Algunas consideraciones sobre la calidad de vida de los ancianos en el mundo actual.
por Lic. Magdalis Téllez García

Maestrante en Bioética. Segunda Edición 2008

Realizando estudios sobre el tema que nos ocupa y adicionando vivencias personales me he apasionado con el mismo en tanto he podido observar que el mismo no solo es un problema en nuestra sociedad, sino en el mundo que hoy vivimos, siendo esta una causa que será necesario prestar una mayor atención debido a que estamos viviendo  a nivel mundial un alargamiento de la vida del hombre y al mismo tiempo una deshumanización muchas veces solapada a pesar de existir en muchas sociedades leyes que  protegen a ese grupo de la sociedad,  y reprimen a aquellos que no las cumplen, pero la represión puede combatir los síntomas, pero no logrará combatir las causas, sino que más bien contribuye a mantenerlas, es por ello con no solo con legislaciones se resuelve el problema, solo con una adecuada política es posible poner remedios a las causas, las que  se encuentran en la desigualdades, las injusticias, y las negativas o lo que muchas veces sabemos pero tratamos de ocultar, “ de lo que no  se habla” face="Verdana" Es por ello que como esta es una de las tantas por las que la que la humanidad debe luchar y tratar de resolver me hago eco de las palabras de Edgar Morin cuando dice: “me he encontrado en nunca ha habido una causa tan grande, tan noble, tan necesaria como la causa de la humanidad para, a la vez e inseparablemente, sobrevivir, vivir y humanizarse.”[1]

Así vemos como también en nuestra sociedad también es necesario  para lograr la virtud a que aspira,  y que debería aspirar  el mundo para lograr una calidad de vida verdadera en los ancianos es imprescindible citar a   la profesora e investigadora Teresa  Díaz Canals   que nos hace reflexionar en que siempre es posible hacer para lograr la virtud a que aspira nuestra sociedad,  “Justicia más afecto sería lograr ya la más vasta de las integraciones, la del sueño y la del significado, al menos hemos dejado al sueño un tiempo para encontrar su signo y formar lentamente su significación”.[2]

 

Hablar de calidad de vida e intentar definir este concepto sería pretencioso de nuestra parte  pues no somos especialistas en el tema, lo que sí tenemos que tener claro que según criterios de los expertos en el mismo este concepto no es medible, sino estimable en tanto responde  a disímiles  aspectos de la vida que no son valorados de igual forma por todas las sociedades que históricamente han existido,  e incluso en el mismo contexto histórico dependen entere otros aspectos de la economía, la cultura, el desarrollo, la familia, las concepciones filosóficas y religiosas que existan en esta, e incluso de la individualidad de la persona. Los contenidos materiales  y espirituales del respeto de los seres humanos. Eso es lo que debe entenderse por calidad de vida.

 

Hoy  nos  dedicaremos a analizar un parámetro que consideramos a nuestro modo de ver que no podemos dejar pasar por alto y nos referimos a la calidad de vida en los ancianos, y  teniendo en cuenta los datos demográficos que hemos tenido a nuestro alcance  que con sus estudios nos ha proporcionado la  Dra. Cubana   María Elena Benítez Pérez del Centro de Estudios Demográficos Universidad de La Habana.

 

Nos enfrentamos a un nuevo problema, los avances de la ciencia, la técnica y el conocimiento alcanzado por la humanidad  han hecho que la vida del hombre se alargue más que años atrás, pero siempre se alarga con calidad de vida?, siempre le prestamos la debida atención a esos ancianos?, qué hacer por esa población hoy envejecida?, qué poder de decisión sobre sus vidas tienen esos ancianos? esos  son algunos de los dilemas éticos que tiene la  sociedad actual.

 

Es por que todo lo relacionado con el tema de esa  población es importante analizarlo, y la  Dra. Maria Elena Benítes Pérez nos dice en sus estudios:   

“Por qué la población de la mayoría de los países está creciendo y por qué la de otros no? Qué ocurre a las sociedades cuando sus pautas de fecundidad, mortalidad o migración cambian? Son razones que explican, entre otras, por qué cada vez se hace más necesario considerar la dinámica demográfica, y los cambios habidos en ella, en cualquier estudio que tenga al ser humano como objeto. En todos los países del mundo, la proporción de adultos mayores y especialmente de viejos, ha aumentado en los últimos decenios. Se espera que las mejores condiciones de vida permitan a la población de muchas naciones alcanzar su límite teórico de sobre   vivencia. Se espera, asimismo, que haya una convivencia intergeneracional de un tipo hasta ahora inédito: muy jóvenes convivirán con muy ancianos, viendo entonces que la longevidad se acompaña de demandas familiares y sociales tanto afectivas como materiales a las que la sociedad contemporánea debe responder de la mejor manera posible, volviendo entonces al problema fundamental que nos plantea la bioética, la necesidad de dialogo, la necesidad de enfocar los problemas actuales bajo nuevas ópticas.”[3]

 

De lo que se trata es de formular un estatuto relacional que facilite la convivencia y sea al tiempo apropiado y justo, tanto para los ancianos como para quienes no lo son. Ello implica una identificación de los temas pertinentes a la convivencia intergeneracional y de los principios más relevantes para su concreción exitosa.

 

Es por ello que debemos recordar lo que ha sido ignorado por medios de difusión y políticos  y es que, la Alianza por un mundo responsable y solidario organizó,  en Lille, a principios de diciembre de 2001, una asamblea de ciudadanos del mundo, que congregó a personas provenientes de todos los países y continentes, que con un extraordinario valor elaboraron en sus debates una carta de las responsabilidades humanas,  y este tema es una responsabilidad humana y es cada día más acuciante.   

 

Si históricamente han existido las relaciones entre las generaciones, hoy este tema se torna cada día más complejo, pues la sociedad es más compleja, es por ello que, en las relaciones humanas que existen  en la sociedad actual, nos encontramos con las relaciones de los ancianos con el mundo que los rodea, y la carencia del respeto y la valoración a esa parte de la población, y los derechos que estos tienen,   y en el proceso de desvalimiento  que se observa en las sociedades contemporáneas puede equipararse a una forma de desvalorizar lo que las personas de edad pueden hacer. En este sentido, los encargados de las políticas de la seguridad social necesitan considerar la futura proporción de jubilados sobre el total de personas activas a fin de establecer las adecuadas deducciones salariales destinadas a engrosar el fondo de pensiones para la vejez. Las compañías de seguros necesitan saber las probabilidades de defunción antes de aceptar un seguro de vida. Los educadores necesitan tener una proyección del número futuro de estudiantes.”[4]

 

La vejez va asociada a una pérdida de aprecio, que es como decir una pérdida de precio de los servicios de los viejos. Esa pérdida de precio se transforma insensiblemente en pérdida de valor. Ya hemos observado el contraste entre el sentido externo y el significado interno, lo que permite dar un contexto apropiado a la noción de muerte social, tan reveladora de él. Mueren socialmente personas que siguen biológicamente vivas: los ancianos, los leprosos, los sidosos, los estigmatizados sociales. Aunque reclamen derechos, aunque deseen continuar en la vida y contribuir a la sociedad, ésta los declara excluidos. Es por ello que es de vital importancia el estudio y análisis de los valores sociales morales en las sociedades de hoy. 

Así vemos como en no pocas sociedades modernas, quienes sufren exclusión y estigma efectivamente enferman, decaen y hasta mueren, que muchos ancianos experimentan los efectos de ese proceso de pérdida de precio-valor y con la edad se produce de manera más dolorosa porque es gradual y plenamente sentido por quienes lo padecen, fenómeno este que cada día es mayor en la medida en que se han obtenido nuevos avances en la sociedad y en las técnicas aplicadas para detectar y prevenir enfermedades, que además, se destruyen los lazos significantes poco  a poco con esta parte de la población, refiriéndose a que, tal vez por eso la cultura moderna celebra la muerte súbita como preferible a los antiguos rituales de despedida, convirtiendo esto en un problema ético y un dilema al mismo tiempo.

 

Es por ello que: “el  proceso de envejecer es valóricamente ponderado en cada sociedad humana, positiva y negativamente. En los países occidentales, la retórica habitual consiste en ensalzar la vejez, pero en la práctica es ésta una etapa de soledad, abandono y pérdida. Precisamente en aquellos aspectos en los que suele invocarse la solidaridad social suele percibirse un discurso ambiguo, cuando no equívoco. La mayor demanda de servicios asistenciales en la edad provecta suele aparecer como un lastre para los rendimientos societarios”.[5]

 

El desarrollo ignora lo que no es ni calculable ni mensurable, es decir, la vida, el sufrimiento, la alegría, el amor, y su única medida de satisfacción radica en el crecimiento (de la producción, de la productividad, de la renta monetaria). Concebido únicamente en términos cuantitativos, ignora las cualidades, las cualidades de la existencia, las cualidades de solidaridad, las cualidades del medio, la calidad de la vida, las riquezas humanas no calculables y no crematísticos; ignora la donación, la magnanimidad, el honor, la conciencia. Su proceder barre los tesoros culturales y los conocimientos de las civilizaciones arcaicas y tradicionales; el concepto ciego y tosco de subdesarrollo desintegra el arte de vivir y la sabiduría de culturas milenarias.”[6]

 

Y cuando nos adentramos en las sociedades que han sido poco invadidas por la cultura occidental  como las que existen en algunos lugares del Amazonas, observamos como se le da una gran importancia a los ancianos, su sabiduría, y la influencia que estos tienen en su vida y su comunidad,   y ese respeto que allí se profesa es calidad de vida, pues es utilidad y virtud, todo lo cual debemos seguir como ejemplo en occidente de forma realmente conciente. 

 

Así debemos darnos  a la tarea urgente de analizar el fenómeno de la vejez como algo totalmente social, y no particular, es hora ya de que la sociedad vea el mismo como un problema de urgencia a resolver y no como algo por resolver a largo plazo, pues aunque existen planes,  y hasta legislaciones, que por derecho defienden a esta parte de la población, (como ya hemos visto), de hecho muchas sociedades carecen de la educación  necesaria para enfrentar la existencia de esa población y darle el justo valor.

 

Por ello que pienso que el tema de la soledad  y la ancianidad de alguna manera están vinculados a los grandes desafíos globales,  convirtiéndose en un problema actual y que corresponde a muchas ciencias y a la sociedad en general ocuparse de este.

 

Tratar, pues, la soledad y el cuidado del anciano  es adentrarnos en uno de los tantos vericuetos del gran problema. Es posible que estas reflexiones sirvan para cuando se serene el mar o seamos capaces de serenarlo con nuestro trabajo diario.

Es por ello que Edgar Morin nos dice: “Definiré, pues, así, el nudo gordiano de la nueva antropología: el ser humano es totalmente humano porque es al mismo tiempo plena y totalmente viviente, y plena y totalmente cultural.”[7]

 

Y como ser humano racional que vamos todos hacia  la vejez, tanto biológica como socialmente, es hora de  ocuparnos de ella. Es por ello que la ética de la calidad de vida en la vejez debe fundarse y fundamentarse sobre expectativas modestas y realizables, donde la sociedad y la familia que rodea al anciano juega un papel decisivo, donde cada uno de los integrantes de esa complejidad que forma la sociedad juegue el papel justo y razonable que le corresponde, y donde cada uno tiene deberes y derechos que no son sustituibles jamás para que el anciano sea, parafraseando a Morin, totalmente viviente y la sociedad le proporcione su justo valor cultural, pues solo así decimos que vivirá con calidad de vida.  

 

Por ello  recurrimos a la  carta a Arnol Ruge,  de Marx, cuando dice: «No debemos olvidar que el hombre es un ser sensitivo antes de convertirse en un ser pensante.», y es a esa sensibilidad a la que acudimos para ser realmente dignos y humanos. 

  

Notas:

 

[1] Edgar Morin. ¿Sociedad mundo, o Imperio mundo? Más allá de la globalización y el desarrollo

 

[2] Teresa Díaz Canals  Una Profe Que Habla Sola. Publicaciones Acuario. Centro Félix Varela.  6/30/2006

 

[3] Dra. María Elena Benítez Pérez. Centro de Estudios Demográficos Universidad de La Habana

 

[4] Dra. María Elena Benítez Pérez Centro de Estudios Demográficos Universidad de La Habana

 

[5] Fernando Lolas Stepke. Bioética y Vejez: El proceso de desvalimiento como constructor Biográfico

 

[6] Edgar Morin. ¿Sociedad mundo, o Imperio mundo? Más allá de la globalización y el desarrollo

 

[7] Edgar Morin   La unidualidad del hombre. 

por Lic. Magdalis Téllez García
Maestrante en Bioética. Segunda Edición 2008

 

Ver, además:

 

                      Magdalis Téllez García en Letras Uruguay

 

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