leyes inmutables en el mundo físico. (Ibid.) 

Esa afirmación de Eugenio María de Hostos, diáfanamente adscrita al naturalismo como tendencia filosófica reconoce, sin embargo, en ese mismo discurso, una de las categorías específicas que diferencian el medio natural de la organización social. Declara que la “Ley de la sociedad es el trabajo” y señala la “primacía de la ley de libertad sobre toda otra ley sociológica”, asumiendo que el género humano podía y debía “aplicar al bien su libertad” (Ibid, p. 59.) A partir de esas concepciones puede inferirse la elevada aspiración de la ética hostosiana a la interrelación armónica entre los individuos, las sociedades y la naturaleza. Se percibe también la genial agudeza de su pensamiento cuando alerta sobre los problemas del medio ambiente, que surgen de la relación imprevisoramente mercantilista y depredadora del entorno. Hostos sentencia en este discurso que el ser humano, a pesar de su libre albedrío, “no puede infringir impunemente una ley universal del mundo físico; muere o padece si la infringe; con la falta va el castigo.” (Ibid, p. 58.) La validez de esa noción de “castigo” se comprueba hoy en las alarmantes señales de deterioro ambiental, tales como la contaminación, el aumento de las temperaturas en el globo, la desertificación de los suelos y la merma de la biodiversidad[13] 

En José Martí la relación hombre-naturaleza aparece siempre presidida por su sentido del equilibrio y la armonía, y reafirma su profunda fe en la capacidad que tiene el ser humano de mejorarse a sí mismo, y mejorar las condiciones de su medio. Esa esperanza implica la necesidad de salvar la vida en nuestro planeta, y para lograrlo la humanidad tiene ante sí el reto de hacer compatible el desarrollo con la conservación del equilibrio. Martí nos sigue exhortando a:  

...confiar en la armonía de nuestra naturaleza y en esa constante relación de la naturaleza y el hombre, cuyo conocimiento da a la vida un nuevo sabor, y priva a la tristeza de buena parte de su veneno y de su amargura. (O.C., t. 23, p.328.) 

Con idéntico sentido de interdependencia de los fenómenos físicos y sociales que se aprecia en los textos de Hostos y de Martí, hoy todos los estudiosos reconocen la interrelación del deterioro ambiental con la economía, la sociología, la educación y la gestión política; tanto es así que el paliativo que se esgrime para alcanzar una relación armónica de las aspiraciones de progreso y la relación hombre-naturaleza es proponer y alcanzar un desarrollo sostenible. 

Los  avances científicos en la época de Hostos y de Martí dejan definitivamente aceptada la unidad física del universo con el reconocimiento del átomo como partícula primera de todo cuanto existe, asumido entonces como indivisible[14]. Este logro científico y las leyes de la gravitación universal, ya descubiertas por Isaac Newton, se muestran como estímulos a la reflexión filosófica de Hostos y de Martí. El primero, en el discurso de referencia señala: 

...la influencia del átomo en la organización del universo físico parece tan poderosa y decisiva, que la hipótesis metafísica de aquel filósofo [Anaxágoras] ha llegado hasta convertirse hoy en realidad científica. El átomo es el alma del cosmos. [...]. Si él no obedeciera a las leyes universales, no habría universo. Para que exista la masa estelar o planetaria es necesario que exista el átomo; para que exista el cuerpo químico es necesario que exista el átomo; para que exista el ser es necesario el átomo.

Así en el orden social, universo distinto en apariencia del universo físico, pero sometido a las mismas leyes. (Ibid, p.58.)  

Para el pensador puertorriqueño, en la organización social el individuo es equivalente al átomo en el mundo físico, y las leyes naturales de atracción, observables en la ley de gravitación universal, serían equiparables a la asociación y la unidad; estorbada o facilitada por el ejercicio responsable del libre albedrío.  Por eso Hostos siente la urgencia de una correcta educación que creara conciencia y responsabilidad social como requisitos imprescindibles para sentar las bases del desarrollo de los pueblos.

El cubano con frecuencia reseña los fenómenos científicos que trata  con su particular visión poética. Así, para aludir a la estructura atómica de los cuerpos se refiere a “esa hermosa teoría especulativa que supone el átomo y le da [...] numerosos brazos para enlazarse a otros átomos” (O.C., t. 8, p.449.)  

En esa misma dirección de los aportes científicos aparece la preocupación hostosiana por la Geografía, junto a su propuesta del que, sin dudas, constituye uno de los métodos más originales para enseñar esta asignatura.

Durante la permanencia de Hostos en Chile, invitado por el gobierno de ese país para trabajar en la reforma de la enseñanza, el Peregrino despliega una ingente actividad científico pedagógica que apunta hacia una reforma de las concepciones generales de la enseñanza, que pudiera proponerse como modelo a todos los pueblos y, muy particularmente a los antillanos y suramericanos. Con ese objetivo diseña en 1893 los programas docentes de las asignaturas Castellano, Historia y Geografía. Esta última materia, por los contenidos que le son inherentes, le ofrece al Maestro la renovada oportunidad de ser creativo.

En las instrucciones ofrecidas a los docentes que impartirían el curso de Geografía Evolutiva[15] Hostos señala, como uno de los objetivos básicos de la enseñanza, que lo verdaderamente importante es el proceso mental correcto, mediante el cual los estudiantes puedan arribar al dato exacto. El insigne Educador le confiere prioridad al proceso cognoscitivo por sobre la respuesta del dato correcto que depende sólo de la memoria. Para viabilizar ese proceso orienta a los maestros  sobre la conveniencia de que los alumnos dibujaran la forma geométrica de su hogar, de su barrio, la ciudad, la provincia, el país, el continente, el hemisferio y, por último, el planisferio[16].

El método pedagógico hostosiano para la enseñanza de la Geografía parece subvertir el orden de las didácticas generales clásicas, que defienden el principio de que el proceso de aprendizaje debe organizarse de lo general a lo particular, para volver después a lo general con un análisis enriquecido por la experiencia. Hostos propone partir de la realidad objetiva inmediata  en la que está inmerso el estudiante  --su propio hogar—para a partir de ese conocimiento, ubicado en las categorías tiempo y espacio, proyectarse en la ubicación regional y universal que prescribe la Geografía física. En esta dirección, son notables sus aportes pedagógicos que persiguen no sólo la instrucción específica de los contenidos, sino dirigir todo el proceso cognoscitivo.

La contribución hostosiana a la enseñanza de la Geografía resulta muy importante dentro de toda su concepción acerca de la necesidad de formar integralmente a los educandos a partir de la observación, el análisis y la síntesis.  Como ha podido comprobar Carlos Pérez Morales[17], Hostos siempre escribió Geografía. Una mente enciclopédica como la suya, interesado mucho más en la esencia que en la forma, la explicación de este “capricho” pudiera hallarse en la propia fonología de esos lexemas que, muchos años después, indujeran a ese clásico de la literatura española y universal, Juan Ramón Jiménez, a adoptar en todos sus escritos la salomónica decisión de suprimir –o más bien, ignorar—la letra g y escribir todos todos esos fonemas con j. Premio Nóbel de Literatura en 1956, Juan Ramón[18] dispuso para sus editores la obligatoriedad de respetar su decisión soberana. Con idéntico derecho y aplicación del racionalismo lingüístico, Eugenio María de Hostos se adelanta varios años a esa decisión. Por otra parte, la actualización de sus conocimientos sobre la Geografía aparece declarada en su Diario[19], en la relación de los libros que más habían influido en él, y entre varios títulos de especialidades científicas, aparece Physical Geography de Glikie, junto a Astronomy de Lockyer.

José Martí, radicado en Nueva York, se convierte en  uno de los mejores cronistas de la revolución industrial, a través de sus publicaciones en periódicos como The Hour, The Sun y La América, dirigida durante un tiempo por el propio Martí,  o enviadas desde allí hacia periódicos hispanoamericanos como La Opinión Nacional, de Caracas, La Nación, de Buenos Aires, El Partido Liberal, de México, La República, de Honduras y La Opinión Pública, de Montevideo. Mientras trabaja arduamente para lograr la unidad de los emigrados cubanos y puertorriqueños, fundar el Partido Revolucionario Cubano y organizar la Guerra de Independencia en Cuba, Martí se gana el sustento diario con su trabajo periodístico que le permite divulgar los objetivos políticos que persigue y también estar al tanto del pujante desarrollo de la ciencia y la tecnología que tiene ante sí. En muchas de esas crónicas el poeta cubano reseña las múltiples aplicaciones de la electricidad  --la revolución eléctrica dentro de la revolución industrial--  tales como el alumbrado público y sus múltiples aplicaciones, que determinan los importantes avances de las Ciencias Naturales y la industria[20].

Desde Nueva York, José Martí reseña para sus numerosos lectores de toda América adelantos constructivos como el Puente de Brooklyn, aporta sus dimensiones exactas, elogia tanto el talento   de los ingenieros  constructores John y Washington Roebling, como la hazaña de  los “...trabajadores desconocidos, mártires hermosos, entrañas de la grandeza”, y escribe admirado su convicción de que “la resistencia, [...] que le viene de sus amarras, soporta la colgante estructura, y cuanto el tráfico de siglos, con su soplo febril, eche sobre ella”.(OC, t.9, p.425). El cubano vuelve a demostrar su información sobre el tema cuando destaca que otro de los  proyectos de Roebling, que “admiran y celebran los grandes ingenieros de la Tierra” es el suspendido sobre las Cataratas del Niágara” y en otra crónica señala que “los puentes son las fortalezas del mundo moderno”(OC, t.9, p.432.)

En Nueva York conoce Martí de inventos tan importantes como los primeros teléfonos magnéticos, y con la profunda confianza en las posibilidades de perfeccionamiento de la tecnología, en beneficio del hombre declara: “Maravilla como es [...] se la desea más eficaz y acabada”.(OC, t.8, p.416.)  Por eso, en el mismo trabajo periodístico, reseña entusiasmado el invento del transmisor microfónico  que “ha sido al punto aceptado como indiscutible mejora por las compañías de teléfono”, y concluye con una sentencia de aguda previsión:  

Día llegará en que pueda llevar consigo el hombre, como hoy el tiempo en el reloj, la luz, el calor y la fuerza en algún aparato diminuto. (ibid.)  

El pronóstico martiano anterior pudiera, acaso, hacernos pensar en ese logro portentoso de la ciencia y la técnica de nuestros días que es el aparato de rayos láser. Aplicado a la medicina  --uno de sus usos más importantes--  es justamente un “aparato diminuto”[21] en manos del cirujano, que concentra “la luz, el calor y la fuerza”, capaces de extirpar, o neutralizar en lo posible, tejidos indeseables, con mucha mayor precisión, limpieza y celeridad que el instrumental quirúrgico convencional. Entre los muchos juicios y reflexiones de José Martí sobre el desarrollo de la ciencia y la técnica, ese vaticinio se nos muestra como uno de los más sorprendentes, en la esfera de las aplicaciones de la electricidad. Esa afirmación no es una profecía, sino una ratificación de su fe en la capacidad de desarrollo tecnocientífico del hombre.

Al igual que Eugenio María de Hostos, el Apóstol de la Independencia de Cuba toma como premisa el punto de vista educativo y utilitario que esos avances científicos pueden aportar a las economías de los países de nuestra América. Como ya lo había hecho Hostos, Martí propone que la enseñanza en nuestros pueblos abandonara el apego a los moldes escolásticos, heredados del colonialismo, y persiguieran objetivos científicos y de formación integral en la educación. Sentencia el Maestro cubano:  

Que se trueque de escolástico en científico el espíritu de la educación; [...] Que la enseñanza científica vaya, como la savia en los árboles, de la raíz al tope de la educación pública. (OC, t. 8, p. 278.)  

Revisadas algunas de las más significativas reflexiones de Hostos y Martí sobre la ciencia, se muestran similitudes y algunas divergencias en sus respectivas concepciones.

Tanto Hostos como Martí asumen el conocimiento científico  como parte integrante de la cultura general  --enciclopédica en ambos patriotas—   que de forma imprescindible debían asumir para desarrollar el trabajo educativo, social y político que se trazaron como objetivos fundamentales de sus vidas.

Para ambos la naturaleza, sus leyes y las ciencias que la estudian son un reflejo de la armonía universal. Hostos asume el naturalismo en su reflexión filosófica y supone que si el ser humano fuera capaz de reproducir en sus relaciones sociales esa armonía universal, la sociedad alcanzaría el desarrollo y el bienestar de forma espontánea.

José Martí, por su parte, establece la relación hombre-naturaleza como un paso para entender la armonía universal;  pero no como un calco, sino como una fuente de inspiración, ya que para él naturaleza y sociedad son entidades que pueden relacionarse, pero que son diferentes.

Ambos lucharon –cada uno con sus características--  porque el Hombre de nuestros pueblos alcanzara su realización plena a partir de  la correcta formación de su conciencia, que le permitiera emanciparse del yugo colonial español y acceder a estructuras sociales más justas, y a una interrelación responsable con la naturaleza.

El  “equilibrio del mundo”  que Martí se plantea pasa también por la utopía hostosiana de la formación de conciencias para lograr que nuestros pueblos, aún jóvenes, se incorporaran al desarrollo propuesto por la modernidad, con los avances científicos, sin enajenar el rico patrimonio de su identidad cultural.      

Notas:   

[1] Dra. en Ciencias Históricas. Investigadora Titular. Presidenta de la Cátedra de Estudios Antillanos Ramón Emeterio Betances, adscrita a la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y a la Misión de Puerto Rico en La Habana.

[2] José Martí llega a Nueva York el 3 de enero de 1880. En enero de 1881 parte hacia Venezuela,  pero se ve forzado a abandonar este país, y el 10 de agosto de ese mismo año está de regreso en Nueva York.

[3] Se conoce como revolución industrial al proceso de desarrollo científico y técnico iniciado en el siglo XVIII. Se caracteriza por la m4ecanización de la industria y la extensión del comercio. Había comenzado en Inglaterra con los primeros grandes inventos en la industria textil. El aporte más importante lo realiza el ingeniero escocés James Watt (1736-1819), quien concibe el principio de la máquina de vapor de doble efecto. Con la aplicación de esa nueva energía a la industria se opera una profunda transformación en la producción. En el siglo XIX, este proceso de desarrollo tiene uno de sus puntos culminantes en la revolución eléctrica. Véase John Desmond Bernal: Historia social de la ciencia, 2 tomos, La Habana, Ed. De Ciencias Sociales, 1986. 

[4] La Revolución Científico-Técnica se define como un cambio cualitativo producido en el sistema moderno de la ciencia y la técnica, que abarca todos los aspectos de las relaciones tecnológicas y se caracteriza por el hecho de que la técnica entra en una etapa nueva de su desarrollo, que es la automatización. La producción mecanizada, que obliga al obrero a participar directamente en el proceso tecnológico, empieza a ceder lugar a la producción automatizada, en la que el objeto de trabajo es elaborado completamente por el propio sistema técnico, que funciona sin participación directa del obrero, en virtud de los sistemas de líneas automáticas. Véase Mc Graw-Hill: Encyclopedia of science and technology, Mc Graw, New York, 1966.  

[5] En 1858 Hostos ingresa en las Facultades de Derecho y Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid. Trece años después,  en 1871, Martí  matricula las  mismas carreras en esas mismas Facultades de la Universidad Central de Madrid. Hostos, con un sólido bagaje cultural, no llega a concluir sus estudios por diferentes razones. Martí concluye sus estudios en 1874, sólo como un punto de apoyo para labrarse la sólida cultura general que evidencia en sus textos.  

[6] Véase Johann Wolfgang Von Goethe: Teoría de los colores, Buenos Aires, Ed. Poseidón, Colección Luz y Sombra. Traducción de Pablo Simón, 1945. Publicado por primera vez en Alemania, en 1817, y la segunda parte en 1820.

[7] Véase Carlos Rojas Osorio: Pensamiento filosófico puertorriqueño, Capítulo IV “Naturalismo y positivismo de E.M. Hostos”, San Juan, Puerto Rico, Isla Negra, Editores, 2002, p. 55-80.

[8] Véase Josefina Toledo: La naturaleza en José Martí, San Juan, Puerto Rico,  Ediciones Puerto,  2003. (Solicítese por  info@filpuertorico.org    y   feriapr@caribe.net 

[9] Leído por Eugenio María de Hostos ante los miembros del Instituto de Ciencias Sociales de Caracas, Venezuela, el 18 de junio de 1877. Aparece en Hostos en Venezuela. Prólogo de Oscar Zambrano Urdaneta. Compilación de José Ramos, Caracas, La Casa de Bello, 1989, p. 53-61.

[10] José Martí: Obras completas, La Habana, Editora Nacional de Cuba, 1963-1973,  t.13,  p.441. Todas las citas de textos martianos corresponden a esta edición. En adelante se señalará, in situ, como OC, tomo (t)  y página (p).

[11] Véase Josefina Toledo: La ciencia y la técnica en José Martí, 1ra. Ed. La Habana, Ed. Científico – Técnica, 1994; 2da ed. México DF, Instituto Politécnico Nacional, 1995;  3ª ed, corregida, La Habana, Ed. Científico – Técnica, 2003.

[12] Una colección de ese mensuario, encuadernado en un volumen,  formaba parte de la biblioteca de Hostos, según lo consigna él mismo en su Diario. Véase Eugenio María de Hostos: Obras completas, Edición Conmemorativa del Gobierno de Puerto Rico. La Habana, Ed. Cultural S.A., 1939, vol. II (Diario II), p. 152.  José Martí alude en varias ocasiones a Scientific American Supplement y al Harpe’s Magazine.

[13] Véase del destacado especialista estadounidense Donald Worster: Transformaciones de la Tierra. Traducción de Guillermo Castro Herrera. Instituto de Estudios Nacionales. Universidad de Panamá, 2001.

[14] La antigua teoría atomística sufre un reajuste esencial cuando a fines del siglo XIX se comprueba que los átomos poseen una estructura compleja, formada por un núcleo, protones y neutrones. J.T.

[15] Véase Dr. Leonides Santos Vargas: “Estudio preliminar “ en Eugenio María de Hostos: Ciencia de la Pedagogía,  Obras completas, Ed. Crítica. Río Piedras. Ed. Universidad de Puerto Rico, 1991. Vol. 1, Educación, t. 1, p. 38 y passim.

[16] Esas ideas subyacen en las obras de pensadores con los que hostos se sintió identificado, entre ellos,  Francis Bacon (1561-1626);  J..J, Rousseau; (1712-1778) y A. Comte (1798-1857.). Véase Eugenio María de Hostos: “Instrucciones en el curso de Geografía Evolutiva”, en Obras completas, 20 vols., Edición Conmemorativa del Gobierno de Puerto Rico,  Ed. Cultural, S.A., La Habana, 1939, vol. XX.

[17] Véase Carlos Pérez Morales: La geografía. Eugenio María de Hostos maestro de geografía, San Juan-Santo Domingo, Ed. Isla Negra, 2001.

[18] También enamorado de la Isla del Encanto, Juan Ramón Jiménez, nacido en Huelva, España, en 1881, fallece en San Juan de Puerto Rico en 1958.

[19] Véase Eugenio María de Hostos: Diario, O.C.,  (1939), vol. II (Diario II), p. 326-327.

[20] Véase: Josefina Toledo: La ciencia y la técnica en José Martí. Op. Cit.

[21] El equipo o fuente generadora de rayos láser puede tener medianas proporciones de acuerdo con su potencia,  pero el aplicador con que opera el cirujano cabe siempre holgadamente en su puño. J .T.

 

Josefina Toledo Benedit
jtoledo@cubarte.cult.cu  
Ponencia en el Encuentro / Taller Hostos y Martí en Nueva York. 
Colegio Eugenio María de Hostos-CUNY. 
La Habana, 28 de agosto de 2003

 

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